Ninfómana y obediente (Parte número 20).

Parte veinte de esta historia que, en primicia, estoy brindando a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.

Mi progenitora me había advertido de que tuviera cuidado con Jacques puesto que estaba tan enganchado al sexo que con tal de poder disfrutar de nuevas experiencias era capaz de desgraciarme ó de hacerme cualquier cosa desagradable pocos días antes de que aquel cabrón me dijera que tenía que conseguir convencerla para que, en menos de una semana, se abriera de piernas para él con el propósito de disponer de la “chirla”, del culo y de la boca de mi madre y de mi trasero para, a su antojo, poder depositar su leche. Al no tener ningún interés por complacerle intenté darle largas a pesar de que, cuándo se acordaba, me obligaba a permanecer un buen rato con la cabeza introducida en el inodoro después de que Jacques orinara y con el agua depositada en él mojándome la cara hasta que le prometía no volver a olvidarme de su pretensión.

Pero, viendo que el tiempo pasaba y que por más que me amenazaba y castigaba no lograba su propósito, una noche que llegó a casa muy tarde y con una buena “cogorza” encima, se encaminó a la habitación en la que estaba durmiendo con mi madre, nos despertó bruscamente, aprovechó los instantes en los que estábamos más dormidas que despiertas para atarnos las manos, me dejó en bolas tras destrozarme a tirones el camisón y la ropa interior que tenía puesta y nos hizo permanecer boca arriba y muy abiertas de piernas en la cama. Me pareció que aquellos preámbulos no tenían muy buena pinta mientras mi madre, aterrorizada, empezaba a temerse lo peor al ver que Jacques se desnudaba de cintura para abajo. En cuanto dejó sus atributos sexuales al descubierto procedió a restregarnos repetidamente su erecto “mástil”, con el capullo impregnado en “baba” vaginal femenina, por el cabello y el rostro. Después se sentó a mi lado y comenzó a jugar con un encendedor que mantuvo entre la parte alta de mis piernas. Creo que Jacques sólo pretendía asustarme para conseguir su propósito pero me puse tan nerviosa que me moví justo en el momento en el que accionaba el encendedor y salía una buena llamarada que me quemó el “felpudo” pélvico. Fue todo tan rápido que cuándo mi madre, como pudo y Jacques, echándome encima el contenido de un vaso de agua que había en una de las mesillas, consiguieron apagar el fuego se había propagado dañándome el clítoris y los labios vaginales. Después del susto y en medio del dolor que sentía y del fuerte olor a chamusquina que aquella cremación había dejado en la habitación, Jacques se envalentonó y cogiendo del cabello a mi progenitora, la hizo sentarse en la cama y la dijo que continuaría con mis pezones si no accedía a ofrecerle su “arco del triunfo” con la asiduidad que él la demandara. Mi madre, para no verme sufrir más, accedió a complacerle en todo por lo que, aquella misma noche y mientras recibía asistencia médica en un centro clínico en el que no pudieron hacer nada por evitar que quedara marcada de por vida, tuvo que comenzar a chupar la minga y a cabalgar a aquel salido que no tardó en obligarla a presenciar los contactos que mantenía conmigo, sabiendo que me resultaba de lo más incomodo y vejatorio que me viera bien ofrecida para que, una y otra vez, pudiera disfrutar dándome por el culo y a mí las que llevaba a cabo con mi madre que no se cansaba de insultarle y de llamarle asqueroso y cerdo con lo que, lejos de amedrentarle, le estimulaba y lo que único que conseguía era que la diera tralla durante más tiempo y que la hiciera un mayor número de cochinadas.

Me daba mucha pena ver a mi progenitora bajo los efectos de los enemas vaginales que tenía la costumbre de ponerla antes de empezar a cepillársela con intención de que no dejara de orinarse, en mayor ó menor cantidad, durante el coito y viéndose obligada a dejarse hacer por aquel bárbaro que parecía que no se daba cuenta de que me había fecundado y parido siendo casi una niña y que todavía estaba en condiciones de engendrar. No quería que, bajo ningún concepto, la llegara a hacer un “bombo” pero Jacques, aparte de disfrutar follándosela por vía vaginal y bucal y poseyéndome a mí por el culo, no tenía límites. Cuándo se cansó de nosotras y tratándonos como si fuéramos sus esclavas, empezó a usarnos a su conveniencia en las veladas nocturnas que pasaba en compañía de sus últimas conquistas, la mayoría de ellas jóvenes estudiantes y algunas compañeras mías lo que ocasionaba que me sintiera aún más vejada mientras mi madre y yo teníamos que complacerlas en todo por lo que las incitaba a no cortarse y a humillarnos haciendo que nos convirtiéramos en su water personal antes y después de que Jacques nos obligaba a presenciar como se las tiraba y las iba llenando todos sus agujeros con su leche.

Una noche llegó a casa totalmente borracho y sacándonos de la cama, pretendió que mi madre saliera a aquellas horas a la calle para prostituirse. Intenté hacerle razonar pero lo único que logré fue discutir con él y que Jacques, después de decirme que estaba harto de mí y de agarrarme con fuerza del cuello con intención de estrangularme, me empujara con fuerza hacía atrás con tan mala suerte que me di un fuerte golpe en la cabeza con una puerta, perdí el conocimiento y no pude evitar que pudiera llevar a cabo su propósito obligando a mi progenitora a “hacer la calle” en braga con una temperatura bastante fresca y logrando que, a lo largo de la noche, tuviera que entregarse a dos clientes con los que la hizo retozar delante de él para, al amanecer y casi a rastras, llevarla hasta el domicilio de un amigo suyo que era invidente. Aquello fue la gota que colmó el vaso de nuestra paciencia y como temíamos que, cualquier día, aquel desgraciado no se iba a conformar con quemarme los pezones ó con obligar a mi madre a vender su cuerpo en la calle, nos iba a desgraciar a las dos y hasta Nicole podía llegar a verse afectada, decidimos coger a la niña y abandonarle para volver con lo puesto a nuestro país de origen en el que no tardé en encontrar trabajo y viví tranquila junto a mi hija y a mi madre hasta que esta última, que no consiguió superar el que Jacques la hubiera vejado de aquella forma, falleció y prácticamente ciega, al no poner nada de su parte para continuar viviendo.

Después de haber pasado por tan desagradable experiencia decidí aborrecer a los hombres aunque una compañera de trabajo, que también había pasado por una situación similar de dominio y vejación, me dijo que era mejor aprovechar cada situación propicia que se me presentara para humillarlos y reírme abiertamente de ellos por lo que así lo comencé a hacer. Me pirriaba el excitarles para poder cortarles una y otra vez la descarga y no dejarles echar ni una sola gota de leche pero a más de uno parecía motivarle el que me comportara así por lo que me decidí a adquirir una braga-pene dotada de un buen “instrumento” y unos gruesos huevos con intención de poder penetrarles durante horas por el culo haciéndoles apretar y retener la salida de su mierda al igual que Jacques me había obligado a hacer a mí pero aquello también excitaba a un buen número de varones hasta el punto de que, sin necesidad de más estímulos, les brotaba la leche por lo que opté por olvidarme del sexo masculino y convertirme en bollera para centrarme en obtener satisfacción abriéndome de piernas con regularidad para una compañera asiática que mantenía frecuentes contactos con sus amigas más íntimas.

C o n t i n u a r á