Niña-Marioneta

"¡Dios! Me pongo húmeda tan solo de recordar. Mmmmmm… esa pobre chica se vino tantas veces que tuvo que rogarle a Sam que se detuviera. Oh, esa dulce chiquilla. La pobrecita no ha de poder caminar hoy."

Niña – marioneta  (Puppet-girl)

por:  Couture      traducción: dr.mx@terra.com.ve

email: couture_writes@hotmail.com

(MMM, renuente)

Por favor no lea este relato si usted es menor de 18 años o si los relatos y/o situaciones sexualmente explícitas lo ofenden.

(c) 2003 Couture

Cuando me gradué de la Universidad, fui lo suficientemente afortunada para obtener un trabajo de gerente en Advertis. Era un buen trabajo, con buena paga. Incluso el horario era bueno. Sin  embargo había un pequeño problema. Bueno... eran dos problemas en realidad, y sus nombres eran Deb y Sam.  Verán, el problema era... bueno, ellas son homosexuales.

Con Deb, no sabías, a no ser  que ya lo supieras. Pero, con Sam.. cualquiera que se encontrara con ella inmediatamente sabría que era gay. Sé que esto no es políticamente correcto, pero la primera vez que me encontré con ella, pensé, vaya esta es una autentica machorra. De acuerdo, no debí haber dicho eso,  pero es verdad. Su cabello, sus modales, y la forma en que hablaba eran tan femeninos como esos luchadores que ves en la televisión . No es que yo vea lucha libre. Es decir, parece tan falsa. Pero de cualquier manera, ella me recordaba a uno de esos luchadores. Y cuando Sam estrechó mi mano por primera vez, ¡pensé que me la iba a quebrar o algo!

Bueno, ellas siendo homosexuales y todo, me hacía las cosas un poco incomodas, pero ese no era el problema realmente. Verán, había homosexuales en la escuela. Una se sentaba a lado de mí en sociología y ella era realmente dulce. Pero el problema con Sam y Deb, era que ellas eran realmente avispadas y siempre me hacían pasar momentos difíciles, como si quisieran obtener algo de mí. ¡Hey, no es culpa mía que ella sea una machorra¡ Tal vez si perdiera algo de peso y se pusiera un poco de maquillaje, podría obtener un ascenso. No todo gira alrededor de que tan inteligente eres, ustedes saben. Aprendí esa pequeña lección en mis años en la hermandad de mujeres y al parecer me había dado buenos dividendos desde entonces. Nunca estuve en la lista de favoritas del Decano, pero oigan, ¿Sabían que la gerente de recursos humanos en Advertis resultó ser una de mis compañeras de hermandad? Así que tomemos eso como una lección, no se trata de que tanto conoces, sino de a quién conoces.

Bueno, de todos modos, aquí tenía este excelente trabajo, excepto por estas dos incomodidades. Así que ¿Qué fue lo que hice? Hice las paces con Deb. Ella es la más femenina,  así que me imaginé que podía llegar a Sam por medio de ella, y ¿Saben qué? Funcionó. Sam dejó de ser hostil, aunque no era muy amistosa tampoco. Tenía que fingir ser amiga de Deb, lo cual era más fácil de decir que de hacer.

Usualmente, las cosas funcionaban bien, pero a veces...bueno, a veces ella hablaba de cosas que me hacían sentir realmente incomoda – cosas sexuales asquerosas y repulsivas que sucedían entre ella y Sam.

Cosas como esta...

“¡Caray Laura, nos divertimos tanto este fin de semana, No puedo esperar a contarte lo que pasó!” dijo Deb.

“¿Qué pasó?” pregunté. ¿Realmente quería saber? ¡De ninguna manera! Pero todo esto era parte de mi plan para hacer que este par de disconformes estuvieran de mi lado, de modo que tenía que mostrar cierto interés. Me imagino que es interesante la forma en que las cosas deben ser interesantes para esos pobres misioneros que intentan sacar de la pobreza a la gente en África.

“Nos procuramos un Bizcochito” * dijo. “¡Dios! Me

pongo húmeda tan solo de

recordar.

Mmmmmm… esa pobre chica se vino tantas veces que tuvo que rogarle a Sam que se detuviera. Oh, esa dulce chiquilla. La pobrecita no ha de poder caminar hoy. ”

“Oh que bien” dije, fingiendo estar tranquila y relajada. “Me alegra que hayan tenido un fin de semana divertido. ¿Quieres saber lo que hice yo? Fui a ver...” Intenté cambiar de tema, pero la zorra siguió como si yo no hubiera hablado.

