Niña pija

Siempre fuí una niña pija, hasta que una noche, cambió mi vida para siempre

Una noche loca cambió mi forma de pensar.

Me llamo Julia. Fui criada en el seno de una familia rica, lo que añadido a que soy bastante bonita e inteligente, me ha hecho triunfar en la vida.

Siempre hice lo que se me antojaba. Mis padres me permitían todo lo que yo quería, lo necesitara o no.

En el colegio siempre fui la chica guapa. Si alguna me hacía sombra buscaba la manera de que nadie se acercara a ella.

Si alguien no pasaba por mi aro, lo apartaba del resto del grupo.

Nunca he tenido ningún novio fijo. Mi mama siempre decía que no me contentara con nadie que no fuera muy rico y educado, cosa que yo compartía totalmente.

En el cole siempre conseguía el chico que todas deseaban. Lo utilizaba un tiempo, para luego dejarlo con el corazón roto. Ninguno era lo suficiente para mí.

Algunos, en su frustración me llamaban "pija calientapollas", cosa que nunca entendí.

Mis amigas siempre quisieron ser como yo, pero eso era inalcanzable y lo sabían.

Nunca tuve una verdadera amiga.

Al cumplir los 25 años, según, palabras textuales de mis mejores amigos, "estaba buenísima".

Todas las noches iba a la Disco, a bailar y pasármelo bien. Tenía relaciones esporádicas con quien me gustara esa noche y luego pasaba de él.

El dueño de la disco, un hombre de unos 35 años, rudo y fuerte, llamado Pedro, siempre intentaba ligar con migo. Yo le daba falsas esperanzas, pues era demasiado viejo para mí, para que me invitara a beber.

Alguna vez bailaba con él y no paraba de piropearme. Que eres preciosa. Que estaba enamorado de mí. Que si me iba con él, me ponía como una Reina; y más sandeces que yo oía pero no escuchaba. Me hacía regalos, que yo aceptaba. Cuando la cosa se complicaba un poco, le daba alguna excusa y luego me iba.

El convencido de mi amor, me lo dejaba pasar.

Una noche, en que fui con unas amigas, el no estaba. Durante la noche bebimos más de la cuenta y me lancé a la pista, pues una amiga estaba bailando con un chico que me gustó. Después de bailar sensualmente a su lado, el chico pasó de mi amiga y siguió conmigo.

Esta malhumorada se fue a sentar.

Rato después llegó Pedro. Nada más verme, se fue a la barra malhumorado. Me observaba desde allí, lo que hizo que me excitara más. Bailé más descaradamente con el chico. Le cogí y le bese en los labios. Un beso profundo, con lengua.

Pedro se levantó como un resorte, y fue a la pista, golpeando al chico en el mentón. El chico respondió con otro golpe y se enzarzaron en una pelea de gallos.

Yo gozaba viendo como se peleaban por mí. Reía y los incitaba a seguir.

Acudieron los seguritas de la disco, que propinaron una paliza terrible al chico.

Cuando pasó todo, mis amigas me recriminaron por mi actitud. Las ignoré pues no me interesaba lo que me decían.

Mientras, Pedro había vuelto y se acercó a mí.

¿Por que te besó ese tío? Preguntó.

No me besó. Le besé yo a él. Dije desafiante.

Es que lo nuestro no significa nada me dijo.

Jajajajaja. Le contesté como única respuesta, y seguí bebiendo dándole la espalda.

Enfurecido me cogió por el brazo tirando hacia él.

Suéltame, maricón de mierda.

El se quedó cortado.

  • Vamos a hablar me dijo. Intentando contener la rabia.

  • Anda y que de den mucho por el culo le dije, acostumbrada como estaba a que se hiciera mi voluntad.

Pedro se levantó, con toda la dignidad que pudo y se fue. Su mirada era terrible.

Mientras yo me reía y jactaba por mi ocurrencia.

Mis amigas me miraban como si estuviera loca, pero yo no les hacía caso, estaba en mi mundo y todo lo que no pasara por mi aro no me interesaba.

Seguimos bailando y bebiendo.

