Niña Lucía (Recreo)
¿Qué se podía hacer en los baños de un instituto en el tiempo que dura un recreo? Claro eso.
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El día del cumpleaños acabó, y llegó nuevamente el lunes con su rutina pegada a la espalda. Joan y Lucía intercambiaban miradas cómplices en clase, mientras el profesor hablaba de algún escritor que el tiempo se habrá encargado de hacer olvidar.
Pero sonó el timbre que marcaba el fin de la clase. Un suspiro de alivio generalizado invadió a los alumnos que, liberados de la charla eterna del profesor, dejaron caer los libros y buscaron al compañero para hablar de lo que realmente les importaba.
Sin embargo, tanto Ángela como Joan sólo encontraron una silla vacía.
Niña Lucía ya no estaba.
I. En el tiempo de un recreo. PX
Joan salió, confuso, de la clase. Hacía sólo cinco segundos, Niña Lucía estaba allí sentada, junto a Ángela, y ahora se había esfumado. Comenzó a avanzar por el pasillo esperando encontrar a su chica, pero al pasar por delante de los baños de chicos, la puerta se abrió y una mano lo estiró hacia dentro.
El beso lo tomó por sorpresa. Pero reconoció al momento el tacto de esos labios y respondió con labios y lengua. Al separarse, se encontró con la brillante mirada verde de Niña Lucía mientras la muchacha sonreía.
Lo empujó hacia uno de los cubículos de los inodoros y, entrando tras él, se giró para cerrar la puerta con pestillo.
"Tenemos muy poco tiempo "- le ronqueó la voz de excitación a Niña Lucía, un segundo, sólo un segundo antes de lanzarse a quitarle la camiseta a Joan.
El joven reaccionó desabrochando la falda vaquera de Niña Lucía, que llegaba poco más arriba de las rodillas, el decoro del colegio así lo exigía. Voló la camiseta que acabó sobre la tapa del váter, cayó en vuelo leve la faldilla. La camiseta de Lucía y el pantalón de Joan no tardaron en seguirle el camino a sus semejantes.
El diminuto cubículo era un vendaval donde empezaban a olerse el sudor y la excitación. Niña Lucía se agachó y bajó hasta las rodillas los slips de Joan. La verga, confusa y morcillona, no se decidía a empalmarse del todo. Niña Lucía, arrodillada, sólo sonrió.
Se metió el colgante badajo en la boca, y unos leves juegos con la lengua le bastaron para que la polla de Joan respondiera y empezara a endurecerse.
"Vaya... cinco minutos de recreo y ya estás duro tal vez sí que nos dé tiempo "- musitó Niña Lucía, mirando el reloj de pulsera de Joan y empujando a su chico hasta que acabó sentado sobre su camiseta, encima del inodoro.
Niña Lucía se adelantó, poniendo una pierna a cada lado de Joan, mientras la verga erecta de éste no decaía a causa del excitante paisaje que se ofrecía ante ella. Vistos desde abajo, los ojos de Niña Lucía eran aún más hermosos, más grandes y verdes parecían.
La pequeña rubia se apartó a un lado las braguitas y descendió, dirigiendo la polla de Joan hacia su sexo. ¿Qué se podía hacer en los baños de un instituto en el tiempo que dura un recreo? Claro eso.
La humedad del coño de Lucía abrazó la verga joven de Joan. Suspiró ella y suspiró él. Se besaron con pasión, casi visceralmente mientras Lucía comenzaba el movimiento de sus caderas sobre Joan.
Las lenguas se mojaron mutuamente. Se le escapó a Lucía el primer gemido. Oyeron abrirse la puerta de los baños, no importaba, siguieron el movimiento, tratando de ser silenciosos. Con el pie, Niña Lucía levantó del suelo su falda para que no la pudieran ver y la colgó luego del pestillo.
"¡Hostia, nano! ¿Viste ayer lo de "Smackdown"? ¡Qué grande el Batista, nano! ¡Invencible!"
Mientras los chavales hablaban de lucha libre, otra lucha, menos libre por la premura del tiempo, pero siempre más placentera, tenía lugar a escasos metros de ellos, en uno de los cubículos del baño.
"¿Te pone esto, cabronazo?"- la voz de Lucía era un murmullo de excitación desgarrado, lo suficientemente baja para que sólo la escuchara Joan, cuya oreja era devorada por los labios de Lucía en lascivos lengüetazos.- "¿Te pone? Porque a mí me pone, y mucho, cabrón me pone hah "
Los gemidos se sucedían y Lucía los apagaba en el cuello de Joan. La puerta se abrió nuevamente y las voces extrañas se perdieron. Los movimientos de caderas se hicieron entonces más rápidos y violentos. El coño de Lucía deslizaba sobre casi toda la verga de Joan antes de volver a juntar pelvis.
"Córrete, cabrón córrete "- ronqueaba la joven.
Joan, que tras casi quince minutos de intenso movimiento se veía sobre el filo de la placentera navaja, no pudo evitar obedecer a su chica.
Sonó el timbre, se corrió Joan, gritó Lucía, todo en el mismo momento.
"Joder, Luci he he de "- balbució Joan, tras su orgasmo.
"No digas nada. Vamos a clase."
Se vistieron a la carrera, Joan salió primero y cuando ya no quedaba nadie en el pasillo, tocó a la puerta del baño. Salió entonces Niña Lucía, con la sonrisa pícara y satisfecha del amor bien hecho y los dos juntos volvieron a clase. Nunca se arrepentirían de haber llegado tarde a francés.