Ninfómana y obediente (Parte número 33).

Parte treinta y tres de esta larga historia que se está acercando a su final y que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado, la sigan con interés y para bien o para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Nuestra relación debió de ajustarse plenamente a sus expectativas puesto que, mes y medio más tarde, acordamos seguir así indefinidamente después de obtener mi compromiso de convertirme en la “chacha” y en la fulana de los dos. Aquella misma semana Bjorn, Nicole, mi hija París y yo comenzamos a vivir juntos en mi domicilio prodigándonos en hacer tríos aunque siempre convertida en la obediente “sierva” de mis dos amos. Pero el verme obligada a atender la vivienda de Bjorn y la mía ocupándome de todas las labores domésticas, a mi hija y a mi trabajo ocasionaba que terminara el día agotada mientras Nicole lo único que hacía era ver la televisión tumbada en el sofá y jugar con París. Siempre tenía que estar a su más entera disposición para proporcionarles placer en cuanto me lo pedían y por la noche les gustaba desfondarse de tal forma conmigo que acababa convertida en un autentico despojo. El cansancio me fue venciendo por lo que me dormía en todos los lados en cuanto disponía de un momento tranquilo y a pesar de que intentaba esmerarme para satisfacerles en todo, Nicole me demostraba una y otra vez que había dejado de ser “una mosquita muerta” para convertirse en una golfa con un carácter muy fuerte y siempre había algo que la desagradaba por lo que me imponía constantes castigos siendo los más habituales el obligarme a lucir ceñidos trajes de baño en los que se marcaba todo, incluida la raja vaginal ó a permanecer en bolas mientras estaba en casa; el hacerme depositar mis micciones y mis deposiciones en frascos de vidrio para que, por la noche, me bebiera mi orina y me comiera mi mierda delante de ella y el hacerme salir a la calle sin ropa interior y vistiendo las botas altas y los vestidos ceñidos y cortos que tanto le gustaban a Bjorn con lo que, además de ponerme en unas situaciones bastante comprometidas al agacharme, al doblarme, al sentarme ó al estar con la regla, en cuanto hacía un poco de frío no conseguía reponerme de una cistitis cuándo me encontraba afectada por otra.

Para complicarlo todo aún más, Nicole consiguió convencer a su madre para que se nos uniera lo que ocasionó que Erlinda, aunque continuaba viajando con mucha frecuencia y había semanas en que no la veíamos, se convirtiera en otra “ama y señora” a la que tenía que respetar y complacer en todo. Cuándo pasaba más de dos días seguidos en casa su presencia me atemorizaba puesto que no me podía ni imaginar que una hembra como ella, que parecía encontrarse en su salsa inmersa en el sexo lesbico, llegara a mostrarse tan dominante y sádica en el hetero ni que la estimulara tanto el sentirse un ser superior en el terreno sexual para tratarme como una autentica mierda. Además de colaborar con Bjorn y con Nicole para convertirme en su dócil corderita, la encantaba explotar mi cuerpo al máximo y darme tralla hasta reventarme. Llegó, incluso, a pensar en obtener un beneficio económico de mis atractivos físicos ofreciéndome a sus amigas y conocidas para que me pudieran forzar a su antojo a cambio de darlas satisfacción comiéndolas el coño y realizándolas el “beso negro” y el “colibrí”.

Era tan cerda que la agradaba que permaneciera delante de ella mientras meaba y/o defecaba para que, además de hacerme ingerir su lluvia dorada y su evacuación, al terminar la secara con mi lengua la raja vaginal y/o la limpiara meticulosamente el orificio anal. Bjorn, a base de casta y de genio, consiguió hacerla desistir de su propósito de ofrecerme sexualmente a otras mujeres pero, a cambio de ello, Erlinda le hizo dejar su trabajo en el gimnasio para que no volviera a zumbarse a más chicas jóvenes y/o a zorras refinadas entradas en años hasta que lograba vaciarlas de orina y de caca, dispusiera de más tiempo para forzarme y reservara toda su “salsa” para nosotras ó mejor dicho, para ellas. Lo que Erlinda nunca llegó a saber es que, con aquello, le hizo un gran favor ya que estaba bastante harto de que, para poder cepillarse a una chica joven y sugerente, antes se tenía que follar a un buen número de féminas maduritas, pechugonas, culonas y algunas de ellas, entradas en kilos como la foca con la que estuvo retozando durante mi estancia en el gimnasio que, evidentemente, no pudo llegar a motivarle de la misma forma que la esbelta chica que, reteniendo la salida de su orina, permaneció sentada a mi lado.

Bjorn se excitaba tanto mientras me trataba con sadismo y me poseía que había veces en que, debidamente estimulado por Erlinda ó por Nicole, se llegaba a “jiñar” de autentico gusto lo que aquel par de guarras consideraba el “sumun” de la satisfacción sexual masculina mientras iban logrando que me viera como una escoria al mismo tiempo que intentaban que cada día me resultara más costoso ganarme uno de sus polvazos que, aunque casi siempre me echaba dentro del potorro, le brotaban después de haberse recreado en exceso dándome por el culo. Como contaba con el apoyo económico de su madre y no faltarla de nada, Nicole no se molestaba en buscar trabajo y disfrutaba viéndome lavar, planchar y recoger su ropa, incluso la interior. Algunas veces se “hacía unos dedos” delante de mí lo que aprovechaba para decirme que la encantaría que su “seta” llegara a despedir tanta “fragancia” como la mía puesto que la excitaba que el ambiente se impregnara en aquel agradable olor a golfa y en de la leche masculina e incluso, cuándo se enfadaba, me llegaba a decir que no iba a parar hasta conseguir que me extirparan la cueva vaginal para intercambiarla con la suya.

Solía mantener relaciones lesbicas “descafeinadas” con su madre, cuya “almeja” despedía una buena “fragancia”, para estimularse antes de obligarme a darlas placer por lo que tuve que mantener con Erlinda y Nicole una intensa relación, que me desagradaba y no me llenaba, en la que casi siempre me tenía que mostrar bien ofrecida colocada a cuatro patas ó tumbada boca arriba con las piernas dobladas para que me pudieran efectuar unas exhaustivas y largas penetraciones vaginales, anales y bucales usando consoladores de rosca, vibradores a pilas y fórceps, con los que lograban mantenerme sumamente abiertos los orificios vaginal y anal con el propósito de introducirme sus dos puños al mismo tiempo y recrearse forzándome con ellos para, más tarde, penetrarme con una braga-pene dotada de un impresionante “instrumento”. A Nicole la pirriaba martirizarme los glúteos y las tetas, extraerme la mierda con sus dedos mientras me hacía permanecer tumbada boca abajo sobre sus piernas y sobre todo, utilizar la braga-pene para no desmerecer con Bjorn y poderme hacer el “bocadillo” con él “clavándomela” al mismo tiempo uno por delante y el otro por detrás.

C o n t i n u a r á