Sobre las 4 de la mañana, me separé de mis amigas y fui al servicio. Entré en uno de los aseos, me subí mi corta faldita y me quité las bragas para orinar. Cuando estaba a punto de terminar, la puerta se abrió de repente.

Era Pedro. Me asusté un poco, viendo su cara, pero le increpé para que se fuera.

De un tortazo me tiró al suelo, totalmente espatarrada.

Así que me den mucho por el culo Zorra. Me dijo.

Era brom mma contesté tartamudeando.

Eso es lo que voy a hacer contigo, niña pija. Continuó.

Asustada me acurruque en el suelo, junto al inodoro, viendo como se bajaba la cremallera, sacando su polla.

Era enorme, gorda, con una cabeza grande y sonrosada, seguida de un tronco lleno de venas hasta perderse en los calzoncillos.

Viendo mi mirada de asombro me dijo:

Te gusta zorra. Pues te la vas a comer ahora mismo.

Terminando de decir esto, me cogió por los pelos y me arrastró hasta dejar mi boca sobre el glande de su polla.

Asustada abrí la boca y se la mamé. Tenía un sabor amargo.

El me cogía fuertemente por el pelo y me obligaba a tragarme todo lo que cabía en mi boca, lo que no era mucho.

Pónmela dura hija puta que vas a saber lo que es que te pongan el culo como un bernegal.

Asustada, seguía mamándosela.

Cuando la tuvo bien parada, me levantó de un tirón, por los pelos y me puso contra la pared, restregando su pene sobre mi raja, a la vez que estrujaba mis pechos. Entre el alcohol que había ingerido y la situación me excité un poco, lo cual el notó, al sentir la humedad en mi breva.

¿Zorra, te está gustando?

No le contesté. La verdad era que la situación, tal como estaba ocurriendo, era muy excitante. Pensé que me lo podía follar esta noche y luego seguiría con mi juego, como si nada hubiera ocurrido.

Sin más miramientos, comenzó a restregármela por el ano.

Hayyyyyy. Chillé.

Por ahí no, por favor. Supliqué.

Ignoró mi súplica y siguió restregándomela. Me hacía daño. Notaba la enorme cabeza, presionando contra el esfínter.

Era imposible que esa cosa pudiera entrar por ahí. La presión era enorme. Creo que comenzó a salirme un poco de sangre, pues notaba como resbalaba más fácilmente. Tenía el culo muy dolorido por lo que comencé a sollozar.

Por favor Pedro

Primero te burlas de mí, y ahora suplicas, ZORRA.

El insulto me dio mucha rabia y sin poderme contener le dije.

Sácamela de una vez, cabrón de mierda.

Sin mediar más palabra, hizo presión con el glande en el orificio de mi ano, para de una estocada, introducirme la cabeza.

  • AAAAGGGGGGGG. Grité.

El dolor era terrible. Notaba aquello, enorme, ocupando todo el espacio, desgarrándome interiormente. Intenté separarme pero me tenía bien cogida por las caderas, con mi cara y pechos sobre la pared del baño.

Calla hija puta. Vas a saber lo que es que te dejen el culo como un abrevadero de patos.

Terminando de decir esto, noté algo muy caliente que me llenaba por dentro. Me quemaba, pero a la vez aliviaba el dolor.

¡Marica! me dije. Seguro que ya se está corriendo. Relajé mi culo pues el calor de su semen me aliviaba. Notaba como chorro, tras chorro, mi dilatado culo se acoplaba mejor a su pene.

De repente, cogiéndome totalmente por sorpresa, note como me la incrusta hasta el fondo. Aquel hierro candente, me hizo salir los ojos de las órbitas. Fue igual que cuando una máquina tragaperras da el premio; vi las cirsas.

AAAUUGGGGGGGG. Gemí.

Goza cabrona.

Me lo estás rompiendo. Notaba como si me hubiera partido de lado a lado. Intentaba zafarme, peo me era imposible. Aún sin cogerme por los brazos estaba totalmente clavada por su enorme polla. Notaba como me golpeaba muy profundamente.

Por ahí soy virgen, dije sollozando.

Ignoró mis súplicas. Empujándome con las manos hacia delante, hizo que me desplazara a lo largo de su pene hasta llegar a la cabeza, donde me quedé atorada, para luego volvérmela a clavar hasta chocar con sus huevos.

