Niña Lucía (Kaa)

Un murmullo de placer se escapó de los labios de Niña Lucía, el calor y la textura de la piel escamosa de Kaa traían nuevas sensaciones a su sexo.

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Un escueto cristal era lo único que los separaba. A un lado, Lucía, rodeada de gente vestida de negro, sonreía sin que nadie la viera. Al otro lado, un ataúd, un cuerpo sin vida, una cara conocida.

Niña Lucía amplió su sonrisa y le dirigió a su tío Rodrigo un último y furtivo beso irónico.

"Que te pudras en el infierno, cabrón."- susurró para sí misma, sin que nadie la oyera.

Luego, salió fuera del tanatorio y, mientras se encendía un cigarrillo, comenzó a recordar.

I. El fin de Rodrigo

Cuando Natalia entró en el baño del local y la descubrió agazapada en un rincón, se lanzó a abrazarla. Sabía que algo había ido mal.

"¿Qué ha pasado, Luci? ¿Qué te han hecho?"

Pero Niña Lucía no podía hablar, temblaba sin control y su vista estaba perdida. Natalia la sacó del bar tras pagar las consumiciones y la llevó hasta su motocicleta, abrazándola durante todo el camino.

"¿Qué ha pasado? Cuéntamelo…"

"Ese… ese… ese hijoputa…"- sollozaba la pequeña adolescente.

"¿El hombre de los ojos grises?"

Niña Lucía asintió. Lo que dijo a continuación supuso un golpe para Natalia.

"Es mi tío… me… me violó con once años y ahora lo ha vuelto a hacer…"

"¿¿QUÉ??"


Natalia llevó a Niña Lucía a descansar a la Casa de las Chicas. Por el camino, obligó a la pequeña rubia a contarle todo. Luego llamó a una enfermera que conocía para que le hiciera un reconocimiento.

"Tiene un leve desgarro anal, sanará en un par de días a lo sumo… Si encontráis al cabrón que le ha hecho eso, haced que lo pague. Hay que ser desalmado…"

Nuevamente solas, la veterana se acercó a la pequeña rubia y preguntó:

"¿Cómo se llama? Dime lo que sepas de él… todo… Ese hijo de perra no sabe con quién se ha metido. Luego ya nos ocuparemos de hundir a García-Trabas."

"Se… se llama Rodrigo del Solar… está… está buscado también por la policía. Es una historia muy larga. Tuvo que salir corriendo de mi casa medio desnudo, con los pantalones en la mano… ahora sólo ha hecho que devolverme lo que le hice… la… la culpa es mía…"

"¡NUNCA!"

El repentino grito de Natalia sobresaltó a la adolescente de pechos niños, que la miró asustada.

"Nunca, Lucía, nunca pienses que es culpa tuya el que un cabrón te viole. Entiéndeme. Nunca es culpa tuya. La culpa siempre es de él. ¿También te hizo llegar a pensar que tú tenías la culpa cuando te violó con 11 años?"

Niña Lucía miró fijamente a Natalia, guardando silencio durante unos instantes. Recordó los días posteriores a aquella maldita velada, y rompió a sollozar mientras asentía con la cabeza.

"Vale, tranquila, mi niña… te doy mi palabra de que ese cabrón las va a pagar."- dijo, mientras la abrazaba con ternura.

"Quiero verlo muerto…"- lloró la joven rubia, entre los pechos grandes y firmes de Natalia.

"Lo sé, Luci, lo sé…"

La morena salió de la habitación, y la adolescente se quedó pensando en las palabras de su tío que ahora recordaba claramente. "Sé cuál es tu problema. Eres una puta y siempre quieres más. Si quieres correrte, tienes que ir más lejos."

Natalia bajó al primer piso de la casa, dejando descansando a Niña Lucía. Se fue directa hacia la pequeña sala que hacía de centralita para las llamadas y donde Paula respondía las pocas llamadas con voz atiplada.

"¿Dónde está la agenda?"

"¿Qué agenda?"- preguntó la rubia de piel tiznada bajo los rayos uva.

"La de tu puta madre… ¿Cuál va a ser?"

Paula torció el gesto, abrió un cajón y extrajo una pequeña libreta de él, que extendió a su jefa. Uno de los teléfonos sonaba y Paula lo dejó sonar cuatro veces antes de responder.

Natalia, mientras, abrió la agenda y rebuscó rápidamente, pasando las páginas con casi furia hasta que encontró el número que buscaba. Cogió otro de los teléfonos que había encima de la mesa y marcó. No tardaron en contestar.

