Ninfómana y obediente (Parte número 27).

Parte veintisiete de esta larga historia que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés. Para bien o para mal, espero vuestros comentarios.

El varón me continuó estimulando a través del chocho mientras, gratamente impresionada por las magníficas dimensiones de su “lámpara mágica” y por la excepcional descarga que acababa de presenciar, se la continué meneando despacio. No había perdido ni un ápice de su erección cuándo me la quitó de la mano diciéndome que tenía que airearse mientras me iba motivando más para lo que me volvió a introducir su mano derecha por la parte trasera de la braga con intención de sobarme, una vez más, la raja del culo antes de volver a tomar contacto con mi chumino, cada vez más húmedo. Aunque intenté evitarlo abriéndome todo lo pude de piernas, logró bajarme la braga hasta las rodillas y al igual que había hecho el asiático, se dedicó a acariciarme el “felpudo” pélvico y a estimularme a través del clítoris mientras, al tener que permanecer con las piernas abiertas para no caerme, debió de entender que le estaba pidiendo que me “hiciera unos dedos” por lo que, después de magrearme el coño más que a conciencia, me introdujo de golpe tres dedos bien profundos que movió hacía adentro y hacía afuera. No tardó en conseguir darme placer y a pesar de que no quería que sucediera en público, “rompí” casi con la misma celeridad con la que él había eyaculado, entre unas impresionantes contracciones pélvicas y echando tanta cantidad de flujo que me goteaba en la empapada braga y se deslizaba por mis piernas. El varón me dijo:

-       “ Así me gusta, cerda. Disfruta, disfruta, que quiero mucho más de ti.

Y claro que disfruté puesto que no dejó de masturbarme y de darme gusto mientras me volvía a golpear los glúteos con su tieso “nabo” y me lo pasaba repetidamente por la raja del trasero intentando poner la punta en contacto con mi ojete.

-       “ Con lo gorda que la tiene, si me la mete por el culo me va a desgarrar el ano ”, pensé.

Pero lo que hizo fue obligarse a cerrar las piernas para poder bajarme más la braga, que quedó por debajo de mis rodillas y hacer que me doblara ligeramente hacía adelante. No sé como pudo conseguirlo pero, en medio de las apreturas, se colocó en cuclillas detrás de mí y me sorprendió cuándo comenzó a darme unos buenos lengüetazos en el orificio anal con lo que no pude evitar liberar unas ventosidades que no parecieron molestarle. Acto seguido y tras involucrar a una mujer de mediana edad para que con sus dedos me mantuviera bien abierto el orificio anal, se centró en darme satisfacción haciéndome el “colibrí”, permaneciendo con su lengua muy ocupada en intentar limpiarme las paredes réctales hasta que mis contracciones pélvicas le avisaron de que me estaba viniendo, de nuevo, el clímax por lo que me obligó a doblarme más y empleando un tono de voz más agresivo y alto que antes, me dijo:

-       “ Ahora que estás llegando al orgasmo vas a saber lo que es bueno, guarra.

Me sacó bruscamente sus dedos del potorro, me hizo permanecer con las piernas sumamente abiertas y sin que me esperara que fuera hacer algo así, me introdujo vaginalmente su puño con el que me forzó con tal intensidad mientras me volvía a lamer el ano que sentí muchísimo gusto a la vez en ambos agujeros y alcancé dos monumentales orgasmos, los más largos y placenteros de mi vida, prácticamente consecutivos mientras ese cabrón me forzaba el interior de la “seta” con unos enérgicos movimientos circulares. En cuanto consiguió hacerme soltar un montón de “agüilla”, me extrajo y sin demasiada delicadeza, el puño y se puso de pie detrás de mí para, después de agradecer su colaboración a la fémina que permanecía con la boca abierta y parecía estar alucinando con lo que estaba viendo, proceder a masajearme mi abierta raja vaginal con la mano izquierda al mismo tiempo que me ponía la derecha delante de los ojos. Estaba completamente empapada en mi “baba” vaginal y cada vez que abría los dedos podía ver hilillos y más hilillos de mi jugo con lo que me excité y sentí que me iba a mear. El varón también debió de notarlo puesto que consiguió que mi braga quedara colgando de mi tobillo izquierdo justo en el instante en que me sentí incapaz de retener su salida por más tiempo y mi lluvia dorada hizo acto de presencia y al más puro estilo fuente mojándome las piernas antes de depositarse en el suelo con lo que, una vez más, me sentí muy avergonzada. Al terminar y mientras me indicaba que había formado un buen charco, el varón procedió a limpiarme con su mano extendida que, acto seguido, restregó en mi “felpudo” pélvico y en mi masa glútea antes de que, empujando a todo aquel que tenía a mi alrededor, me hiciera darme la vuelta.

Al encontrarse tan magníficamente dotado me había imaginado que no podía ser asiático pero me debí de quedar con la boca abierta al encontrarme ante mí a Bjorn, el amigo de Nicole, que, dándose cuenta de que estaba flipando en colores, me sonrió antes de decirme que, de él, siempre había que esperar alguna sorpresa. No me dio tiempo a reaccionar puesto que, agarrándome de la masa glútea y manteniéndome sumamente abierto el ojete, me “morreó” metiéndome su lengua hasta la garganta mientras me obligaba a permanecer apretada a él con lo que pude notar que, sin necesidad de tocárselo, me colocaba su erecto pene en medio de la parte superior de mis piernas con lo que llegué a sentirme tan sumamente cachonda y golfa que el flujo me volvió a gotear y comencé a sufrir ligeras pérdidas de orina. Me hubiera entusiasmado que, en aquel momento, me penetrara vaginalmente pero me hizo ponerme en cuclillas delante de él para que “bajara al pilón” y en cuanto lo hice, me introdujo su descomunal picha, empapada en mi micción, en la boca.

Se la chupé, con esmero y muchas ganas, durante casi diez minutos en los que el miembro viril no dejé de crecer mientras Bjorn intentaba metérmelo más profundo pero era tan sumamente largo que, aunque lo intenté, me resultó imposible que me entrara entero puesto que tenía la punta en el gaznate y aún quedaba un buen trozo fuera de mi orificio bucal. Agarrándome del cabello me obligó a mamársela unas veces de una manera más rápida y otras más lenta. Cuándo me veía congestionada me permitía que me lo sacara de la boca y se lo meneara con la mano mientras iba recobrando mi respiración habitual. Pude sobarle los huevos repetidamente y para tener la seguridad de que me iba a dar una descarga copiosa y larga, decidí perforarle el ojete con dos dedos lo que pareció resultarle novedoso. Mis hurgamientos anales hacia adentro y hacia afuera hicieron efecto con bastante rapidez ya que, enseguida, me dijo:

-       “ Voy a correrme y quiero que te tragues toda mi leche.

Lo pensaba hacer sin que tuviera que decírmelo. Los músculos expulsores se le contrajeron casi al mismo tiempo que hacía verdaderos esfuerzos por retener la salida de su lefa con intención de poder disfrutar durante más tiempo del intenso gusto previo pero, enseguida, me echó en la boca una lechada más que masiva con la que me dejó de lo más complacida. Se la continué chupando y tal y como esperaba, no tardé en encontrarme con su lluvia dorada que me dio de una manera tan abundante como su leche mientras observaba y bastante sorprendido, que la estaba ingiriendo.

C o n t i n u a r á