Ninfómana y obediente (Parte número 06)).
Sexta parte de esta historia que, en primicia, brindo a mis lectores esperando que sea de su agrado y la sigan con interés.
Estaba a punto de acabar de cursar mis estudios colegiales cuándo realicé con mis compañeros un viaje de fin de estudios por el centro de Europa durante el cual me fui dando cuenta de que me había convertido en una joven tan atractiva y seductora que, sin proponérmelo, levantaba pasiones entre el sexo masculino al que le motivaba mi forma de andar, de hablar, de sonreír y por supuesto, de vestir ya que me gustaba usar ropa juvenil con escotes pronunciados y cuándo era posible con la espalda al descubierto y faldas ceñidas y cortas, en las que se me marcaba perfectamente el culo, con las que podía lucir mis esbeltas piernas y ponía sumamente “burros” a los varones.
Los profesores que nos acompañaron en ese viaje decidieron pasar olímpicamente de nosotros y de nuestros líos. Su permisibilidad originó que, por la noche, varios chicos pudieran compartir habitación y cama con las muchachas que evidenciaban estar calientes y deseosas por abrirse de piernas y poner su “arco del triunfo” y demás encantos a su disposición y una de las educadoras aprovechó la coyuntura para que un par de alumnos por los que demostraba mucho interés pudieran acceder a su habitación por la noche con la “herramienta” bien tiesa y dispuestos a darla satisfacción sexual para prodigarse en efectuarles felaciones a cambio de hacerla el “bocadillo”, es decir introducirla su “lámpara mágica” al mismo tiempo por delante y por detrás y joderla por los dos agujeros. Para aumentar aún más su dejadez y su desidia el último día optaron por dejarnos a nuestro libre albedrío para que, divididos en grupos, pudiéramos hacer lo que nos diera la gana pero, eso sí, recalcándonos hasta la saciedad que a las siete de la tarde teníamos que estar todos en el hotel en el que nos alojábamos para cenar y que, a partir de las ocho y medía, iban a comprobar, aunque sabíamos que no lo harían, que estuviéramos en nuestras habitaciones.
Algunas de mis compañeras decidieron aprovechar aquel día para idear un plan con el que poder hacérmelas pagar todas juntas a través de lo que pretendían que fuera una broma pesada puesto que, aunque nunca había tenido ocasión de hablar con ellas del tema, al verme convertida en lo que denominaban un “imán de pirulas” y una “sex symbol”, dieron por hecho que había perdido la virginidad hacía tiempo y que tomaría anticonceptivos ó que llevaría puesto el DIU pero no era así puesto que a lo más que había llegado era a mantener contactos sexuales con regularidad, pero sin penetración, con Michael.
No sé exactamente lo que llegaron a idear pero, aunque no puedo asegurar nada al carecer de pruebas, creo que durante la cena me echaron alguna cosa en la bebida ó en la comida que, al hacer efecto, me dejó aturdida, confusa y sin voluntad. Al terminar de cenar me entraron unas ganas enormes de mear por lo que intenté dirigirme al cuarto de baño pero, por más que lo intenté, me sentí incapaz de levantarme de la silla por lo que llegó un momento en el que me fue imposible retener por más tiempo la salida de mi micción y me oriné vestida. Algunos de mis compañeros, al darse cuenta, se apresuraron a acercarse a mí y uno de ellos no dudó en meterse debajo de la mesa para ponerse de rodillas cerca de mis piernas con intención de no perderse el menor detalle del espectáculo en el que se convirtió el ver como mi lluvia dorada iba saliendo entre ellas y una parte pasando por la silla en la que me encontraba sentada, antes de ir cayendo al suelo.
Avergonzada por lo sucedido y mientras algunas de las chicas me insultaban, me dispuse a subir a mi habitación para poder cambiarme de pantalón y de braga. Kirsten, la compañera con la que me había tocado compartir alojamiento, me ayudó a levantarme de la silla pero, al incorporarme, me sentí tan mareada y revuelta que no tuve más remedio que aceptar el ofrecimiento de tres compañeros para acompañarnos hasta el ascensor. Los chicos me intentaron animar diciéndome que no debía de dar más importancia de la que tenía a lo sucedido puesto que les podía ocurrir a cualquiera de ellos ó a alguna de las cerdas que me habían insultado y se habían reído de mí.