“Oh Laura, ella te habría agradado. Era tan joven y bonita –Me recordaba a ti. Y tenía el coñito rubio y muy apretado. Que se joda, ya no estaba tan apretado cuando Sam terminó con él.”

Ustedes saben, puedo escuchar cosas como las que Deb platica y ya sea ignorarlas o no sentirme asqueada. Es como si esas cosas estuvieran muy distantes y alejadas de mí. Como cuando rebasas un camión de ganado en la autopista. Pero, cuando Deb hablada de esa chicas jóvenes a las que les hacían cosas todo un fin de semana, bueno... No sé como decir esto, pero, en lugar de causarme repulsión... Esto como que...me excitaba.

No tengo idea del por qué. Tengo novio y todo. Siempre he tenido novios y nunca, nunca he pensado en estar con  mujer. No hasta hace poco. No hasta que escuché las historias de Deb. Y ahora, se diría que no puedo sacar esas fantasías de mi cabeza. Fantasías referentes a Sam. De Sam obligándome a hacer cosas. Cosas sucias. Cosas prohibidas. Cosas como las que les hace a esas chicas de las que Deb hablaba.

Escuché como Deb terminaba su historia e intenté no decir nada. Tal vez temerosa de delatarme. Para el momento en que terminó, ya no podía pensar coherentemente y esperé que ella no tuviera idea de que tan excitada me encontraba en ese momento. Pero esta vez, por alguna razón, no se qué demonios me pasó. En lugar de mantener mi boca cerrada. Abruptamente dije, “¿Les gustaría que algún fin de semana pudiéramos pasar un rato juntas?”  Pude sentir como mi rostro se iba calentando y se sonrojaba.

Sentí como la mirada fija de Deb penetraba mis defensas. Su sonrisa indicaba que daba cuenta de  mi estrategia. Caminó detrás de mí. Sus manos se posaron sobre mi cadera causando un escalofrío que recorrió mi columna. Sentí su aliento caliente en mi oído. “Me encantaría jugar contigo, pero no depende de mí. Si no de Sam. A ella es a la que debes pedírselo.” Mis rodillas se debilitaron, y tuve que detenerme del mostrador para evitar caerme. Aún así, sentí que estaba cayendo más y más profundo.  “Quise decir – tu sabes- pasar el tiempo – como amigas.”

“Por supuesto,” dijo Deb, como diciendo, “si como no.” “Pídeselo a Sam cuando estés lista.”

A pesar de haberle dicho a Deb que yo solo quería que fuéramos amigas, ella lo hizo significar mucho más que eso. Después de eso, aprovechaba cualquier oportunidad para tocarme... en la espalda, justo donde comienza mi trasero, en el brazo, en la mano, incluso en los muslos. Nada realmente inapropiado, pero suficiente para hacerme sentir realmente incomoda. Y ella continuó contándome historias de sexo mucho más abiertamente. Ella decía que yo era ‘cool’. Decía que era bonita. Me preguntó cuándo iba a preguntarle a Sam. Siempre le respondía,  Yo no soy así, solo amigas, unas copas o algo. Y aún así tal ves si era como ellas. Mis sueños y fantasías eran con Sam y Deb. Sabía que era una idea estúpida.  ¡Por amor de dios! Yo era su supervisora. Los supervisores no fraternizan con los subordinados. Simplemente no se hace. Sería como si una chica de último año saliera con los principiantes. Sin embargo no importaba que tan duro lo intentara, no podía sacarme la idea de la cabeza y eventualmente esperé hasta que estuve a solas con Sam.

Pregunté “Sam, ¿Podría salir contigo y Deb algún fin de semana?” “Lo siento” dijo ella “Tenemos planes para el fin de semana. Solo Deb, Yo y una amiga. No tenemos lugar para una supervisora.” Me ardía la cara de vergüenza. “Oh, esta bien” dije, estúpidamente. “Bueno, que la pasen bien entonces.” Demonios, deseaba darme una patada. Eres una miedosa de mierda Laura. Pero, tal ves esto era lo mejor, en realidad.

Y después, Deb no fue de gran ayuda.

