Ninfómana y obediente (Parte número 21).

Parte veintiuno de esta historia que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.

La bella Erlinda me motivaba tanto que, después de conocer su historia y de saber que llevaba años inmersa en el sexo lesbico, no pude reprimirme y la besé en la boca. Ella me devolvió el “morreo” por lo que me animé a proponerla que nos liáramos. Aceptó y aunque tenía mucha experiencia, no terminaba de encontrar en ella a una fémina tan bisexual como Eva por lo que, aunque la gustaba que nos comiéramos mutuamente el chocho; que nos masturbáramos; que nos magreáramos; que nos mamáramos las “peras” y que nos metiéramos bien profundo por vía vaginal y al mismo tiempo un grueso consolador en forma de uve para que nos diera mucha satisfacción mientras nos movíamos, no estaba dispuesta a permitir que llegara a penetrarla vaginal y/o analmente con algo que no fueran mis dedos, mi lengua ó el consolador en uve, a darme su lluvia dorada ni a permitir que mantuviera mi boca en su orificio anal para otra cosa que no fuera hacerla el “beso negro” y el “colibrí” puesto que consideraba que todo aquello que tuviera algo que ver con el culo era antihigiénico y después de que Jacques lo hubiera hecho hasta la saciedad, la resultaba sumamente degradante y vejatorio sentirse penetrada por detrás.

A cuenta de sus continuos viajes nuestra “descafeinada” actividad sexual era poco frecuente pero, gracias a ella, solía frecuentar su domicilio como ella visitaba el mío. Para entonces París había comenzado a cursar sus estudios y aunque podía llevarla al centro escolar por la mañana, desde que Eva se había ido me estaba encontrando con innumerables problemas al no tener a nadie de confianza disponible para recogerla a la salida y permanecer con ella hasta que finalizaba mi jornada laboral. Una tarde me decidí a hablar de este tema con Erlinda suponiendo que conocería a alguien que podría encargarse de recoger a París al salir del colegio. Mi nueva amiga me dijo que a Nicole, su hija, la gustaban mucho los niños y que, al estar desocupada, iría gustosa a recogerla y pasaría con ella todo el tiempo que fuera necesario hasta que llegara a mi casa. Aquella misma tarde hablé telefónicamente con la joven que aceptó aunque con la condición de que la entregara un juego de llaves de mi domicilio al considerar que París se encontraría mucho más cómoda y a gusto esperándome en nuestra residencia. La muchacha, que era una preciosidad de ojos verdes a la que la encantaba lucir sus largas piernas vistiendo faldas muy cortas, cumplía a la perfección con su cometido y como no quería cobrarme nada, la hacía frecuentes regalos. De lo que me tardé en enterar es de que había aceptado para disponer de mi vivienda libremente durante las ausencias de París y mías con intención de poder “darse el lote” con sus conquistas lo que, cuándo lo supe, no me importó puesto que, al acabar, lo dejaba todo como lo había encontrado y nunca había desatendido a mi hija.

Con el paso del tiempo y mientras Nicole se consolidaba en el cuidado de París, Erlinda cambió radicalmente en su actitud sexual y dejó de mostrarse tan remilgada en nuestra relación lesbica. Cierta noche me explicó que ella gozaba mucho más dando satisfacción que recibiéndola por lo que me propuso que, convirtiéndome en su perrita en celo, la dejara llevar la iniciativa. Sabía que me tenía que amoldar a sus deseos si quería continuar contando con los servicios de tan eficiente niñera como era su hija por lo que no tuve más remedio que aclimatarme a sus deseos. Desde entonces comenzó a mostrarse sádica haciéndome permanecer amordazada y atada para poder martirizarme a su antojo las tetas y los glúteos antes de, al igual que hacía con Saúl, meterme por el ojete el palo de una escoba ó de una fregona hasta que hacía tope y moverlo hacía adentro y hacía afuera con el que conseguía hacerme ver las estrellas, me llegaba a causar verdaderos estragos y lograba vaciarme y de que forma, el intestino y estimularme a través del clítoris hasta lograr que mi raja vaginal se mantuviera abierta y caldosa para ponerse una braga-pene cuyo “instrumento” tenía que chupar durante unos minutos antes de que me obligara a cabalgarla vaginal y analmente mientras ella disfrutaba haciéndome permanecer con aquel descomunal miembro viril artificial dentro de mí hasta que me vaciaba y me hacía disfrutar de las “delicias” de algunos orgasmos secos ó mis fuerzas no daban para más y terminaba, despatarrada, echada sobre ella. Pero, gracias a sus viajes, la actividad sexual que mantenía con ella se solía limitar a los domingos por lo que me daba tiempo a recuperarme de una semana para otra y encontrarme en las condiciones más idóneas e incluso ansiosa, cuándo llegaba el momento de afrontar una nueva sesión.

