Niña Lucía (Ángela y Joan)

“Más te vale, cariño… porque te tengo una sorpresa…”- rió Niña Lucía.

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“Más te vale, cariño… porque te tengo una sorpresa…” – rió Niña Lucía.

Joan, que ya tenía su móvil en la mano, frenó en seco.

“¿A qué te refieres?”- preguntó el muchacho, volviéndose hacia la joven que, acostada en la cama, reía sonoramente.

“¿A qué crees que me puedo referir?”

“Dios… espero que no tenga nada que ver con el final de la historia.”

Niña Lucía rió, se levantó y fue hacia Joan. Aún no estaba convencido de la bondad de las intenciones de Niña Lucía, pero la muchacha lo besó y al joven se le olvidaron las preocupaciones hasta que oyó el timbre de la puerta de la casa.

“Mierda”- exclamó Joan, buscando desesperadamente la ropa para vestirse.- “¿No dijiste que tus padres no venían hasta mañana?”

“Tranquilo… no hace falta que te vistas.”- Dijo Lucía, acariciando la mejilla de Joan y saliendo, completamente desnuda, de la habitación.

“¿Qué? ¿Qué vas a hacer? ¡Lucía!”- Gritó el muchacho cuando vio que la adolescente se dirigía a la puerta de la calle.

Sin hacer caso a los gritos de su chico, Niña Lucía siguió adelante, con su traje de Eva, y abrió la puerta.

I. Hola, Ángela.

“Hola, Ángela”- musitó Niña Lucía, saludando a su amiga.

“¡Luci!”- se alarmó Ángela al encontrarse ante el cuerpo desnudo de Lucía.

“¿Qué te parece? ¿Te mola mi vestido?”- sonrió Niña Lucía, dando una vuelta sobre sí misma y exponiendo cada centímetro  de su piel a la vista, entre sorprendida y avergonzada, de Ángela.

“Lu-Lucía… N-no…”

“Anda, boba. Entra, que nos lo pasaremos bien”- Lucía agarró del brazo a Ángela y la introdujo en la casa, tras lo cual cerró la puerta.

“Lucía… ¿Qué?”- Joan, desnudo también, se encontró de frente a la mirada de Ángela, que se clavó en sus partes con un hormigueo.

“¡Joan!”- gritó Ángela.

“¡Coño! ¡Ángela! ¿Pero qué…?”- exclamó él antes de taparse pudorosamente lo que pudo.

“Joder. No me seáis mojigatos. Ángela, ni que fuera la primera polla que ves. Joan… ¿Acaso no te gustaría follarnos a las dos?”

La frase quedó en el aire. Nadie se atrevía a contestar. De una parte del pasillo, Niña Lucía, tan desnuda como vino al mundo, y Ángela, vestida con una camiseta que se ajustaba a sus curvas y unos vaqueros que realzaban su culo en todo lo posible. De la otra parte, Joan, desnudo, tapándose la polla con las manos, sin atreverse a decir nada.

“Hay que joderse…”- suspiró Niña Lucía…- “¿Tengo que hacerlo yo todo?”

Y, diciendo esto, desde detrás de Ángela, agarró los bajos de su camiseta y la subió hacia arriba, liberando el soberbio par de tetas de su amiga, excitantemente decorado por un sujetador de encaje.

“¡No, Lucía!”- renegó Ángela, tapándose.

“¡Joder, Angie! Cuando te lo pregunté me dijiste que  querías. Ya quedamos en que lo haríamos con la única condición de que él no te la metiera por el coño.”

“ya, pero, Luci… no… no s酔

“tranquilizaros, chicas.”- pidió Joan, volviendo de la habitación tras ponerse sus vaqueros, pero con el torso adolescente y cuasi imberbe al aire.- “Luci… ¿No tienes por ahí nada para beber? Tus padres no vuelven hasta mañana, tenemos tiempo…  vamos a tomarnos algo antes de hacerlo… ¿Ok?”- Ante aquellas dos mujeres, Joan se vio obligado a poner orden.

“Tienes razón, Joan”.- Dijo Ángela, volviéndose a poner la camiseta.

“Joder. Muy bien, pero yo no me visto.”- masculló, enfurruñada, Niña Lucía, llevándolos, desnuda, al comedor.

Lucía extrajo unas coca-colas del frigorífico y una botella de ginebra del mueble bar de sus padres.

