Niña Lucía (La Venganza)
¿Cómo había sido tan tonta? Se preguntaba Niña Lucía. ¿Cómo había cometido ése error que le había dado ese mal giro a su venganza?
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Ángela y Lucía salieron a la calle juntas. El sol de la mañana abrazó a las dos jóvenes, que sonreían y bromeaban. Poco a poco, fueron llegando a la puerta de casa de Lucía. Entraron al portal
"¿Subo contigo?"
"No, Angie. No voy a tardar nada. Es simplemente cambiarme y bajo, no te preocupes."
"No sé..."- susurró Ángela, mientras Lucía subía por las escaleras. Niña Lucía, que lo oyó, bajó rápidamente y, sonriendo, se acercó de nuevo a su amiga.
"Tranquila."- le dijo, justo antes de darle un tierno beso en los labios.
Las dos muchachas rieron y Niña Lucía subió sola por las escaleras.
Niña Lucía intentó tranquilizarse antes de entrar en su casa. Su mente empezaba a forjar el plan, la venganza que la resarciría del dolor y las humillaciones. Abrió la puerta y entró en casa. La televisión estaba prendida, y Niña Lucía se acercó al comedor. Una figura sentada ante el televisor, de espaldas a ella, era la única presencia en la casa.
I. El error
"Así que ya has llegado."- le dijo, sin girarse, su tío Rodrigo.
"Sí. Pero me voy enseguida. Ángela me está esperando en el portal. Sólo he venido a cambiarme."- dijo, con profundo desprecio hacia su interlocutor, Niña Lucía.
"¿Y por qué no te pones esta camiseta, Niña Lucía?"- le preguntó él, sin siquiera voltear la cabeza, y mostrando un pequeño top negro, manchado de...
"¿De dónde has sacado eso?"- gritó la joven.
"Mi niña... No deberías dejar estas cosas tiradas en el baño... ¿Qué pasaría si tus padres lo hubieran visto? No, no, no..."- El hombre rió estruendosamente, y, por fin, se giró, enfrentando su mirada con la de su sobrina.
"¡Devuélvemelo!"- berreó la quinceañera.
"Vamos... preciosa... ¿Quién es tu amiguito, eh? ¿Quién es el afortunado que se ha podido correr sobre mi Niña Lucía?"- preguntó socarronamente, señalando las manchas de semen que llevaban allí desde que Niña Lucía le mamara la polla a Joan.
"NO SOY TU NIÑA LUCÍA! ¡NO SOY DE NADIE!"- presa de la rabia, se abalanzó hacia su tío, en el afán de recuperar aquella prenda manchada de la sustancia del único hombre al que podía decirse que amaba.
Niña Lucía saltó al sofá dispuesta a golpear a y con lo que fuera, pero se encontró con un hombre fuerte, más fuerte de lo que ella creía. No tardó en quedar inmovilizada bajo su tío.
" Sigues siendo preciosa, mi niña."- musitó el hombre, mirando a su sobrina con una sonrisa de lobo feroz.
"Déjame. Por favor. Déjame..."- Niña Lucía empezó a llorar, recordó aquél verano hace cuatro años. Se sentía tan niña como entonces. Una niña boba. Boba por olvidarse de la camiseta. Boba por haber caído de nuevo en las garras de su tío. Había sido un error dejarla allí tirada. Un grave error que, quizá, le iba a costar más caro de lo que jamás temió.
"¿Qué pasaría si le entregara la camiseta a tus papás?"- siguió su tío Rodrigo con soniquete perverso.
"No. Por favor. No lo hagas..."
"¿Y qué gano a cambio?"- En esa postura, con los brazos de Niña Lucía inmovilizados por sus propias manos, y su cuerpo aprisionándola de cintura para abajo, Rodrigo paseó su vista por el torso niño de su pequeña sobrina.
El mundo de Niña Lucía se vino abajo. "Otra vez no" pensó. La venganza, todo el plan que había ideado se rompió en ese instante. Lo fácil se acababa de convertir en inviable. Ya no era ella quien dominaba la situación. Y todo, por culpa de él. No podía ser. ¿Por qué todo le era tan difícil? ¿Por qué el destino parecía sonreír siempre al más hijo de puta?
