Ninfómana y obediente (Parte número 35).

Parte treinta y cinco y última de esta larga historia que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado, la sigan con interés y para bien o para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Me sorprendió que unas chicas tan jóvenes desarrollaran una actividad sexual tan sumamente intensa sin que nadie hiciera nada por evitar que salieran de allí convertidas en unas ninfómanas. Bjorn me explicó que la mayoría de las féminas que regentaban el centro escolar llevaban años facilitado que, desde temprana edad, los alumnos pudieran mantener sus primeros “escarceos amorosos” pensando en que se centrarían en sobamientos, masturbaciones y sexo oral pero, como ellas no daban precisamente ejemplo y no les ayudaba en nada el ambiente que les rodeaba con muchachas de su edad dedicadas a satisfacer al turismo sexual y con una buena concentración de “cajoneros” cerca del centro, el tema se las había ido de las manos.

Cogiéndome del brazo me llevó a un lugar impregnado en un olor a hospital. Me indicó que era la enfermería. Cuándo Bjorn dio la luz vimos tumbada en una de las camillas a una joven desnuda de cintura para abajo y sumamente abierta de piernas. Parecía adormecida pero, con la luz, abrió los ojos en los que me pareció ver mucho miedo. Me acerqué a ella y me interesé por saber lo que la ocurría. La chica me explicó que, después de pincharla en el clítoris, la habían estado hurgando dentro del potorro y que, cuándo se habían cansado, la habían dejado allí sola y a oscuras con intención de que se recuperara pero que, de repente, había sentido unas ganas enormes de mear, no se había podido contener y se la había salido la orina a chorros por lo que pensaba que, como a otras compañeras, la iban a castigar, a maltratar y a martirizar los glúteos en cuánto vieran el charco que había en el suelo. Bjorn pudo facilitarme una fregona con la que recogí la micción mientras la chica, con ojos agradecidos, me sonreía. Al salir me dijo que las hembras que regentaban el centro, las profesoras y todas las alumnas en edad de fecundar pasaban por allí al menos una vez al mes para que las efectuaran una exploración y para que, sin dudarlo, anestesiaran a través del clítoris y utilizaran el “cucharón” para extraer el feto a las que estuvieran preñadas.

Salí de allí muy deprimida y mientras volvíamos a casa apenas hablé puesto que no dejaba de pensar en que, dentro de pocos años, mi hija París también se podía ver envuelta en una actividad sexual similar y ser la cría a la que dejaran, sola y a oscuras, tumbada sobre una camilla después de efectuarla un aborto. Cuándo le conté a Bjorn mis inquietudes y viéndome tan preocupada, me dijo que, si quería, podíamos mandar todo a la mierda y volver a Europa para iniciar juntos una nueva vida en Dinamarca ó en Suecia. Me debió de ver tan sorprendida por su propuesta que, después de pasarme su brazo por la cintura y de besarme en la boca, me indicó que estaba más que encantado conmigo puesto que había encontrado en mí una “yegua” bastante más ardiente y guarra que Nicole y que se ponía sumamente “burro” cada vez que me realizaba todo tipo de cerdadas, me forzaba y me jodía. Le dije que no pretendía enturbiar su relación con Nicole pero, riéndose, me dijo que sólo era una amiga con una “seta muy tragona”, un buen culo y un precioso cuerpo y que, como de todo ello había sacado buen provecho, estaba dispuesto a romper con ella si estaba conforme con su propuesta.

En aquel momento no me decidí pero no tardé en cansarme de verme convertida en la criada y en la esclava sexual de Erlinda y de Nicole por lo que una noche le recordé su propuesta. Bjorn me indicó que era un hombre de palabra y que lo único que me pedía era que dejara de tomar anticonceptivos puesto que había tenido experiencias en las que habían fallado y que me hiciera la ligadura de trompas ya que, entre sus planes, no estaba el de fecundarme. Aunque tuve que pagar la intervención conseguí que me la hicieran un par de meses más tarde que fue lo que tardó París en terminar el curso escolar por lo que, una semana después y cumpliendo su promesa, Bjorn rompió con Nicole y a su vez con Erlinda y me pude librar para siempre de ellas.

Cuarenta días después regresamos a Europa. Como no me atraía la idea de fijar mi residencia en Dinamarca teniendo cerca a mis padres puesto que me imaginaba que no iban a dejar de recriminarme la vida que llevaba y que me entregara de aquella forma a Bjorn, decidimos vivir en Suecia. Me preocupaba encontrarme con la inadversión que los suecos sienten por los daneses y viceversa pero fui muy bien acogida sobre todo por el anciano padre de Bjorn que me recibió con los brazos abiertos y consiguió que la cara se me pusiera como un tomate cuándo me dijo que nunca había pensado que su hijo fuera capaz de darle una nuera tan esbelta y guapa como yo. El hombre había perdido a su esposa tres años antes y bastante limitado por la mala circulación de sus piernas, residía en una amplia y confortable mansión rodeado de criadas y de todas las comodidades por lo que accedimos a alojarnos allí durante unos meses hasta que Bjorn logró convencerle para que nos demostrara que todavía conservaba muchas de sus influencias con intención de ayudarnos a encontrar una casa en alquiler a nuestro gusto en Estocolmo y trabajo. Dos semanas más tarde a Bjorn lo contrataron como conductor en una empresa de autobuses en la que, unos meses después, me ofrecieron cubrir un puesto de taquillera que acepté y en el que permanecí un año hasta que me dieron una plaza que había quedado vacante en las oficinas, en la sección de explotación y logística, que es la que continuo ocupando en la actualidad.

Al fallecer repentinamente su padre Bjorn heredó la mansión en la que vivía y en la que, desde entonces, residimos en compañía de París, que tiene varias habitaciones y una gran extensión de cuidado terreno en el exterior a su disposición, a la que Bjorn quiere como si fuera suya hasta el punto de estar gestionando el poder reconocerla legalmente como hija y muy felices aunque supongo que seguirá teniendo algunas aventuras, sobre todo con jóvenes viajeras, lo que no me importa mientras me siga dando placer puesto que, a pesar de que desde que nos establecimos en Suecia nuestra actividad sexual se suele desarrollar de una forma, digamos, más clásica y racional, hay días que, debidamente estimulado por sus conquistas, le gusta recrearse realizándome todo tipo de cerdadas y forzándome por todos los agujeros hasta que me revienta de gusto aunque, en tales ocasiones, me obliga a seguir ganándome a pulso cada una de sus lechadas por lo que, aunque se excita sobremanera conmigo, nunca me ha llegado a echar más de cuatro espléndidos polvazos y dos soberbias meadas en una misma sesión. Lo cierto es que, después de haber dado muchos tumbos, no me arrepiento de haber logrado a través del sexo, del sadismo y de la sumisión, dar sentido a mi vida con un varón que, aunque sea sueco, se encuentra excelentemente “armado” y dispone de una virilidad impresionante y mientras mi cuerpo aguante no estoy dispuesta a renunciar a él por lo que espero poder seguir disfrutando de una actividad sexual frecuente, intensa y sádica, que tanto me llena, durante mucho, mucho tiempo antes de, como deseo, envejecer a su lado.

F I N