"¿Quién es?"

"¿Beto? Soy Natalia, quiero que me hagas un favor…"

"Coño, Natalia, yo también quiero que tú me hagas un favor a mí…"

"Luego, Beto. Es jodidamente serio."- cortó tajante la morena.

"¿Cómo de serio?"

"Quiero un muerto."- La confesión de Natalia hizo que Paula la mirara con ojos desorbitados. Pero una de las cosas que había aprendido tras año y medio de estar con Natalia es que era capaz de todo y que nunca hacía nada sin estar segura de ello, sin saber que lo que hacía era lo correcto. Muchas veces se dejaba llevar por sus impulsos, pero esos impulsos nunca la habían fallado.

"Joder, Natalia… me pides mucho y lo sabes"

"Es un fugitivo, buscado por la policía por varios crímenes, la mayoría financieros… pero también, abuso de menores es uno…"

"Eso facilita un huevo las cosas… ¡qué hijo de puta!… dime el nombre."- Natalia escuchó, por el teléfono, escupir a Beto, un maleante gitano que era su contacto con la peor gente de la ciudad. Aquella de la que echaba mano cuando necesitaba algo que no podía conseguir legalmente.

"Rodrigo del Solar. Cincuenta y pocos años, moreno, estatura media, ojos grises…"

"En cuanto sepa algo, te llamo. ¿Quieres algo especial para él?"

"Córtale los huevos primero."

"Sabes que eso ya lo iba a hacer… un hijo de puta así no puede estar suelto… abuso de menores"

"Gracias, Beto… cuando lo tengas, me llamas y me dices el precio."


Una semana después, Natalia recibió un mensaje mientras observaba cómo la policía sacaba de su despacho, detenido, al doctor Ismael García-Trabas. A pesar de lo que le hubiera gustado, no podía imputarlo por la violación de Niña Lucía. Sería meterse ella misma en un problema y, además, no había prueba ninguna. Sin embargo, ella conocía suficientes chanchullos del doctor.

Ta localizao, l pto payo sta scondio cmo 1 maricona. 1000€ i t nvio la polla x correo

Decía el mensaje, de Beto, y Natalia contestó rápidamente.

Hecho.


Tres días más tarde, tras una tarde anterior que pasó fenomenalmente con el sybian, Niña Lucía desayunaba en la cocina de la Casa de las Chicas cuando alguien la llamó al móvil. Le extrañó que fuera su madre.

"¿Sí?"

"Lucía, cariño… tienes que venir a casa…"

"Mama…"

"No, sólo quiero contarte una cosa…"- la voz de Luna Cortés parecía divagar entre la tristeza y la alegría. Después de todo, ése hombre también era de la familia, y durante sus primeros años estuvo muy cerca de su sobrina.

"¿Puedes decírmelo por teléfono?"

Tras unos segundos de duda, su madre contestó.

"Han encontrado a tu tío Rodrigo. Han llamado a tu padre del anatómico forense para que lo identifique."

"¿Anatómico forense? ¿Está muerto?"

"Sí."

Niña Lucía colgó el teléfono y lo dejó encima de la mesa. Le costó unos segundos asimilar la información. No se lo creía. No se lo creía. Su grito de victoria sonó en toda la casa. Salió corriendo de la cocina y en el pasillo se encontró a Natalia.

"¿Alguna buena noticia?"- preguntó la veterana.

Lucía se lanzó al cuello de Natalia.

"Gracias. Sé que has sido tú. Gracias."


II. Más lejos.

Niña Lucía apagó su cigarrillo ante la acera del tanatorio. "Muerto". A pesar de que los empleados de la funeraria habían hecho un gran trabajo, la prensa y Natalia se habían encargado de decirle lo mucho que había sufrido. Los primeros, por el morbo que daba un posible ajuste de cuentas contra un rico exempresario corrupto. Su jefa, por el placer que le daba ver sonreír a Niña Lucía.

Niña Lucía sólo había odiado a una persona en toda su vida. Pero odiar con todas sus letras, con todo su sentimiento, odiarla con toda su alma. Y ahora, esa persona estaba muerta.

De él ya sólo le quedaban malos recuerdos y esa frase que le dijo. "Sé cuál es tu problema. Eres una puta y siempre quieres más. Si quieres correrte, tienes que ir más lejos."

Más lejos.

