Niña Lucía (Huida)
Le habían pedido que abandonara todo lo que era ella y no tenía más remedio que hacerlo, porque la sombra de Rodrigo del Solar, aún después de muerto, era tan larga que se extendía por la ciudad y amenazaba con agarrarla de un tobillo y sumergirla en las más profundas oscuridades abisales.
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"Oh, una maldición de familia, me encanta esto "- dijo la pequeña rubia sin abandonar en ningún momento su sonrisa.
"Lucía, te tengo que confesar algo pero lo hago sólo para que pienses en lo que haces prométeme que no se lo contarás a tu padre "
"Mamá, me estás preocupando. Dime."
Por primera vez, Niña Lucía dejó de sonreír. El semblante de Luna estaba marcado de preocupación.
"Lucía yo "
I. Maldita de sangre
"Lucía yo "
"Vamos, mamá, suéltalo "
"Jorge no es tu padre."
La confesión sólo aturdió por un instante para Lucía. Repuesta de la primera impresión, trató de ubicar sus ideas en el intrincado mapa que su madre quería dibujarle pero que a ella le parecía, simplemente, un boceto mal trazado a lápiz.
"Ya, bueno pero yo tomo precauciones, en tu época no habían tantas, mamá Ten confianza en mí. Sí, disfruto del sexo, pero tranquila "- murmuró Niña Lucía. La verdad, si sólo con eso su madre pretendía hacerla cambiar de hábitos, iba mal encaminada.
"Tu padre era Rodrigo."
El silencio fue brutal. Si la confesión anterior había sido un mazo, ésta había tenido el mismo efecto que una detonación nuclear.
"¿Qué? No no "
"Yo era como tú, Lucía, creí que no tenía techo, que era capaz de todo "- Unas lágrimas se asomaron al balcón de los ojos de Luna Cortés, envejeciendo su rostro que tan joven parecía un momento antes.- "Pero haces locuras, muchas locuras y no es tanto las veces que lo hagas como que pierdas el control y cualquiera pueda tenerte. Con esa vida que estás empezando a llevar, sólo te expones a cabrones como tu t como tu padre "
"Pero No pue mamá "- Lucía se levantó de la silla y caminó sin rumbo por la cocina, aquello era una locura.- "¿Él él lo sabía?"
"Sí, Rodrigo lo sabía pero dejó que Jorge creyera que era suyo en esa época yo ya estaba casada con tu pa con Jorge, y Rodrigo era atractivo y afortunado "
"Y un hijo de puta."
"Llega un momento que eso te deja de importar por eso debes frenar antes de que sea tarde, Lucía Aprende a controlarte o "
"No yo no joder no "- Niña Lucía se echó las manos a la cabeza. Rodrigo, su madre tú y ella sois iguales, escupían los asquerosos labios de Rodrigo en sus recuerdos Estaba confusa, por primera vez en mucho tiempo no sabía qué podía hacer.
Gritó, intentando con ese grito olvidarse de todo. Todo lo que había ocurrido de un tiempo a esta parte, desde antes de ir a la fiesta de Luis, de antes de comenzar a salir con Joan. Antes de descubrir el placer.
"Lucía, cariño "- Luna se acercó a su hija. Tal vez no debería habérselo dicho. Su pequeña no tenía porque ser como ella.
"No me toques "-escupió Niña Lucía deteniendo a su madre con un dedo. Había un sentimiento en sus palabras que nunca creyó que volvería a albergar. Odio.
Pero no odiaba a su madre. Se odiaba a ella misma. A esa parte suya que descendía de la única persona a la que había odiado. Rodrigo. No quería conocer otro tío Rodrigo que le jodiera la vida, no quería bajar al infierno que su madre le había augurado si no cambiaba y dejaba de ser como realmente era.
Sin una palabra más, salió a la carrera del piso, dando tras ella un fuerte portazo.
II. Huida.
Las calles eran un ensordecedor ir y venir de rostros anónimos que llenaban las aceras y se chocaban con Niña Lucía, que trastabillaba por la ciudad. En su cabeza no había sitio para mirar por dónde iba.
Rodrigo.
Joan.
Ángela.
Su madre.
Natalia.
Rostros y rostros cruzaban su mente al tiempo que miles de rostros diferentes se cruzaban con ella por las aceras. Atravesaba calles, avenidas, bulevares cruzó un puente sobre el antiguo cauce de un río y se encontró a la sombra de dos torres romanas.