Niña Lucía rompió a llorar sin consuelo. Su felicidad se deshacía. Su sonrisa amenazaba con no volver a surgir en mucho tiempo.
"Vamos, mi niña. No llores..."- susurró tiernamente Tío Rodrigo.- "si te va a gustar. Eres igualita que tu madre."
Aquella confesión golpeó la claridad de Niña Lucía.
"¿Mi... madre?"
"Claro. Tú y ella sóis iguales. Os encanta el sexo. Y no tiene nada de malo. Pero vosotras siempre queréis más, y más. No os conformáis con lo que tenéis y siempre queréis ir más lejos. Siempre más lejos."- añadió, sin modificar la sonrisa.
"¡Qué sabrás tú de mi madre! ¿Qué coño sabrás tú de mí?"- gritó la joven.
" Más de lo que te imaginas."- respondió, soltando a su sobrina y liberándola de la prisión que hacía su cuerpo.- "Esta noche deja la puerta de tu habitación abierta. Después te daré tu camiseta"- añadió, a modo de advertencia, aunque su tono hiciera que sonase más como amenaza.
"S... sí."- sollozó la pobre muchacha, resignándose a su mala suerte.
"Bien... buena niña..."- rumió Rodrigo.- "Puedes irte. ¡Ah, sí! Tus padres han dicho que querían hablar contigo. Te esperan en el bar."
Niña Lucía, aún sollozando, se fue hacia su habitación, derrotada por completo. No se atrevía siquiera a levantar la mirada del suelo.
Entró en su cuarto y cerró la puerta. Abrió los cajones y escogió las primeras prendas que encontró. Comenzó a desnudarse para cambiarse la ropa. Intentaba no pensar, no imaginarse lo que le esperaba de ahí en adelante. El sonido de su puerta abriéndose la sacó de sus ensoñaciones. Dejó de desvestirse al momento.
"¿Por qué te paras? Quiero ver cómo te cambias. ¡Madre mía cómo voy a disfrutar con ese culito!"- exclamó, clavando su mirada en la curva que hacía la ropa sobre las nalgas de Lucía.
"No."
"¿Cómo que no? ¿Acaso quieres...?"
"¡BASTA!"- chilló la joven.- "Voy a aceptar lo de esta noche. Pero nada más ¿Me oyes? ¡NADA MÁS!"- la voz de Niña Lucía había tomado una determinación inusual en ella.- "¡FUERA DE AQUÍ!"
"Cada vez te pareces más a tu madre..."- sonrió el hombre.
"Y como vuelvas a mentar a mi madre te prometo que te acordarás de mí. ¡TE LO JURO!"
Rodrigo salió de la habitación y se sentó en el sofá. Cuando, menos de un minuto después, oyó a Niña Lucía salir de la casa como un vendaval, con un portazo que hizo temblar los cuadros, se sintió tan satisfecho que se maldijo no tener una botella de whisky para premiarse con un trago.
Lucía hizo acopio de todas sus fuerzas para aparentar normalidad ante Ángela. Dijo que tenía que hablar con sus padres, que seguramente estaban cabreados y que no podría salir esa tarde, que lo sentía mucho y que otra vez sería. Algo contrariada, Ángela asintió y se volvió a su casa. Lucía, por su parte, sola, casi sollozando, se fue hacia el bar de sus progenitores.
La bronca no fue muy estricta. Cuando Niña Lucía confesó que había pasado la noche con Ángela, sus padres se calmaron. "No vuelvas a enviar un mensaje de esos", "Como vuelvas a poner 'con un amigo' sólo por travesura te enterarás", "Ten cuidado y vete a casa"... Niña Lucía asintió y emprendió el camino de vuelta mientras sus padres seguían atendiendo el negocio.
