Nina, mi putita loca

Un encuentro casual que termino en algo recaliente.

Todo sucedió a finales del verano. Aquel año no había podido irme de vacaciones en julio ni agosto, así que no me quedó más remedio que irme en las últimas semanas de septiembre, cuando la mayoría del tumulto vacacional ya había dirigido sus pasos de vuelta a sus respectivos hogares.

Normalmente no soy amante de las zonas de playa, pero pensando en lo anterior, imaginé que para esas fechas el ambiente estaría lo suficientemente tranquilo como para disfrutar de un poco de paz y relax, que era lo que realmente necesitaba después de un verano asfixiante y agotador.

Seleccioné mi destino en una zona a las afueras de Benidorm. Las calles estrechas y de trazado serpenteante aún parecían emitir el eco de lo que había sido un verano plagado de veraneantes extranjeros, marcha nocturna y demás frenéticos movimientos propios de la estación. Sin embargo, se respiraba una atmósfera silenciosa, casi preocupante, como si se tratara de una ciudad deshabitada después de un holocausto nuclear. Apenas un par de tiendas quedaban abiertas exponiendo los restos de las ventas: toallas, flotadores, sandalias, gafas de sol… Todo a mitad de precio… Aunque los empleados esperaban, o más bien desesperaban en el interior, anhelando un cliente que realmente nunca iba a llegar. Yo me dedicaba a disfrutar de largas noches de sueño relajado y de tranquilos paseos por el pueblo, desde el centro urbano hasta la playa, casi solitaria, a menudo algo nublada y envuelta en una brisa fría y salobre. Alguna pareja de ancianos se yacían en tumbonas, intentando exprimir el sol al máximo para aprovechar los últimos rayos de sol del verano.

Esa tarde paseaba lento, taciturno, reflexivo, como queriendo ralentizar el tiempo y todo a mi alrededor parecía discurrir en cámara lenta. Me acerqué a un chiringuito de aspecto triste y con las persianas cerradas, con la esperanza de que la m’aquina de refrescos de afuera estuviera conectada. Rebusqué en el bolsillo del pantalón, alcancé unas monedas y las introduje en la ranura de la máquina. Seleccioné mi bebida y… nada. No me sacó la dichosa lata. Traté de recuperar en vano mis monedas. "Hija de…" dije mientras propinaba el puñetazo de turno a la maldita máquina. De repente, y como un hilo de seda flotando en la brisa, oí una voz femenina, juvenil y dulce.

"No te pongás bravo, a mí me sucedió lo mismo y no tuve manera de que me devolviera mis pesos", me dijo. Tratando de adivinar de dónde salía la voz buscaba con la mirada. Al fin localicé la procedencia. Una chica de unos 23 años estaba sentada sobre un banco de obra, tras los maceteros que adornaban los costados de la entrada al chiringuito. Se recostaba hacia atrás, apoyada en tus manos y con las piernas cruzadas, mirándome con los ojos medio guiñados, tratando de evitar los anaranjados rayos del sol, que ya caían horizontales dada la hora de la tarde en la que estábamos. Quedé en silencio, como intentando adivinar si aquella chica era real o imaginaria.

"Pero alegrá esa cara. No son más que unos céntimos", me dijo, despertándome de mi estado de letargo. Me acerqué a ella en silencio, parándome a su lado. "Sos de por acá? Tal vez conozcás un lugar donde se pueda tomar algo que no esté cerrado". Al fin articulé palabra.

"Pues la verdad, me temo que el único sitio donde vamos a poder encontrar algo ahora es la gasolinera".

"Me parece perfecto, lindo. Tenés carro donde me podás llevar? O acaso me vas a traer hasta acá la bebida?"

Ese acento me empezaba a tocar la fibra interna. No soy un experto, pero estaba seguro de que mi repentina amiga era o bien argentina o bien uruguaya. La forma de acentuar sus imperativos era inconfundible y las "ll" las pronunciaba con una fricción divina.

"Tengo coche, respondí, pero… las chicas buenas no suben a los coches de desconocidos".

"Me llamo Nyna, y tú?"

"Raúl", dije sin más.

"Viste? Ya no sos un desconocido. Andá." Y pasó delante de mí andando airosa. En eso se volvió mirándome coqueta y añadió sonriendo "además, quien os dijo que yo sea una chica buena?". Caminó decidida delante de mí. Yo no sabía si era intencionado o no, pero aquella chica me seducía por momentos. Su acento, sus calificativos cariñosos, su coquetería y su descaro me hacían sentir cómo algo empezaba a hervir dentro de mí.

