Ninfómana y obediente (Parte 02).
Segunda parte de esta historia que, en primicia, brindo a mis lectores en primicia esperando que sea de su agrado.
Por la mañana, cuándo se levantaban, a Jacqueline la encantaba pajearle. La mayoría de los días se colocaban ante el espejo situado sobre el lavabo donde la gustaba verle echar la primera meada del día mientras le sujetaba con su mano el erecto pene antes de proceder a “cascárselo”, alternando movimientos manuales rápidos con otros más lentos, hasta que le brotaba la leche y mi madre no se perdía ningún detalle de su salida. Su posición me permitía ver a Jean Pierre la abertura y el capullo y observar que sus descargas, echando un montón de espesos chorros de “salsa”, eran abundantes y largas. Muchos días me llegaba a poner cachonda pensando que, a cuenta de una de aquellas lechadas, me habían fecundado. En otras ocasiones mi progenitor se colocaba a cuatro patas con el propósito de que mi madre se arrodillara detrás de él y le meneara la picha al mismo tiempo que con dos dedos de su mano izquierda le forzaba analmente lo que ocasionaba que sus masivas explosiones tardaran todavía menos en producirse. Jacqueline, sin dejar de “darle a la zambomba”, disfrutaba del agradable y excitante espectáculo que suponía el verle echar la leche y como se iba depositando en la toalla que le colocaba entre sus abiertas piernas antes de dejar de estimularle el “mástil” y de ir sacándole los dedos del ojete con intención de sobarle los cojones mientras le lamía el orificio anal, realizándole el “beso negro”, con lo que Jean Pierre se solía pedorrear en su cara hasta que le dejaba sintiendo unas enormes ganas de mear y bastante predispuesto para la defecación.
Cuándo se daban “mandanga” en la cocina Jean Pierre ponía sumamente “perra” a Jacqueline, a base de restregarse en su culo, antes de bajarse el pantalón y el calzoncillo y proceder a poseerla unas veces por el conducto vaginal y otras por el anal haciéndola permanecer doblada, abierta de piernas, con la falda en la cintura, las tetas al aire y el tanga colgando de uno de sus tobillos ó separado de su raja vaginal y de su culo. Algunas veces la obligaba a colocar uno de sus pies sobre una silla para que tuviera que permanecer despatarrada y con una pierna más elevada que la otra con intención de ponerse detrás, introducirla la pilila hasta el fondo y darla unos buenos envites vaginales hasta que culminaba echándola la leche y en su caso, la lluvia dorada.
Los días festivos y además de aquellos contactos matinales y nocturnos, al terminar de comer les gustaba retozar en la cama de su habitación donde su actividad sexual era menos frecuente que en el cuarto de baño ó en la cocina pero igual de intensa puesto que solía producirse en unos momentos en los que estaban bastante salidos. Como allí no había instalado ninguna cámara tenía que conformarme con escuchar desde detrás de la puerta como Jean Pierre insultaba a Jacqueline mientras la magreaba llamándola cerda, golfa, fulana, puta, ramera, zorra y otras “lindezas” similares antes de empezar a oír los gemidos de placer de mi madre y las expresiones soeces que la dedicaba mi padre mientras la jodía hasta que cuándo estaban culminando escuchaba a Jacqueline decir “ así, así” , “ dámela toda ” ó “ me viene, me viene ”mientras Jean Pierre la contestaba con “ toma mi leche, gran puta ” ó “ como te gusta que te eche mi orina, cerda de mierda ”. En el mejor de los casos, cuándo con las prisas la puerta quedaba entreabierta, aprovechaba para, permaneciendo quieta y en silencio, verles en acción a través de una rendija con lo que pude observar que mi padre se prodigaba en “clavársela” a Jacqueline echado sobre ella que, para obligarle a permanecer apretado y con su “instrumento” bien introducido en su cueva vaginal, mantenía sus piernas cruzadas sobre el culo de Jean Pierre.
Con menos frecuencia se la metía a estilo perro, mi progenitora le cabalgaba ó se masturbaban tumbados boca abajo en la cama al mismo tiempo que se daban satisfacción anal a través del “beso negro”. En estos casos mi padre se recreaba “haciéndola unos dedos” hasta que Jacqueline, entre convulsiones pélvicas, se empapaba en su propia “agüilla”. Un poco después, mi progenitora procedía a sobarle, a través de sus abiertas piernas, con una mano los huevos al mismo tiempo que, introduciendo la otra entre el cuerpo de mi padre y la sábana, se la “cascaba” hasta que conseguía sacarle la “salsa” y que impregnara con ella la toalla de baño que colocaban debajo de su cuerpo para no manchar nada.
Aunque las descargas de mi padre solían ser bastante rápidas, lo que ocasionaba que mi madre no llegara a gozar de la misma forma que él, Jean Pierre era bastante reacio a extraerla la pirula tras su explosión y como le gustaba mearse en su interior sabiendo que a Jacqueline la enloquecía recibir su lluvia dorada, aseguraba con ello que mi progenitora llegara al clímax y que los dos quedaran complacidos. Como nunca le vi intentar echarla más de un polvo en la misma sesión estaba convencida de que los varones eran de eyaculación única y que, una vez que se producía, tenían que esperar un periodo prudencial de tiempo para que sus huevos repusieran leche antes de afrontar con garantías otro contacto sexual.
Me encantaba espiar a mis padres y verles “dándose el lote” pero, a pesar de que en los países escandinavos y en concreto en Dinamarca, existe una plena libertad sexual lo que ocasiona que la mayor parte de los jóvenes pierdan la virginidad a temprana edad, no comencé a sentir demasiadas inquietudes carnales hasta que mi madre me indicó que estaba engendrando a la que se iba a convertir en mi hermana lo que no me hizo ninguna ilusión puesto que sabía que, a cuenta de ella, iba a perder buena parte de los privilegios de los que, hasta entonces, había podido disfrutar en mi condición de hija única y comenzando por el de compartir su cama por la noche. Al haberla engendrado durante su última estancia vacacional en España y en concreto en las Islas Canarias, que era un lugar que les cautivaba, decidieron darla un nombre español que no fuera demasiado corriente decantándose, finalmente, por el de Judith.
C o n t i n u a r á