Cuándo entré en el aparato elevador me continuaba sintiendo mareada por lo que decidieron acompañarme hasta la habitación. Al cerrarse las puertas y sin ser capaz de oponer ninguna resistencia, Kirsten se apresuró a bajarme el pantalón del chándal y la braga hasta las rodillas mientras uno de los chicos me despojaba de la camiseta y del sujetador y los otros bloqueaban el ascensor entre dos pisos. En cuanto me dejaron en pelotas mi compañera se puso detrás de mí, me hizo abrir las piernas e introduciendo una de sus manos entre ellas, me tocó la raja vaginal comentando en voz alta que la tenía sumamente apetitosa y jugosa. Los tres chicos me sobaron para comprobarlo pero la dijeron que aquel no era el sitio más apropiado para penetrarme y que preferían metérmela con más comodidad mientras permanecía acostada en la cama de mi habitación. Uno de ellos se apresuró a bajarse el pantalón y el calzoncillo y después de enseñarme sus atributos sexuales, me hizo colocar mi mano izquierda en sus huevos con intención de que se los sobara mientras, con la derecha, le “cascaba” su erecta “pistola”. Se encontraba tan caliente que explotó con una celeridad impresionante echando una ingente cantidad de chorros de leche que se depositaron en una pared del ascensor desde la cual se fueron deslizando al suelo. Después y para no ser menos, se la tuve que menear a los otros dos que, asimismo, tardaron muy poco en eyacular y expulsaron unas buenas lechadas mientras Kirsten se ocupaba del primero al que hizo permanecer dándola la espalda, con las piernas muy abiertas y con la punta del “mástil” en contacto con una pared del ascensor mientras le magreaba los huevos, le perforaba con sus dedos analmente y le indicaba que, en aquel momento, la encantaría ser un tío y disponer de un buen “pito” para “clavárselo” por el culo. Cuándo terminé con los tres el ambiente se encontraba impregnado en la “fragancia” de sus miembros viriles y en el olor característico de la “salsa” masculina. Los chicos me magrearon las tetas, la “chirla” y el culo con sus atributos sexuales al aire hasta que a uno de ellos se le ocurrió imitar a Kirsten y me “taladró” el ano con uno de sus dedos gordos para realizarme unos enérgicos hurgamientos mientras el otro me obligaba a besarme con él. Creo que el primero, con sus movimientos de “mete y saca”, pretendía llegar a provocarme la defecación y no estoy segura de que no lo consiguiera como tampoco lo estoy de que Kirsten no me hiciera “romper” con el enérgico sobamiento vaginal que me realizó en cuanto terminó de “reventar” el culo al tercer chico.
Pero como no podían mantener el ascensor detenido más tiempo tuvieron que dejar de sobarme y ocultar sus atributos sexuales debajo de su ropa para liberar al aparato y hacerlo llegar al piso en que estaba mi habitación. Al abrirse las puertas ninguno de ellos se preocupó de recoger del suelo mi camiseta y mi sujetador y dos de los chicos, al ver que no mejoraba, se ofrecieron para que pasara mis brazos por sus hombros con intención de llevarme más cómodamente mientras el tercero y mi compañera aprovecharon que continuara con el pantalón y la braga en los tobillos, lo que casi me impedía andar, para ponerse detrás, sacarme varias fotografías con el culo al aire e irme magreando y pellizcando la masa glútea. Seguramente y en vista de mi estado, aquella broma no hubiera llegado a más y mis compañeros hubieran desistido de penetrarme, si no hubiera sido porque, en mitad del pasillo, me sentí más mareada y revuelta que antes por lo que, pensando que iba a “potar”, los dos chicos que me ayudaban se detuvieron y me hicieron tumbarme, primero boca abajo y más tarde boca arriba, en el suelo. En esta última posición tuvieron la gran consideración de subirme la braga y el pantalón lo suficiente como para que me cubriera la raja vaginal aunque seguí luciendo mi, para entonces, poblado “felpudo” pélvico y las tetas.
C o n t i n u a r á