Niñas inmaculadas - 2

Quirino se ha quedado a solas en casa con su hijastra, Rebeca. Por lo que ha decidido aprovechar “las generosas donaciones” que ha hecho a la escuela de la muchacha.

Afuera de la enorme casa de los Enríquez, una escena por demás enternecedora se llevaba a cabo, Quirino Enríquez, el importante hombre de negocios que aparecía regularmente en portadas de importantes revistas tipo Forbes , se besaba apasionadamente con su despampanante esposa Sofía, una rubia que si bien en su juventud había sido una chica muy deseada por muchos hombres, ahora a punto de llegar a los cuarenta, la madurez le había sentado bastante bien al punto de ahora ser considerada toda una MILF.

El apasionado beso terminó, los dos esposos se miraron con una sonrisa que denotaba lo enamorados que estaban y luego Sofía dijo:

—¿Estás seguro de que no puedo convencerte de que vengas conmigo?

Sofía estaba a punto de irse todo el fin de semana a un SPA en una de las playas más exclusivas del país.

Quirino sonrió, le dio otro beso a su mujer y dijo:

—Sabes que me encantaría pasar tiempo contigo, pero recuerda que este es tu regalo de cumpleaños y te mereces algo de tiempo de calidad a solas.

Sofía torció la boca en una sonrisa, su marido tenía un punto, pero aún así añadió:

—¿Y estarás bien con Rebeca tu solo? Recuerda que es una adolescente y está pasando por su fase rebelde, además de que todavía como que no te ve como su padre y figura de autoridad.

Más que mostrarse preocupado por el tema de su hijastra, Quirino sonrió confiado.

—No te preocupes —aseguró—. Aprovecharé este fin de semana para hacer que nuestra relación mejore.

Sofía vio la confianza reflejada en los ojos de su marido y sonrió, le dio un beso más y dijo:

—Está bien, confiaré en ti —luego asomó la cabeza por la puerta y gritó—. ¡Rebeca! ¡Ya me voy!

—Que te vaya bien —respondió una voz desde el interior.

Más que molestarse, Sofía rio y dijo:

—¿Ya ves? La fase rebelde.

Y diciendo eso, se despidió una vez más de su marido para luego abordar el vehículo que ya esperaba por ella para llevarla al aeropuerto mientras que Quirino se quedaba mirando como el auto se alejaba en la distancia y cuando al fin ya no fue visible, sonrió. Su fin de semana acababa de iniciar.

Entró en la casa y cerró la puerta tras de sí, caminó por los pasillos hasta llegar a la sala de la casa y en el sofá más grande con la mirada clavada en su Smartphone, la vio, la hija biológica de Sofía y por ende su hijastra: Rebeca, una atractiva rubia de largo cabello ondulado y un cuerpo de infarto, con pronunciadas caderas, unos senos muy grandes para una chica de su edad, un culo redondo gracias a las clases extracurriculares que él le había pagado y un rostro cuyo mayor atractivo, al menos según Quirino, eran sus brillantes ojos azules. Y para mejorar la imagen, la chica solo llevaba una pequeña blusa blanca que dejaba a la vista el nacimiento de sus pechos y un corto short de mezclilla que dejaba al descubierto sus largas piernas que en ese momento mantenía cruzadas de forma sugerente.

En ese momento un único pensamiento le pasó por la mente a Quirino:

«Hora de desquitar esas generosas donaciones»

Llegó hasta la sala, se sentó en el mismo sillón donde estaba su hija y dijo:

—Bueno, nuestro fin de semana acaba de empezar y le dije a tu madre que nos acercaríamos más como padrastro e hija, ¿qué te gustaría hacer?

Siguiendo el cliché de adolescente snob y malcriada, Rebeca no dejó de ver el teléfono y se limitó a encogerse de hombros mientras decía:

—Lo que sea.

Más que molestarse por esa clara indiferencia por parte de su hijastra, Quirino sonrió burlón y dijo:

—Podríamos ir al parque de diversiones, al circo, por un helado…

Esa lista de sugerencias fue lo bastante ridícula como para lograr que Rebeca sacara la vista de la pantalla de su teléfono, mirara a su padrastro y con un tono entre burlón y ligeramente molesto, dijo:

—No soy una niña pequeña.