“¿No tienes ron? A mí es que la ginebra…”- murmuró Ángela.

“Joder, Angie ¿Ron? ¿Tú te crees que mis padres tienen un bar o qué?”- dijo Niña Lucía antes de estallar a reír.- “Anda, toma el ron. ¿Tú qué prefieres, Joan?”

“Yo me quedo con la ginebra, cari, no te preocupes.”

Alrededor de los combinados, la conversación se fue distendiendo, y ya casi no se acordaban de que Lucía,  con sus pechos nimios, su vientre plano, su pubis depilado, estaba desnuda y que Joan, el torso plano al air, tenía la piel aún sudada tras follársela.

Las bromas se sucedían, Ángela se atrevió a volverse a quitar la camiseta, volviendo a mostrar el sujetador y sus deliciosos pechos rellenándolo.

“Bueno, ¿Qué? ¿Follamos?”- dijo al fin la muchacha morena, acabándose de un trago lo que quedaba de su ron con cola y dejando el vaso vacío sobre la mesa.

II. Bueno, ¿Qué? ¿Follamos?

Los tres, Niña Lucía delante y Joan y Ángela detrás con la vista clavada en el despampanante y desnudo culo de la adolescente, entraron en la habitación de los padres de Lucía.

Al pasar, Niña Lucía abrió un cajón y extrajo una caja de condones.

“Joan, ahora sí que te toca ponértelos.”- Dijo la joven, pasándoselo a su chico.- “Aunque hayamos quedado en que no se la vas a meter, luego nos calentamos y pasa lo que pasa. Y a Ángela las píldoras le sientan mal.”

“Lo siento”- se disculpó, modosamente, la morena.

“¡Angie, no te disculpes! ¡Que se joda, que ya es hora de que se los ponga!”- rió Lucía, acercándose a su amiga y, pasando el brazo por su espalda y con un hábil movimiento digno del más experto de los hombres,  desabrochó el sostén, que cayó en pausado vuelo, desnudando aquellas dos tetas dignas de portada de revista.

“¡Luci!”

“Ay, Angie… basta ya de remilgos, joder… como empecemos así esto va a ser una mierda. ¡Y tú, vete desnudando, cari!”- ordenó Lucía, con su eterna sonrisa.

“Vale, Luci, te doy la razón…”- empezó Ángela.- “Pero mejor que no se desnude… mejor lo desnudamos nosotras”

“Ésta es la Angie con la que quiero compartir a mi hombre…”- rió Niña Lucía y, volviéndose hacia Joan, avanzaron juntas.

El joven, que se había quedado de espectador pasivo en el anterior diálogo, tuvo que seguir manteniendo el mismo puesto, no porque no quisiera cambiarlo, sino porque ver avanzar hacia él a dos adolescentes de bandera, una desnuda y lasciva que ya le había mostrado cuán era su poderío, y otra, cuyas habilidades eran bien mencionadas por sus compañeros, con los generosos pechos al aire, era una visión capaz de paralizar cualquier cuerpo masculino.

Felinas y juguetonas, las dos mujeres empujaron a Joan hasta la cama, donde empezaron a desabrocharle el pantalón.

“Con cuidado”- pudo balbucir el joven cuando Ángela manipulaba su bragueta. Pero Joan no pudo decir más. Su boca fue tapiada por la de Niña Lucía, la boca que más había besado, la que mejor se adaptaba a sus labios y con cuya lengua parecía tener más complicidad la suya propia.

El beso de su chica, tan intenso como siempre, le impidió darse cuenta que, efectivamente, Ángela ya le había retirado, con todo el cuidado conveniente, los vaqueros. La polla de Joan, libre y enhiesta, pronto fue abrazada por la lengua de Ángela ante el permiso e incluso las órdenes de Lucía.

Suspiró Joan, o lo intentó, que Niña lucía andaba mordisqueándole el labio inferior con travesura y el suspiro murió bajo la grácil naricilla de la quinceañera.

“¿Cómo te la chupa Ángela? ¿Lo hace bien?”- ronroneó la rubia quinceañera, liberando por unos segundos la boca de Joan.

“Sí.”

“¿mejor que yo?”

Una palmada se embebió del eco de la habitación. Niña Lucía dio un gritito y, acariciándose la nalga palmeada, intentó girarse para ver a su “agresora”, que tras chupar unos segundos el enhiesto falo de Joan, había acabado por ponerle el condón..