Nos dirigimos al coche y conduje hasta la gasolinera. Lo hacía algo lento, aprovechando para conversar con aquella "chiquilla" deliciosa. En el trayecto, me contó de forma breve que era argentina pero su padre tenía familia en España (en Galicia, para ser más exactos). Habían visitado ya aquella parte de familia y ahora se dedicaban a pasar los últimos días de sus vacaciones en aquel pueblo. Sus padres habían salido a conocer lugares cercanos y ella se había quedado por allí, cerca del hotel, descansando un día de la compañía de sus "viejos", como ella les llamaba. Llegamos a la gasolinera y entramos a comprar.

Cada uno miraba cosas separadamente, aunque me encargué de no distanciarme demasiado de ella. Aproveché para contemplarla con más detalle. Nany era de estatura media, cabellos largos, rojizos, cara hermosa, con unos ojos grandes oscuros y cejas finas. También finos eran sus labios. Su cuerpo era mediano, no muy delgada, pero en absoluto sobrada de peso. Sus senos se adivinaban bajo su camisa blanca de un tamaño medio. Tenía buenas caderas y un trasero parado y de buen ver. La falda, arrugada y algo mojada de la playa todavía, acababa con un corte alto que dejaba ver unas piernas bien torneadas y prietas al caminar. Iba descalza, con los tobillos adornados por sendas tobilleras de maderitas, que le daban un aspecto muy naturista. Cogimos unos refrescos y nos encontramos a mitad de uno de los pasillos.

"Esto… pongámonos de acuerdo ché… Vos comprás los refrescos y yo el alcohol o al revés?", preguntó ella.

"Alcohol?", repliqué yo, "no sabía que el alcohol estaba en los planes", dije, haciéndome el inocente.

"No seás boludo. Ve y agarra una botella de vodka, yo compraré jugo de naranja y nos hacemos unos screw drivers tremendos".

Sonaba bien, así que hice como me dijo y nos dirigimos a la caja. Al poner las cosas sobre el mostrador, la dependienta le preguntó a ella "le cobro todo a su novio o por separado". Nyna se giró hacia mi, riendo, mirándome pícara y contestó a la chica sin dejar de mirarme "cobrále todo a mi novio que ya luego yo le compenso…" y mientras decía esto, se me acercó, puso una mano en mi trasero y, sobándolo sin reparo, me dio un piquito. He de reconocer que esto me estaba gustando, y de momento me convenía hacerme el sorprendido e inocente, para dejar que ella siguiera llevando la rienda de aquel inesperado encuentro, ya que lo estaba haciendo tan bien...

Volvimos a subir al coche y le pregunté a dónde quería ir. Me dijo que prefería volver a la playa, que le gustaba el contacto de la arena húmeda bajo sus pies y le apetecía disfrutar del aire libre. De ese modo conduje de nuevo a la zona de donde veníamos.

De camino, ella me preguntó si me había molestado lo de gasolinera. Evidentemente se refería al piquito y la sobada de culo que me había metido, a lo que respondí que para nada me había molestado, al contrario. Alegó ser muy impulsiva y, mientras decía esto, apoyó su mano en mi muslo, apenas acariciándolo.

Me giré hacia ella y le dije que me fascinaba que lo fuera. Sin dudarlo, me acerqué más a ella y la besé. Estábamos parados en un semáforo y aproveché para deleitarme con su beso. Sus labios se abrieron sin pudor y nuestras lenguas se encontraron en un beso dulce y húmedo, muy cálido. Ella emitía unos ronroneos lentos y graves mientras devoraba literalmente mi boca, mordiendo y lamiendo mis labios, chupando mi lengua dentro de su boca. Su mano desatada se acercó mas a mi sexo sin llegar a tocarlo, encajándose entre mis muslos, que la atraparon para disfrutar más su caricia y dejarle saber que me gustaba.

