Niña Lucía (Cúentame, Lucía)
El suspiro se le escapó a Niña Lucía sin poder y casi ni querer evitarlo. Igual que Misbeth, la princesa de su historia, ella había ido acelerando sus movimientos sobre Joan...
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¿Cuándo vendrán tus padres?- preguntó Joan, recibiendo la miríada de chorrillos de agua de la ducha de Niña Lucía después de que ella hubiera puesto el tapón a la bañera para que, mientras, se fuera llenando.
No vendrán hasta mañana por la noche.- respondió con travesura la muchacha, mientras enjabonaba la ya otra vez enhiesta polla de Joan con lascivas caricias.
Tras, tímidamente, tratar de esquivar la pequeña mano de Lucía, Joan se entregó a las manipulaciones de su chica durante algún tiempo.
Oye, Lucía - masculló el joven, la voz vuelta en susurro y los ojitos entrecerrados por el placer.
Dime- respondió Niña Lucía, sin dejar de manipular a su antojo el tieso bálano de Joan.
Me has dejado intrigado con lo de tus fantasías. ¿Qué tipo de fantasías son?
Nada en especial cuentos de príncipes dormidos y princesas azules Pero necesitan algo más que un beso para despertar- rió Lucía.
Ya lo he visto. Seguro que despiertan como me has despertado tú- Sonrió él- ¿Cuándo me contarás alguna?- ella le devolvió la sonrisa traviesa.
I. ¿Te crees capaz?
hagamos una cosa.- Niña Lucía no dejaba de sonreír.- Te reto
A qué- Suspiró. La polla de Joan temblaba en la manita de Lucía.
Niña Lucía quitó el tapón de la bañera, dejando que la poca agua que había llenado el pequeño recinto empezara a escaparse. No llegaba más que un par de centímetros por arriba de los tobillos.
Si aguantas sin correrte hasta que se vacíe la bañera, te lo cuento ¿Te crees capaz?
Joan aceptó, recostándose sobre la pared del baño, dentro aún de la bañera. Niña Lucía se arrodilló e hizo como si quisiera enrollar la polla de Joan con su lengua. La respuesta fue un siseo que demostraba el placer que aquello le había causado al joven.
La lengua de Niña Lucía serpenteó por todo el tronco de Joan, sus dedos acariciaban con dulzura la bolsa escrotal del joven. Adelante y atrás, la yema del índice recorría la línea de unión entre un huevo y otro mientras lengua y labios seguían haciendo diabluras sobre la polla del muchacho.
Joan no podía resistir mucho tiempo. Sin saber por qué, esta vez las caricias de Lucía eran mucho más sexuales que antes. Cada roce de sus finos dedos era como una pequeña pluma que acariciaba todo su bajo vientre.
El sudor, no ya sólo por el calor derivado del trabajo de Lucía, sino también por el esfuerzo necesario para aguantar, ya formaba pequeños riachuelos por el cuerpo húmedo de Joan, mientras Lucía, de rodillas, no paraba de mamar su falo.
Joan tuvo que cerrar los ojos. Si hubiera podido dejar de oír (el lúbrico chupeteo de la lengua de Lucía sobre su polla) y de oler (el agrio olor del sudor, mezclado en la limpieza de la ducha) lo habría hecho. Casi necesitaba sus cinco sentidos concentrados en su cuerpo para resistir. Resistir. Aguantar mientras Lucía se la chupaba.
Pero, al fin, la resistencia fue vencida por el vicio y la sapiencia de la adolescente y Joan, con un gemido, empezó a venirse en la boquita de Lucía. Se abandonó a un clímax que rayaba en el delirio, con gotas de amarga derrota, placentera derrota. Prácticamente un torrente de semen inundó la boca de Lucía, que incluso estuvo a punto de atragantarse al intentar tragarlo. No pudo. Le faltaba experiencia como para controlar tal cantidad de esperma.
Joan gruñó de placer corriéndose salvajemente, y sabiéndose vencido, abrió los ojos para felicitar a la ganadora, que era nada más y nada menos que una quinceañera de pechos niños y vicio perverso. Niña Lucía.