La pobre muchacha temblaba de arriba abajo al enfrentarse de nuevo a la puerta de su casa. ¿Por qué hacía todo esto? ¿Por qué no denunciaba a su tío y olvidaba sus problemas? ¿Cuál era la razón de ese extraño influjo que parecía tener Rodrigo sobre ella? Quizá, era mejor no pensar en ello. Su tío le había dicho que iba a ser sólo esa noche. Tendría que aguantar sólo una noche más y su tío la dejaría. Ella sabía que no iba a ser así, que estaba dominada de por vida, pero quería seguir manteniendo la ilusión.
II. Una noche con Rodrigo. PX.
Lucía volvió a entrar en su casa, iba a encerrarse en su habitación todo el día para escapar de la lascivia de su tío, pero se dio cuenta que no estaba allí. Casi saltó de alegría al verse sola.
El día pasó lento y temible para Niña Lucía. Le asustaba que, de un momento a otro, su tío entrara por la puertta y la obligara a darle un "anticipo" de lo que suponía iba a ser esa noche. Pero, afortunadamente, su tío llegó acompañado de sus padres. "Mejor", pensó Lucía, "así no se atreverá a nada". Pero la noche cayó, y los padres de Lucía mandaron a la niña a su cama, a pesar de las peticiones de su hija.
Niña Lucía se metió entristecida en su cuarto, y decidió ponerse el pijama más feo que tuviera, para no darle ningún gusto más del necesario a su tío. Desechó uno de ositos por infantil (y bien sabía Niña Lucía que si su tío se encaprichaba con ella era por su aspecto infantil, así que no quiso hacer nada por acentuarlo) y cogió uno azul celeste sin dibujos. Triste, como estaba ella.
Los minutos pasaban angustiosamente lentos con Lucía encima de la cama. Se le venía encima lo inevitable y, pese a sus ganas de huir de ello, el miedo la paralizaba. Sin poder evitarlo, comenzó a llorar. Así se la encontró Rodrigo cuando, de noche bien entrada, entró en la habitación de su sobrina.
"¿Por qué lloras, mi niña? Mira, he traído tu camiseta."
"Vete a la mierda."- sollozó la joven, y se tapó la cara con las manos.
"Tranquila, mi niña".- susurraba Tío Rodrigo en la penumbra, mientras se sentaba en la cama, junto a Lucía.- "Ahora va a ser muy distinto, te lo prometo".
La suavidad de sus palabras no podía empañar todo el mal que le había hecho a Niña Lucía su tío Rodrigo. Ella sólo miró al otro lado mientras su tío Rodrigo intentaba convencerla con palabras dulces y amagos de caricias sobre las sábanas.
"Va a cambiar..."- seguía su tío, corriendo la cortina para poder ver mejor a su sobrina a la luz de la Luna.- "Voy a empezar por dejártelo claro, mi niña... mi dulce Niña Lucía"...
¿Cómo había sido tan tonta? Se preguntaba Niña Lucía. ¿Cómo había cometido ése error que le había dado ese mal giro a su venganza?
Lucía seguía sin querer mirar a su tío. Mantenía su vista fija en la lámpara de la mesita y se negaba a mirar a ese hombre que tanto daño le había hecho. No quiso mirarlo cuando él retiró las sábanas, disfrutando de descubrir lentamente el cuerpo de su sobrina quinceañera. Tampoco quiso mirarlo cuando sus manos se apoderaron del elástico de la cintura del pantalón del pijama. Y mucho menos, cuando empezó a bajárselos con macabra y perversa lentitud.
Niña Lucía sollozaba e hipaba. Se sentía tan indefensa... A los pantalones le acompañaron sus braguitas, hasta que su sexo emergió dulce y desnudo, tapado parcialmente por el faldón de la camisa del pijama, faldón que su tío no dudó en plegar hacia arriba hasta que pudo ver bien el sexo de Lucía.
La erección de Rodrigo era descomunal y dolía en sus pantalones. Sin embargo, sabía que si quería conseguir algo de cooperación, tendría que hacer gala de sus habilidades amatorias. Pero le costaba mucho concentrarse ante ese coñito adolescente. Ese coñito que poseía un pequeño triángulo de vello que oscurecía arriba de la tierna rajita de Niña Lucía.
