Niña Lucía (Reencuentro)

Joan podía ver cómo su polla entraba y salía del coñito adolescente de Lucía. La imagen de la joven, tan puta, tan niña, cabalgando sobre su verga...

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La policía no le hizo más preguntas que las absolutamente necesarias. Niña Lucía, todavía con su pijama azul marino, cubierta por encima por una manta, y siempre abrazada por su madre, respondía con la voz quebrada por el llanto.

Estaba mintiendo. Claro que su tío se lo merecía. Eso, y mucho más. Pero ella estaba mintiendo a la policía y, al contrario de lo que hubiera creído, a niña Lucía le gustaba esa sensación. Era tan... prohibida.

"Creo que ya lo tenemos todo."- Dijo la mujer policía, tras tomar las anotaciones sobre el testimonio de Lucía.- "No es muy probable que vuelva"- Dijo, refiriéndose a Rodrigo.- "pero de todas maneras, una patrulla vigilará toda esta zona."

"Si vuelve juro que lo mato."- exclamó el padre de Niña Lucía.

Ni los policías, ni Niña Lucía ni, mucho menos, su mujer, respondieron. Quizá es que comprendían que era demasiado capaz.

"Venga, Lucía. Ahora necesitas dormir. Mañana te quedas en casa descansando."- le susurró su madre.

"Bien."- gimoteó Lucía.

Lucía entró en su cuarto, cerró la puerta y se dejó caer en la cama, con los brazos abiertos y mirando al techo. Sonrió. Y sólo sonrió por que sabía que no sería bueno que la oyeran reírse a voz en grito. Pero que tenía ganas, las tenía.

No tardó en quedarse dormida sobre las sábanas. Pasaban de las dos de la madrugada.

I. Dnd stas?

Su móvil sonando la despertó pasando las 11:00. Había dormido como un lirón. Descansada, feliz. "1 mensaje nuevo/s". Ángela.

dnd stas luci? xq n has vnido a clase? ha pasado algo? Cntxta xfa.

tranki angela. ven sta tard a m ksa y t qento

Envió el mensaje y, de nuevo, se dejó caer hacia atrás, reencontrándose con el mullido suelo de la cama. Ese día todo parecía mejor. La cama era más cómoda, la luz era más blanca, su habitación más acogedora y hasta los sonidos parecían más alegres. Los sonidos... Alguien estaba en la cocina. Pero sus padres se suponía que estaban trabajando.

Ángela tragó saliva. Cogió un pisapapeles (una figurilla de un duendecillo riente, tiernamente infantil) y se armó con él mientras abría la puerta de su habitación. Estaba descalza, sus pies notaban el frío de cada baldosa mientras avanzaba por el estrecho pasillo. Tragó saliva. Si era su tío se iba a arrepentir de haber vuelto. Con la mano temblorosa, abrió la puerta de la cocina y entró. La figurilla se cayó de su mano.

"¡Mamá!"

"¿Te he despertado? ¡Ay, cariño, lo siento! ¿Qué quieres para desayunar?"

"¿No trabajas hoy?"

"¿Cómo te iba a dejar sola?"- dijo, cariñosamente, acercándose a su hija. A medio camino se detuvo al ver la estatuilla en el suelo. Su gesto mudó a la sorpresa.

"Es que... oí ruidos... creí que estabas trabajando... pensé que era el tío..."

"Cariño mío..."- Su madre abrazó a Lucía con fuerza. A Lucía le pareció ver el reguero de una lágrima por su cara.- "lo siento mucho. Tenía que haberlo adivinado...."- murmuró, casi sollozando, mientras estrechaba el delgado cuerpo de su hija entre sus brazos.

"¿Por qué?"- la pregunta le salió de lo más hondo del alma a Niña Lucía.

"¿Por qué qué?"

"¿Por qué tendrías que haberlo adivinado?"

"¡Ay, hija! ¡Porque soy tu madre!"

"Claro... claro..."- sonrió, haciéndose la tonta, Niña Lucía, mientras se volvía a abrazar a su progenitora.- "Por cierto, mamá, esta tarde vendrá Ángela un ratito."