Bien hecho, campeón.- rió Lucía, levantándose y enjuagándose la boca con la ducha.
Joan, con una sonrisa, pudo ver cómo la bañera ya se había vaciado.
¿Entonces? ¿Me la cuentas?- jadeó Joan.
Una promesa es una promesa ¿no?- dijo Lucía con retintín, saliendo de la ducha y cogiendo la toalla. Con ella, lentamente, se secó, paseándola por cada rincón de su anatomía, y repitiendo luego el proceso con el cuerpo de Joan, cebándose al pasar el trapo sobre el órgano sexual del muchacho.
uyuyuy este pequeñín parece dispuesto a dar más guerra - rió Lucía, cuando notó como la joven verga de Joan, pese a haber hecho un trabajo doble, empezaba a redivivar.
II. Cuéntame, Lucía
Túmbate en la cama, cielo.- Lucía llevó a Joan de nuevo hasta su habitación, completamente desnudo, y lo hizo acostarse en la cama.
¿Vas a contarme la historia del mismo modo que yo te he contado la mía?- preguntó el chico.
No lo creo.- rió sonoramente Niña Lucía.-Pero no creo que te disguste la forma.- Dicho esto, Niña Lucía se acostó al lado de Joan y comenzó a acariciar su verga morcillona, exhausta de los dos tratamientos anteriores, pero agradecida de las caricias de las suaves manitas de la adolescente.
Está bien, tú ganas- sonrió Joan y se abandonó a su chica.
Empezaré mi historia
¿Historia? ¿No era fantasía?- interrumpió Joan.- Ayyyy- Niña Lucía, enfadada, apretó con fuerza la desprotegida verga del muchacho.
Como decía, empezaré mi historia en uno de esos países tan, tan lejanos, a tocar de la frontera del espacio y del tiempo.- Empezó Lucía, reanudando su lento movimiento una vez que Joan expresara su voluntad de no volver a interrumpir.- Bien, en esos lejanos parajes, aún existen criaturas mágicas, hadas, dragones y enanos, que conviven con los humanos. Humanos que no conocen radio ni televisión, ni siquiera un teléfono. Humanos que siguen montando a caballo y vistiendo armaduras para la guerra y para la paz.
En esas tierras, sigue imperando la magia y la imaginación, y existen príncipes en apuros y princesas azules que, montadas en sus blancos corceles, están dispuestas a ayudarlos. Pero en esa tierra es bien conocido que la mejor de las princesas, la más inteligente, la más hermosa, siempre pide algo a cambio si se decide a resolver el problema. Porque ella, astuta, siempre ha resuelto todos los problemas a los que se ha enfrentado, jamás ha sido derrotada y siempre que se han solicitado sus servicios, ha acudido pronta y diligente allí donde la necesitaban.
¿Sabes qué recompensa pide siempre?- preguntó Lucía.
¿Oro? ¿Tierras? ¿Títulos?- respondió tontamente Joan, sabiendo que no decía la respuesta correcta.
No, no, no ella sólo pide una cosa. Un polvo con el hombre más atractivo del reino.
¡Qué puta ella!- rió Joan.
Sí. Toda una puta. Una puta listísima- contestó Lucía, inclinándose hacia la polla de su chico y dándole un beso en la punta que hizo a Joan removerse de placer.- Sigo con la historia. Una vez, esta princesa de azul armadura recibió una carta en la que uno de los reinos le pedía ayuda. El príncipe heredero había sido secuestrado por un enorme ogro mientras cazaba, y ahora el rey temía por la vida de su hijo.
¿y por qué el ogro no se comió al príncipe?- preguntó Joan.
¿Y a ti quién te ha dicho que el ogro tuviera hambre? No, no, no últimamente tenéis muy mala idea de los ogros. Y no. Eso no está bien. Este ogro era un ogro vegetariano.
¿Vegetariano?- Joan estalló en risas.
Sí, vegetariano. ¿Qué pasa? ¿Acaso los ogros no tiene derecho a ser vegetarianos?- Lucía sonreía, intentando mantener la seriedad que le quería imprimir a su historia.