Rodrigo se merecía que ella lo intentara. Sería su manera de honrar el cadáver del cabrón de su tío.


Niña Lucía se despidió de sus padres a la salida del tanatorio. Intentaron hacer que volviese, pero la joven se negó en rotundo. Natalia había ido a buscarla y fue ella a quien le tocó tranquilizar a ambos. Los padres de Lucía quedaron conformes tras el diálogo con la jefa de su hija. De todas formas, ahora lo entendían, habían pasado años y años trabajando día y noche en el bar sin prestarle la atención necesaria a su hija. Natalia parecía una joven responsable y cuidaba muy bien de Lucía.

Una vez de nuevo en la Casa de las Chicas, Natalia comenzó a arreglarse para un nuevo encargo. Un nuevo cliente al que había que agasajar.

Antes de irse, empero, tuvo tiempo de responder a una pregunta de Niña Lucía.

"Nati… ¿Qué es lo más bizarro que has hecho tú?"

"¿Cómo?"

"Lo más bestia que has hecho en el sexo…"

Natalia abrió los ojos como platos y soltó una tremenda risotada.

"Ya tendrás tiempo para hacer todo lo que yo he hecho… no quieras correr tanto, Niña Lucía, que eres muy joven aún…"- dijo, con una sonrisa, y salió de la casa con paso decidido.

"Mierda puta."- blasfemó la tierna adolescente.

"Niña…"

Niña Lucía se volvió bruscamente. Por la puerta del salón comedor apareció Gloria, una de las veteranas que habían tomado parte en su "iniciación". La miraba fijamente y con una sonrisa de superioridad.

"¿Qué quieres, Gloria?"

"Si quieres emociones fuertes… sala 14."

La pequeña rubia echó una última mirada enigmática a Gloria, que sonrió y se volvió hacia el interior del salón, donde la tele escupía balazos y explosiones.


La pequeña mano de la adolescente tembló ante la cerradura de la sala número 14. Era la última y la única que estaba cerrada siempre, donde la señal de que estaba ocupada era directamente el dejar la llave en la cerradura.

Lo hizo, después de abrir la puerta. Luego, cerró, y encendió a tientas la luz.

Tragó saliva. No lo podía creer. Debía ser un mal sueño, algo surrealista.

Allí no había cama. En contraposición, el propio suelo era el más suave y confortable que Niña Lucía conocía. Las luces rosadas teñían toda la sala de un color bastante cargante, pero a Niña Lucía no le preocupó. El único mueble de toda la sala era un enorme terrario, con algo simulando la rama de un árbol o un árbol por completo. Todo parecía quieto, en silencio, vacío.

Pero entonces, la vio.

Una serpiente de colores blancos y amarillos se enroscaba por la corteza de la rama con una cadencia casi sensual. Una serpiente. Ni siquiera un humano o un aparato creado por humanos. Era una serpiente. Un asesino de la naturaleza.

Niña Lucía pudo escuchar hasta el sonido del vientre de la criatura rozarse con el árbol, un susurro que era ocultado por el propio latir de su corazón. ¿Y si ella fuera en ese momento esa rama? La idea de sentir a una fiera, un depredador de la naturaleza rodeándola en un abrazo que bien podría ser mortal, la excitó. No sabía bien por qué, pero se excitó y deseó tener a esa serpiente sobre el cuerpo.

El corazón le latía desbocado cuando abrió una portezuela en la parte superior del terrario e introdujo las manos.

La serpiente se irguió varios centímetros y acercó su cabeza a las manos de la muchacha, hasta que sus fosas nasales quedaron a escasos milímetros de los dedos de Niña Lucía.

La serpiente sacó la lengua, que no tocó la piel de la joven por posiblemente menos de un milímetro, pero lo que olió gracias a ello le pareció suficiente razón como para aceptar enredarse en los brazos de Niña Lucía.

III. Kaa, la pitón. PX.

Lucía temblaba mientras sentía la alimaña trepando por sus brazos. La piel fría, pero aún así radiante de un calor extraño, de la serpiente subía por su codo derecho. Niña Lucía pudo sentir el peso, la inconmensurable fuerza de unos músculos creados para matar deslizándose por su piel.

La serpiente, una enorme pitón albina de escamas blancas y amarillentas, tenía, al menos, 5 metros de largo y un grosor mayor que el de ambos brazos de la muchacha juntos.

