Niña Lucía (Ahmed)

Follando con Ahmed y su enorme polla marroquí, la joven rubia se sentía Soraya. Soraya recibiendo los pollazos de Boabdil...

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La moto de Natalia, más silenciosa que de costumbre, frenó ante la parada del autobús que había frente al portal de Niña Lucía. Allí, sentada, tiritando de frío, la esperaba la quinceañera.

"Sube."- la voz de Natalia era seca y cortante. Ni siquiera le dio casco a la adolescente. Tampoco ella llevaba.- "Ahora me vas a explicar qué coño pasa"

Niña Lucía subió y se agarró de las caderas de Natalia, que estaba extrañamente tensa. La moto arrancó suavemente, y la pequeña rubia comenzó a hablar.

"No quiero volver a casa. No quiero broncas, no quiero gritos… mis padres vivirán más felices si me voy por mi cuenta."

"Vete a la mierda, princesita… Tienes dieciséis años y te equivocas. Normalmente son dos cosas que van juntas. Vas a dormir esta noche en La Casa. Pero no será para siempre. ¿Y sabes por qué? Porque acabarás deseando volver a tu casa, a tu cama y con tus padres. Yo sé lo que escapar a los dieciséis y, permíteme un consejo, las pasas putas."

"¿Entonces me puedo quedar en La Casa de Las Chicas?"

"Sólo hasta que todo se arregle. ¿Entiendes?"

"Entiendo."- asintió la joven, justo antes de que algo comenzara a vibrar en el bolsillo de su minifalda.- "mi madre…"- Niña Lucía torció el gesto al mirar la pantalla del móvil.

I. "Su hija estará bien. Lo prometo."

"Contesta"- ordenó Natalia.

"No quiero… ¿Qué le digo?"

Natalia aparcó la moto junto a la acera y cogió el móvil de las manos de Lucía. Sin darle tiempo a la rubia a reaccionar, descolgó y le puso el aparato en la oreja a la rubia.

"¡Lucía! ¿Dónde estás? ¿Qué te ha pasado? ¡Lucía! ¿Estás ahí?"

"Responde, Luci…"- le instó, nuevamente, Natalia.

"Tranquila, mamá, estoy bien…"- balbució Niña Lucía.

"¿Dónde estás? Tu padre y yo estamos muy preocupados y…"

"Vale ya, mamá, no voy a volver a casa."

"¿Qué?"

Natalia alejó el teléfono de Niña Lucía y se puso ella a hablar.

"¿Señora Cortés?"

"Sí… ¿Quién es?"

"Soy una amiga de su hija. Ahora mismo está confusa, está perdida y no quiere volver a casa."

"Pero…"

"Por favor, déjeme seguir…"- dijo Natalia. Su tono era suave, pausado y muy diplomático, muy alejado del habitual tono borde y despreocupado que solía usar.- "Lucía ahora mismo necesita un tiempo para evadirse. Vivirá conmigo y con unas amigas una temporada, hasta que esté lista. No se preocupe usted de nada, yo me encargaré de que vaya todos los días al instituto y que siga una vida normal. Sé por lo que está pasando y sé también lo que necesita y los errores que no ha de cometer. Le pido comprensión y que confíe en mí. Se lo prometo, su hija estará bien. Y volverá a casa."

"Un… un momento… mi marido quiere hablar con usted."

Natalia comenzó a caminar por la acera, mientras Niña Lucía seguía callada, mirando al suelo y apoyada en la motocicleta de la morena. Durante largos e interminables minutos, Natalia habló con los padres de Lucía, y el móvil saltaba de la mano de Jorge a la de Luna y viceversa… Así, hasta que al final, los terminó convenciendo. Al menos en parte.

"Miren… mañana iré yo a por la ropa y otros enseres de Lucía. Entonces lo podremos hablar seriamente, descansados, y cara a cara. Dejen que, este noche al menos, Lucía duerma en mi casa."

"Está bien, entendido."


Niña Lucía se dejó caer sobre las camas de una de las salas de la Casa de las Chicas. Flotaba una aroma casi subyacente de sudor y sexo, pero no le importó. Estaba muy cansada y necesitaba reposar. No tardó en caer dormida, directamente sobre las sábanas y aún vestida.

En la puerta de la habitación, se dibujaron dos figuras bajo el dintel.

"¿Se va a quedar mucho tiempo aquí?"- Preguntó Vanessa, una de las veteranas que había preferido pasar la noche allí después de un trabajo.

"No lo creo. Sólo está confusa. Como todas a su edad."- respondió Natalia, antes de cerrar la puerta, dejando a Niña Lucía durmiendo plácidamente.


Niña Lucía se levantó pasado el mediodía. Bajó al primer piso de la Casa y sólo encontró a Vanessa, viendo una de las muchas bazofias televisivas de un sábado por la mañana, vestida únicamente con unas bragas y una camiseta.

