Ninfómana y obediente (Parte número 15).
Parte quince de esta historia que, en primicia, brindo a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.
En aquel entonces continuaba alternando el uso del tanga con el de la braga y había periodos en que, dependiendo de mi estado de ánimo, mantenía mi raja vaginal depilada mientras que en otros lucía un frondoso “felpudo” pélvico. Al ser adicta al sexo no me encontraba demasiado contenta con la frecuencia y la intensidad de la actividad sexual que desarrollaba cuándo conocí y fui haciendo amistad con Emerson y Desireé, una joven pareja de origen “brasileiro”, que residían en la “zona hispana” y que eran muy agradables en el trato. Llevaban varios meses manteniendo una relación estable y buscando una casa en la que vivir juntos pero, como no encontraban nada a su gusto que se amoldara a su bastante maltrecha economía y muy a su pesar, tenían que continuar dependiendo para casi todo de sus respectivos padres puesto que Emerson estaba desempleado y sólo obtenía ingresos a través del sexo turístico y Desireé trabajaba como limpiadora por un sueldo mísero y aunque pasaban bastantes penurias, a la chica la gustaba vestir bien y con elegancia. No tardé en darme cuenta de que ambos eran unos auténticos salidos y que les daba mucho morbo “darse el lote” al aire libre puesto que a Emerson le excitaba que la gente pudiera verles en acción aunque, asimismo, se prodigaban en darse “mandanga” en los cuartos de baño públicos y desde que hice amistad con ellos, contando con mi presencia para poder estimularse aún más.
Emerson tenía la costumbre de lucir sus atributos sexuales antes de comenzar a mantener un contacto sexual y se ponía sumamente cachondo en cuanto conseguía subir la falda a Desireé para verla el tanguita, generalmente calado y multicolor y la sobaba la raja vaginal a través de la prenda íntima. El chico decía que no había nada más excitante que ver a una bella brasileña en tanga mientras la muchacha no se podía descuidar mucho para evitar que, sin necesidad de más estímulos, le brotara la “salsa” por lo que, en cuanto veía que su “lámpara mágica” lucía bien tiesa, con el capullo abierto y con la abertura hacía arriba, le hacía sentarse en el inodoro y separándose el tanga de la raja vaginal, procedía a cabalgarle. Emerson alcanzaba con aquellos prolegómenos tan elevado grado de excitación que eyaculaba en cuanto se la “clavaba” aunque Desireé le seguía cabalgando hasta que, en menos de cinco minutos, la soltaba otra lechada y se meaba en el interior de su “almeja” con lo que la joven llegaba al clímax y se orinaba mientras al chico se le iba bajando. En cuanto acababa de salirla la micción manteniendo el miembro viril de su pareja en su interior, se incorporaba y le efectuaba una lenta pero exhaustiva felación con el propósito de que, de nuevo, se le pusiera en condiciones con intención de volver a cabalgarle para, algunos días con éxito y otros sin él, la diera un tercer polvo.
Lo que me llamó poderosamente la atención fue que el “mástil” de Emerson, aunque no llegaba a alcanzar las dimensiones de los de Michael, de Daniel, de mi padre ó de una parte de mis compañeros de estudios, fuera el más gordo, largo y tieso que había tenido ocasión de ver desde que había llegado al país y que Desireé, a pesar de ser menuda, se encontrara dotada de una abertura vaginal sumamente abierta y amplia. Pensé que si todas las “brasileiras” se encontraban dotadas de un “jardín de las delicias” tan motivador era normal que sus paisanos y muchos varones extranjeros ardieran en deseos de retozar con ellas.
Un día logré que, después de las dos primeras y portentosas descargas de Emerson, Desireé me permitiera efectuarle una felación. El chico reconoció al final que le había llegado a estimular bastante más que su pareja y que le encantaba mi manera tan personal de mamársela, con movimientos en forma de tornillo, lo que originó que Desireé accediera a permitir que me ocupara de ese cometido con bastante asiduidad. Llegué, incluso, a convencerla para que me dejara cabalgarle con intención de “entonarle” de cara a echarla aquel tercer polvo que tanto parecía resistirse aunque siempre me dejaba claro que la leche de su pareja era en exclusiva para ella por lo que me tenía que incorporar y dejar que ocupara mi lugar al sentir que a Emerson le quedaba poco para explotar. Pero me estimulaba tanto sentir su minga introducida en mi “chirla” que, actuando con mucha picardía, contando con la complicidad del chico y sabiendo que sus descargas siempre eran muy rápidas, muchos días le seguía excitando hasta que me mojaba con su leche lo que me obligaba a intensificar la cabalgada para que el “nabo” no se le bajara mientras intentaba volver a dejarle en las condiciones más idóneas para que no tardara en eyacular y en mearse en el interior del chocho de Desireé que, creo, que no se llegó a dar cuenta de que la echaba su cuarta lechada y no la tercera como ella pensaba.