“¿Le preguntaste?” dijo Deb, colocando una mano en cada lado de mis cadera. Dios ¿Por qué le gustaba llegar por detrás de mí de esa manera? Se paro detrás de mí, apretujándose contra mi cuerpo, y en general haciéndome difícil pensar en cualquier cosa que no fuera el calor de nuestros cuerpos. “Si” dije. “Pero ella dijo que no.” Dios, pedí para que me dejara a solas.

“¿Qué fue lo que preguntaste?” dijo ella y le contesté. Se acercó a mi oído y me dijo con su voz, apenas un susurro “Tú sabes lo que tienes que hacer”. Lo que me dijo hizo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal.

“Pero yo no quiero ser un bizcocho” respondí y me sonrojé. “Ya te dije que solo quiero pasar el rato o algo así.”

“Mira,” pacientemente Deb me explicó, “No importa que es lo que digas, siempre serás su supervisora. Ser un bizcocho no significa nada en realidad. Es solo un nombre. Además, ¿Nunca antes has tenido sexo con una mujer, o sí?”

“No.”

“Pero ¿Tienes curiosidad acerca de ese estilo de vida?” Me sonrojé y mordí mi labio. Dios mío, ¿Era tan obvio? “Entonces querida, eres un bizcocho ” dijo y me dejó allí de pie.

Me tomó hasta el viernes a las 4:50 antes de que pudiera juntar el coraje suficiente. “Sam, me pregunto si te gustaría que hiciéramos algo este fin de semana.” “Laura, ya te dije” dijo ella. “Solo Deb, una amiga y Yo.”

Sudaba y mis rodillas estaban débiles. Sentía como si me fuera a orinar en las bragas. Me odié por ser tan débil. Débil por tener miedo de preguntar. Y débil por preguntar algo que yo sabía que no debería de preguntar.

“Sam,

espera...”

Dije.

“Yo quiero… uh…” ¡Oh! Que difícil era decirlo. “Yo quiero ser un... quiero ser un bizcocho.”

Sus ojos se centraron en mí. Supe lo que siente un ratón en el último segundo cuando ve al halcón. “¿Estás segura?

Preguntó.

“¿Sabes lo que estas pidiendo?” “Si.” De acuerdo, no lo sabía con total seguridad. Solo sabía una cosa, que el saber que sería su bizcocho, cualquier cosa que eso significara, me tenía descremándome  en mis bragas.

Ella me miró con dureza, como evaluándome de nuevo. “Ven a nuestro departamento hoy a las siete y viste algo sexy.” Se acercó a mí y me tomó por el mentón. Estaba tan cerca que pude sentir su respiración en mis labios.

“Bizcocho...”

Yo estaba temblando y mis bragas estaban húmedas. Oh Dios, ¿En qué me había metido?

Modelé mi atuendo delante del espejo. Vestía un vestido corto de verano, con una rosa roja estampada. Mis piernas estaban desnudas y recién afeitadas. Calzaba mi par favorito de sandalias. Solo había una cosa que me molestaba. Levanté la bastilla de mi falda para revisar mis bragas Hanes de algodón. Me debatía entre ellas y una tanguita. No quería darles la idea equivocada, a pesar de eso, ella había dicho que vistiera algo sexy. Y quién podía decir que iban a ver mis bragas. Repasé la tarde mentalmente. La forma en que me llamó bizcocho. Dudaba si debía aparecerme por su departamento. Dios, los pensamientos que tenía me asustaban. Contrólate niña, me dije a mí misma. De todos modos nada iba a pasarme después de todo.

Había algo en ella que yo encontraba estimulante, pero no me veía a mí misma besándola a ella ni a ninguna otra mujer. Me quité las bragas sin chiste, me puse la tanga diminuta, solo por que así lo quise y por ninguna otra razón. Tomé mis llaves y conduje al departamento de Sam y Deb.

Pasé por enfrente dos veces antes de detenerme y caminar hacia la puerta.  Sam abrió y me dio la bienvenida. Miré alrededor buscando a Deb. De algún modo quería privacidad, pero por otra parte, deseaba que estuviera presente para contrarrestar la mirada hambrienta de Sam.

“Ven conmigo” me ordenó Sam en tono serio, tomándome de la mano, me llevó a la sala de estar y me maniobró de modo que el brazo del sofá quedó delante de mí, al tiempo que me arrebujó la falda desde atrás. “Ah, ¿dónde está Deb?” Pregunté, tratando de ganar tiempo dado que las cosas se estaban sucediendo muy rápido para mi gusto.