¿Y entonces por qué se llevó al príncipe?
Muy fácil, cariño. Este ogro, además de ser un ogro vegetariano, era un ogro homosexual.
Las carcajadas de Joan llenaron toda la casa. En su estómago se mercaban débilmente sus músculos abdominales entre estertores.
Vegetariano y homosexual.- afirmó Joan.
Sí, ¿Qué pasa? Es de lo más normal del mundo. Niña Lucía, con una amplia sonrisa socarrona, siguió la historia.- Pues nuestra princesa, a la que llamaremos
Lucía- sonrió Joan.
No. Ése es un nombre muy común Se llamará Misbeth. ¿Te gusta?
Joan besó largamente a Lucía y respondió:
Claro que me gusta.
Está bien, pues Misbeth galopó en su yegua día y noche hasta el reino. Su montura, Kilima, una yegua de negrísimo pelaje, era también una de las más rápidas de todas aquellas tierras, por lo que no tardó demasiadas jornadas en arribar a la corte del rey.
Fue recibida con clarines y timbales ante el rey, que le expuso el problema.
¡Un ogro! ¡Un ogro gigantesco de tres metros ha secuestrado a mi hijo!- gritaba el rey.
¿Sólo tres metros? Esto es pan comido.- dijo, muy segura, la princesa, y volvió a ensillar a Kilima.
Saliendo del palacio, y atravesando bosques, Misbeth sólo pensaba en una cosa ¿Sabes en qué?
¿En qué?- preguntó Joan
En cuanto le mediría la tranca al ogro.- rieron los dos amantes quinceañeros.- Entonces, tras unas pocas horas de viaje, Misbeth llegó a la puerta del castillo del ogro. Estaba rodado por un gigantesco foso que nadie podría saltar. Nadie, claro está, excepto Kilima, que pegaba tales saltos que muchos decían que era descendiente del mismísimo Pegaso, el caballo alado de los dioses.
Conozco la leyenda de Pegaso
Pero no conoces la historia de homozoofilia que hay detrás de la leyenda de Pegaso y Belerofonte.
Estás como una cabra.- rió Joan.
Sí. Excepto por los cuernos, ¿Verdad?- gruñó Niña Lucía, apretando fuertemente la ya erecta verga de Joan, al que se le escapó un quejido adolorido.
Por supuesto, cariño.- susurró Joan, y Lucía aflojó la presión que ejercía sobre la polla de su chico y siguió con su historia y su placentero, para Joan, trabajo manual.
Está bien. Pues bien, Kilima saltó el foso y Misbeth se encontró ante la enorme puerta del castillo del ogro. Golpeó un par de veces la puerta, comprobando su fortaleza, y decidió que le iba a resultar imposible entrar por la fuerza. Así pues, ideó un plan.
- Kilima, ayúdame a auparme hasta allí.- le dijo a su yegua que, tras tantas aventuras corridas juntas, había aprendido a entender a su ama.
Trepando sobre su yegua, Misbeth pudo llegar hasta la pequeña ventana que ejercía las veces de mirilla. Era estrecha, un cuerpo normal no cabría por allí. Pero sí el estrecho cuerpo delgado de la princesa.
- Vaya. Ésta maldita armadura no va a caber.- pensó la joven y astuta princesa. Y nada más decirlo, se fue despojando de las vestiduras de metal, tirándolas con fuerza hasta la hierba más allá del foso.- Kilima, salta y cuídamelas.
Obedeciendo raudamente, la yegua volvió a saltar desandado el camino saltado y se dedicó a recoger las piezas desperdigadas de la armadura de Misbeth y a juntarlas nuevamente mientras su dueña se escurría ágilmente por la estrecha mirilla, con problemas para hacer pasar sus firmes pechos y su atractivo culo. Misbeth quedaba vestida únicamente con unos anchos ropajes que, al contrario que las ceñidas armaduras, no dejaban entrever nada de sus perfectas formas.
¿Cómo de perfectas?- quiso saber Joan.
