Ninfómana y obediente (Parte número 13).

Parte trece de esta historia que, en primicia, brindo a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.

Al reducir mi actividad sexual empecé a dedicar más tiempo a estudiar pero mis calificaciones, excepto con Inge, fueron cayendo en picado y comencé a suspender varias asignaturas mientras mis compañeros, al ver que había dejado de estar tan salida y que no me abría tan fácilmente de piernas como antes para poner mi “arco del triunfo”, mi boca y mi culo a su disposición, hicieron correr la voz de que era una zorrita tan cerda que si me había convertido en madre soltera era porque siempre me encontraba tan cachonda que a los chicos no les daba tiempo a ponerse un condón antes de penetrarme y porque me encantaba que me echaran libremente su leche para sentirla caer dentro de mi coño.

A pesar de que mis progenitores me intentaban animar diciéndome que conocían a otras chicas a las que habían preñado a más corta edad y que no era la primera ni sería la última en convertirse en madre soltera a mis años, llegó un momento en que, a pesar de la libertad sexual existente en el país, me sentí acosada por todos los lados a cuenta de mi maternidad lo que, entre ciertos comentarios que llegué a oír y que me dolieron mucho y las bajas calificaciones que obtenía en mis estudios, ocasionó que me deprimiera de tal forma que llegué a alegrarme de que, a pesar de tener que abandonar mis estudios universitarios y de lo mucho que me costó separarme de Inge, Jean Pierre se viera forzado a aceptar el trasladarse temporalmente a un país asiático de supuesta habla hispana para ocuparse del proceso de integración de una empresa que acababa de adquirir la que él trabajaba después de que las cámaras de seguridad le hubieran sorprendido “dándose el lote” en cierto archivo con una atractiva y joven colaboradora.

Mi padre solía tener controlados los ángulos de grabación de cada cámara pero ese día cometió un error infantil y al terminar de retozar, captaron a su “amiguita”, con la falda recogida en la cintura y el tanga enrollado en su tobillo derecho, limpiándose la raja vaginal, que devolvía parte de la leche que acababa de recibir, con el calzoncillo de mi progenitor mientras el “pito” de este denotaba que acababa de descargar. Sin dejar que se terminara de limpiar, Jean Pierre se colocó detrás de ella y agarrándola por la cintura, la “perreó” durante un buen rato, frotando su aún tieso “plátano” en la raja del culo de la muchacha mientras la besaba en el cuello hasta que la hizo darse la vuelta para colocarla la polla en medio de la parte superior de sus piernas y mearse, con lo que empezó a bajársele, mientras se daban un buen “morreo”. En cuanto terminó de expulsar su micción, se vistieron y salieron del archivo.

Media hora más tarde recibía la llamada de una directiva de la empresa pidiéndole que acudiera a su despacho de inmediato. Se trataba de una seductora cuarentona sueca dotada de un físico escultural que se conservaba de maravilla y que, como decía que no tenía nada que envidiar a las jóvenes, solía vestir con ropa juvenil y moderna con profusión de escotes con los que pretendía resaltar su “delantera” y su canalillo y con unas ceñidas y cortas faldas que la permitían lucir sus esbeltas y largas piernas pero que, al sentarse, la solían dejar la parte baja del tanga al descubierto. Aunque estaba casada, no tenía hijos y un poco después de que, heredando el cargo de su padre, se convirtiera en una directiva de la empresa se lió con un joven danés que la dio tralla a su antojo durante algo más de dos años hasta que se cansó de ella y desapareció. La dama, acostumbrada a que todo el mundo hiciera siempre su santa voluntad, no fue capaz de asimilar el verse rechazada de esa manera y decidió unirse a un par de compatriotas suyas para poder desquitarse puteando a otros varones daneses. Sus amigas se ocupaban de localizar y de seducir a chicos jóvenes de aquella nacionalidad a los que, enseguida y en privado, comenzaban a humillar y a vejar al mismo tiempo que, a base de “darle a la zambomba”, les vaciaban los huevos de leche hasta que, al ver que por más que les estrujaran no iban a sacarles más “salsa”, les introducían una especie de fina paja por la abertura que, una vez que hacía tope, le succionaban por el otro extremo con lo que, mientras el chico llegaba a sentir un muy intenso gusto, le extraían hasta la última gota de lefa con lo que se aseguraban de que durante días iba permanecer totalmente empalmado, bastante escocido y sin ser capaz de echar una sola gota de “gasolina”.

Cuándo mi padre entró en el despacho de su superiora esta le preguntó que si aún la tenía tiesa mientras, a través de un ordenador, le mostraba las imágenes que habían ido captando las cámaras. Jean Pierre, al no esperárselo, se quedó paralizado y sin saber que decir mientras la fémina se puso de pie para lucir el elegante y como siempre ajustado, corto y escotado “modelito” que llevaba puesto y para comenzar a demostrarle que sentía muy poca simpatía por los daneses y mis padres llevaban años acogidos a la doble nacionalidad y menos cuándo eran unos cabrones que sólo veían a las hembras como objetos de placer hasta que le amenazó con hacer públicas esas imágenes con lo que mi progenitor se vio obligado a confesar que llevaba bastante tiempo manteniendo relaciones sexuales completas con aquella señorita y con otras tres compañeras. La directiva, después de mirarle con un gesto despectivo, volvió a sentarse y mientras Jean Pierre se daba cuenta de que se la había subido la falda y mantenía su mirada centrada en la entrepierna de la mujer, esta le dijo que no la importaba que se llegara a zumbar a todas las danesas pero que no le podía consentir que lo hiciera durante su horario laboral.

Después de ponerle en evidencia le “invitó a redimirse” de la manera que más interesaba a la empresa por lo que le dijo que, al ser el ejecutivo que mejor se defendía en español, era la persona más idónea para dirigir al personal que se iba a ocupar de la integración de la empresa asiática que acababan de adquirir y que la iba a terminar agradeciendo aquel traslado temporal puesto que, con ello, le estaba brindando la oportunidad de tener a su plena disposición a un buen surtido de ardientes, golfas y viciosas féminas orientales deseosas de satisfacerle sexualmente. Mi padre sabía que le tenía bien cogido por los huevos por lo que no le quedó más remedio que aceptar su propuesta y una vez que obtuvo su compromiso por escrito, la directiva dio por zanjado el asunto entregándole la grabación original con intención de que Jacqueline no se llegara a enterar de sus infelidades como tampoco supieron nada de lo sucedido los novios ó las parejas de las tres chicas a las que se cepillaba con asiduidad.

C o n t i n u a r á