“Los bizcochos no hablan mientras no se les dirija la palabra.” La fuertes brazos de Sam rodearon mi cintura y fueron directo a mi entrepierna. Su boca presionada fuertemente contra mi cuello. En lugar de besarme, chupaba fuertemente en mi delicada piel, incluso me mordía.

Yo estaba intentando tomar cuenta de las múltiples libertades que se había tomado conmigo para poder montar una defensa adecuada. Murmuré ininteligiblemente “Espera – no – se va a notar.” Era exactamente lo que necesitaba para el trabajo... marcas de mordiscos y chupetones.  Ella me ignoró, empujando sobre el brazo del sofá. Ahora estaba más indefensa que antes dado que ella me había echado el vestido sobre la espalda. “¡Dios mío! Que piernas tan largas tienes bizcocho.”

“Detente Sam” rogué. “Escucha...” Sam estaba usándome muy rápido. Yo esperaba más cortejo y galanteo, y tal ves después de eso yo decidiría si quería que las cosas llegaran más lejos. “Y que bragas tan sexy usas, bragas de mujerzuela”  ella continuó ignorando mis protestas. Peor, ella no debía tener una opinión muy elevada de mi tanga dado que rápidamente empezó a quitármela. “Sam” supliqué, pero nunca se detuvo. Sus dedos exploraron los labios de mi sexo. No había manera de poder ocultar mi creciente excitación. “¡Oh Sam!” “Y que coño de bizcocho tan húmedo y apretado.” Sam me había derrotado en menos de un minuto. Estaba tan avergonzada. Sus dedos buscaban mis delicados encantos, pero se detuvieron cerca de alcanzar mi clítoris dada la posición que guardaba sobre el brazo del sofá y a que tenía mis muslos apretados. Pero Señor, su contacto firme se sentía tan bien que me vi forzada a rendir aún más mi dignidad y abrí las piernas.

Sam se río, haciéndome arder de la vergüenza. “Ustedes los bizcochos son todas iguales. Dicen no, pero al final, siempre terminan en la misma cosa. ¿Todavía quieres que me detenga, bizcocho?” Ignoré su crudo comentario, me negué a contestar. Rodeó mi clítoris con sus dedos, los deslizó hacia atrás y rodeó mi abertura antes de repetir el procedimiento, frustrándome, jugando conmigo. “¿Quieres que me detenga?” Recriminó. “No”

“¿Quieres ser mi marioneta?” sus dedos penetraban mi abertura. Oh Dios, la deseaba adentro. Empujé hacia atrás para empalarme yo sola. “Hu, ¿Quieres se mi niña marioneta bizcochito?” “Si”

admití. Mi sexo estaba en llamas. Me derretía a causa de su contacto y por las cosas que decía. Eran tan crudas y avasalladoras. Me sedujeron, convirtiéndome en un desastre retorcido y gimiente. “¿Estás segura?” preguntó, penetrándome, jugando conmigo. “No hay marcha atrás. No más bizcocho, solamente marioneta. ¿Aún quieres ser mi marioneta?” jadeé y más en respuesta a sus dedos que a su pregunta dije “...Si.”

“Ruégame” dijo. “suplícame que quieres ser mi niña marioneta.” Estaba derrotada por sus dedos y su fuerza. No había tregua. Con ella sólo podía haber sumisión. “Por favor – Oh Dios.” Fui recompensad con una veloz punzada de su dedo.

Cogiéndome.

Animándome,

supliqué.

“Por favor – ugh – déjame – oh- ser tu- agh – dul...ce niña marioneta.” Ella agregó otro de do, yo estaba en el paraíso. “Semejante coñito apretado de marioneta” dijo. “Sigue suplicando. Me gusta oír a los bizcochos cuando suplican.”  Y le supliqué. Le dije que tan buena niña marioneta iba  a ser. Le dije que haría cualquier cosa para ser su niña marioneta. Le supliqué inconsciente de todo lo demás menos de la sensación de sus dedos jugueteando con mi sexo. Suplique hasta que sentí un dolor agudo en el coño y me dí cuenta de que estaba expandiendo mi abertura más allá de lo debido, y entonces, súbitamente, empecé a rogarle que se detuviera. Abrí los ojos y fui recibida por una impresión adicional. Allí estaba Deb, ataviada solo con bragas, con una mano se masturbaba mientras nos miraba. En la otra mano, sostenía una cámara de video. “¡Espera – alto!” grité. Intenté forcejear, no solamente estaba atrapada, agudos dolores se disparaban en mi sobre exigido sexo en tanto más forcejeaba. “Sólo relájate marioneta” dijo Sam. “solo conseguirás lastimarte.”