“Esas cosas no se preguntan, Luci”- Dijo Ángela, con la boca pegada al oído de su amiga y olvidándose por momentos de Joan.  El joven, que las vio así, torsos desnudos, los pechos de Ángela apretándose contra la espalda de su chica, las cuatro manos femeninas entrelazándose sobre el vientrecillo delgado de la rubia, sólo unos poquísimos centímetros por encima del sexo, lampiño y también desnudo de Lucía… susurró:

“¿Podríais besaros?”

Lucía, sonriendo, volvió la cara hacia Ángela y le dio un rápido piquito en los labios.

“¿Así?”- preguntó Lucía, con una sonrisa pícara…- “¿O así?”

Y, dicho esto, agarró de la cara a Ángela y le dio un morreo, degustando aún el sudor de la polla de Joan que restaba en la boca de su amiga. Las lenguas, jóvenes y femeninas, se juntaron y no se cortaron de demostrar su lubricidad con los húmedos sonidos que se intercalaban a los gemiditos.

Ángela, por su parte, no se dedicó a ser parte pasiva. Respondiendo al beso, agarró a su amiga de las caderas y la hundió hacia sí, como queriendo que ese lascivo beso no acabase jamás.

El chaval no pudo más. Levantándose de la cama, agarró con violencia a Lucía, rompiendo el abrazo que la unía a Ángela y la lanzó sobre la cama. Sin pensárselo dos veces, hundió su polla en el sexo húmedo de caricias, morbo y besos de su chica y empezó a penetrarla sin piedad. Entre jadeos y grititos de placer, Lucía pudo articular un:

“No te olvides de Ángela…”- mientras colgaba sus brazos del cuello de Joan y se abandonaba a sus rápidos embates.

“Ángela, ven aquí”- musitó Joan palmeando el amplio hueco que quedaba entre ellos y la almohada. Obediente, Ángela se subió a la cama de rodillas tras desnudarse por completo, y fue hasta la pareja. Una vez a su lado, Joan le indicó que se inclinara, y una vez hecho, los dos se fundieron en un beso lascivo mientras las caderas del joven continuaban su particular taladrado.

Lucía observó los labios de su novio juntarse con los de su amiga. Un pinchazo de celos lo obligó a no perderse nada del lujurioso ósculo en que se habían juntado mientras la verga de Joan seguía penetrándola. Joan y Ángela. Ángela y Joan. Me están follando. La cabeza de Lucía perdía contacto con la realidad. Sólo existían los tres cuerpos desnudos amándose sobre el colchón de sus padres. Su mano, tal que si tuviera vida propia, avanzó sobre las sábanas y subió por uno de los muslos de Ángela. Sin miramientos, un dedo se coló hasta el fondo en su húmedo coño y Ángela soltó un gritito.

Aun así, Joan no permitió que su beso acabara todavía, y siguió besándola y follándose a Lucía a la vez hasta que decidió cambiar la boca de Ángela por algo que le quedara más cómodo de alcanzar. Como los de un bebé hambriento, sus labios se ferraron al pezón derecho de  Ángela que, entonces sí, se vio libre para gritar y unir sus gemidos de placer a los de su amiga, que continuaba penetrando su sexo con los dedos mientras era follada por el hombre que le lamía un pecho.

Joan, aún con el pezón de la morena entre los labios, comenzó a gruñir entre ligeros espasmos. Niña Lucía, cuyos gemidos hacía mucho que se habían convertido en un arroyo constante de grititos entrecortados, dejó de mover la mano que, desde cinco segundos antes, había ganado en torpeza, y se dejó llevar

El orgasmo llegó a uno y a otra al mismo tiempo. Gruñó algo Joan y derrumbado, se dejo caer sobre sus brazos, evitando desplomarse sobre Lucía, que aún, con los ojos cerrados, gozaba de las últimas arremetidas del orgasmo que convulsionaba su cuerpo.

Salió Joan del cuerpo de Lucía que, quitándole el condón le dijo:

“Ponte otro, yo voy a tirar éste”

III. Niña Lucía, Ángela y Joan. PX

Sin más, Niña Lucía salió hacia el baño. Al volver, tras tirar el preservativo al inodoro, se encontró a Ángela a cuatro patas en el borde de la cama y a Joan, arrodillado en el suelo  tras ella, comiéndole el coño sin piedad. Y por los gemidos de Ángela, Joan no lo hacía nada mal.