"¿Vas a salir con ella?"- interrumpió la mujer.

"No sé..."

"Deberías. A ver si te olvidas de lo que ha pasado".- "¿Olvidarme?" Pensó Niña Lucía "No. No quiero olvidarme. Quiero recordar para siempre su cara..."

"Bien, tal vez..."- respondió.

El día pasó rápido para las dos mujeres de la familia. Además, les sirvió para conocerse un poco más. "Háblame de ti" pidió Lucía. Sin embargo, a las cinco y diez minutos, Ángela tocaba al timbre de la puerta de su amiga y Lucía y su madre dejaron la charla para otro día.

"¿Subes o bajo?"

"Lo que quieras"- contestó Ángela.

"Ahora bajo"- Antes de un minuto, Lucía ya estaba en el portal, vestida con unos vaqueros y una camiseta que se hacía tremendamente atrevida con sólo doblar la parte baja y enseñar el ombligo.

"¿Qué ha pasado?"

"Ya no existe tío Rodrigo..."- respondió Niña Lucía.- "Lo hice huir de casa, con los pantalones en la mano y los gallumbos en el suelo"

Las dos niñas estallaron en risas y abrazos.

"¡Bien por mi Luci! Por cierto..."- añadió con sonrisa perversa.- "Adivina quién me ha preguntado por ti esta mañana".

"¿Quién?"

"Joan"- Niña Lucía sonrió al oír ese nombre.

"¿Crees que debería llamarlo?"

"Niña, por lo nervioso que estaba, creo que deberías hacer algo más que llamarlo..."

"Ya, pero... ¿Dónde? No tengo pasta para nada..."

"Veniros a mi casa"

"¿A tu casa?"

"Sí, hoy está completamente vacía. Mi madre tiene turno doble".

Niña Lucía se mordió el labio inferior mientras pensaba en la casa de Ángela... Con la misma sonrisa perversa, sacó el móvil de su bolsillo y comenzó a teclear.

Dnd stas?

El móvil no tardó ni un minuto en volver a reclamar la atención de Niña Lucía con unos pitidos insistentes. Impacientes, Lucía y Ángela leyeron el SMS.

Stoi en ksa. Xq no as venido sta mañana? Dnd stas tú? Qdamos?

Las dos muchachitas se sonrieron pícaramente. Niña Lucía no tardó en responder.

T spero en l campello n 5 mnts. Vmos a ksa de angi.

"El Campello" era una cafetería cercana a casa de Ángela, y, por su cercanía con el instituto, muchas veces el lugar elegido por los chavales para reunirse. Hasta allí fueron Ángela y Lucía, caminando alegres y riendo, como dos colegialitas recién salidas del colegio.

II. La casa de Ángela

Cuando llegaron, Joan ya estaba esperándolas. Dentro, en una mesa, también habían otros compañeros de curso de los muchachos, que saludaron con algunas palabras de rigor y continuaron luego la conversación como si nada.

"¿Vamos?"- preguntó Niña Lucía.

"Vamos."- respondió Joan.

Ángela encabezaba la triple marcha con una sonrisa. Tras ella, podía oír hablar a la feliz parejita. Quizá luego ella llamara a Nacho. Sabía que jamás tendría la relación que parecía haber explotado entre Lucía y Joan, pero Nacho era el único en toda su vida que le había movido el corazoncito.

En esas estaba elucubrando la muchacha cuando notó la voz de Lucía susurrándole algo, muy bajito en el oído.

"Oye Ángela... ¿Podrías hacerme un favorcito? ¿Podrías...?"- El murmullo se apagó lentamente en un bisbiseo que sólo escucharon Ángela y Lucía.

"Está bien".- respondió Ángela con una sonrisa. A Joan le sorprendió el exaltado beso con el que Lucía agradeció a Ángela la respuesta a esa pregunta que él desconocía.

Poco a poco, ya habían llegado al portal de Ángela. Ella abrió la puerta y, tras subir las escaleras, hizo lo mismo con la puerta de su casa. Lucía y Joan entraron delante de Ángela que, sin decir nada, cerró la puerta quedándose ella fuera.