Obedecí. Contra mi voluntad, pero estaba imposibilitada para hacer cualquier cosa. “Pero me estas lastimando” gimoteé y empecé a llorar.

“solo relájate y todo va a estar bien pequeña marioneta” dijo Sam. “Solo sé mi niñita marioneta y Sam se va a encargar de todo.” Sus dedos retrocedieron un poco, su otra mano se deslizó al frente de mis labios, sus dedos encontraron mi clítoris. “¿No está mejor así?” Entre sollozos dije “No.” De hecho ya no me dolía, era hasta sensual, pero no quería darle el gusto de que lo supiera.

“entonces dinos que se siente.” Era Deb con su maldita cámara de video en mi cara. “¡Jódete!” le grité, sabiendo que las dos de algún modo me habían embaucado desde el principio, un dolor explotó abruptamente en mi coño. Dios, era inconcebible. Mi visión se tornó borrosa y en algunos instantes solo veía oscuridad. Se sentía como si me estuvieran desgraciando. “La marioneta debe ser respetosa todo el tiempo. Y deberá responder a todas las preguntas.”

Ordenó Sam.

“Carajo, oh, duele.  Es doloroso. ¡Sam ten

piedad!

Oh por favor me estas partiendo en dos” chillé.

“Continúa” dijo Deb. “Mira a la cámara y dile a Deb que se siente.” “Su mano es demasiado grande. Oh Dios, y ella la está metiendo aún más. Por favor Deb ten piedad. Haz que se detenga. Tú también eres mujer. Por favor.”

“¿qué tan adentro sientes que está?” Deb preguntó, su voz enronquecida por la pasión.  Los dedos dentro de sus bragas danzaban. ¡La muy puta! Se estaba saciando con mi humillación y angustia. “Está adentro por completo. Oh Dios, creo que la siento en mi vientre.”

Gracias a Dios no dolía tanto dado ahora que la parte más gruesa se había desatorado de mi entrada. “¿Estás totalmente dentro?” Deb le preguntó a Sam. “Casi por completo” dijo Sam “Ven a ver.” Deb tomó la cámara y me humillaron aún más al documentar mi resignada expansión. “¡Caramba! Parece aún más grande dentro de ella.”

“Eso es debido a que ella es delgada” dijo Sam, separando los cachetes de mi trasero. “Y mira este culito adorable. ¿Te puedes imaginar cómo se verá este rojo y boqueando?” “Oh carajo” gruñó Deb “estoy a punto nena. ¿Puedo tenerla ahora?”

“Por supuesto” dijo Sam “Haz lo que te plazca.” Deb se arrodilló a un lado del sofá y sostuvo la cámara justo delante de mi cara. “Este es el trato bizcocho” dijo. “Sam puede sacar su mano y te puedes ir a casa o tú estás de acuerdo en ser nuestra niñita marioneta.” Era una decisión sencilla. “Quiero irme a casa” imploré. Esto no era lo que yo quería, ni con mucho. Justo en ese momento Sam intentó sacar su mano, pero se detuvo en mi entrada. Era demasiado grande y se sentía como si me fuera a matar si me la sacaba. De repente  ser una marioneta no sonaba tan mal. “Espera...

espera. Auch.

Quiero ser..

quiero ser su niña marioneta.” “¿Estás segura?” La muy puta se reía. ¡Ella lo sabía! Nunca hubo alternativa. Todo era parte de su juego cruel.

“Si, oh por favor.” Cualquier cosa con tal de detener el dolor.

“Las niñas marioneta obedecen.”

“Si... si”

“Las niñas marioneta dan placer.”

“Si... cualquier cosa”

“Las niñas marioneta besan.” Deb sacó la lengua y la meneó delante de mis labios.

Me rendí y la besé. El dolor en mi sexo inmediatamente disminuyó. ¿Qué iban a hacerme? No tuve tiempo ni de darme cuenta de que estaba besando a una mujer. Se retiró.

“Bien” dijo.

“Pero las niñas marioneta son más sumisas. Solo acepta mi beso. Yo soy el agresor. Imagina que le estas dando a mi lengua una mamada.” Ella me beso de nuevo. Esta vez me di cuenta que estaba besando a una mujer. Exploró mi boca y le mamé la lengua como si fuera un pene, tal como me lo había ordenado. Era humillante, pero, Dios, me ponía el vientre en llamas.