“Guarros… ¡no empecéis sin mí!”- rió la joven y saltó a la cama, justo delante de su amiga.- “Angie… ¿Qué tal te lo hace mi chico?”

Ángela, en vez de contestar, arrastró hacia sí misma a su amiga, hasta que el lampiño coñito de Niña Lucía quedó al alcance de su boca.

“¡Diossss, Angie! No sabéis cómo me estáis poniendo.”-Dijo la rubia justo antes de que su amiga procediera a repetir sobre ella el mismo tratamiento que ella mismo estaba recibiendo de Joan, el novio de Lucía.

Mientras Ángela gemía y la melena negra le caía en desordenados y húmedos mechones sobre la cara, hasta derramarse sobre el pubis de Lucía, dos dedos de la joven, encontraron camino en el coño de Lucía.

Otra vez. Otra vez te masturbo, Luci… y ahora no es para olvidar nada…- pensaba para sí misma Ángela.

De pronto, un tercer dedo, de la otra mano, comenzó a acariciar más abajo y se sorprendió de la facilidad para colarse que tenía. Sin más diálogo, se hundió hasta lo profundo del ano de Lucía, que arqueó su cuerpo al sentir un nuevo invasor en la prohibida senda.

“¡Angie!”- gritó Lucía, mucho más por éxtasis que por dolor.

“Luci… has sido… una… niña mala…”- murmuró su amiga, llevada hasta el delirio paso a paso por la boca y los dedos de Joan.

“Y lo que todavía me queda”- respondió Lucía antes de que Ángela estallara en un orgasmo que no se corto de chillar a los cuatro vientos.

Exhausta, Ángela cayó a un lado, incapaz de seguir su trabajo sobre el coñito de niña de Lucía.

“Maravilloso…”- balbució la chica, con la mirada perdida en el techo, sorprendida por el orgasmo sentido.

“¿Nos duchamos  y seguimos?”- preguntó Lucía, con una sonrisa.

“Está bien. Voy yo primero”.- respondió su compañera, mientras Joan se tumbaba a su lado en la cama, sonriendo de oreja a oreja y con una nueva erección desnuda entres sus piernas.

Tras acabar de ducharse Ángela, Niña Lucía marchó al baño, a ayudar a secar el pelo a su amiga y a limpiarse ella misma la piel. En la habitación quedó Joan, desnudo y satisfecho, pensando en lo que acababa de suceder y en la suerte que tenía de estar con Niña Lucía. Esa chica era impresionante. ¿De dónde habría sacado tanto vicio? Y Ángela… también era una deliciosa putilla. Vaya pareja perfecta.

Cuando las vio volver, una al lado de la otra, el pelo húmedo, la piel también, las dos desnudas, un pubis lampiño y otro con una pequeña y cuidada mata de vello, unos pechos pequeños, otros grandes, una rubia, otra morena… tan distintas y tan iguales.

“Subiros a la cama”- dijo el joven, con una sonrisa perversa.

“¿No te duchas?”

“Ya me ducharé luego. Ahora subiros”- repitió, levantándose él de la cama.

Las chicas, divertidas, miraron a Joan, cuya polla, erecta y majestuosa, parecía un cetro real, y obedecieron.

“Ahora, a cuatro patas. Quiero ver vuestros culitos…”- rió Joan.

“Eh, Joan, no hagas…”- empezó Ángela.

“Tranquila, Ángela… no es eso. Bueno, quizá a Lucía sí.”- rió Joan.

Los tres rieron y las chicas procedieron a ponerse en cuatro, tal y como les habían ordenado.

“¡vaya par de culos!”- exclamó Joan, desde fuera de la cama, observando los dos impresionantes panderos juveniles que se le ofrecían a la vista. Con un solo movimiento, palmeó las cuatro nalgas de las jóvenes, que gritaron sorprendidas.- “Y ahora… vamos a ver qué hacemos con estos culitos”

Poniendo una mano sobre cada una de las adolescentes, Joan fue haciéndolas descender por entre la quebrada  de las nalgas, acariciando el prohibido agujerito de las chicas y acabando en los juveniles sexos, que no tuvieron problema en albergar dos dedos cada uno desde un principio.

