Ninfómana y obediente (Parte número 31).

Parte treinta y uno de esta larga historia que está llegando a su final y que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado, la sigan con interés y para bien o para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Me limpié meticulosamente con papel higiénico, cogí dos botellas pequeñas de agua y me dirigí con paso lento hacía allí sentándome junto a una joven asiática que, por si acaso pretendía colarme, se apresuró a decirme que estaba esperando a que Bjorn acabara de trajinarse a aquella foca para que la diera un buen “repaso” a ella. Abrí y me bebí una de las botellas de agua antes de preguntarla cuanto pagaban por acceder a los servicios sexuales que prestaban Bjorn y los otros dos jóvenes europeos que estaban haciendo autenticas perrerías a un par de jóvenes que, desnudas y despatarradas, permanecían atadas de pies y de manos a una especie de ancha camilla. La chica me respondió que eran gratuitos siempre que entregaran su ropa interior usada y llegaran con la vejiga urinaria a rebosar y el intestino repleto de caca al no haber defecado en los últimos días puesto que financiaban todo aquello comercializando con sus prendas íntimas y con sus excrementos actividad que, desde que la conocí a través de Eva, me parecía sumamente asquerosa y repulsiva pero que, por lo que me explicó la muchacha, era muy rentable.

Permanecimos en silencio varios minutos lo que aproveché para tomarme la segunda botella de agua hasta que me di cuenta de que la joven que estaba sentada a mi lado, permanecía con las piernas muy cerradas y que realizaba verdaderos esfuerzos por retener la salida de su orina. La dije que, si quería, podía llamar a alguna de las cuidadoras para que la “aliviara” e incluso, me ofrecí a ayudarla a depositar su lluvia dorada en las botellas de agua que me acababa de beber pero me respondió que prefería esperar para que fuera Bjorn el que la sondeara. Su imperiosa necesidad de mear hizo que, para intentar evitar que se la saliera la orina, comenzara a mostrarse mucho más abierta y comunicativa al explicarme que los tubos de las bicicletas hacían el doble efecto de estimuladores y de extractores puesto que las introducían aire caliente al mismo tiempo que las succionaban los orificios vaginales y anales con lo que conseguían provocarlas la meada y la defecación que pasaba a través de unas sondas internas para depositarse en las bolsas situadas a ambos lados de la parte trasera de las bicicletas.

Quise conocer los motivos por los que Bjorn y los otros dos varones lucían unas gruesas anillas de color carne en la base de su enorme pene y la chica me explicó que se trataba de unas gomas retardadoras con las que, al menos en teoría, conseguían demorar al máximo sus eyaculaciones puesto que allí lo que primaba era que todas las mujeres disfrutaran del mayor número de orgasmos posible para que se las “aflojara el fuelle vaginal” y el esfínter y expulsaran y en cantidad, caca, flujo y lluvia dorada antes de recompensarlas con un soberbio polvazo. Me indicó, asimismo, que había ocasiones en que dos ó más cuidadoras lucían unas portentosas bragas-pene dotadas de un grueso, erecto y largo “instrumento” de látex con el que penetraban y se zumbaban hasta que las vaciaban a las damas que, ante la posibilidad de quedar preñadas, preferían disfrutar del denominado “sexo seco”.