En cualquier otro momento se habría parado un instante para admirar su magnificencia. Ahora sólo quería seguir caminando para dejar atrás esos pensamientos que corrían siempre más que ella.
Se frotó los párpados con los dedos y los descubrió empapados; Estaba llorando a mares. Le habían pedido que abandonara todo lo que era ella y no tenía más remedio que hacerlo, porque la sombra de Rodrigo del Solar, aún después de muerto, era tan larga que se extendía por la ciudad y amenazaba con agarrarla de un tobillo y sumergirla en las más profundas oscuridades abisales.
Su móvil sonó. Niña Lucía rechazó la llamada. Lo puso en silencio y lo metió de nuevo en el bolsillo. Siguió caminando. No quería hablar. Sólo quería huir.
Y más.
Rodrigo.
Su madre.
Natalia.
Ángela.
Joan.
Aceleró para intentar olvidarse de las ideas que nacían en su cerebro. Pero a cada paso que daba, otra palabra, otra escena, otra imagen, otro sentimiento de asco le recorría la espina dorsal y la aterrorizaba.
No quería Rodrigos en su vida.
Y Rodrigo era su padre. Y su padre la violó con once años, y también con dieciséis
Y su madre le mintió durante dieciséis años.
Y Jorge no sabía nada.
Ella tenía por sus venas la sangre de Rodrigo y la sangre maldita de Luna. Provenía a la vez de infierno y cielo, o de dos infiernos contrapuestos y complementarios. Demonio y súcubo. Siempre quiso ser un súcubo. Ahora, se daba cuenta, era un demonio.
Caminó hasta que el dolor de los pies fue tan grande que se olvidó de pensar, entonces miró a su alrededor. Había anochecido y no conocía las calles en las que estaba. Le llegó a la nariz un suave aroma a sal, la playa estaría cerca, tal vez eso era una salida, meterse mar adentro hasta que el Mediterráneo la reclamara para siempre y la salvara de sí misma. La salvara de ser hija de Rodrigo del Solar.
No había nadie en las calles. Cogió su móvil y observó la hora en él. Eran casi las diez de la noche y estaba sola. No pudo evitar echar una ojeada al símbolo de llamadas perdidas. Las miró. 15. La mayoría de su madre, pero también de Ángela, Joan y Natalia. ¿Quién tenía el móvil de Natalia? Ángela, seguro que Ángela. Sí, se lo dio una tarde en que quedaron para ir al cine.
Tenía también dos mensajes.
Niña. ¿Dnd stás? Si tiens q hablar solo llamam y m tndrás ahí.
Natalia. Sí, quizá tendría que llamarla. Ella la comprendería y no debía alejarse de esa vida. Rodrigo la acechaba en la esquina. Tendría que dejar todo eso. No quería. Por fin tenía dinero y placer. Dos cosas que un año antes no entraban en su vida.
Luci. X favor contesta.
Joan. ¿Le querría igual si se negaba a follar con él? Algo en su interior le decía que sí, que Joan la amaría hasta el fin de sus días, igual que ella a él. Pero la misma voz que la empujaba a la vida que tenía y que tanto miedo le daba ahora le aseveraba que no, que Joan la dejaría si no le daba el premio que un hombre así necesitaba. Los hombres necesitan sexo. Las mujeres también, pero los hombres más. Si no se lo das lo buscará en otras y te dejará sola.
"No, Joan, no me dejes "
Las lágrimas nublaron su visión y se dejó caer en un portal, tiritando de frío. El sol ya hacía tiempo que se había ocultado y ella no llevaba más que una fina camiseta que no le protegía de nada.
Se levantó y caminó, balanceándose sobre sí misma, hasta la playa. Cruzó el paseo y entró en la arena.
Perdió la mirada en el cielo, donde la Luna se ocultaba tras unas nubes negras y densas.
Gritó.
III. Caballero de blanca armadura.
Un par de personas se asomaron al paseo al oír el grito. Un hombre se acercó a Lucía.
"¿Qué pasa, pequeña? ¿Has tomado algo?"
Lucía sólo lloraba, miró al hombre y cayó de rodillas sobre la arena. Todo su odio parecía haber sido exorcizado con el grito. Ahora sólo estaba exhausta y llorosa.