Recuerdo que el día de fin de año Desireé se encontraba afectada por un fuerte catarro lo que aproveché para invitar a Emerson a pasar la tarde conmigo en mi domicilio. El joven me dijo que, hasta que no había entrado en sus vidas, nunca había conseguido echar más de tres polvos en una misma sesión y que desde que había comenzado a depositar el tercero dentro de mi chumino, echaba y con total normalidad, cuatro antes de demostrar que lo más que le interesaba era que le efectuara felaciones y que le cabalgara para sacarle una y otra vez la leche. Al final y después de una tarde sexualmente muy intensa, decidimos cenar y pasar la velada juntos para que, a lo largo de la noche, pusiera a prueba su virilidad. Mientras Emersión flipaba en colores le conseguí sacar, de dos en dos, más de diez espléndidas lechadas. Una vez que se orinaba en mi interior tras las descargas pares le permitía descansar y recuperarse durante un buen rato antes de que él mismo se volviera a estimular al sobarme. Cuándo amaneció estaba segura de que si no me daba más “salsa” era porque sus huevos no eran capaces de reponerla con la misma rapidez con la que se la estaba sacando.
Desde entonces y durante algo más de seis meses, Emerson se ocupó de satisfacer a Desireé al mismo tiempo que, en secreto, me daba tralla a mí. Al descubrir que me podía tratar con sadismo y que me iba la sumisión fue sacándole, poco a poco, el “gustillo” llegando a alcanzar tal elevado grado de excitación sexual que, sin necesidad de otros estímulos, le brotaba la leche, se meaba e incluso en alguna ocasión, llegó a liberar su esfínter y se “jiñó” de autentico placer. Pero cuándo más intensa era nuestra relación a Desireé la hicieron una oferta laboral mucho más interesante que la de limpiadora y que incluía el alquiler de una vivienda que, como era lo que llevaban esperando tanto tiempo para poder vivir juntos, no dudaron en aceptar a pesar de obligarles a cambiar de lugar de residencia lo que ocasionó que mi relación sexual con Emerson terminara.
De nuevo y muy a disgusto, me tuve que volver a satisfacer con varones asiáticos generalmente mal dotados y sumamente rápidos a la hora de eyacular que me solían dejar tan insatisfecha que, a pesar de hacerlo con dos a la vez, no pasaba mucho tiempo desde que cerraba mis piernas para unos hasta que las volvía a abrir para otros. Mis progenitores no entendían mi conducta ni mis necesidades sexuales por lo que no dejaban de echarme en cara que iba a terminar convirtiéndome en una fulana y no les entusiasmaba demasiado que tuviera que dejar a París a su cuidado para poder pasar la noche fuera de casa ó para llegar a ella acompañada. Incluso, me solían decir que estaba dando muy mal ejemplo a Judith que pasaba más tiempo conmigo que con ellos. Como no les hacía ningún caso y había oído ciertos comentarios en mi trabajo en el sentido de que Jean Pierre “babeaba” por unas orientales que le estaban convirtiendo en una especie de semental con el propósito de que se follara a diario a dos damas de “alta alcurnia”, intentando hacerlas un “bombo” y a su servidumbre, continué viviendo a mi bola y al terminar su periodo de trabajo en aquel país, me acababa de hacer con un cargo ejecutivo en la industria en la que trabajaba con plenas facultades en todo lo referente a los recursos humanos por lo que decidí seguir allí mientras ellos y mi hermana optaron por regresar a Europa y de una manera un tanto precipitada para que Jacqueline no se llegara a enterar de las presiones a las que estaban sometiendo a Jean Pierre las féminas a las que había conseguido dejar preñadas.
C o n t i n u a r á