La luz verde del semáforo destelló en nuestros rostros y sin decir palabra nos separamos y seguí conduciendo hacia la playa. De repente se rió como una niña traviesa. "Qué pasa?" le pregunté. "Creo que tu amigo se despertó" dijo mirando mi entrepierna. Mi sexo abultaba bajo el pantalón. "Te molesta?", le apremié, a lo que me respondió llevando su mano a mi sexo hinchado y apretándolo rico y firme. Por un momento creí perder el conocimiento y la noción de todo, envuelto por la mano de aquella joven alocada. Se acercó a mi oreja y lamió mi lóbulo, lo que me hizo erizar toda mi piel. Al mismo tiempo me susurró con una voz tremendamente sensual "en la playa te dejaré comprobar cómo estoy yo de húmeda, lindo; y si eres atrevido, cogeremos de lo mas rico…" Evidentemente, aquella chica no tenía nada de inocente y mucho de caliente. Estaba preparando el camino para no perder tiempo, y vaya si lo estaba haciendo bien! Por mi mente desfilaban las múltiples posibilidades que su sugerencia podía conllevar.

Unos minutos después aparcaba frente a la playa. Bajamos de coche llevando las botellas que habíamos comprado. El aire era fresco pero agradable, contrastando con la arena que aún permanecía caliente tras recibir el calor del sol durante todo el día. Caminamos durante unos 15 minutos, en busca de un lugar algo alejado de la vista del paseo, que en realidad se encontraba desierto. Por fin nos sentamos junto a unas barcas que yacían baca abajo en la arena. Nina se me acercó, y sin pensarlo dos veces me despasó los botones de la camisa quitándomela y la extendió sobre el suelo, junto a una de las barcas. Me empujó y caí sentado sobre la prenda. "Y tu?" le pregunté.

Entonces se paró sobre mis piernas y se sentó a horcajadas sobre mi. Mirándonos como dos chiquillos que hacen una travesura llenamos nuestros vasos de plástico y empezamos a beber. Nina derramó un poco de líquido sobre mi pecho desnudo y lamió con ansias. Su lengua no paraba de dibujar figuras sobre mi piel. Yo rescosté la cabeza y la espalda sobre el lateral de la barca cuando su lengua caliente empezó a lamer uno de mis pezones. Mis manos empezaron a masajear su espalda, colándose bajo su ropa. Bajaron hacia su cintura, maravillado de la suavidad de esa piel y el perfume dulce y embriagador que me ofuscaba. Poco a poco Nina empezó a moverse. Sentada sobre mí, su entrepierna quedaba justo sobre mi sexo, que no dejaba de crecer.

Ella, sabedora de esto, se daba lentos y rítmicos refregones y yo sentía como su calor aumentaba por momentos. Atrapó mis manos con las suyas y las llevó a sus pechos sobre el sujetador. Las apretó contra su cuerpo, haciendo que mis manos sintieran la dureza de esos senos y los aplastara contra ella. Mis dedos querían hundirse en su carne. Llevó ella sus manos atrás y se despasó el sujetador. "Imagino que así, sin corpiño, te parecerá mejor, no bebé?" Y tanto que me parecía mejor. Mi respuesta fue un beso húmedo y profundo donde nos fundimos y un pequeño empujón con mi pelvis hacia arriba, para que sintiera mi virilidad haciéndole un homenaje. Mis dedos pellizcaron sus pezones, tirando de ellos, haciendo que los besos de Nina se volvieran mas calientes y jugosos. "Haláme de los pezoncitos amor, así, bien rico, me encanta" decía ella. "Si supieras cómo de mojada tengo la bombacha!" me tentaba con sus palabras. Decidí que una de mis manos abandonara esos pechos divinos, medianos y calientes para hacer la comprobación.

La bajé a su entrepierna y toqué. Al contacto de mis dedos con su sexo a través de la tela de las braguitas, Nina aspiró largo y profund, robándome todo el aliento y acto seguido se pegó más aún a mí, dejando atrapada mi mano entre su sexo y mi bajo vientre. Su lengua recorrió mi boca como una serpiente enloquecida. Nina aceleraba y hacía más intensos sus movimientos, frotando su sexo contra el mío y mi mano ahora. Yo ya no aguantaba más.