Pues como las de Carmen, las de Ángela elige
¿No pueden ser como las de Lucía?- sonrió el joven.
Como única respuesta, la muchacha se subió encima de Joan y devoró sus labios con ansiedad.
Sé que sólo lo dices por zalamería. Pero me gusta tanto oírlo - murmuró Lucía.
Lo digo porque me vuelves loco.- respondió él. Lucía, mirándole a los ojos, agarró su erecta verga y la hizo deslizarse en su excitado sexo. Los dos apagaron los murmullos.
¿Quieres que siga la historia?- preguntó Lucía sin moverse.
Por supuesto.
Está bien.- justo cuando iba a proseguir la historia, sin ningún movimiento, notó que la mano de Joan buscaba su sexo.- ¿Qué haces?- dijo, en un gritito de placer, la quinceañera.
Sigue con la historia, cariño - sonrió Joan.
¡Qué cabrón eres!
Excepto por los cuernos.- Los dos rieron.
III. El ogro. PX
Misbeth avanzó por el larguísimo pasillo del castillo del ogro. Aullidos de dolor de hombres adultos le indicaban hacia dónde ir. Así, llegó ante una puerta gigantesca y de color rosa. Al abrirla, lo que vio allí dentro le causo un instantáneo calentamiento. Un gran grupo de atractivos hombres, desnudos de cintura para abajo, amarrados a sendos potros, exponiendo sus sabrosos culitos respingones a la vista de la joven princesa. Y también, delante de ellos, un enorme ogro completamente desnudo, con una colosal verga que trataba de introducir por el ano de los desdichados.
¡Qué asco!- rumió Joan.
¿Seguro?- Lucía llevó la mano de Joan hasta su propio trasero, para que palpara el fruncido agujerito que no hacía mucho había atravesado, y que ya parecía haberse calmado completamente, como si nada hubiera pasado.
Bueno. Es distinto.
Y tanto.- Niña Lucía se mordió el dedo inferior mientras devolvía la mano de Joan a su pubis, a que buscara de nuevo el clítoris que tan agradecido le estaba a las caricias del dieciseisañero.- Bueno, cuando Misbeth vio esa gigantesca polla, se dijo que tenía que ser suya. Se desnudó completamente y avanzó hacia el ogro, con sensualidad, dejando que cada una de las suculentas curvas de su cuerpo tomara ciencia y concupiscencia por sí sola.
¿Pero el ogro no era homosexual?- preguntó Joan.
Cariño, cuando una mujer se pone sexy, no hay polla que se le resista. ¿Verdad?- preguntó, acompañando la última palabra de ligeras contracciones de sus músculos vaginales sobre la polla de Joan.
Verdad
Bien. El ogro, al que llamaremos Zelad - Joan no pudo evitar una carcajada al oír ese nombre.- ¿De qué te ríes?- preguntó, sarcásticamente, Niña Lucía.
¿Ese nombre no tiene nada que ver con el señor Celada, nuestro profe de Mates?
No sé por qué dices eso - acto seguido, Niña Lucía estalló en risas.- Seguimos. Con los principitos mirando a Cuenca y el ogro Zelad mirándolos a ellos, nadie veía a Misbeth, desnuda como su madre, reina y puta mayor de uno de los reinos más occidentales de esas tierras, la trajo al mundo. Y eso fue así hasta que la princesa tocó a la espalda del ogro (el culo más bien, que le quedaba más o menos a la altura de la cabeza).
¿Qué haces tú aquí?- Preguntó el ogro, girándose, y obligando a Misbeth a hacer gala de su agilidad para esquivar el erecto pollón del gigante, que a punto estuvo de golpearle la cara. La princesita Misbeth, agarrándole la polla al ogro, sólo dijo:
Esto.- y empezó a lamérsela.
Niña Lucía se desacopló del cuerpo de Joan y bajo sobre él hasta que la verga del chaval quedó a la altura de su boca. Sin miramientos, la embutió en la boca, saboreando el sudor sexual de Joan y su propio flujo impregnado en la piel de la polla del joven.
Como sigas así - masculló Joan- el ogro Zelad va a correrse.- y se le escapó una risilla.