Niña Lucía no se atrevía a hacer el más mínimo movimiento. Temía la posible reacción de la serpiente. Pero también le excitaba la situación, la idea de verse indefensa completamente. Eso no era un amante normal, no era un hombre al que le pudieras decir "No, así, no", "Para, me haces daño", "Ponte así", "Déjame que…". La serpiente no iba a entender sus órdenes y aunque las entendiera, posiblemente no las acataría. Ella era una depredadora. Niña Lucía, la presa.

La joven rubia trató de tranquilizarse pensando que el ofidio estaría entrenado para estas situaciones, pero, si bien logró contener el miedo, no se tranquilizó. La sensación de pavor fue cubierta por un deseo cada vez mayor. Era tan… prohibido.

"Más lejos… tienes que ir más lejos."- repetía en su cabeza su difunto tío Rodrigo.

Y más lejos llegaba cada vez la serpiente. Se introdujo por el agujero de los brazos de la amplia camiseta de Niña Lucía, perfecta para el día caluroso que reinaba, y comenzó su periplo sobre la piel del cuerpo de la joven.

La rubia muchacha no pudo reprimir un escalofrío cuando las escamas de la serpiente, cuyo nombre según la plaquita del terrario era "Kaa", cruzar sus diminutos pechos, pasando por encima de unos pezones que parecían endurecerse por segundos.

Niña Lucía comenzó a jadear. Su corazón latía descontroladamente entre el miedo y la excitación. Se le escapó un pequeño grito cuando notó la lengua de Kaa cosquillear cerca de su brazo.

El animal pesaba y, sumado al par de sensaciones que envolvían a Niña Lucía y que hacían que su cuerpo latiera endemoniadamente rápido, la joven empezó a cansarse. Se tumbó sobre el suelo cuando Kaa salió completamente del terrario y tardó bien poco en quitarse la camiseta. No llevaba sujetador. La enorme serpiente resbalaba piel con piel sobre ella.

Los fortísimos músculos del reptil rozaban precisamente las partes del cuerpo más sensibles de Niña Lucía, por eso no le sorprendió que, en cuanto se desabrochó el pequeño pantaloncito corto, la serpiente buscara automáticamente la calidez de su entrepierna.

Casi no le dio ni tiempo a quitarse los pantaloncitos y las pequeñas braguitas blancas, tarea que se vio aún más complicada por el peso añadido de la serpiente, que seguía arrastrándose sobre ella.

Finalmente, el resto de su ropa siguió el mismo camino que su camiseta y Niña Lucía se encontró desnuda ante una bestia de la naturaleza. No podía evitarlo. Se sentía indefensa. Y excitada. Excitantemente indefensa.

Kaa avanzó sobre su vientre, Niña lucía suspiró y subió ligeramente las rodillas. Entre sus muslos quedaba un valle que a la serpiente le debió traer recuerdos de su selva natal. Usando sus poderosos músculos del vientre, el reptil siguió avanzando. Su cabeza cruzó el pubis lampiño de la adolescente, colándose entre las piernas y haciendo que, por su propio peso, su alargado cuerpo se entrometiera entre los hinchadísimos labios vaginales de Niña Lucía.

Se arqueó involuntariamente, levantando unos milímetros el pesado cuerpo de Kaa. La lengua del animal le cosquilleó en un muslo, en una suerte de beso pícaro. Luego, la serpiente se enroscó sobre su pierna derecha, y sus escamas, una tras otra, sobaron el delicado coñito de la joven de pechos niños.

Un murmullo de placer se escapó de los labios de Niña Lucía, el calor y la textura de la piel escamosa de Kaa traían nuevas sensaciones a su sexo. Kaa, después de rodear su pierna, volvió sobre ella. Sus ojos de reptil se clavaron en los de Lucía, y por un momento ambos quedaron quietos, como calibrando a su "contrincante". La lengua de Kaa salió de entre sus labios y se agitó ante su boca, atrayendo hacia sí los olores y embriagándose del aroma a sudor y sexo de Lucía. La lengua de Lucía también surgió de entre sus labios, aunque sólo fuera para lamerlos con lascivia.

Intentó recapacitar dónde estaba y qué estaba haciendo, pero el cuerpo de Kaa rozándose contra su sexo y los repentinos espasmos de placer que sufrían no le dejaban mucha claridad mental como para pensar que estaba desnuda, excitada, y gozando con una enorme pitón albina.

Niña Lucía se semi-incorporó, lo justo como para que sus labios pudieran llegar a la cabeza de Kaa. Le dio un tierno beso, como agradeciéndole el placer causado y el que aún le quedaba, porque si algo estaba claro, es que la serpiente estaba duramente amaestrada.