Mi sexo estaba oprimido pidiendo libertad bajo mis pantalones. Mi mente volaba intentando decidir el próximo paso. "Estoy recaliente cielo", me decía. "Arrancáme la bombacha que quiero sentirte bien". No le discutí. El hecho de que me pidiera ser algo rudo rompiéndole la braguita me calentaba más aún. Tiré de los laterales de su ropita interior y la tela se desgarro sobre su carne caliente. Tiré de ella despacio y se deslizó sobre su sexo mojado, arrancándole un gemido. Sus manos nerviosas de excitación bajaron a mi pantalón y despasó el botón y bajó la cremallera, metiendo su mano dentro. No tuvo que buscar mucho para encontrar mi sexo duro, hinchado y erguido. De nuevo acercó su boca peligrosa a mi oreja. "Quiero sentir esta pija gorda en mi concha corazón, quiero que me cojás como una putita que soy, no te demores". Sus palabras emitidas con esa voz febril me calentaban al máximo, poniéndome a mil. Se restregaba sobre mi pene excitado mientras con su mano me pajeaba sin ningún tipo de pudor. Ni siquiera mirábamos alrededor para ver si podíamos ser vistos por algún viandante casual. Estábamos demasiado calientes para eso.

Mis manos la tomaron por la cintura elevándola sobre mí. No necesité decirle nada para que entendiera lo que quería. Movió sus caderas acoplando su sexo sobre el mío. Con su mano sujetando mi falo por la base, se lo pasó por su sexo, Separaba sus labios con él, mojándome la punta con sus jugos calientes y abundantes. Comenzó a masturbarse con él, acariciando su clítoris despacio mientras echaba la cabeza atrás y sus cabellos ondulados y rojizos cían sobre su espalda sudorosa.

"Me vuelves loca amor", me decía. "No tenía una verga así entre mis manos desde hacía mucho tiempo". "Es toda tuya mi amor", respondí, "toda tuya". Me miró un momento y me dijo "no me llames amor, prefiero que me llames putita…, dime lo puta que soy, quiero sentirme tu putita", decía mientras se pajeaba con mi sexo en su mano. "Si… eres una putita de verdad, estas recaliente y te voy a follar bien rico, mi perra". Aceleró su ritmo al oír las palabras que le gustaban. Adelantó sus caderas y encajó la cabeza de mi sexo en su entrada. Se agarró de mis hombros y yo la sostuve por las nalgas. Empezó a baja poco a poco.

El capullo de mi verga entró apretado, pero en cuanto el reborde pasó su entrada, el resto se deslizó dentro de ella como un cuchillo caliente en la mantequilla. Los dos exhalamos excitados, sin apenas creer cuánto placer nos estaba haciendo vivir este encuentro casual. Mi palo entró del todo, a fondo. Mis testículos quedaron atrapados bajo su trasero y sobre mis muslos. "Mmmmm… Así mi guacho, llenáme toda de verga… Cojéme profundo y rico papi". Mis boca empezó a devorar sus tetas mientras me decía que le cogiera bien la conchita jugosa. Se movía sobre mí como una zorra caliente y a mí me fascinaba.

Oíamos chapotear nuestros sexos, pues ella se mojaba más y más para mi asombro. Mis manos se posaron en sus nalgas, siguiendo el ritmo de su cogida. Ella se relamía de placer y deseo y yo moría de lujuria. "Si lindo, agarráme bien la colita. Te gusta?", preguntó. "Me vuelve loco mi putita, estas buenísima y te mueves como una gata caliente… coges como diosa" , le contesté. Entre jadeos y gemidos, follamos así un rato, bien rico y caliente. Cuando se me empezaban a dormir las piernas, le propuse un cambio de postura. Se levantó y quedó de rodillas sobre mi camisa, apoyando sus manos en la barca, de forma que me daba la espalda y, cómo no, me ofrecía la magnífica vista de su precioso y redondo culo. Se viró mirándome caliente. "A qué esperás lindo, seguí cogiéndome como cabrón, que me fascinas". Abrí sus nalgas con las manos y le di un largo y ancho lametón desde su clítoris, pasando por toda su raja mojada, hasta lamerle el culito fruncido, donde le escupí un poco y luego jugué con la punta de mi lengua y mi saliva en su agujerito.

Ella se movía caliente, lo que me indicaba que le gustaba. Agarré mi sexo y lo llevé directo a su coñito ya mojado y esperando más. Esta vez la ensarté entera de golpe, sin compasión, Ella dio un respigo y la encajó hasta el fondo. "MMMssssiiiii…. Así, así, asímmmmaaahhhh…". Empecé a culear más rápido, más duro. Llevé mis manos a sus tetas y se las sobé duro, fuerte, jugando con sus pezones que estaban como piedra para entonces. Después bajé una mano y le masturbé e clítoris mientras sentía cómo mi sexo duro entraba y salía de ella. Nuestros gemidos pasaron a ser jadeos, casi gritos irrefrenables. La visión de mi verga entrando y saliendo de ella me enloquecía. "Cógeme más guachón, cogé bien a tu putita loca". Yo la complacía, cogiéndomela duro. "Claváme esa verga en la cajeta, la tengo caliente y mojada para ti papito". Le tomé del pelo y le halé duro, "así te gusta que te monte, mi putita, mi yegua?". "Siiiiiii… ah ah ah… Cogéme más". Le llevé el dedo que tenía pajeándola a su boca.