“¡Dios!”- gimió Lucía, al notar su sexo penetrado nueva, brusca y placenteramente.

“¿Os gusta?”- les susurró Joan, comenzando la doble masturbación a ritmo rápido. Las jóvenes temblaban, los dedos de Joan cada vez se humedecían más, los choques contra las nalgas se convirtieron pronto en leves chapoteos mientras las jóvenes se iban excitando más y más.

Y Joan, desde atrás, lo veía todo.  Los dos coños abiertos, tragando y destragando sus dedos. Los dos anos, pequeños y frágiles botones cerrados pero palpitando como todas ellas. Los sexos enrojecidos, las nalgas marcadas, los pechos colgando del torso de Ángela y empujando en el de Lucía… las caras de las jóvenes, gimiendo y gozando, calientes como el infierno. Joan sintió a Lucía temblar bajo sus dedos y decidió equiparar las tornas con su amiga. Inclinándose sobre Ángela, sin dejar de masturbarlas, acercó su lengua al agujerito posterior de la morena, que exclamó sorprendida cuando notó el húmedo órgano de Joan acariciar su zona más placentera y prohibida.

“Ay, dios. Ay joder…”- murmuró la joven con los ojos como platos, en alerta como una gata en la oscuridad, y notando como, poco a poco, esa lengua iba entrando más y más…- “Ay dios…”

Era innegable que aquello la calentaba, y mucho. Por eso, cuando Lucía, que seguía siendo follada por los dedos de Joan, acercó su cara a la de su amiga, Ángela no dudó en besarla todo lo suciamente que pudo.

Así, mientras dos lenguas  se introducían en su cuerpo, una por arriba y otra por abajo y los dedos de Joan previendo lo siguiente, dejaron de penetrar para agitarse en su interior, Ángela se corrió como nunca lo había pensado. Mojó toda la mano de Joan y cayó a las sábanas entre convulsiones, como si estuviera poseída, mientras gimoteaba lastimeramente.

“¿Estás bien, Angie?”- preguntó niña Lucía, al ver como su amiga caía, casi en coma, a la cama.

Ángela, sin fuerza para contestar, movió la cabeza afirmativamente mientras su cuerpo aún seguía preso de espasmos de placer.

Joan se inclinó entonces sobre Niña Lucía y le dijo algo al oído. La adolescente asintió y su chico salió de la habitación para volver poco después con el tarro de lubricante del día anterior.

Ángela, mientras, seguía con los ojos cerrados. Cuando los abrió, no se creyó lo que veía. Justo ante ella, a escasos centímetros de sus ojos, Niña Lucía descendía sobre la polla de Joan. Pero la polla del muchacho no se hundía en su cuño, no. Nuevamente, el ano de Niña Lucía era atravesado por la tranca de Joan.

“Luci…”- masculló Ángela.

“Angie, tía, te lo prometo, algún día tienes que probarlo”- Lucía, aunque quería mirar a su amiga, no podía, y miraba al techo mientras boqueaba como un pez sacado del agua.

Entonces, Ángela, ya recuperada, se sintió malvada, perversa, traviesa. Gateando hacia la feliz pareja, le dio un lengüetazo al clítoris hinchado de su amiga, que se estremeció, e introdujo un dedo por su coño.

Gimió Lucía, jadeó Joan.

“Siento tu dedo casi sobre mi polla, Ángela”- masculló el chico, mientras Niña Lucía, impotente, se dejaba llevar por su chica y por su amigo.

“¿de verdad?”- Ángela, volviendo a atacar con su boca el clítoris de su amiga, empezó un rápido metisaca con su dedo que contrastaba con el lento vaivén que iba tomando la polla de Joan en el culo de su chica.

“Joder… tan… estrecho…”- con un gruñido, Joan acabó por correrse irremediablemente en el culo de su chica, mientras Ángela aceleraba aún más su movimiento, intercalando también la agitación de su dedo en el interior de Lucía que, penetrada aún por sendos santuarios, acabó por estallar en otro orgasmo que la hizo caer sobre Joan.

Los tres, desnudos, cansados, sudorosos, satisfechos, cayeron sobre la cama.

Cinco minutos después, Ángela dijo:

“Será mejor que aireemos esto un poco y salgamos a tomar el aire. ¿no?”

Los tres estuvieron de acuerdo.