Niña Lucía, deteniéndose, miró a su chico a los ojos y sacó su polla de la boca.
No es por nada, cariño pero tú no tienes nada que hacer al lado de Zelad. No es lo mismo, la polla de Zelad casi no le cabía en la boca a la princesa. Era muchísimo más grande que tu pequeño amiguito.- seguía narrando Lucía, sin dejar de pajear suavemente a su chico, al que con tales caricias no le importaba el supuesto insulto a su hombría.- Y eso que Misbeth había mamado más pollas que granos de arena tiene la playa. Pero nada. El pollón de Zelad, de casi medio metro de longitud y quince de diámetro en plena erección, no le cabía en la boquita a nuestra atractiva princesita.
- ¡Cielo santo!- gritaba el ogro con su voz fuerte y grave. Era la primera vez que una mujer le mamaba la polla, y también la primera vez que conocía una lengua que se pudiera mover tan rápido y con tanto vicio.- ¡eso que haces es maravilloso! ¿Todas las mujeres lo hacéis igual?
Misbeth casi se atraganta de la risa.
No, grandullón. Sin embargo yo sí que sé ¿No te gusta?- Decía Misbeth.
Claro que me gusta pero preferiría que fueras un hombre, la verdad.
Grandullón. Te voy a proponer una cosa. Si cuando acabe con esto te he hecho olvidar el tema de los hombres, me concederás un deseo.
No creo que lo consigas.- decía, muy seguro, el ogro.
Entonces nada tienes que perder. Los principitos no se te van a escapar.- sonrió la desnuda princesa observando a los atractivos hombretones semidesnudos, fuertemente amarrados.
Está bien.
Y con esas palabras, dio inicio lo que muchos cuentistas narran como el polvazo del siglo.
- Túmbate en el suelo, pequeñín.- dijo Misbeth al enorme ogro, que, curioso por las posibles habilidades de la aguerrida princesa.
Con Zelad en el suelo, su enrome pollón apuntaba al techo, balanceándose y palpitando. Con seguridad, Misbeth se colocó sobre él, teniendo que ponerse de pie completamente para que el enorme falo pudiera apuntar a su húmedo sexo.
- Jajaja.- reía el ogro, con la risa que siempre tienen los ogros de los cuentos.- Eres muy ingenua, pequeña. Mi enorme polla no te va a caber, ni los príncipes mariquitas más famosos de todos los reinos han conseguido meterse mi gran pollón.
Sin hacerle caso, Misbeth fue descendiendo lentamente, hasta que la gran cabeza de la verga de Zelad se colocó ante sus labios vaginales, brillantes de cachondez.
Niña Lucía se puso sobre Joan, hasta que la polla del chico se colocó entre sus labios vaginales, brillantes de cachondez.
La enorme, enorme polla, guiada por la mano de Misbeth, poco a poco fue abriéndose paso en el sexo de la princesa, ante la sorpresa del ogro y de los príncipes que, aun atados, comenzaban a empalmarse viendo la escena
La polla de Joan, guiada por la mano de Niña Lucía, poco a poco fue abriéndose paso en el sexo de la quinceañera, ante la mirada de placer de su chico.
- ¡Es una locura!- exclamaba Zelad, viendo como su gruesa polla entraba aunque con mucha dificultad en la estrecha (estrecha para una polla tal) cueva de Misbeth.
- Ssssss.- La princesa siseaba de placer. La carne del ogro parecía rellenarla por dentro, ensanchando al máximo su conducto vaginal. Casi sentía su cuerpo a punto de estallar. Era imposible que tanta carne cupiera allí. Cuando, venciendo a dolor y placer, miró hacia abajo, se horrorizó y entusiasmó al tiempo de que sólo hubiera entrado la cabeza de la titánica verga.
Sin embargo, el paso más difícil estaba dado. Como pudo fue descendiendo sobre el tremendo garrote, deslizándolo muy lentamente y con dificultad hasta lo más profundo de su sexo.
- ¡Es impresionante!- reía Zelad, mientras Misbeth se concentraba en dejar paso en su cuerpo al gigantesco invasor.
