Niña Lucía (Poesía)
Y no estabas allí para salvar mis muslos de sus dientes, mis pechos de sus garras, mis besos de sus fauces... mi sexo de su sexo.
Continuación de:
¿Por qué lloras, pequeña?- dijo el taxista, escrutando a Niña Lucía por el retrovisor.
Por nada lléveme a Tirso de Molina.- sollozó la jovencita, tratando de recomponerse.
Mira, chiquita es mejor que te deshagas de ello, no te lo guardes - dijo el taxista arrancando.- Mira, cuando llegues a casa lo escribes todo, simplemente para desahogarte, es una buena terapia así empezaron muchos poetas.- Sonrió el hombre repiqueteando con los dedos sobre un librito que tenía en el salpicadero.- ¿Te gusta la poesía?
Sí - de pronto, a Lucía se le olvidaron sus penas aquél hombre bajito y regordete con voz suave le hablaba de poesía.
Toma, llévatelo.- dijo el taxista, entregándole el pequeño libro de poemas.- Lo escribí yo.- y le guiñó un ojo.
Tras dejarla a pocos metros de su casa, el taxista rehusó cobrarle y se perdió con su coche por la inmensa avenida, como un caballero marchándose campo a través con su blanco corcel.
Niña Lucía subió a su casa, sigilosamente (pues sus padres ya debían haber vuelto) se deslizó hacia su habitación y comenzó a leer las poesías de aquél taxista bajito y regordete.
Arcoíris de licor, Bruma de besos pasados, pechos de luna y plata sus palabras eran hermosas e inspiradoras. Niña Lucía sintió que una pùerta en su corazón se abría y pasó por ella. Pensó en Joan como nunca había pensado en nadie, cogió un lápiz y un papel y comenzó su primer poema.
Escribo con la sangre de una pena,
Y sólo pinto una lluvia de porqués en tu ausencia.
¿Por qué? ¿Por qué me abandonaste cuando estaba sola
Y soñando con princesas azules?
¿Por qué no viniste a rescatarme
Con tu espada valiente, a lomos de un blanco corcel?
¿Por qué tuve miedo y no estaban tus brazos
De fuerte caballero para acunarme?
Me dejaste sola, en medio del camino,
A merced de lobos vestidos de dioses,
En una bruma de eslógans capaces
De hacerme sonrojar.
Me dejaste sola, en medio del camino,
A merced de lobos disfrazados de humanos,
Y no estabas allí
Para salvar mis muslos de sus dientes,
Mis pechos de sus garras, mis besos de sus fauces,
Mi sexo de su sexo.
Y no estabas allí
Para evitar que te olvidara
Y ensuciara mis labios con otro cuerpo,
Que mis manos orquestaran palabras diferentes
A las que te han hecho famoso
En la leyenda de mi piel.
¿Dónde estabas
Cuando yo pensaba en ti
Con mi lengua entre otros dientes?
¿Dónde estabas
Cuando pensé que me odiarías
Si por el agujero abierto de mi cuerpo
Tuvieras viste libre?
¿Querías, tal vez, hacerme pensar
Que tú tenías que ver, que no toda la culpa era mía?
No lo conseguiste.
Niña Lucía terminó de escribir y parpadeó. Necesitó unos segundos para reencontrarse en el mundo real. Hacía sólo unos segundos había volado por encima d todo y se había trasportado a otro mundo mientras su mano escribía. Pero esa sensación. Confusa pero satisfecha, como si hubiera conseguido quitarse una carga de encima, su corazón le latía acelerado recordó que la última vez que se sintió así fue tras el orgasmo que Luis le había causado.
Luis lo recordó y luego recordó a Joan. Cogió su móvil. El reloj coloreaba un 3:52 sobre el fondo de la pantalla. Niña Lucía inspiró profundamente.
A las 4:23, Luis recibió un mensaje:
Soi Luci. Kiero vrte. Mñn a las 5 n l parque.
Desnudo en su cama, Luis leyó el mensaje y sonrió.
Desnuda en su cama, Niña Lucía pensó en Luis y sonrió. Sus ojos centelleaban en la noche antes de que los cerrara para dormirse.