"¿Dónde está Natalia?"

"Ha ido a tu casa. Comerá allí."


Natalia volvió a La Casa pasadas las 6 de la tarde. Traía consigo una bolsa de deporte llena hasta los topes.

"Todo aclarado, Lucía…"- dijo Natalia, dejando la bolsa de la joven rubia sobre el sofá.- "Te quedarás hasta que quieras volver. Pero a partir de ahora, mientras estés aquí, cobrarás menos por los trabajos que hagas. Parte de ello servirá para pagarte la estancia."

"Entiendo. Me parece bien."

"Fenomenal. Ahora, sube, y haz los ejercicios que te mandó el profesor de física."

Lucía sacudió la cabeza confusa. Sus padres normalmente no sabían los deberes que llevaba.

"Además de con tus padres, he hablado con Ángela y con Joan, ellos me contarán cómo vas en el instituto. Y te lo prometo. No tengo mano dura sólo con el sado."

En cualquier otra ocasión, Natalia habría añadido una sonrisa a su discurso. Ahora no. Niña Lucía ni abrió la boca, asintió con la cabeza y extrajo de la bolsa que Natalia había traído una mochila con todos sus bártulos del instituto.

"Tu habitación será la sala 13. Es la que menos se usa."- oyó Niña Lucía decir a Natalia mientras la pequeña rubia subía las escaleras.


Le costó terminar los ejercicios sobre movimiento circular uniforme. Tardó bastante en concentrarse, a pesar que la habitación era posiblemente el sueño de todos los expertos que clamaban por un buen lugar de trabajo. Ordenada, bien iluminada, con un escritorio y un asiento cómodos… Cuando, finalmente, terminó la hoja, lo guardó todo en la cartera y bajó las escaleras. Con algo de suerte podría tomar el sol en la piscina.

II. Eres buena

"¡Natalia! La voz de Gloria resonó por el pasillo. ¡Han llamado los Lauria!"

Natalia tardó muy poco en abandonar la salita y atravesar el corredor, pasando por delante de Niña Lucía, que bajaba en ese momento por las escaleras del segundo piso.

"¿Cuándo?"

"Mañana por la noche."

"Mierda, yo no puedo, joder, tengo sesión con Carlos."

"También han pedido a Ahmed."

"Joder, y encima me pierdo a Ahmed… ¿Quién está libre?"

Niña Lucía se había acercado a la sala donde las dos veteranas hablaban.

"Pilar"

"No les gustan pelirrojas."

"Ya sé que no les gustan pelirrojas. Pero sí con piel lo más blanca posible. Bueno, tú eres la excepción que confirma la regla. Y Susana sabes que no trabaja sábados. Nos quedan Mariló, Magda y Paula, porque Carol está con la regla"

"Mariló no sabe moverse con un tío, Paula es demasiado falsa y Magda creo que hoy se iba al pueblo con sus padres. Joder… si les enviamos una morena que no sea yo nos van a pagar menos. Mierda. Llama a Carlos, dile que no voy a poder ir."

"Yo puedo ir."

La voz de Niña Lucía sorprendió tanto a Natalia como a Gloria.

"Ni de coña. Eres demasiado nueva…"- replicó Gloria, mientras Natalia examinaba el cuerpo de Niña Lucía.- "Nat, ¿No estarás pensando lo que yo creo?"

"Creo que lo podría hacer bien."

"Natalia, los Lauria son los que más pagan. Como la caguemos, vamos a perder un cliente de miles de euros al año."

"lo sé, lo sé… Pero sé que la niña lo podría hacer bien. Además, es precisamente el tipo de chica que buscan los Lauria"

"Sí. ¿Qué tengo que hacer?"- Niña Lucía se revistió de firmeza, y sus ojos verdes destellaron con confianza.

Ni siquiera Gloria se pudo sobreponer al impacto de los ojazos de la rubia.

"Follar. Sólo eso. Follas con uno de los chicos de la casa mientras una pareja os mira. ¿Alguna vez has follado en rollo exhibicionista?"

"No. Pero me gusta la idea…"- añadió Niña Lucía con una sonrisa.

"Perfecto. Mañana a las cinco vendrá Ahmed con su coche. Iréis juntos a la casa de los clientes. Tú sólo haz lo que te pidan. Si necesitas ayuda, Ahmed ya lo ha hecho varias veces. Él te ayudará. ¿Alguna pregunta?"

"Sí. ¿Cuánto le mide al moro?"

Natalia soltó una sonora carcajada.

"Me gusta tu estilo, pequeña… me gusta mucho."


La noche cayó rápidamente en la ciudad y Niña Lucía terminó el día con un relajante baño en la piscina, completamente desnuda. Eran las once de la noche cuando subía a su habitación tal y como vino al mundo.