"¿Qué...?"- intentó preguntar Joan, pero no pudo decir nada más. Los labios de Lucía taponaron su boca y la lengua de la Niña se enredó a la suya negándole más palabras.

Aturdido por la sopresa inicial, Joan tardó unos segundos en devolverle el beso a Lucía. Casi lo entendía todo. Ya sabía lo que Lucía le había dicho a Ángela antes de llegar a su casa. Quería soledad para ellos dos. Ángela se la había dado y ahora les tocaba a ellos disfrutarla.

Lucía se despegó de Joan y se lanzó a la carrera por el pasillo. El chaval la siguió, fijos sus ojos en ese culo que le volvía loco. Niña Lucía se paró ante una puerta y, cuando Joan llegó a su altura, no pudo evitar la tentación de volver a besarlo, de querer bebérselo todo.

"Anda, entra aquí que ahora voy"- pudo balbucear, con la respiración acelerada, Lucía cuando se despegó de su chico.

Joan obedeció y entró en la habitación. Mientras, Lucía salió corriendo hacia la habitación de Ángela y se lanzó sobre la cama para frenar. Escarbó en el segundo cajón de la mesita de su amiga, abrió un estuche de CD's que había allí y cogió de dentro un par de condones que Ángela guardaba. Con ellos en la mano, volvió a la habitación donde Joan la esperaba, ya con la camiseta quitada.

"¿Alguna vez te he dicho que me encanta tu pecho?"- dijo Lucía, mirando el torso de su compañero y mordiéndose el labio con vicio.

"Y a mí los tuyos"- contestó Joan.

Al contrario de lo que creyó Joan, Niña Lucía se detuvo y lo miró con algo de enfado.

"Mentiroso"- increpó. Y ante la cara de sorpresa de Joan, continuó.- "No te pueden gustar mis tetas porque no tengo. No me mientas. No tengo tetas..."- su boca dibujó un mohín de reproche.

"¿Pero qué dices, mi niña?"- a Lucía se le revolvió el estómago al oír esas dos últimas palabras. Pero Joan se acercó, paso a paso, y, subiendo las dos manos de Lucía por encima de su cabeza, le quitó su camiseta, hasta que los dos tuvieron el torso desnudo.

"¿Ves?"- reprochó Lucía, observándose su torso plano.

"Pues a mí me encantan tus pechitos..."- y, en diciendo esto,se inclinó hasta que sus labios tomaron contacto con el pezón de Lucía.- "Me vuelven loco. Tan pequeñitos... tan sabrosos... ¿Te he dicho alguna vez que te saben los pezones a fresa?"- siguió Joan, rompiendo en mil pedazos alegres el enfado de Lucía.

"No me convences".- Lucía alargó demasiado esa última ese. El suspiro que le arrancaron los labios de Joan así lo exigió.

"¿De verdad?"- Joan se separó unos simples milímetros y, aún con su cabeza a la altura de los pechos de la muchacha, la miró a los ojos con perversión.

Joan, por sorpresa, levantó el liviano cuerpo de Niña Lucía y lo depositó con todo el cuidado sobre la cama. Desabrochó sus vaqueros y comenzó a quitárselos, mientras Lucía, los brazos en cruz, las manos aferrándose a las sábanas, soportaba que su chico le desnudara el sexo y las piernas.

Zapatillas, vaqueros, calcetines y braguitas acabaron siendo un montoncito en el suelo a los pies de la cama, mientras Joan se desnudaba también. Niña Lucía tenía la respiración acelerada, los colores se le subían a la piel... Cuando Joan acercó su boca al sexo casi lampiño de Lucía, ella simplemente susurró...

"Deja eso para luego. Vamos a por el primero que no aguanto".- Joan sonrió y se colocó uno de los condones que le había cogido a Lucía mientras le quitaba la camiseta. Cuando su verga estuvo encerrada en su prisión de goma, se subió a la cama con Niña Lucía y se introdujo entre sus piernas.

"¡Yish!"- masculló la joven cuando Joan la atravesó.