Cuando se retiró, me sentí mal de que hubiera terminado. “¿Cómo estuvo el primer beso a una mujer para la marioneta?” Preguntó, enfocando la cara en mí de nuevo. “Bien, supongo” respondí sonrojándome. “Sólo bien” dijo. Se dirigió a Sam y dijo: “Ella dice que supone que estuvo bien.” Deb sonrío; en su sonrisa podía caber un cocodrilo. Se levantó y puso la cámara en un soporte, apuntando a mí. Cuando regresó al sofá, se arrodilló en el delante de mí, pero como yo estaba doblada sobre el brazo del sofá esto la colocaba más arriba que yo. Tomó mi cabeza con las manos, la levantó y me arrasó con un beso, mientras tanto Sam asolaba mi sexo desde atrás. Yo estaba tan atontada y jadeante que ni me di cuenta de que ella había terminado.

“¿Le gustó más este beso a la marioneta?” se burló Deb. “¿Con este beso se calentó el coño de la marioneta?” “Oh si nena, debiste haberlo sentido” respondió Sam desde atrás. “este es un coño mojado. Está realmente empapada.”

Deb aún sostenía mi cabeza entre sus manos. Movió mi cabeza de modo que quedé viendo hacia la cámara. “Contéstame marioneta.” La lente de la cámara penetraba dentro de mi alma “Me gustó” admití.

“No existe el ‘Yo’ para las marionetas” dijo Deb “cuando pregunte si a la marioneta le gusta, entonces la marioneta dice, ‘A la marioneta le gusta, señora’. Ahora ¿Le gustó a la marioneta?” “¡Ugh Dios, si señora a la marioneta le gustó!” Gruñí. Ahora, no quiero que ustedes piensen que súbitamente cambié de parecer debido al beso y decidí  humillarme frente a mis dos subordinadas y Dios sabrá de quien más, con la videocinta y todo. Mi fogosidad era resultado directo del puño golpeando contra mi útero. Hubiera dicho cualquier cosa para hacer que se detuviera.

“Ahora mis pechos” ordenó Deb. Sus pechos eran grandes y plenos, igual sus aureolas. Los besé y lamí sus endurecidos pezones. “Eso estuvo bien” dijo Deb. “¿Esto hace que el coño de la marioneta esté caliente e irritado?”

De nuevo apuntó mi rostro hacia la cámara. Esta vez tengo que admitir que lo estaba disfrutando. La combinación de lo que Sam me estaba haciendo por detrás y lo que Deb me estaba obligando a hacer me tenía chorreando mis líquidos. “Si, el coño de la marioneta está caliente e irritado... señora” agregué. Deb sonrío deliberadamente. Deslizó abajo sus bragas, y se las sacó antes de posicionarse cara arriba en el sofá con sus piernas bien abiertas. “Es tiempo del asunto principal.” El olor a almizcle de Deb llenó el ambiente. Su grueso parche de vello púbico estaba húmedo. Mi mente gritó que esto no estaba bien –esto no era lo que yo quería- ella no era a quien yo quería. Pero el puño dentro de mi cuerpo empujó, jaló y se retorció. No tuve opción; era realmente una marioneta – su marioneta.

Primero la besé. Primero sobre su monte de Venus y luego a lo largo de los labios de su sexo.

“Oh, es una marionetita juguetona, es única” Deb le dijo a Sam.

La mano en mi coño presionó hacia adentro llenándome por completo – rellenándome como si fuera un pavo de navidad. Con un gruñido al tiempo que el aire era forzado a salir de mis pulmones desde dentro de mí, comencé a lamer con fruición. Para ser honesta; había fantaseado con hacer esto para Sam y para Deb. Las fantasías me excitaban, pero al mismo tiempo eran intimidantes. Me preocupaba que no fuera lo suficiente buena haciendo esto y incluso más que si no me gustaba. Es decir, cómo le dices a alguien, lo siento, pero he saciado mi curiosidad. Te veo luego. Bueno, esa ya no era opción ahora. Estaba indefensa para hacer otra cosa que no fuera lo que estas mujeres quisieran y en estos momentos lo que ellas querían era que lamiera; lo cual no era del todo malo, excepto por que estaba siendo video grabada y tratada como si fura una esclava o algo así.

“Eso es marioneta, haz tu trabajo en mi clítoris” Deb dijo. “Pero hazte un poco para atrás y mira a la cámara.”