Comenzó a culearme duramente. Mis gritos le excitaron más.

Me la sacaba hasta la puerta para de golpe metérmela hasta el fondo, haciendo que chillara ante cada embestida.

Poco a poco, mi culo fue amoldándose al grosor de su polla. Sin poderlo remediar, comencé a jadear.

Ahhhhh. Ummmmmm.

Te gusta zorra.

Ummmmm.

Me la sacó de golpe, haciéndome gritar de dolor.

¿Qué haces? Pregunté compungida.

Me puso la cabeza en mi entrada, jugando, haciéndome ver como a la menor presión me la podía meter de nuevo.

  • Pídemelo Puta.

Siiiiiiiiii. Grité como una loca. Nunca me habían dado por detrás pero la experiencia estaba resultando buenísima.

Abrí mis piernas, doblando la espalda para facilitarle la follada.

Al verme que me entregaba, paró y agarrándome por las caderas, empujó hasta quedarse enchufado hasta el fondo.

Volví a notar como me llenaba de nuevo. Los chorros eran calientes y con una fuerza inusitada. No paraba de llenarme.

Tenías ganas de correrte, le dije insinuante.

Jejeje. Te gusta puta.

Ummmmm. Siiiii machote. Me estás llenando toda. Dije sensualmente.

No lo sabes bien. Y siguió llenándome el culo.

Tanto semen no era normal. Mi culo parecía a punto de estallar. Mi vientre se inflaba por momentos.

Que haces pregunté un poco extrañada.

Te estoy meándo zorra.

Intenté zafarme pero me tenía bien cogida. Notaba aquel líquido caliente, saliendo de la punta de su capullo, como si fuera una manguera, llenándome las tripas.

Por favor, no me hagas eso, dije toda azorada por la vergüenza.

Dándome una enorme nalgada para que me estuviera quieta me dijo.

Te voy a poner el culo como un bernegal zorra.

Terminando de decir esto, me la sacó de golpe. Mi culo al no tener nada que le tapara, comenzó a vaciarse.

Rápidamente, me introdujo, por el culo, algo que llevaba en su mano. Era una especie de consolador, con su parte central y su base muy ancha, lo cual me dilató enormemente al entrar y me dejó taponada.

Ahora vas a volver con tus amigos con esto puesto en el culo.

No podía articular palabra. Estaba asustadísima.

Hice fuerza con mi esfínter, enormemente dilatado, esforzándome por expulsar aquel extraño objeto, pero era tan ancho en su base, que fue imposible.

Bailarás el resto de la noche, con mi meada en tu culo.

Quiero verte mover las caderas y oír como agitas mi meada.

Yo sólo asentía.

Hazlo como si fuera una coctelera.

Luego, por la mañana les dices a tus amigas que no las acompañas a casa. Subes a mi despacho y escarranchada en la mesa esperas a que suba a follarte.

¿Entiendes? Dijo autoritariamente.

Asentí con la cabeza, asustada.

Fui a coger las bragas para ponérmelas y no me dejó.

Bajé mi corta faldita, incapaz de taparme algo, pues unido a mis anchas nalgas, el dildo que tenía dentro del culo no ayudaba mucho.

Salí del baño, pero el consolador no me dejaba caminar bien. Hacía que me contoneara de un lado a otro con un sonido parecido al de una botella medio llena. Algunos chicos al verme me decían cosas obscenas.

Jajajaj, como te han puesto zorra. Decía uno.

¡Mira!, si no puede caminar, la cabrona. Decía otro.

Avergonzada intenté salir corriendo, pero fue peor. Al dar dos pasos, debido a la fuerza que hacía para intentar correr, aflojé la presión de mi esfínter sobre el dildo, lo que hizo salir de éste un sonido, como de chorro a presión.

La risas de los chicos me acompañaron hasta llegar a la pista.

Avergonzada volví con mis amigas.

Estas no me pusieron mucha atención, por lo que rápidamente me senté.

Nada más sentarme se me clavó el dildo hasta el fondo, lo que me hizo jadear.

¿Te pasa algo?, preguntaron mis amigas extrañadas.

Nno. Dije compungida.