Sin embargo, cuando sólo había metido poco más de la mitad (unos treinta centímetros) de la gruesa verga en su interior, algo se tensó en ella. Mirando a los ojos al monstruo superdotado, comenzó a temblar mientras cortados gemiditos escapaban de su garganta.
¡Aaaaahhhh!- gimió finalmente, dejándose caer sin acordarse de que aún quedaban muchos centímetros de Zelad por hundirse en ella. Diez centímetros más se colaron de golpe y le arrancaron a la princesa un nuevo orgasmo que termino de empalmar a los principitos en sus potros.
Por los dioses qué placer me está dando esta pequeña furcia.- se regocijaba el ogro Zelad, agarrándola de las caderas y obligándola por la fuerza a terminar de tragarse los diez centímetros restantes.
La polla no se metió toda. A falta de escasos centímetros, hizo tope en el experto coño de Misbeth, arrancándole nuevos espasmos de placer a la princesa.
Tras unos minutos de lentísimo movimiento, Misbeth se pensó ya acostumbrada a las enormes dimensiones de su compañero y comenzó a cabalgarlo más rápido. Más rápido. Cada vez más rápido ha
El suspiro se le escapó a Niña Lucía sin poder y casi ni querer evitarlo. Igual que Misbeth, la princesa de su historia, ella había ido acelerando sus movimientos sobre Joan, cuya polla parecía ahora más capaz de aguantar tras el trato de vaciamiento anterior.
Una y otra vez - Niña Lucía seguía con la historia, separando cada vez más las frases, mientras se montaba a Joan.- Una y otra vez la polla de Zelad se hundía en el en el coño de Misbeth. La princesa gozaba gozaba mucho como nunca. En su vientre se marcaba la verga de Zelad cuando se penetraba con ella Nunca una polla tan grande la había follado tan bien su sexo era campo de múltiples orgasmos mientras que Zelad como podía como podía aguantaba el trajín de Misbeth. No pudo jamás había hundido su polla en conducto igual la presión era tan placenteramente exagerada que el grandullón no tardó en correrse
Como viéndose reflejado en el mitológico animal, Joan sintió de pronto el nacimiento de una nueva corrida desde sus testículos. Era increíble. Niña Lucía parecía querer exprimirlo mientras contaba su historia casi con naturalidad. Por eso le extrañó tanto el orgasmo de la adolescente. Fue tan repentino que no tuvo ni tiempo para prepararse ante tantos temblores y, mientras Niña Lucía gritaba de placer, Joan no tuvo más opción que dejarse ir dentro de ella.
Una vez recuperada del clímax, tras múltiples besos con Joan, Lucía siguió:
El sexo de la princesa fue inundado por litros y litros de semen. La fuerza de aquél pollón convertido en surtidor fue tal que la elevó unos cuantos centímetros, haciendo que, al caer, se empalara de nuevo con la enorme polla y un enésimo orgasmo la hiciera gritar como una poseída.
La blanca sustancia desbordaba el sexo casi reventado de la princesa, que casi desmayada de placer cayó sobre el ogro.
Tenías razón.- musitó Zelad, impresionado por el placer que Misbeth le había conseguido dar.- Has conseguido que me olvide de los príncipes. ¿Qué es lo que quieres que haga por ti para cumplir mi promesa? ¿Quieres tesoros? ¿Qué suelte a los príncipes?
No.
entonces ¿Qué quieres?- preguntó el ogro.
Que me folles otra vez.
Y el ogro obedeció. Una, otra, otra, otra vez probaron cada postura que les fue posible, el gigantesco ogro y la diminuta princesa follaron como conejos durante todo el día.
No no puedo más - gruñía Zelad, que parecía haber perdido varios quilos durante la tarde.
Uno más, grandullón - insistía Misbeth, con el coño desbordando el semen del ogro, y la piel desnuda literalmente inundada de sudores. Pero Zelad cayó dormido y Misbeth, sonriendo, recogió los ropajes con los que se había colado en el castillo y caminó hacia uno de los príncipes, que seguía atado y con una erección importantísima después de ver y oír el espectáculo.