Rodrigo le abrió las piernas a Lucía y ella, con la vista perdida y bañada en lágrimas, se dejó hacer. Esperaba la dura intrusión, gemela de la que la desvirgó brutalmente, pero la sorpresa la envolvió cuando sintió la lengua de su tío abrirse paso entre sus labios mayores. Abrió los ojos y dejó de llorar momentáneamente. La confusión la azoraba... ¿Qué hacía su tío? "Como si no lo supiera", se contestó ella misma. "pero... ¿Por qué? ¿por qué no se conforma con violarme como hace cuatro años? ¿Por qué quiere que disfrute?". Entonces, recordó. "Todo va a cambiar...". Quizá ésa era la muestra del cambio, de que todo iba a cambiar. Quizá, entre tanto deseo innoble, su tío comenzaba a amarla.
Pero él la estaba chantajeando. Tenía la camiseta, manchada del semen de Joan y amenazaba con dársela a sus padres si no se plegaba a sus deseos. Eso era chantaje. Por mucho que sus deseos fueran lamerle la rajita, besarle el clítoris, acariciarle el coño...
A Lucía se le escapó un suspiro. No pudo evitarlo. Se estaba excitando. Los labios, la lengua de su tío, posicionado entre sus piernas, eran demasiado expertos como para permanecer impasible.
"Venga, cielo... córrete, mi niña..."- le susurró Rodrigo.
Eso era lo que él quería. Que ella se corriera. Él quería que no lo recordase sólo por dolor. Él quería darla placer. "Jamás". Pensó ella. No iba a conseguirlo. No iba a hacerla correrse, si hacerlo desistir era una derrota, Niña Lucía iba a derrotarlo.
Cerró los ojos e intentó pensar en algo lejos, muy lejos de allí, mientras su tío Rodrigo empezaba a acariciar su rajita con la yema de los dedos. Un escalofrío recorrió a Niña Lucía. La estaba encendiendo. "no, no, no... no pedo dejarlo". Y miró más fijamente la lámpara mientras su tío lengüeteaba en su clítoris. "Piensa en algo, Lucía... piensa en algo que no sean esos labios en tu coño"- se decía a sí misma.- "Piensa que él no está ahí. Que no está acariciándote el coño con suavidad. Que no te esta gustando..."
Pero no podía. Se le colaban murmullos placenteros por la garganta. Se le aceleró la respiración, se excitó de modo más visible y trató de cerrar las piernas. Pero Rodrigo estaba muy bien situado y no la dejó. Al contrario, se apresuró a lamer el clítoris mientras dos de sus dedos se colaban, falange a falange, en el sexo de Niña Lucía.
"No puede ser. No puedo dejarlo". Pensaba ella, pero sin convencimiento. Sabía que esa lengua estaba echando abajo sus defensas, que esos dedos la estaban dominando, ya no con la fuerza, ya no con la bestialidad de años atrás, ahora con suavidad, con placer...
Algo parecido a un gemido sonó en boca de Lucía y con él, se olvidó de todo. Hundió sus manos en la cabellera de su tío, empujándolo más hacia su sexo. Mientras, la lengua de él no le daba respiro al clítoris, y sus dedos se entretenían en su interior, buscando (y encontrando) el tan ansiado punto G, lo que arrancaba a Niña Lucía una suerte de pequeños orgasmos que no pasaban de un espasmo y un gritito.
"Te está gustando, ¿Verdad? Te gusta que tu tío te coma el coño".- blasfemaba Rodrigo, separando su cara unos milímetros del pubis de Niña Lucía, mientras una de sus manos se internaba bajo la camisa de su sobrina y acariciaba el torso de pechos niños, aunque con pezones abultados.
Y Niña Lucía no respondía. Sólo ronroneaba. Le gustaba. Y le gustaba mucho. Y le gustaba tanto que no podía evitar arquearse de placer, y mover su pelvis al ritmo de los dedos de Rodrigo...