"Vamos, levántate, tienes que beber algo "
Lucía se alzó, ayudada por el hombre, que la abrazó por el hombro, apretándola hacia sí y evitando que pudiera caer. El calor humano era reconfortante después de la locura de su huida.
"Vamos, pequeña, tranquila puedes confiar en mí "- musitó el hombre, mientras la ayudaba a salir de la playa y la llevaba hacia el barrio costero.
Niña Lucía quiso enhebrar un "gracias", pero antes de ello, miró a los ojos al hombre y se detuvo en seco. Le brillaban los ojos mirándola. A Rodrigo también le brillaban los ojos cuando la miraba.
"¡No!"- Niña Lucía forcejeó con el hombre, que la aferró más fuerte.- "¡Suéltame!"
El rostro del hombre cambió de la fingida compasión a la rabia.
"Estate quieta, puta "- gruñó, mientras le propinaba un guantazo que la envió al suelo.- "Más te vale que te portes bien, guarra "- añadió, mientras la arrastraba por la desierta calle y le tapaba la boca rudamente con la mano.
"¡NO!"- logró gritar, escapando por un momento de la improvisada mordaza.
"¡EY!"
El hombre frenó en seco. Alguien lo había descubierto. Miró hacia atrás y vio una fornida silueta dibujarse hacia el final de la calle.
La pequeña rubia cerró los ojos. El caballero de blanca armadura galopaba en su corcel para rescatarla del villano.
Niña Lucía abrió los ojos. Joan corría hacia ella. ¿Cómo la habría encontrado? Daba igual, estaba allí, había venido a salvarla y era lo único que le importaba.
"¡Suéltala, cabrón!"
Joan golpeó primero y mejor. Era un joven fuerte. El más fuerte de la clase.
El hombre cayó al suelo, tirando a un lado a Niña Lucía, que también comprobó la dureza de los baldosines. Joan se sacudía la mano. No le extrañaría haberse roto un hueso al golpear. El hombre, por su parte, se palpó el labio y vio sus dedos manchados de sangre.
"Maldito enano "
El hombre se lanzó hacia Joan, que cayó impelido hacia atrás. Niña Lucía no se atrevía a moverse. Era todo como un sueño. Vio algo brillar ante el rayo de luna que se escapó entre las nubes.
Era una navaja.
"¡Joan! ¡Cuidado!"
El hombre y el chaval forcejeaban por el arma. Rodaron por el suelo entre maldiciones e insultos. Los dos se incorporaron, uno frente a otro; había prevalecido la rapidez de la juventud y Joan enarbolaba la navaja, mientras el hombre apretaba fuertemente el puño. Tenía la mano abierta en una profunda herida que goteaba sangre.
Viéndose sin opciones, el atacante emprendió la huida.
"No sé por qué, pero sabía que tenía que venir hacia aquí "- musitó Joan, sin separar la vista del hombre que huía.- "Luego oí tu grito y lo seguí "
"Joan yo te "- murmuró, emocionada, la joven rubia de ojos verdes.
"¿Estás bien?"- la voz se le quebró al muchacho, y Niña Lucía se preocupó.
"Joan. ¿Qué pasa?"
La mano izquierda del joven, la que no tenía la navaja, se apretaba el vientre. Estaba empapada en sangre, igual que la blanca camiseta y los pantalones.
"¡JOAN!"- chilló Niña Lucía, viendo cómo su chico caía hacia delante de rodillas, soltando la navaja. Se desplomó sobre el suelo mientras Lucía gritaba.
"¡SOCORRO! ¡LLAMEN A UNA AMBULANCIA! ¡POR FAVOR!"
La muchacha, entre lágrimas, trató de taponar la herida con sus manos, pero la sangre escurría entre sus dedos, oscureciendo por completo la camiseta blanca de Joan y brillando macabramente bajo los difusos rayos de una luna tintada en gris que se desvestía de nubes.
"No, Joan, no "
Joan sólo sonreía, lo que le daba un aspecto frágil a sus facciones rudas. Trató de acariciar la mejilla de Lucía, y sus dedos, pringados del líquido vital que se le escapaba del vientre, resbalaron por el cuello de la adolescente.
"Estás bien, Luci estás bien "- susurró mientras trataba de ocultar una mueca de dolor.
A lo lejos, se oyó el truculento ulular de una sirena de ambulancia.
Mientras, el asfalto se manchaba de sangre.
Niña Lucía lloraba.
CONTINUARÁ
Kalashnikov.