Una pequeña carcajada salió de Quirino, quien preguntó:

—¿Entonces, te gustaría diversión más para adultos?

Rebeca levantó una ceja y justo cuando estaba por preguntar a qué se refería, ocurrió: Quirino se lanzó sobre ella, la tomó de las muñecas, las levantó sobre su cabeza y cayó sobre su cuerpo, haciendo que ambos quedaran acostados sobre el sofá.

—¡¿Qué estás haciendo cerdo hijo de puta?! —gritó Rebeca mientras su padrastro comenzaba a besarle el cuello y a restregar su erecto pene en su entrepierna.

Quirino dejó de besar la suave piel del cuello de Rebeca para levantar el rostro, mirar a su hijastra y decir:

—¿Qué pasa putita? ¿Esta no es la diversión adulta que querías?

Rebeca, presa del miedo y furia, apretó los dientes mientras lágrimas comenzaban a bajar por sus ojos.

—¡Maldito hijo de puta! ¡Le diré a mamá! ¡Le diré a la policía!

Pero las amenazas de la muchacha solo hicieron reír a Quirino quien luego dijo:

—Eso putita, quiero verte furiosa, humillada y vengativa… porque es delicioso verte pasar de eso, a tu verdadero yo.

—¿Ve-verdadero yo? —preguntó Rebeca sin comprender y por toda respuesta, Quirino se acercó al oído de la muchacha y le susurró:

Sagrado corazón de la santa niña inmaculada .

Nada más escuchar esa frase, la magia ocurrió: primero los músculos de Rebeca se tensaron todavía más de lo que ya estaban para inmediatamente proceder a relajarse. Lo mismo ocurrió con su rostro: primero se tensó, luego se relajó, sus mejillas se sonrojaron y luego miró a Quirino con una expresión que solo se podía definir como “enamorada” para luego decir:

—¡Ay! ¿El amo ya quiere jugar rudo con la esclava Rebeca?

Para luego levantar la cabeza para besar en los labios y juguetear con la lengua de su padrastro o mejor dicho, su amo.

Mientras Quirino disfrutaba de la sensación de los labios de Rebeca, de su lengua y del sabor de su saliva, se dio un momento para agradecerle al director Hipólito y su socia la psicóloga Vallejo del colegio de la Santa niña inmaculada, quienes tenían una operación para convertir mediante hipnosis al cuerpo femenino de estudiantes en esclavas putas y obedientes. Él había sido cliente frecuente de los servicios de las chicas de ese colegio y cuando tuvo la oportunidad de mandar a Rebeca para allá una vez que se casó con Sofía, al fin el dinero que había invertido en la operación ahora sí se sentía que había valido la pena.

El beso terminó y Quirino soltó las muñecas de Rebeca y luego se le quitó de encima para que la muchacha pudiera levantarse. Al verse libre, en lugar de intentar escapar de su asaltador, la muchacha se levantó del sillón para colocarse frente a él, arrodillarse en una posición de completa sumisión y preguntar con una voz llena de lujuria y deseo:

—¿Cómo puede la puta esclava de Rebeca complacer a su amo?

Poniéndose cómodo en el sillón por el espectáculo que ya sabía que se venía, Quirino dijo:

—Para empezar, ¿por qué no te pones algo más apropiado para una esclava?

Rebeca levantó la cabeza mostrando una expresión sorprendida en el rostro, luego se miró a sí misma y volviendo a poner la sonrisa boba de antes, dijo:

—Ay, pero que tonta es la esclava Rebeca, no está vestida propiamente para su amo.