Me ignoraron y siguieron con lo suyo.

Notaba como el consolador hacía su trabajo. Intentaba cerrar los muslos pero me era imposible. Tiraba de mi falda para que no me vieran, pero esta no bajaba más, dejando ver mi sexo.

No quedó más remedio que ponerme de pié.

Fui a la pista a bailar. La única manera que tenía de hacerlo era con las piernas abiertas y agitando mis caderas.

Mi panza hacía ruidos, como un barreño lleno de agua. Con el volumen de la disco, la única que lo oía era yo.

Comencé a compaginar el ritmo de la música con el bamboleo de la meada en mi interior. Me sentía llena, con un gran calor que me hacía sudar, poniendo mis mejillas todas sonrosadas.

La dilatación de mi culo era enorme y noté como comenzaba a salirme un poco de meada entre el consolador y el esfínter.

Miré a la barra y vi a Pedro.

Sonreía a la vez que acariciando su paquete levantaba la cabeza mirando hacia su oficina. Sabía que me estaba fastidiando por lo que le había hecho antes. Me trataba como a una puta.

Mis muslos chorreaban.

Me calenté muchísimo. Mi vulva comenzó a latir. Yo, la niña de papa, estaba siendo dominada por aquel cabrón. Esta sensación me volvió loca.

Le miré lascivamente a los ojos. Puse cara de ramera, relamiendo mis labios a la vez que introducía el dedo índice en mi boca, chupándolo como un chupa chups.

No me importaba nada. Con mis manos alrededor de mi cabeza y comencé a contonearme sensualmente en medio de la pista, girando y moviendo mis nalgas hasta quedar en cuclillas, con prácticamente todo el culo fuera. Notaba el consolador clavado en mi culo a cada movimiento de mis caderas. Dejé de hacer fuerzas con el esfínter, sintiendo cada centímetro del consolador. Comenzó a salir meada, abundantemente.

A mis pies se formó un charco.

Solté mis zapatos y descalza, sentí el tacto del orín en mis pies. Estaba como loca. Introduje un dedo bajo la falda y acariciándome me corrí de gusto.

Pedro, desde la barra, observándolo todo, se dirigió al discjokey y le mandó a poner la última canción.

El correrme no me alivió, al contrario me excitó si cave aún más.

Sonó la última canción y todo el mundo empezó a irse. Mis amigas me llamaron para irnos.

Se me puso un nudo en la garganta. Mi mente decía que debía de irme. Mi cuerpo ardía de deseo. El dilema me dejó sin habla. Temblaba tanto, que ellas lo notaron.

Me preguntaron si estaba enferma.

En ese momento, con un ruido, como de siseo, salió otro chorro de mi culo. Recordé la enorme polla de pedro, follándome sin compasión.

Si me quedaba, la follada iba a ser terrible. Este pensamiento fue el detonante.

Sin pensarlo mucho les dije que se fueran; que yo iba más tarde. Que mi padre vendría a recogerme.

Al salir ellas, fui contoneándome hasta la barra. El camarero, avisado con antelación por Pedro, me indicó que subiera a las oficinas.

Era tal la excitación que al llegar hice lo que me había dicho:

Me quité toda la ropa y me puse a cuatro patas sobre la mesa. Con mi culo taladrado por el dildo en pompa mirando hacia la puerta.

La sensación de verme allí como una zorra esperando que se la follen, hacía que me revolviera de gusto.

Allí sola, agitaba las nalgas imaginando lo que me iba a acontecer.

Oí como recogían y se marchaba todo el mundo. Unos pasos subían la escalera metálica. Se abrió la puerta.

No te dije que la muy zorra nos iba a esperar.

Esta frase hizo que me volteara. ¿Con quien hablaba Pedro?

Junto a Pedro, estaba el camarero que me había indicado la oficina. Ambos estaban desnudos, con sus miembros totalmente enhiestos apuntando al cielo.

Hice ademán de bajarme pero se acercaron a mí obligándome a seguir escarranchada. Pedro cogió el dildo y lo movió haciendo círculos.

No podía apartar la mirada de los dos rabos. Mi vulva no paraba de latir. El morbo de la situación me hizo jadear.

Ummmm. No tuve más remedio que jadear.