Misbeth dio una fuerte palmada en el desnudo culo del príncipe cuya mordaza amortiguó el quejido.
- Venga, nalgas prietas,- murmuró la princesa- que nos vamos.
Dicho esto, procedió a liberarlo y a llevarlo hasta la puerta del castillo.
Un momento, mis pantalones están en la alcoba del ogro y - protestó el principito, desnudo de cintura para abajo.
No hay tiempo para pantalones, estúpido. Si quieres que el ogro se despierte y te deje el culo como esto (Misbeth se echó mano a la entrepierna) puedes subir pero ahí fuera tengo un caballo para llevarte ante tu papá.
Olvidándose de los pantalones, príncipe y princesa abrieron el portón y salieron del castillo, donde los esperaba Kilima. Misbeth se colocó de nuevo la armadura e hizo montar en la yegua, detrás suya, al príncipe medio desnudo. Rápidamente galoparon por bosques y llanuras.
Oye - se molestó Misbeth cuando notó la verga del príncipe frotándose con su armadura.
Perdón, pero es que entre el traqueteo del caballo y que estaba recordando lo que le has hecho al ogro
Sois todos iguales - murmuró MIsbeth.
Esa misma tarde, al caer el sol, los soldados del palacio del rey pudieron ver cómo Misbeth traía de vuelta sano y salvo, aunque sin pantalones, al príncipe del reino.
¡Hijo mío! ¡Qué alegría!- exclamó el monarca al verlos.
¡Padre! ¡Gracias por enviar a esta valerosa guerrera! ¡Ella sola ha derrotado al ogro!- respondió el príncipe con una sonrisa.
Bueno señor - dijo Misbeth.- Respecto a mi recompensa
¡Oh! ¡Por supuesto! ¡Puede elegir al hombre de mi reino que usted quiera para pasar una noche con él!
Pues lo quiero a él.- sonrió la joven señalando al príncipe.
No puede ser. Mi hijo todavía no se ha casado y los hombres deben llegar vírgenes al matrimonio y - protestó el soberano
Padre. Da igual. Si es lo que ella quiere, este reino se comprometió a pagarle su recompensa si me liberaba, y me ha liberado. Es un sacrificio que haré por el reino.
Vaya Sólo te falta el y fueron felices y comieron perdices.- rió Joan
Calla idiota, que todavía falta el final.
vale, vale.
Esa noche, mientras esperaba que la princesa Misbeth llegara a su habitación, el príncipe se desnudó, y comenzó a masturbarse recordando el poderío y la belleza de la heroína de la historia. Sin embargo, cuando ella llegó, supo que algo iba mal
Ponte en la cama.- dijo la princesa.
¿Qué es eso?- se alarmó el príncipe observando lo que Misbeth traía en la mano.
¿Esto? Nada es un arnés con polla acoplada. Tú tranquilo Ahora, en la cama, y a cuatro patas, nalgas prietas, que no sabes lo que me ha gustado tu culito y lo que voy a disfrutar esta noche con él.- dijo la princesa mientras se ponía el arnés en la entrepierna
¡Jajajajajajaja!- estalló en risas Joan.- Dios santo esto sí que es un buen final ¡jajaja!
Bueno pero afortunadamente para el príncipe, Misbeth sólo tenía una noche para gozar de él. Así que, con el canto del gallo, partió montada de nuevo en Kilima dejando el ano del príncipe bien trabajadito. ¿Sabes dónde fue?
Me lo imagino- rió Joan.
Quería ver si conseguía volver al castillo de Zelad antes de que se despertara y descubriera que no estaba. No todos los días una conoce la polla perfecta
Niña Lucía, con dulzura, acarició la ahora ya pequeña polla de Joan, descansando tras todo el trabajo al que se había visto obligada.
Creo que tendré que llamar para decirle a mis padres que no voy a dormir, Lucía.- dijo Joan, mientras buscaba su móvil.
Más te vale, cariño porque te tengo una sorpresa - rió Niña Lucía.
Continuará
Kalashnikov