Y tras decir eso, se puso de pie y comenzó a ejecutar una danza para complacer a su amo, con lentos movimientos y pases de mano por sus caderas, tetas y culo, luego de eso se fue quitando la ropa, primero la blusa y después el short de mezclilla, dejando a la vista el pequeño conjunto de bra y tanga de color rosa que cubría muy poco las partes intimas de la hipnotizada muchacha, haciendo una vista que provocaría que Quirino quisiera saltar sobre su hijastra y follarla ahí mismo, pero se contuvo, puesto que el espectáculo todavía no terminaba. Rebeca prosiguió: se quitó el sostén dejando libres a sus nenas que ya tenían los pezones bien erectos, denotando la excitación que el trance le provocaba, y después bajó lenta y sensualmente sus braguitas por sus largas y sensuales piernas, las cuales arrojó hacia su amo, quien las tomó en el aire y notó que ya estaban húmedas, aunque lo hubiera adivinado porque por las piernas de Rebeca, notó que bajaron unas gotas perladas de su humedad.

Rebeca empezó a jugar con sus tetas y pellizcar sus pezones en un intento de excitar más a su amo y torcía las piernas para contener las ganas de tener una verga dentro de ella

—¿Así estoy bien amo? —preguntó la chica casi en un gemido.

—Así estás muy bien esclava —respondió Quirino con una gran sonrisa de satisfacción mientras olfateaba las bragas mojadas de su esclava—. Ahora, ¿por qué no vienes acá y le das un buen uso a esa boquita insolente tuya y a esas tetas gordas?

Rebeca se relamió los labios ante la idea de saborear la jugosa verga de su amo y sentir el calor de esta entre sus tetas.

—¡Sí amo! —gimió y se lanzó sobre su padrastro, para comenzar a desabrochar el pantalón de este y luego bajárselo con todo y bóxer hasta las rodillas, dejando expuesto el carnoso miembro de este, con la cabeza roja por todo el juego previo que había tenido con el cuerpo y la mente de su hijastra.

El lavado cerebro de Rebeca se dio un momento para ver ese falo con tal devoción como si estuviera viendo una manifestación divina, luego lo tomó con su mano y comenzó a masturbarlo un poco, lo que le arrancó un gemido de placer a Quirino al tiempo que algo del líquido preseminal salía y bañaba el glande y la mano de la esclava y una vez que Rebeca vio suficiente líquido, ahora sí se lo llevó a la boca y empezó a chuparlo con una fuerza tal que parecía que quería arrancarlo usando solo su boca.

Pronto Rebeca empezó a subir y bajar la cabeza para pasar por sus labios el tronco de esa gloriosa verga que ocupaba todos sus pensamientos y a jugar de tanto en tanto con su lengua con el glande de este. Luego, recordando la orden inicial de “también darle un buen uso a sus gordas tetas”, Rebeca sacaba de tanto en tanto el pene de su boca y lo aprisionaba entre sus grandes tetas, para comenzar a masajearlo mientras el aroma de la polla le inundaba los pulmones y de cierta manera, reforzaba el lavado de cerebro que la tenía convertida en una esclava obediente, sumisa… y puta.

Mientras tanto, Quirino se encontraba en la gloria, no solo una bella adolescente le estaba haciendo un oral y una rusa ambas de primera categoría, sino que su acto de esclava sumisa y obediente le daba muchos puntos, por lo que mientras tomaba de la cabeza a Rebeca y le empezaba a follar la boca como si fuera un coño, se felicitaba a sí mismo por haber tenido el buen ojo de apoyar el proyecto de Hipólito.

Pero luego bajó la mirada hacia la mata de cabello revuelto que ya era la cabeza de Rebeca y recordó que uno no quiere a una adolescente hipnotizada solo para llenarle la boca de semen. La tomó del cabello, tiró hacia atrás para levantarle la cabeza y sacar su polla de la boca de esta, mientras que Rebeca, más que sentir dolor por el tirón, sonrió como si acabara de tener un orgasmo.

—Móntame puta —ordenó Quirino.

—Sí amo —balbuceó Rebeca a causa de tener la boca llena de saliva y líquido preseminal.

Quirino se acostó sobre el sillón con su polla bien erecta sobresaliendo como un faro.

Rebeca, sin perder su sonrisa boba, se montó sobre su padrastro, primero acariciando esa verga con sus firmes nalgas para excitarlo un poco más y después, la tomó con su mano para apuntarla a su cueva y dejarse caer sobre ella para llevarla a lo más profundo de su interior, tarea bastante fácil gracias a la constante lubricación que horas de lavado cerebral le habían ordenado que tuviera mientras estuviera en su estado de esclava.