Veo que estás preparada Zorra. Ven con migo.

Cogiéndome del brazo, me llevó hacia el baño. En este tenía una ducha, en la que me pusieron de cuatro patas. Me trataban rudamente, como si fuera un animal.

Tiró y salió el consolador de golpe, seguido de lo que quedaba de la meada. El camarero cogió la ducha diciendo:

Hay que lavar a esta zorra.

Es que tiene el culo como un abrevadero de patos. Dijo Pedro más para mis oídos que para el compañero.

Yo, en estado de shock, me dejaba hacer cualquier cosa. Me iban a follar dos tíos.

Esto era más de lo que nunca me había atrevido a imaginar. Mi mente decía que debían parar, pero mi cuerpo se convulsionaba ante otro orgasmo. Les miraba las pollas y sin remediarlo me relamía.

No, por favor, les dije. Déjenme ir.

No antes de que te dejemos el culo como un bernegal Zorra. dijo Pedro.

Nno por favor, dije ya sin fuerzas, relamiéndome de nuevo al ver su polla cerca de mi cara. La tenía tan cerca que se me hacía la boca agua.

Sin poderlo remediar abrí los labios y di un chupetón.

Sonó como un chasquido.

Pedro me lanzó una nalgada.

  • Vamos zorra. Mamatelas a gusto.

Reaccioné sacándola de mi boca. Me quedé quieta mirándole a los ojos. Noté como mi culo, latía, totalmente botado fuera de su sitio por el gran ensanchamiento que tenía.

Bajé la mirada y las fijé sobre sus pollas. Mi breva comenzó a latir al unísono con mi esfínter. Mi boca comenzó a babear, viendo las enormes cabezas.

Fije la mirada sobre sus ojos de nuevo.

El sonrió con aire de suficiencia. Sabía que me tenía a su merced. Me cogió por el pelo y sin mucho esfuerzo me la introdujo de nuevo en la boca.

Sin poderme contener se la empecé a mamar. El otro me la acercó a la cara y se la cogí con la mano que tenía libre.

Succionaba y mamaba con enormes chasquidos, salivándosela, a la vez que con ambas manos se las pajeaba a ambos.

Solté el rabo de Pedro y me introduje el del camarero.

Ya, ambos a punto de correrse me dijeron:

En pie, Zorra, dijo Pedro.

Ponte de 4 patas y ve caminando hasta el sillón, ramera: Dijo el camarero.

Obediente, moviendo las caderas sensualmente, hice lo que me mandaban. Ambos me seguían, agarrando sus miembros y jactándose de mi estado.

De rodillas separé mis nalgas, a la vez que con mis dedos, dilataba el ojete.

Sin más dilación noté como Pedro, me la enchufaba hasta los huevos. Esta vez no me dolió mucho. Tenía el esfínter tan dilatado y suave, debido a la lubricación que me había hecho que abracé su polla totalmente como si fuera un guante.

Me culeaba suavemente.

El otro se puso delante de mí y dejó que se la mamara. Su rabo era un poco más pequeño que el de Pedro, pero con una cabeza más grande, para ensancharse hacia la mitad del tronco.

Yo por mi parte notaba aquel pedazo de polla, como llenaba totalmente mi intestino, para dejar un enorme vacío cuando me la sacaba. Me sentía como una puta. Una perra callejera a la que se la folla cualquiera.

Mientras, succionaba el pene del otro, suavemente.

Estuvo un rato dándome polla, hasta que cogiéndome por los pechos se vació. Se mantuvo un rato, y me la sacó de golpe, recreándose en como me había dejado el agujero.

Luego llamó al otro para que ocupara su lugar.

La polla de este entró con más facilidad si cabe, y eso que era más gorda. Pedro se colocó delante e hizo que le limpiara los restos de semen.

El otro acabó rápido, dejándome bañado los intestinos.

Se despegó de mí, dejándome tirada con el culo en pompa, jadeando desesperadamente. No podía pensar en otra cosa que en la cogida que me estaban haciendo. Necesitaba más.

Pedro sentado en el otro sillón, me llamó.

Zorra, ven aquí y enchúfatela por la breva.