Una tarde, mientras la cabalgaba y me hacía sudar en su empeño de hacerme echar más “baba” vaginal y más orina, me preguntó que si echaba en falta a Eva y a Saúl. La contesté afirmativamente con la cabeza y Erlinda me dijo que, gracias a aquella braga-pene, me iba a poder desquitar de las enormes ganas con las que me había quedado de hacerle una buena cabalgada a Saúl. Reconocí que hubiera dado cualquier cosa por lograr que Eva me permitiera retozar con él, poder notar su inmenso “nabo” dentro de mí y sentirme bien mojada por su abundante leche y por su orina. Erlinda me dijo que, a cambio de abrirme de piernas para algunas de sus sádicas amigas a las que las gustaban las jóvenes danesas bellas y esbeltas como yo, hubiera conseguido que pudiera darme unos cuantos “revolcones” con Saúl ya que sabía como presionarle para lograrlo y sin que Eva se enterara.

La muy guarra no hizo más comentarios y esperó a que alcanzara, de nuevo, el clímax antes de indicarme que el pasado de Saúl era bastante turbio hasta que su prima, a base de darle satisfacción a todas las horas, le retiró del mercado después de haberse dedicado durante años a pervertir a colegialas uniformadas a las que abordaba en el portal ó en los ascensores del edificio en el que vivían con intención de “morrearlas”, “meterlas mano” y sobarlas hasta que las jóvenes accedían de buen grado a mantener relaciones sexuales, sin penetración, con él. De esta manera Saúl conseguía que se dejaran magrear a conciencia antes de que las comiera el chumino y las estimulara la vejiga urinaria para que se orinaran delante de él y llegaran a ofrecerle su micción para que, luego, le menearan manualmente el pene y se lo chuparan hasta que conseguían sacarle la leche que, a pesar de la resistencia que oponían la mayoría de las crías, las echaba en la boca y las obligaba a tragar. Entre ellas siempre había alguna más ardiente y viciosa que las demás dispuesta a abrirse de piernas para poder ofrecerle su “arco del triunfo” en un garaje ó en un trastero por lo que Saúl no tardaba en disfrutar de su agujero vaginal prometiéndolas, aunque casi nunca lo cumplía, no descargar en su interior al igual que, a pesar de que todas se oponían, no solía tardar en desvirgarla el culo para poder “clavarlas” asiduamente la picha por detrás, poseerlas y echarlas su leche dentro del orificio anal. Algunas de las muchachas acabaron convirtiéndose en unas golfas salidas que, cuánto más tralla las daba, más deseosas y estimuladas las tenía al día siguiente aunque se cansaba enseguida de ellas y buscaba “carne más fresca” para satisfacerse.

El conocer aquella faceta de la vida de Saúl me sorprendió pero, sabiendo que en aquel país era bastante normal el ver a jóvenes con veinte años ó más luciendo uniformes escolares, no lo di más importancia ni pensé en que hubiera estado involucrado en actividades pedofílicas aunque el recuerdo de sus comentarios perduró en mi memoria.

Nicole, al contrario de lo que sucedía con su madre, hablaba poco y era muy retraída, pero al ir cogiendo confianza conmigo me indicó que había conocido a un chico, llamado Bjorn, que era de ascendencia sueca. A pesar de la mundialmente conocida enemistad que siempre ha existido entre los daneses y los suecos, la indiqué que me gustaría mucho conocerle. Pocos días después Nicole me lo presentó. Resultó ser un muy agraciado y sumamente musculoso joven de melena rubia y al verle pensé que si sus atributos sexuales estaban en consonancia con el resto de su cuerpo, Nicole tendría que estar encantada con él. Debí de caerle en gracia puesto que, aunque se mantenía centrado en su nueva amiga a la que llamaba “su bella francesita” y en obtener placer a través de su pilila, me dio tanta confianza que, cuándo le hablé de que mi vida sexual se limitaba a retozar de vez en cuando y en plan sumiso con Erlinda, se ofreció para irme presentando a sus amigos para ver si alguno me gustaba, lograba entenderme con él y podía complacerme a través del sexo hetero para que rompiera con la madre de Nicole y me planteara el iniciar una relación estable. Pero todos eran orientales por lo que me volví a encontrar con el mismo problema de siempre y aunque me intenté centrar con uno que se encontraba bastante mejor “armado” que los demás, no conseguí ponerme de acuerdo con él puesto que estaba muy demandado y como tenía que complacer a varias “zorritas” cada día, solía limitarse a echarme un polvo después de que le chupara la pirula, me la “clavara” vaginalmente y me jodiera durante dos ó tres minutos que era lo que tardaba en explotar en mi interior, por lo que no hubo forma de convencerle para que siguiera trajinándome con intención de darnos una mayor satisfacción y de que me soltara una segunda lechada por lo que, sin estar demasiado segura de haber acertado al romper con Erlinda, me continué abriendo de piernas para unos y para otros con intención de mantener esporádicas relaciones sin compromiso.

C o n t i n u a r á