"¿Te he hecho daño?"- respondió él, deteniéndose momentáneamente.

La única respuesta que obtuvo de los labios de Lucía fue un apasionadísimo beso donde hasta los dientes de la quinceañera lpidieron su trozo de pastel, mordiendo los labios de Joan.

Las piernas de Lucía rodearon la cadera de Joan y empujaron al joven a reanudar su movimiento. Joan empezó el vaivén con velocidad, disfrutando de cada uno de los gemidos que le arrancaba a Lucía. Los pechos casi inexistentes de Lucía parecían hincharse y deshincharse al ritmo de las embestidas de su chico, acompasadas a su respiración agitada.

La pasión los rodeaba y se hacía uno con ellos. Con la mirada brillante de lujuria, se abrazó con brazos y piernas a Joan, inmovilizándolo momentáneamente, y rodó sobre sí misma para ponerse encima de su amante.

"¿Sigues diciendo que te gustan mis tetas?"- Decía Lucía, con la voz baja y ronca por el vicio, mientras empezaba a cabalgar sobre Joan como la más experta de las amazonas.

"Por supuesto"- gimió el chico, alargando sus manos y posándolas en el torso plano de Lucía, haciéndolas resbalar luego hasta los costados para que sus pulgares pudieran jugar con esos pezones convertidos en piedra viva.

Joan podía ver cómo su polla entraba y salía del coñito adolescente de Lucía. La imagen de la joven, tan puta, tan niña, cabalgando sobre su verga... supo que era una de esas imágenes que, afortunadamente, no iba a olvidar nunca.

"¿Seguro? ¿No te gustaría que tuviera las tetas de Ángela?"- preguntó Lucía, acelerando un poco sus movimientos, metiendo y sacando la polla de Joan de su coñito juvenil.

"No"- Joan no podía contestar con frases mucho más largas. El sensual y sexual movimiento de Lucía hacía que la poca sangre que le quedaba en la cabeza se fuera a reforzar la que le endurecía esa verga que buceaba las entrañas de la quinceañera.

"¿Estás seguro? ¿No te gustaría tener esas tetas enormes en tus manos? ¿Meter tu polla entre ellas, poder amasar algo más que costillas? ¿No te gustaría follarte a Ángela?"- a cada segundo, tanto los movimientos como la voz de Lucía ganaban más en perversión, así como el gesto vicioso de la niña.

Joan, que sentía encenderse a Lucía tanto o más que él mismo, miraba a su chica y no podía comprender cómo podía un rostro tan inocente como el de la joven Lucía mostrar tanta lascivia. Sabía lo que tenía que decir. Sabía dónde quería llegar Lucía y, aunque el camino no fuera el más seguro para él, su destino era el mismo...

"Sí".- gruñó placenteramente el joven.

"¿Sí qué? ¡Dímelo, cabrón, dímelo!"- sonreía Niña Lucía, sin dejar de cabalgar a Joan, una y otra vez adelante y atrás, sintiendo cómo su clítoris frotaba con el pubis de su joven partenaire.

"Sí me gustan las tetas de Ángela... Me gustaría comérselas, lamérselas, morderle los pezones... Me gustaría ver cómo le tiemblan"- masculló Joan, semi incorporándose y buscando son su boca los pezones de Lucía, como si en verdad, el imaginarse los de Ángela le hubiera abierto el apetito de pezón.

"Eres un cabrón. Un cerdo cabrón..."- Las palabras de Niña Lucía estaban anegadas de vicio, casi tanto como la sonrisa victoriosa que mostraba.

"Y tu eres una putita... Te gustaría que me follara a tu amiga. ¿Verdad?".

"No. No es verdad".- Lucía cerraba los ojos, se sentía muy caliente. Ángela y Joan. Joan y Ángela...

"¿Segura?".

"Sí".- A Lucía la respiración le jugó una mala pasada. Hiperventilación, piel ardiendo, gemidos cada vez más altos... sabía lo que venía a continuación. Y esa escena que le había venido a la mente era tan... "poco recomendable" que...