Contoneándome fui directamente hacia el. Me gustaba como me trataba. Nunca nadie me había tratado de esa manera tan autoritaria. Cogí su polla con mis manos y la puse en la entrada de mi vagina.

Cogí mis pechos con ambas manos; ladeé mi cabeza hacia el hombro derecho y mirándole fijamente a los ojos a la vez que gimiendo, me la introduje suavemente hasta tocar sus pelotas con la vulva.

Este si es mi macho, pensé. Este pensamiento fue demasiado para mi y me corrí.

Ummmmmmmm. Babeé de gusto.

Pedro separó mis nalgas, dejando mi culo totalmente expuesto, a la vez que me indicó que mirara hacia arriba. Al levantar la cabeza vi que había un espejo, en el que se reflejaba todo lo que hacíamos.

Vi el esfínter botado hacia atrás, dilatado, muy colorado y abierto.

Avergonzada intenté bajar la cabeza, el otro me la cogió, obligándome a seguir mirando. Mientras pasó su pene por mi dilatado agujero.

Notaba, la polla de Pedro, totalmente incrustada, pues solo podía ver sus huevos. La del camarero, grande y gorda, intentaba meterse en mi culo. El espectáculo era increíblemente excitante. Me entraron unas ganas locas de que me la clavara allí dentro.

Levanté las nalgas un poco, y poniendo mis manos sobre las de pedro abrí las nalgas un poco más, para facilitarle la entrada.

Entró fácilmente.

Notaba ambas pollas chocando en mi interior. Solo separadas por un mínimo espacio.

Cuando chocaban, una de las dos, salía para un lado mientras que la otra ocupaba todo el hueco haciéndome chillar de gusto como una cerda. Mis orgasmos eran continuos.

Ellos mientras seguían dale que te pego.

En esto que entra en la oficina, uno de los cajeros que estaba terminando de hacer las cajas. Un hombre mayor.

Sin inmutarse, se acercó a Pedro y dijo.

Jefe.

Que coño quieres. ¿No ves que estamos haciendo?

Si claro. Contestó.

Es que hay un vecino se quejó de unos gritos y ha venido la Policía.

¿Y?

Dice que quieren verle.

Hazle pasar. Dijo como si tal cosa, sin parar de bombearme.

Yo no entendía nada.

Entraron dos policías. En ese instante, el que me estaba dando por el culo, me la enchufó hasta el fondo, haciéndome lanzar un largo gemido.

AhhhhhHHHHUUUMMMMMMMMM. Chillé sin poderlo evitar, haciendo que mis mejillas se sonrojaran por la vergüenza.

Ambos se quedaron en la puerta anonadados.

Mientras, mis dos folladores arreciaron en el bombeo, haciéndome chillar de nuevo.

AhhhGGGGGGGGGGUUUUMMMMMMMM.

Le ocurre algo Señorita. Dijo uno de los policías.

Moví la cabeza de un lado a otro, sin poder hablar.

Noté como la polla de Pedro empezaba a escupir leche en mi interior.

¿La están forzando? Señorita. Dijo el otro policía.

No podía controlar el orgasmo que me estaba viniendo.

  • AAAAAAHHHHHHHHHHUUUUUUUUMMMMMMMM. Grité, a la vez que agitaba mi cabeza de un lado al otro corriéndome toda.

¿Están satisfechos agentes? Preguntó Pedro.

Ah ora, lllo entendemos se ñor. Dijo uno entre tartamudeos.

¿Podrían hacer un poco menos de ruido? Soltó el otro.

Eso depende de la zorra. Dijo pedro sonriendo.

Disculpen las molestias. Y se marcharon.

Les despedí con un alarido aún más largo que los anteriores pues noté como el camarero se corría, llenándome el culo de nuevo.

Solo entendía que me estaban dando toda la polla que no había recibido en mi vida. Sus dos pollas, totalmente dilatadas por la eyaculación, a duras penas cabían en mi interior. No podía dejar de gritar.

Poniéndose en pie, conmigo clavada a ambos, me llevaron por todo el despacho hasta la mesa del despacho.

Allí, en la mesa del Jefe, pedro se me despegó, dejando al camarero enchufado a mi culo. Este me hizo ponerme de rodillas en la silla.