Intenté negarme, pero ella solo siseo, “Hazlo zorra” me agarró por una oreja y me la jaló y retorció hasta que estuvo satisfecha con mi posición.

“Sigue lamiendo.” Eso lo dijo Sam, todavía con su mano bien adentro de mi desvalido cuerpo. Obedecí, haciendo reptar mi lengua arriba y abajo a lo largo de los pliegues de su sexo. Yo había pasado de ser la niña de papi, a niña de colegio, luego niña de hermandad de mujeres, todo el trayecto hasta ser la niña gerente. Y ahora en el lapso de unos minutos, debido a una estúpida, estúpida decisión, era la niña estrella porno. Oh Dios ¿Qué haría mi papa si algún día se enterara? “Sonríe nena” dijo Deb dulcemente, acariciando mi cabello con sus manos y luego pasándolas por mi espalda.

No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que siempre que me pedían hacer algo había una forma fácil y una forma difícil de hacerlo. De cualquier manera, yo terminaba haciéndolo. Miré a Deb, luciendo una sonrisa falsa en mis labios, luego otra para la cámara, y volví a lamer su sexo.

“Oh deberías verla sonreír Sam” dijo Deb. “A ella le gusta el coño, a esta marioneta le gusta. ¿No es así marioneta?”

“si señora” respondí. Me retorció la oreja hasta que me acordé de agregar “A la marioneta le gusta el coño.” Para estos momentos, debido a las circunstancias, la video cámara, el puño en mi sexo, e incluso debido a la dominación todos los residuos de mi voluntad habían sido sobre pasados. Me rendí en cuerpo y alma. Me volví un animal... una marioneta.

Deb debió haber leído mi expresión. “Se siente bien, ¿No es así marioneta? ¿se siente bien ser nuestra marioneta? ¿Quiere la marioneta ser nuestra niña-lesbiana?”  Preguntó Deb, apuntando mi rostro a la cámara de nuevo.

“Si”

gruñí. “Ah, ah mierda. La marioneta quiere ser su ah –ah niñita-lesbiana. ¡Oh Dios tu mano Sam! ¡Oh!

¡Oh!” volví a bajar la cara, presionando mi rostro profundamente en el sexo de Deb. Ella se movía más rápido, cabalgando mi rostro. Deje que la parte baja de mi cuerpo se relajara. Entregándome completamente a la mano de Sam. Dejándola que hiciera lo que quisiera conmigo.

Deb movió mi cabeza hacia la cámara una vez más, solo que esta vez sostuvo mi mejilla apretada contra su sexo, mientras continuaba moviendo su cadera. “Háblame de la mano de Sam. Dime que le está haciendo al coñito de la marioneta.” Su mano estaba dentro de mí. Empujando, jalando, retorciéndose, traqueteando contra mi vientre. Oh ella era una mujer cruel... una bestia, pero una bestia que me poseía. “Oh Dios, ella me está violando. Violando el coño de la marioneta.

Oh-oh-oh

duele.

Por favor dile que se detenga.”

Deb se movía más rápido aún. Sus tiesos vellos púbicos estaban empezando a quemar mi mejilla. “Pero, te gusta, ¿No es así  marioneta?”

“No... oh oh Dios, si...” me salió como un sollozo.

Dios ayúdame a soportarlo. Yacía rígida en medio de las dos, permitiéndoles que me usaran. Sentí el cosquilleo familiar en mis extremidades. Oh, cuanto intente detenerlo, pero el sentimiento era implacable. No podía ir en su contra. “¿Te vas a venir para nosotras marioneta?” preguntó Deb. “Adoras esto ¿No es así? Danos una corrida. Muéstranos, muéstrale a todos, muéstranos que tanto te gusta esto.”

“Oh Dios – oh Dios - ooooohhhh” gruñí. Estaba sucediendo, me estaba viniendo. Separé mis piernas lo más que pude, entregándole mi alma a la mano de Sam. Deb empujó mi rostro en su sexo, y lamí con todos las fuerzas de mi ser. Sam me manejaba. Arándome.

Explorándome.

Castigándome con su mano. Me vine tres veces más antes de que finalmente las uñas de Deb me cortaran en las orejas en tanto me jalaba con fuerza contra su sexo.

“Oh marioneta, aquí viene. No te detengas. ¡No te atrevas a detenerte!” chilló Deb. No me detuve. Ataque su clítoris con renovado vigor. “Oh – Oh –Oh ¡Joder!” ella se estremeció varias veces, antes de soltar mi cabeza de entre sus muslos.