Lo lamió entre jadeos, lo chupó como si de mi sexo se tratara, haciéndome desear una buena mamada en ese momento, pero no estaba la cosa para dejar de follar… Aún con mi dedo en su boca, me dijo "metéme ese dedito rico en la cola, lo quiero en mi culito". Me gustó la idea, así que lo hice resbalar por toda su espina dorsal hasta alcanzar tu culito. Le volví a escupir y empecé meter el dedo. Ella movía su culo como pidiendo mi dedo a gritos.

Yo me moría de placer, viendo a esa preciosura semidesnuda sobre la arena de la playa, dándome la espalda, contemplando su culo y viendo cómo mi verga se hundía en su sexo fundido mientras tiraba de su pelo y le metía un dedo en el culito rico. Nos movíamos como locos, frenéticos. Empezó a sentir cómo le llegaba el orgasmo desde su bajo vientre, subiéndole en forma de hormigueo por sus piernas, sus muslos, su sexo inundándose de jugos, su abdomen tensándose, sus brazos flojeando… y "Ahhhmmmmm….. Sssshhhhhh…", se vino en una corrida tremenda mientras aceleraba sus culeadas contra mi sexo y yo hacía mis embestidas mas profundas y duraderas y mi dedo le pajeaba rápido en su botoncito duro y babosito. Se desplomó sobre el suelo, dejando su trasero empinado a mi merced. "Mmmm… Bonita vista mi putita… Te has venido a gusto?". "Ha sido espectacular nene… estoy muerta, me has reventado la concha… me siento tan bien así… siendo tu putita… Pero y vos… no querés terminar?", me dijo. "Claro que sí", respondí "me tienes a mil".

Con sonrisa traviesa y lujuriosa, se volteó y se medio tumbó, dejando tu cara a la altura de mi sexo. Agarró mi pene y se lo llevó a la boca. No se detuvo en lamiditas ni juegos. Lo engulló entero succionando fuerte, recorriendo sus relieves y sus venas con su lengua dentro de su boca. Así me lo mamó bien rico y fuerte, lento y profundo, mientras con la otra mano me pajeaba por la base, pelándome la cabezota que ella sentía tersa, hinchada y palpitante en su boca sedienta. Con la otra mano masajeaba mis huevos y frotaba mi escroto, los agarraba duro y después me los acariciaba, mientras yo sentía flojear mis rodillas de gusto. Se separó un momento y llevó uno de sus dedos a s boca. Se lo lamió mientras me miraba en silencio, mis ojos casi desorbitados.

Acarició mis muslos con esa mano y por fin se hizo camino hasta alcanzar mi culito, donde encajó la punta de su dedo vicioso. Volvió a la tarea de mamar mi verga y pajeármela al mismo tiempo mientras su dedo se movía dentro de mi cola, como ella la llamaba. Me lo hizo divino hasta que sentí como me corría y se lo dije por si quería sacarse mi verga de la boca, pero sonrió mientras me pajeaba y mamaba más fuerte todavía y mis primeros chorros de semen salían disparados al fondo de su garganta. Aceptó los dos o tres primeros en su boca y después sacó mi miembro de su boca sin dejar de masturbarme rápido y duro, haciendo que mi semen cayera sobre su cara, sus tetas, su vientre mientras mi culito apretaba su dedo dentro de mi

Fue un orgasmo tremendo, largo, intenso, abundante… Acabé exhausto y ella también. Nos vestimos y quedamos besándonos calientes, húmedos, febriles. La noche nos acogió con su luz azul y deshojamos una madrugada abrazados y saboreando los momentos de placer que acabábamos de vivir.

Nina se quedó en la playa cuando yo me fui a la salida del sol. Me dijo que quería pasear a solas y yo necesitaba descansar. Antes de irme, me dijo "me ha encantado ser tu putita por una noche… no me olvides". Le respondí con un beso caliente, profundo, lento, suave y húmedo y nos separamos. Esa fue la primera y última vez que vi por allí a Nina, mi putita loca.