Con un ritmo endiablado, estuvo más de 15 minutos dándome por el culo hasta que se corrió gritando. Mientras, Pedro gravaba todo con una cámara de video.

Luego pasó la cámara al camarero y vino él a enchufármela.

Grita zorra, y levanta bien la cara para que se vea.

Disfrutaba como una golfa. Imité los gemidos de las tías de las películas porno mientras mi macho me follaba el culo.

Ya no notaba mi pobre culo. Las folladas eran tan duras que lo tenía insensibilizado.

Rato después noté como chorros de leche me invadían de nuevo.

Notaba los últimos temblores de su rabo, al soltar la última gota de leche que le quedaba los huevos.

Se despegó, dejándome espatarrada sobre la silla con mi agujero derramándose.

Se fueron a echar un pitillo, observándome en esa posición.

Tremenda zorra, Jefe

Ya me lo imaginaba. A estas niñas de papa lo que hay que darles es autoridad. Decía Pedro.

Estas palabras entraban en mis oídos como clavos ardientes. Me trataban como a una puta.

La última dignidad que me quedaba desapareció, cuando al intentar levantarme para protestar, vi a través del espejo como un chorro de semen salía de mi culo. El agujero era enorme. Me lo habían follado bien. La verdad es que parecía un bebedero de patos, todo abierto y chingado por todos lados.

Soy una auténtica zorra. No puedo llevarles la contraria me dije. Mi sumisión era total.

Cogí el dildo que estaba a mi lado, y suavemente de espaldas a los dos machos comencé a restregarlo por mi ojete. Ambos me miraban alucinados. Lo introducía despacito mirándoles a los ojos. Antes de que llegara a la mitad volvía a sacarlo y jadeaba como una gatita en celo:

Miauu.

Vi como sus pollas comenzaron a crecer.

Seguí con el juego hasta que, de golpe, me lo introduje completamente.

Ummmmmmmm.

Sus penes brincaron a punto de estallar.

Menuda zorra.

Te vamos a dar polla hasta que revientes.

Miau. Contestaba yo lascivamente.

Sin más contemplaciones, Pedro, me la clavó hasta los huevos, follándome duramente.

Me la metían y sacaban en un mete-saca diabólico.

Chof, Chof. Hacía mi culo, ante las embestidas.

Me mee de gusto.

¡Cabrona! si te estás meándo. Dijo Pedro, corriéndose de nuevo sin poderlo evitar.

El otro, le empujó a un lado, pues estaba a punto de correrse también y ocupó el lugar de Pedro, cogiéndome por las caderas, me folló un par de minutos hasta que se vació.

Ummmmmmmm. Mis gemidos eran aún más altos que antes.

¿Es que no hay quien me folle más? pregunté lascivamente.

¿Quieres más cariño? Dijo Pedro.

Ummmmm, gemí como única respuesta.

Guiño un ojo al camarero.

Este se apartó con una sonrisa en los labios dejando mi agujero a disposición de Pedro.

Sin dilación me la enchufó de nuevo. Noté como al momento me llenaba. Me estaba meándo de nuevo.

Ahhh. ¿Que haces?, dije como si no supiera lo que hacía.

¿No lo sabes? Dijo.

Noooo. Ummmm.

¿Seguro?

Ummmmm. Me estás meándo. Contesté muy bajito ruborizándome toda.

Eso mismo mi amor.

Vació su vejiga totalmente en mi culo. La enorme dilatación que tenía hacía que se derramara parte por los lados de su polla. Notaba mi tripa llena.

Me obligó a levantar más el culo, haciéndome bajar el pecho y evitar que se derramara cuando la sacó.

El camarero ocupó su lugar.

Ummmm. Más no por favor. Dije lujuriosamente.

Calla perra, que lo estás deseando.

Era verdad, me sentía como una auténtica guarra. Quería que se mearan dentro, que me llenaran.

Este se vació con una larga meada, que hizo que me diera un cólico en el vientre.

Tengo que ir al baño dije sin que me sacara su polla.

De eso nada hembra. Dijo Pedro.

Cuando el camarero, sacó su polla de mi culo, rápidamente, Pedro me puso el consolador, tapándomelo.