"¿Sí qué?"

"Me gustaría. Me gustaría..."- Las palabras se le aturullaban a Lucía. El orgasmo se había comenzado a desencadenar.- "Me gustaría que te la follases. Sí... cabrón. Eres un cabrón y me gustaría que te la tirasas, cabrón, cabrón... ¡Cabronazo!".- El grito se escuchó en toda la casa. Fue un clímax rompedor. Un instante en que Lucía perdió el control de todo su cuerpo, convulsionándose como una posesa, gritando esa palabra en el cuarto, corriéndose como nunca...

Las contracciones de su sexo en medio del clímax fueron suficientes para llevar a Joan a sus mismos prados, y con un gruñido, descargó toda su materia en el condón que protegía a Niña Lucía. Con un último gritito, Niña Lucía se dejó caer sobre Joan.

"¡Qué polvazo!"- murmuró la quinceañera, desencajada por la lujuria cumplida.

"Lo mismo digo"

III. Ángela.

Pasaron algunos minutos abrazados. Lucía no podía dejar de mirar el cuerpo de Joan. Le encantaba. Se levantó y se puso en medio de la habitación, de espaldas a su chico. Luego, se fue inclinando poco a poco, mostrando cada vez más su culito respingón.

"¿Qué haces?"- rió el joven.

"¿Te gusta mi culo?"- sonrió ella.

"Me encanta."

"¿Qué darías por poder follármelo?"- Joan se atragantó con su propia saliva, haciendo que Lucía comenzara a reírse burlonamente. ¿Habría oído bien? ¿"Atravesar" el culo de Lucía? Tentado estuvo de pellizcarse para cerciorarse de que no estaba soñando. Sin embargo, oyeron una puerta cerrarse dentro de la casa y la conversación quedó colgada entre los dos.

"Debe ser Ángela"- dijo Lucía, no sabe si para tranquilizar a Joan o a ella misma.

Se vistieron con rapidez. Una vez vestidos, Niña Lucía salió al salón de la casa, mientras Joan se quedaba rehaciendo la cama deshecha. Ángela estaba sentada en el sofá.

"¿Llevas mucho tiempo aquí?"- preguntó, algo intranquila, Lucía.

"No, acabo de llegar ahora mismo... no sabía a donde ir y pensé que ya habríais acabado."- Ángela ni siquiera se giraba para hablar con su amiga.- "Y veo que tenía razón..."

"Ya. Sí, hemos acabado. No veas la que me ha armado..."

Ángela rió la frase de su amiga...

"Bueno, Luci... ¿Qué vamos a hacer ahora?"

Lucía se sentó en el sofá, justo al lado de su amiga. Quiso aparentar que no se había dado cuenta del rubor que le cubría las mejillas a Ángela.

"No sé... ¿Qué te apetece? ¿Un cine?"

"Mejor que no."

Niña Lucía observó a su amiga. Ángela no quería separar sus ojos de la tele. ¿Por qué no? ¿Por qué no intentarlo? Niña Lucía pensó un poco... Una semana antes, era una niña más, que lo único que sabía del sexo partía de una abominación. Ahora, se había convertido en una amante de primer orden para uno de los chicos más atractivos de su curso y, seguramente, también uno de los más cariñosos. Había pasado una noche estupenda entre los pechos de su mejor amiga, con todo lo que eso conllevaba, y acababa de utilizar como un pañuelo a su propio tío. "Cada vez voy a más", pensó.

"Oye, Ángela..."- musitó, con algo de miedo, Niña Lucía...

"¿Sí?"- Ángela no quería ni girarse para mirar a su amiga.

"No, nada, ¿Qué estás viendo?"

"Una serie... SMS"

"Ah, bien..."

"Hola, chicas".- murmuró Joan, saliendo de la habitación y sentándose al lado de Lucía.

"Hola, Joan... ¿Has estado entretenido?"- preguntó sonriendo Ángela.

"Mucho".- respondío él, azorado.- "¿Qué estáis viendo?"

"¡SMS!"- gritaron las dos.

Allí quedaron los tres, riendo en medio del comedor.