"Lucía… ¿Ya te vas a dormir?"- preguntó Natalia, al verla pasar desnuda ante la puerta de la sala.

"Sí."- Lucía aparentaba casi un ángel, con la piel brillante y el pelo, en corta melena rubia, húmedo. Natalia no podía apartar sus ojos del sexo depilado, de apariencia infantil, como toda ella, de Niña Lucía.- "Aunque si quieres me puedo quedar un rato contigo…"

Natalia sonrió e hizo un sitio en el sofá.


Los dedos de la mujer se movían con presteza y habilidad en el interior de Niña Lucía, que se retorcía y estremecía de placer. Los jadeos eran la única forma de respiración que la rubia parecía tener, y sus ojos se llenaron de lujuria.

Se escapó de la mano de Natalia y colocó su cabeza entre las piernas de la morena.

Su lengua salió y lamió arriba y abajo el clítoris de la morena, que tembló de goce.

Los dedos finos y largos de Lucía se sumaron a la fiesta y, mientras el índice y el corazón de la mano izquierda se hundían en el interior del coño de Natalia, los mismos de la mano derecha hacían lo propio en el ano de la morena.

Las caderas de Natalia iban adelante y atrás, gemía y sus pechos se hinchaban y deshinchaban con su respiración.

Se acariciaba los pezones mientras Niña Lucía la masturbaba, la lamía, hacia de su cuerpo una amalgama de placeres.

No tardó en correrse escandalosamente. Llevada por la pasión, agarró a Lucía y, directamente tirándola sobre el suelo, comenzó a masturbarla y a besarla con lascivia.

Niña Lucía gemía cada vez más y más alto. Abrazó la mano de Natalia con sus muslos mientras su sexo destilaba flujo y ella gritaba como loca. Engarfió sus dedos sobre la espalda de la morena, arañándosela con cuatro líneas rojas por lado.

Luego, gritó y se tensó.

"eres muy buena, Natalia…"- dijo Niña Lucía con voz cansada y la mirada casi perdida todavía.

Sin esperar respuesta, se levantó lentamente y se dirigió a la puerta.

"¡Ey, Luci!"- le gritó la morena. Cuando la frágil rubia se volvió, añadió.- "Tú también eres muy buena… fingiendo. ¿Por qué has fingido el orgasmo?"

Niña Lucía tragó saliva, bajó la mirada avergonzada, se giró nuevamente y reemprendió su camino fuera de la sala sin decir una sola palabra.

No le fue fácil dormirse.


Despertó pronto, para ser un domingo. A las nueve de la mañana estaba en pie. Pasó el día ayudando a Gloria y Natalia a limpiar la casa y cambiar las sábanas de las camas. Eso, en una casa con más de dos decenas de camas, acaba por cansar casi como una maratón de sexo. Al menos, eso pensaba Niña Lucía que, tras comer, se abandonó a una relajante ducha.

En esas estaba cuando entró Gloria en el baño, sorprendiendo a la pequeña rubia bajo el incesante chorro de la ducha.

"Hola, Gloria…"- saludó con una sonrisa Lucía.

"Toma, usa este gel. Es perfumado. A los Lauria les mola el aroma que tiene."- Niña Lucía se echó una buena cantidad por la mano y la comenzó a extender sobre su cuerpo. Gloria continuó los consejos- "No te pongas un perfume fuerte, y yo de ti me llevaría un botecito de lubricante. Lo de Ahmed es un pollón. Tienes que cuidar muchísimo los detalles. No vamos a permitir, a partir de ahora, que por ejemplo vayas a un restaurante fino con una minifalda vaquera."

La frialdad de la mujer extrañó a la joven. Además, le sorprendió que supiera la ropa que llevaba en la cita del viernes con Ricardo.

"Sí, sabemos lo que hacéis al detalle. De vez en cuando, mandamos a una chica o a un chico a controlar lo que hace una nueva adquisición. Para controlaros."

Niña Lucía hizo un gesto de resignación y apagó el chorro de la ducha.

"¿Puedes pasarme la toalla? Gracias".


A las cinco menos tres minutos, el coche de Ahmed arrancaba desde la Casa de las Chicas. Ahmed era un marroquí alto, de piel muy morena y rasgos angulosos y atractivos. Llevaba el pelo corto, y, lo que en principio parecía una desastrada barba de tres días, de cerca era un vello facial especialmente cuidado para que diera esa apariencia.

Ahmed hablaba con fluidez el castellano, de forma que Niña Lucía pudo conversar con él durante todo el viaje. La joven, nueva en esta experiencia que Natural Escorts le ofrecía, estaba doblemente excitada, mientras que el marroquí parecía tranquilizadoramente sereno. Niña Lucía no dejaba de hablar, preguntar, interesarse sobre lo que Ahmed contaba, siempre poniéndole mucha atención a esa voz suave con acento exótico.