Kaa vio su oportunidad de ofrecer a esa nueva ama el abrazo que tanto gustaba. Se coló bajo su axila, y continuó adelante, aunque era tan larga que aún quedaba más de una tercera parte de su cuerpo por pasar sobre el sexo de Niña Lucía.

Atravesó su espalda, y surgió por encima del hombro opuesto, momento en que Lucía pudo escuchar su siseo tan poco humano. Un siseo que la devolvió a la realidad, la realidad donde follaba con una mera serpiente.

Kaa siguió su periplo, volvió a bajar sobre el vientre de Lucía, que sentía ahora su enorme peso sobre el hombro. La serpiente pareció buscar su propia cola durante un momento, el momento en que la cola se detuvo, justo su final sobre la hendidura vertical del excitado sexo de la adolescente. Nada más lejos de la realidad. Lo que Kaa buscaba era algo que había quedado un par de milímetros por encima. El ya erguido clítoris de Niña Lucía, que gimió al notar la lengua de la serpiente rozar rápida y repetidamente su pequeño centro del placer.

La Niña no podía más. Con su mano derecha, comenzó a frotarse el clítoris, ayudada por la lengua de Kaa, que de pronto comenzó a abrazarla con más fuerza.

Niña Lucía jadeaba. La serpiente apretaba sus pechos niños. Su mano enloquecía sobre su sexo. Gimió. Sus piernas se estremecieron, y su torso no pudo porque la serpiente lo abrazaba, cada vez más fuerte.

Sus pulmones comenzaron a estrecharse al mismo ritmo de los apretujones de la serpiente, cuya cola seguía moviéndose inconstante sobre su mojadísimo coño.

Le costaba respirar. Jadeaba. No podía escapar del abrazo de Kaa, un abrazo asesino. Pero tampoco podía escapar de su propia lujuria y su mano seguía el desaforado movimiento sobre su sexo. Había perdido el control. Tal vez Kaa también y acabaría por matarla. No le importaba. Sólo le importaba la lengua de la serpiente, sus propias manos y el extremo del reptil que, finalmente, se decidió a entrar en su coño con dureza.

El aire de sus pulmones se acabó. Sintió una oscuridad cada vez más grande cernirse sobre sus ojos pero, a pesar de todo, no detuvo su propia mano. Serpiente. Estaba follando con una serpiente, estaba gozando con una serpiente, si alguien la viera… Serpiente. Kaa. Animal. Naturaleza. Bestia que sólo piensa en alimentarse y procrearse. Niña Lucía. Animal. Adolescencia. Fiera que sólo piensa en el placer.

La oscuridad la cubrió por completo y entonces… todo fue luz.

El orgasmo que la azotó removió su cuerpo por completo. Tanto y con tanta intensidad que Kaa se soltó y acabó casi catapultada lejos del cuerpo de la adolescente. Durante varios segundos, Niña Lucía no fue dueña de su propio cuerpo. Había sufrido un orgasmo al límite y sus músculos temblaban descontrolados. Toda ella se movía como si estuviera poseída.

Hasta que, al final, se calmó. El magnífico clímax la dejó derrumbada sobre el suelo aún durante casi un minuto, mientras Kaa parecía querer acercarse a ella para comprobar su estado.

Como pudo, Niña Lucía se levantó, alzó con un supremo a la serpiente hasta devolverla a su terrario (no sin antes darle una buena ración de lo que fuera que eran las bolitas marrones que habían en un tarro en el armario inferior del terrario con la etiqueta "Comida para la serpiente"), recogió su ropa y se tambaleó hasta su habitación, donde, desnuda por completo todavía, cayó sobre la cama y se durmió.


Despertó varias horas después. La noche había caído y todos los muebles de la habitación se teñían del negro de la noche. Las siluetas se divisaban gracias a la luz de la luna que se colaba por la ventana.

Niña Lucía vio el escritorio, el espartano armario, la triste mesita de noche, su ropa a ambos lados de su cuerpo sobre la cama. Y entonces un pensamiento cruzó su mente.

"Esta no es mi casa".

La joven sonrió. Sabía lo que eso significaba, y que Natalia había acabado por tener razón. Le debía mucho. Muchísimo. Pero ella, Niña Lucía, en ese momento… quería volver a casa.

CONTINUARÁ

Kalashnikov