Uggggg. Grité al sentir violentado mi culo de nuevo.

¿Que haces?

Zorra. Hasta que no llegues a tu casa no te quites el tapón Dijo.

No contesté.

¿Has entendido?

Asentí sumisamente. Me gustaba que me tratara así.

Me hicieron poner de pié.

Mi vientre estaba totalmente inflado. Parecía que estaba embarazada de cinco meses.

Me lo tocaba suavemente, palpándolo, notando como estaba totalmente lleno.

Al caminar, sentía como el líquido bamboleaba de un lado a otro. Parecía un botijo lleno de agua.

Ven aquí zorra.

Fui caminando muy despacio, contoneándome pues el consolador no me dejaba caminar de otra manera.

Oyeron el ruido en mi interior.

Jajajaja, pareces un bernegal hembra. Dijo Pedro.

Ummmmm, gimoteé como respuesta.

¿Eres mi hembra? Preguntó.

Ummmmm, asentí.

¿vendrás mañana?

Ummmmm, asentí de nuevo.

¿Seguro?

Ummmmm.

Haznos una mamada zorra.

Ummmmm. Volví a gemir mientras arrodillada, les cogía el rabo a ambos obedientemente.

Estuve mamándoselas más de una hora hasta que al fin pude hacerles correr. Ambos, para mi satisfacción, se corrieron sobre mi cara. Me bañaron en semen, mi pelo, mis pechos, todo.

Les limpié las pollas, tragando hasta la última gota de leche que les quedaba.

Me puse la ropa como pude. No me pude abrochar la falda, pues la hinchazón de mi vientre, no dejaba que se cerrara la cremallera.

Pedro me prestó una chaqueta para que me tapara un poco.

No me acompañaron, pues mi macho quería que fuera caminando y moviendo el culito hasta casa.

Le obedecí.

Casi no llego. El ardor de mi culo y el dolor del vientre eran casi insoportables a cada paso que daba.

Para colmo, a veces tenía que salir corriendo pues algunas personas se daban cuenta que un ruido extraño salía de mi barriga.

La vergüenza me hacía caminar más deprisa, lo que hacía que saliera meada de mi culo, bajando por mis muslos hasta el suelo.

Iba dejando un rastro como una babosa.

Cuando llegue a casa eran las 11 de la mañana. Mi madre estaba en hall esperándome muy enfadada.

Me hizo entrar al salón para hablar con migo. Por lo visto, había llamado a la policía y esta se había movilizado buscándome por una foto que les había dado.

Mas tarde la había llamado el Jefe de Policía y entre risas le había dicho que no se preocupara, que su niña volvería pronto.

Yo quería llegar al baño. Estaba desesperada, pero mi madre se interponía en mi camino. Los ruidos de mi vientre se oían por toda la habitación.

Mi madre extrañada acercó el oído a mi vientre.

¿Que fue lo que bebiste Julia?, parece como si llevaras un bernegal en tu interior.

Mis tripas no pudieron aguantar más. Como si fuera un rugido, salió una enorme cantidad de meada de mi culo, despidiendo el consolador hasta la mitad del hall.

Agarrada a la puerta, intentaba aguantar pero me era imposible. Chorro tras chorro escapaba de mi dilatado culo, aflojándome las piernas hasta caer al suelo, de cuatro patas.

No podía parar.

Ante los asombrados ojos de mi madre, al mover las caderas, intentando controlar mi esfínter, chorros de meada iban a parar contra los muebles, el sillón, la alfombra, etc.

Pude ponerme en pié, y salir corriendo escaleras arriba, con el culo en pompa, los pies abiertos y soltando enormes cantidades de leche y meada.

Miré hacia atrás a tiempo de ver a mi madre caer desmayada sobre el sofá.

Como pude, llegué al inodoro sentándome.

No podía parar. Mis tripas agradecidas hacían ruidos aliviadas.

Cada vez que hacía fuerza salía un nuevo chorro. Verme en esta situación me recordó lo que había hecho.

Ambos machos se habían meado en mí.

Ummmmm. Gemí sintiendo un nuevo chorro salir con fuerza.

Llevé mi mano a la vulva, notándola hinchada, dilatada y húmeda, excitada me masturbé allí mismo.