Cuándo la fémina que le estaba chupando la picha sintió que se iba a orinar Bjorn se apresuró a sacársela de la boca y a descolgarse para ocuparse de sondearla con intención de que vaciara su vejiga urinaria sin que se perdiera una sola gota de lluvia dorada. Después entregó la repleta bolsa a una de las cuidadoras que la selló mientras él sobaba las tetas a la gruesa hembra que le había tocado en suerte antes de hacer que se colocara a cuatro patas para arrodillarse entre sus abiertas piernas y a pesar de la resistencia que opuso la mujer, “clavarla” y hasta el fondo, su portentosa pilila por el orificio anal. A pesar de que la fémina disponía de un voluminoso culo me sorprendió que Bjorn hubiera logrado introducírsela entera al primer intento. Mientras le veía darla unos envites anales impresionantes y la hembra no dejaba de quejarse, de insultarle y de explicarle que quería que se la cepillara vaginalmente, volví a arder en deseos de que me volviera a joder puesto que estaba segura de que conmigo lograría obtener mucho más placer y satisfacción que con esa guarra a la que se folló y a conciencia, durante más tiempo del que me hubiera gustado hasta que la sacó la pirula del ojete, se quitó la goma y se la “clavó” hasta los huevos por el coño. Apenas tuvo tiempo para exprimirla dándola unas buenas embestidas vaginales ya que explotó enseguida y al parecer en gran cantidad, dentro del potorro de aquella gruesa mujer cuya cara reflejaba que se encontraba en la gloria mientras se sentía sumamente mojada por la leche de un varón tan bien dotado. Bjorn se la continúo tirando un poco más hasta que la sacó bruscamente la  “pistola” y procedió a empaparla con su copiosa y larga micción la parte exterior de la “seta”, los glúteos y la zona alta de las piernas mientras la dama se pedorreaba y una de las sensuales y sugerentes cuidadoras se disponía a sondearla por el conducto anal después de que, con su penetración anal, Bjorn la hubiera dejado predispuesta para la defecación.

En cuanto la evacuación de la mujer comenzó a depositarse en la bolsa Bjorn se incorporó. Fue entonces cuándo me vio y se aproximó a mí pero, al darse cuenta de que a la chica que había permanecido sentada a mi lado se la estaba saliendo la orina, procedió a sondearla para que no se desperdiciara más cantidad. Mientras la joven vaciaba su vejiga urinaria, Bjorn me dijo que pensaba que estaría enfadada y muy resentida con él a cuenta de las libertades que se había tomado días atrás en el autobús aunque creo que lo que en verdad pensaba era que había ido hasta allí para chantajearle a cambio de no decir nada de lo sucedido a Nicole ni a Erlinda por lo que le vino de maravilla el poder escudarse en la joven meona que permanecía a mi lado y que seguía echando orina hasta que se dio cuenta de que mis pretensiones eran otras distintas. Después de colocarse una nueva goma y de que la atractiva joven acabara de vaciar su vejiga urinaria, la hizo arrodillarse delante de él para que, “bajándose al pilón”, le comenzara a chupar lentamente el “pito”, como queriendo saborearlo, mientras una de las cuidadoras la liberaba de la sonda. Le indiqué, entonces, que estaba dispuesta a permitir que se vaciara conmigo jodiéndome a su antojo regularmente en mi domicilio hasta que sus gruesos huevos no dieran más leche y me sacara toda la “baba” vaginal, la orina y la caca que tuviera en mi interior.

El joven, evidenciando que le estaba poniendo en un compromiso, evitó comprometerse conmigo y menos en presencia de la joven que en esos momentos le estaba efectuando una felación puesto que su ocupación laboral le obligaba a no mantener fuera del gimnasio más contactos sexuales que los estrictamente necesarios para satisfacer a su pareja y a pesar de que la chica parecía estar centrada en darle satisfacción a base de chuparle el “plátano” como si en ello la fuera la vida, prestaba atención a nuestra conversación por lo que Bjorn, después de escuchar mi propuesta, me dijo que lo pensaría y que se pondría en contacto conmigo para darme su contestación.

Separándome de ellos cogí y me bebí otra botella de agua mientras observaba que otro de los varones, después de haberla efectuado una larga masturbación, acababa de introducir su puño por vía vaginal a una cría que, tumbada sobre una de las camillas, se encontraba tan caliente que alcanzaba un orgasmo tras otro y que parecía haber esperando con ansiedad que llegara el momento de sentirse forzada de aquella manera. Unos minutos más tarde me vestí mientras veía a una agraciada y menuda cuidadora oriental colocarse una de las bragas-pene de las que me había hablado mi compañera de asiento con intención de penetrar a alguna golfa deseosa de disfrutar del denominado “sexo seco” y sin molestarme en recoger mi ropa interior, abandoné el establecimiento.

C o n t i n u a r á