Ninfómana y obediente (Parte número 23).

Parte veintitres de esta historia que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.

En vista de lo calentorra que estaba y de lo fácilmente que había llegado y en dos ocasiones al clímax, dejé de excitarla, la extraje mis dedos de la cueva vaginal, la hice subirse más la falda de su uniforme para poder verla la braga y saqué mis manos de su prenda íntima que hice descender un poco para poder acariciarla el “felpudo” pélvico, en el que me limpié meticulosamente los dedos, antes de hacer lo propio con la parte superior interna de sus abiertas piernas. Mientras me mantenía ocupado con ello, Miriam, sin poder ocultar su sonrojo, me explicó que, cuándo llegué, estaba pensando en un chico que la gustaba y que la ponía mucho, lo que explicaba que se mantuviera tan abierta de piernas, por lo que la había pillado con un buen “calentón” lo que había dado lugar a que, con mis estímulos, se corriera tan rápidamente por dos veces y con la salvedad de que durante la noche se había “hecho unos dedos”. Una vez que dejé de acariciarla las piernas me separé un poco de ella y pensando que había llegado el momento de que Miriam me diera satisfacción, me bajé el pantalón y el calzoncillo con intención de enseñarla mis atributos sexuales. Como me imaginaba, en cuanto los dejé al aire y me vio el “plátano” y los huevos, exclamó:

-       “ Dios mío, que grande la tienes.

La chica no se lo pensó y tras meneármela un poco con su mano para comprobar que la tenía bien dura, se dobló y procedió a lamerme minuciosamente los cojones antes de introducirse mi erecta polla en la boca que me chupó con evidentes ganas mientras la abría la blusa y la subía el sujetador con intención de dejarla las tetas al descubierto para magreárselas al mismo tiempo que la observaba efectuándome la felación. Creo que, aunque había visto realizarlas en múltiples ocasiones, era la primera vez que ella hacía una mamada lo que no me importó puesto que estaba tan sumamente “burro” que, aunque no fuera con tanta celeridad como ella, no tardé en sentir la presencia del gusto previo por lo que, agarrándola de la cabeza, la obligué a permanecer con todo mi “rabo” introducido en su boca para descargar con todas mis ganas y a pesar de que Miriam lo intentó evitar, poder darla un magnífico “biberón”. Mientras se veía en la obligación de tragarse mi leche apareció Yolanda y al verla, dijo:

Pero, Miriam, ¿se puede saber qué es lo que estás haciendo?.

Me pareció una pregunta de lo más necia puesto que era bastante evidente que se encontraba muy ocupada tragándose mi abundante “salsa” y no fue necesario que la contestara ya que pudo suponer lo que había sucedido cuándo dejé de presionarla la cabeza y la joven se incorporó para sacarse mi “salchicha” de la boca con lo que Yolanda me la pudo ver bien tiesa e impregnada en mi leche y en la saliva de su amiga que, con el rostro muy congestionado, abrió la boca para poder respirar mejor lo que permitió a Yolanda observar que, además de salírsela por la comisura de los labios, todavía conservaba bastante leche en ella. Miriam comenzó a sentir arcadas y náuseas y estuvo a punto de “potar” mientras Yolanda, sin prestarla la menor atención, se sentaba a mi lado para menearme la “tranca” con su mano al mismo tiempo que me ofrecía sus labios para que me “morreara” con ella. Al igual que había hecho con su amiga no tardé en dejarla las tetas al descubierto y mientras me turnaba para sobárselas a las dos y Yolanda se mantenía sumamente ocupada “cascándome” el miembro viril, las propuse que no fueran aquel día al colegio y se pasaran la mañana dándome satisfacción sexual. Las jóvenes se miraron antes de darme su conformidad al asentir con su cabeza. Yolanda me dejó de menear la verga en cuanto las indiqué que quería que se colocaran de pie delante de mí y que se bajaran la braga, se abrieran de piernas y manteniéndose la falda subida, me enseñaran la “seta” y el culo antes de hacer que se estimularan vaginalmente con su propia mano.

Con intención de que se quedaran con las ganas las hice detenerse cuándo ambas estuvieron próximas al orgasmo y quitarse su prenda íntima y entregármela para poder verla y olerla antes de ponernos bien la ropa y salir juntos del portal para dirigirnos a un almacén del centro comercial en el que trabajaba sabiendo que existía una zona en desuso y por lo tanto muy poco frecuentada, en la que podía retozar discreta e íntimamente con ellas. Nos encaminamos hacía allí andando y después de depositar sus bragas en una papelera, las “metí mano” con frecuencia por debajo de la falda de sus uniformes para magrearlas la “almeja” y el culo mientras caminaban.

En cuanto llegamos al almacén las desnudé para que lucieran todos sus encantos antes de que comenzaran a turnarse para que una de ella me efectuara una felación mientras masturbaba a la otra hasta que el “mástil” se me ponía en condiciones y se lo “clavaba” vaginalmente a la que estaba “haciendo unos dedos”. Aunque me quedé con las ganas, aquel día no descargué en el interior de la cueva vaginal de ninguna de las dos y me limité a darlas mi leche y mi orina en la boca con lo que “potaran” y Yolanda en varias ocasiones, pero lograron estimularme tanto que me sacaron un montón de lechadas y de meadas por lo que, como muestra de agradecimiento, dediqué un buen rato a sobarlas y mamarlas las tetas; a realizarlas unas exhaustivas y largas masturbaciones con lo que pude comprobar que ambas “rompían” con mucha celeridad para no tardar en repetir; a darlas satisfacción anal a través del “beso negro” y del “colibrí” y a comerlas la “chirla” al mismo tiempo que las iba estimulando la vejiga urinaria para conseguir que me dieran su lluvia dorada en la boca Miriam en tres ocasiones y Yolanda en dos.

El resultado final de aquella sesión fue tan satisfactorio que me puse de acuerdo con ellas para repetirlo todos los viernes lectivos por la mañana pero una vez que, a pesar de oponerse a ello y de que se llegaban a enfadar conmigo porque no las gustaba que actuara así, conseguí descargar asiduamente en el interior de su chocho y logré desvirgarlas el culo para poder ponerlas mis “inyecciones” tanto por delante como por detrás, me comencé a cansar de ellas pero, antes de darlas de lado y dejarlas llenas de ansiedad por mantener más contactos sexuales, conseguí que me presentaran a dos compañeras suyas, Bárbara y Sheila, a las que no me costó demasiado engatusar para que me mostraran sus encantos y se abrieran de piernas para mí con intención de probarlas antes de romper con Miriam y Yolanda. Me resultaba sumamente delicioso y excitante el cepillármelas todas las semanas pero, asimismo, me acabé cansando de ellas por lo que me dispuse a disfrutar de los encantos de otras dos cerdas, amigas de las anteriores y así sucesivamente.

Poco a poco, me fui quedando sin europeas ni latinas a las que follarme por lo que me comencé a tirar a las orientales de las que siempre sacaba el máximo provecho sexual mientras que ellas se esmeraban por demostrarme los motivos por los que las originarías del país se habían ganado una merecida fama de golfas, guarras y viciosas y que tenían bien asumido lo que desde la infancia las habían inculcado tantas veces: que su misión más importante en esta vida era la de dar placer y satisfacción a los hombres. Me llegaba a excitar tanto con ellas que a las más cautivadoras las llegué a tratar en plan sádico, forzándolas más allá de sus límites. Pero, por más entrega que viera en ellas, enseguida me cansaba y no tardaba en retozar con otro par de ardientes y jóvenes asiáticas.

C o n t i n u a r á