Quirino por su parte disfrutó de sobremanera todo el camino que hizo su verga desde la entrada de la vagina de su hijastra hasta casi tocar su útero, como el tronco de su polla se deslizaba por esas paredes cálidas y húmedas que le apretaban como un puño y luego la sensación de las nalgas de su hija sobre sus piernas.

Pero el esclavizado cerebro de Rebeca sabía que debía seguir complaciendo a su macho, así que empezó a dar saltitos para sacar y meter parte de la polla de su amo dentro de ella, lo que Quirino disfrutaba como una de las mejores experiencias de su vida, después de todo, ver a una antes orgullosa adolescente ahora con cara de estúpida, con sus tetas desnudas de pezones erectos rebotando como globos de agua y luego ver como su polla entraba y salía debajo del abdomen plano de esa rubia idiota… bien valía cada centavo que había invertido solo por ese momento.

Quirino se cansó de tener un rol pasivo, tomó a su hijastra de las caderas para detener sus saltitos y así empezó a mover su cadera para follarla. El movimiento era tan fuerte y rápido, que Rebeca olvidó que su deber era complacer a su amo y empezó a disfrutar del tratamiento, al punto de que jadeaba como una verdadera perra en celo y se pellizcaba los pezones.

—¡Así amo! ¡Así! ¡Folle a esta esclava como la puta ramera que es! ¡Así! ¡Deme más! —gritaba la muchacha presa del placer.

Pronto el orgasmo no tardó en llegar a la verga de Quirino, así que tomó con fuerza la cadera de su hijastra y se clavó lo más profundo que pudo en ella y dejó que la explosión llegara con la consecuente sensación de que toda su semilla bañaba el útero de Rebeca, quien al sentir el semen caliente de su padre, gruñó presa de un poderoso orgasmo.

Agotado, Quirino se relajó sobre el sillón y pronto su hija, también agotada, cayó sobre él. Con la sensación de esas tetas grandes y gordas sobre su pecho bastó para volver a provocarle una erección. Miró la cara de Rebeca, con los ojos rodados casi  hasta atrás de su cabeza, una sonrisa boba y la lengua de fuera, jadeaba tratando de recuperar un ritmo normal de respiración. Quirino sonrió y mientras le acariciaba una de las nalgas a la muchacha, empezó a maquinar qué haría a continuación con su esclava.


La puerta principal de la casa se abrió y por esta entró Sofía, se veía bastante más relajada luego de todo ese largo fin de semana en el SPA.

—¡Ya llegué! —anunció la mujer.

—Bienvenida —respondió la voz de Rebeca desde la sala.

Sofía caminó hasta allá y se encontró con Rebeca, acostada sobre el sillón y revisando cosas en su teléfono. Sin dejar de ver su perfil de Facebook, preguntó a su madre:

—¿Y cómo te fue?

—Bastante bien —dijo Sofía con una gran sonrisa—. La próxima vez deberíamos ir juntas.

Rebeca sonrió y respondió:

—Seguro.

Sofía sonrió y preguntó:

—¿Y tú? ¿Cómo te la pasaste con Quirino?

Rebeca bajó el celular y miró a su madre.

—Bastante bien —respondió—. Hicimos algunas actividades de padre e hija y bueno… creo que ya nos llevamos un poquito bien.

—¡Me alegra! —exclamó Sofía y luego dijo—. Bueno, deja ir a buscar a Quirino, tengo muchas ganas de verlo.

Y diciendo eso subió a las escaleras rumbo a la recámara para desempacar y buscar a su marido para charlar luego del fin de semana. Pero sin que ella, o incluso la misma Rebeca, supiera, su hija todavía estaba realizando una actividad de padre e hija: con ayuda de un gran tapón anal, Rebeca estaba manteniendo en su recto una gran cantidad de semen que la esclava Rebeca muy felizmente le había ordeñado a su padrastro con el ano.

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