Deb se puso de pie y se estiró lánguidamente. “Dios, ¡Estuvo excelente!” Besó a Sam en los labios. “Gracias querida” le dijo, ignorándome totalmente, a mí, la persona que le había dado placer. Entonces tomó la cámara del tripie.

Mientras tanto, yo estaba sujetada firmemente por la mano de Sam. “Solo trata de relajarte” dijo Sam, y entonces empezó a liberar su mano.

Ahora que las flamas de mi deseo se estaban enfriando, el placer de antes, cuando me estaba viniendo, bueno, el placer se estaba yendo y ahora se sentía el puro dolor. Mi coño estaba en carne viva y distendido. Había sido traumatizado. Probablemente arruinado. Pero, gracias a Dios, Sam sacó su mano delicadamente lo más cuidadosamente posible. Solté el llanto cuando finalmente la sacó y el shock del aire frío  golpeando mi interior quemaba mis delicados tejidos. Oh Dios, Realmente me había desgraciado. Ya no podía volver a cerrar mi sexo. Mi hueco ahora era un BOQUETE. ¿cómo explicaría esto en un hospital? ¿Me resbalé y me caí?

“No te muevas” advirtió Deb. No había necesidad de advertencia. En mi estado... no tenía ninguna prisa. De repente el toque súbito de algo plástico contra mi sexo, me hizo jadear por la impresión. Santo Dios, era el lente de la cámara.

“Cierra tu coño de marioneta” dijo Deb.

Lo intenté, pero era inútil. Oh Dios, recé por que no estuviera arruinada para siempre.

“¿Qué te sucede?” Preguntó Deb.

“N-no puedo” chillé, y luego chille más fuerte cuando mi labia fue jaloneada fuertemente.

“La marioneta no puede” me corrigió Deb.

Había rezado para que las cosas empezaran a volver a la normalidad después de que ellas estuvieran satisfechas, pero era claro que no estaban satisfechas.

“La marioneta no puede” dije.

“De rodillas marioneta” dijo Sam.

Me arrodillé. Pero no estuvieron satisfechas hasta que me arrodillé delante de ellas, con mis piernas separadas y mis manos entrelazadas detrás de mi cuello. Mientras tanto, la cámara seguía filmando mi humillación.

“Sabes algo marioneta” dijo Deb. “Todas las otras bizcochos que hemos convertido en marionetas de mano decidieron correr después de la primera noche. Oh pero claro que tenemos recuerdos.” Señaló las cintas cerca de la TV. Había unas treinta de ellas. Todas con el nombre de una chica y una fecha. “Pero los recuerdos solo son buenos hasta cierto punto.”

Sam continuó donde Deb se detuvo. “Y

entonces Deb me

trajo esta gran idea.

Había este precioso bizcocho, y resulta que nosotras trabajábamos para ella. Yo le dije, Deb, ¿Qué estas tratando de hacer querida, qué nos despidan? ”

Deb dijo “y yo dije, demonios no. Una vez que ella reciba el tratamiento de marioneta, ¿A quién le va a ir a decir con esta cinta flotando por allí? Una cinta como esta podría arruinar su pequeña vida de bizcocho. ¿Qué pensarían mami y papi? ¿y

qué hay de sus amigos y

compañeros de

trabajo?

Hmmm, al escuchar que este pequeño bizcocho nos rogaba que la convirtiéramos en nuestra marioneta de mano.”  Lágrimas manaban de mis ojos y empezaban a caer. De ningún modo podía dejar que esa cinta se distribuyera, Aún así la alternativa era aún peor. Estaba arruinada... sexual y socialmente.

Sam dijo, “De manera que ¿Qué es lo que pasará marioneta? ¿Serás nuestra niña marioneta permanente? O ¿Liberamos la cinta?”

El precio era muy alto de pagar. “Hagan pública la cinta” dije sollozando. Yo estaba lloriqueando. Mi vida estaba acabada. “ya –ya, marioneta” Deb se acercó, pasando sus manos por mi cabello. Un gesto amable si ella no estuviera desnuda y mi cara no estuviera presionada contra su entrepierna. “No te preocupes por ella” dijo.

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De acuerdo a la convención de Berna, todos los derechos de copia de este trabajo están reservados a favor de su autor a menos que se especifique lo contrario.

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* En la historia original se usa la palabra Cream Puff = Petisú, pequeño bizcocho relleno de crema.