"Me estoy muriendo" imaginaba Lucía. "Me vuelvo loca y me muero, no aguanto..."
Y su tío no paraba. Lamía, jugaba, penetraba el sexo adolescente con verdadera dedicación. Y a Lucía se le atravesaban los gritos en la garganta. Placer. No quería gritar. No. No quería correrse. Tenía que derrotarlo, tenía que...
El orgasmo fue potente, denso, lento y absolutamente demoledor. Niña Lucía se tuvo que tapar la boca con las dos manos, mientras su pelvis enloquecía arriba ya abajo y los ojos se le quedaban en blanco. Al final, se quedó arqueada, con la cintura a centímetros del suelo y la boca de su tío aún pegada a su coño.
"Sabes muy bien, sobrinita."- dijo su tío Rodrigo, relamiéndose los labios, mientras Niña Lucía intentaba recuperarse del clímax con pequeños gemiditos, calmándose poco a poco...
"Y bueno, sabes lo que viene ahora. ¿No?"- dijo Rodrigo, aún con la camiseta de Lucía en la mano, mientras se quitaba los pantalones y los calzoncillos, quedándose con calcetines y zapatos.
"Claro".- Lucía sonreía. Y su sonrisa era... perversa.- "Ahora viene cuando te joden, hijo de puta"
"¿Cómo?"- se sorprendió su tío.
"¡¡¡IIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!"
III. Venganza
El grito de Niña Lucía resonó en todo el edificio. Sus padres se despertaron al instante y corrieron hacia el cuarto de su hija.
"¿Pero qué coño?"- gritó el padre de Lucía cuando encendió la luz y vio la escena. Su hija, y su hermano, desnudos de cintura para abajo, ella sentada en la cama, gritando; él con una camiseta sucia de ella en la mano.
"Me desperté... tenía mi camiseta en las manos... se estaba masturbando... me quitó los pantalones y las braguitas mientras dormía..."- sollozaba Lucía, con el semblante asustado, hecha un mar de lágrimas.
"¡HIJO DE PUTA!"- exclamó el padre, yéndose directamente hacia su hermano.
"Jorge, no es..."- Rodrigo no pudo decir más. Un puñetazo lo envió al suelo, y, una vez allí, una patada en sus partes desnudas, le hizo soltar un grito que podría haber competido con el de Niña Lucía.
Como pudo, se levantó y, empujando a su hermano a un lado y cogiendo en su carrera los pantalones, salió de la casa a la carrera.
"Lo mato"- gruñó Jorge, lanzándose tras el violador de su hija.
"¿Qué ha pasado Lucía?"- preguntó angustiada su madre, abrazando sobre la cama a su hija.
"Me desperté y él... me estaba quitando los pantalones y las bragas y tenía una camiseta mía en la mano, tenía su... mamá, abrázame..."- gimoteaba llorosa Niña Lucía, hundiéndose en los reconfortantes pechos maternos. A Lucía le recordaron a los de Ángela.
"Mierda."- tras unos minutos, el padre volvió.
"¿Dónde está?"- preguntaron, casi al unísono, madre e hija.
"Lo he perdido. Pero se va a cagar ese hijo de puta."- Sin pensarlo, Jorge fue a su cuarto y cogió su móvil.- "¿Si? ¿Policía? Tengo noticias sobre Rodrigo Del Solar. Es fugitivo desde el año 2004. Manden una patrulla a..."
Niña Lucía no pudo escuchar nada más. Su madre cerró la puerta y volvió hacia su hija.
"Toma, Lucía, vístete".- dijo su madre, extendiéndole el pantalón del pijama que había por el suelo.- "¿Te ha hecho algo? ¿Te ha tocado? ¿Te ha penetrado?"- reclamaba angustiosa la mujer.
"No, mamá. Desperté cuando me desnudaba..."- respondió, aún entre hipidos y lágrimas, Lucía.- "Oye mamá..."
"¿Sí?"
"Nada. Abrázame."- cambió de idea Niña Lucía.
Allí quedaron, madre e hija, abrazadas en medio de la noche.