"¿Podrías escribirme algo en árabe?"- dijo Lucía cuando Ahmed frenó el coche ante un imponente edificio del centro de la ciudad.

"Por supuesto"- respondió Ahmed, y rebuscó en la guantera hasta dar con un rotulador negro.

Se inclinó sobre Lucía y, agarrándola suavemente del brazo, escribió sobre él algo que a la pequeña rubia le pareció simplemente un hermosísimo adorno caligráfico.

"¿Qué pone?"- preguntó Niña Lucía, observando esa línea negra que subía y bajaba levemente custodiada por un par de puntos.

"Lo más hermoso que se me ha podido ocurrir"- respondió Ahmed, y sonriendo con una sonrisa de una blancura reluciente, salió del coche y, dándole la vuelta, abrió la puerta del asiento del copiloto donde estaba Lucía.

Un minuto después, subían en el ascensor camino a la casa de los Lauria.

III. Los Lauria.

Los Lauria resultaron ser un joven matrimonio, ella arquitecta, él abogado, dados al vicio sexual y a todos los demás excesos de la jet-set, incluidas las rayas de cocaína que esnifaron tras cenar. Ahmed y Niña Lucía las rechazaron cortésmente ante la sonrisa de sus anfitriones.

La sobremesa se iba alargando y Niña Lucía no podía esperar. Apretó disimuladamente bajo la mesa el muslo derecho de Ahmed con nerviosismo, y el africano lo entendió.

"¿Qué tal si follamos?"- dijo, súbitamente.


La cama estaba iluminada por un par de lámparas de bajo vatiaje, cada una de un color, que hundían las sábanas en un peculiar baile de luces de colores.

En el fondo, en una zona de la habitación en penumbra, había un par de sillones que los Lauria no tardaron en ocupar. Junto a la cama, sobre un robusto trípode, una cámara de video permanecía encendida.

Niña Lucía observó la sala con detenimiento. Tras ella, estaba Ahmed, sonriendo mientras le rozaba los hombros con ambas manos, en una caricia que a la rubia le costó más de un estremecimiento.

Finalmente, en un gesto tan suave como iban siendo las caricias, Ahmed hizo que el vestido de Niña Lucía, regalo de Natalia, cayera al suelo.

El sujetador (un elástico sujetador de niña-mujer) no ocultaba gran cosa, y la rubia escuchó un gemido femenino desde las penumbras de la habitación.

"Pareces una niña…"- dijo Roberto Lauria con voz ronca de excitación. Había en su tono una leve complacencia, y absolutamente nada de reprimenda. Le gustaba que pareciera tan niña.

Ahmed besó en el nacimiento del cuello a Niña Lucia y, de no ser porque también la agarraba de las delgadas caderas, a la joven posiblemente le hubieran fallado las piernas. Los labios calentísimos de Ahmed la transportaron a otro mundo.

"Desnúdala y llévala a la cama"- ordenó Roberto.

Ahmed, como el más complaciente de los esclavos, obedeció y le quitó el sujetador a la joven. El agresivo tanga que Niña Lucía llevaba siguió el mismo camino y, tras quitarse ella los zapatos con los pies, Ahmed la levantó en vilo y la llevó sobre el lecho, con una asombrosa suavidad.

Niña Lucía tembló de excitación. Ahmed se subió de rodillas sobre la cama y la joven vio el bulto que empujaba la pesada tela de sus vaqueros.

Desabrochó el botón de los jeans con manos firmes, y el slip se levantó súbitamente vencido por la portentosa herramienta de Ahmed.

Niña Lucía bajó pantalones y ropa interior hasta las rodillas y, mientras el propio marroquí se desabrochaba la camisa, la pequeña rubia se lanzó a por la enorme verga que había descubierto.

Los colores de las luces parecían estar ideados para resaltar aún más el contraste de las dos pieles. El moreno de Ahmed parecía aún más oscuro y la piel de su adolescente compañera todavía más pálida.

Los delicados labios de Niña Lucía envolvieron la larga y curva polla de Ahmed, que gimió de placer sintiendo la lengua de Niña Lucía desenvolverse con arte sobre su glande.

La cabeza de Lucía iba adelante y atrás, y sus cabellos rubios contrastaban con el negrísimo vello púbico de Ahmed.

"Cómele el coño…"- ordenó Sofía Lauria. No es que hubiera adoptado el apellido de su marido. No. Ella era mujer, amante y hermana de Roberto.

Ahmed obedeció. Tras desnudarse completamente, apartó los labios glotones de Niña Lucía de su polla y, tras darle un largo y candoroso beso, la empujó hacia atrás, hasta que su rubia cabellera cayó sobre la almohada.

El marroquí abrió las piernas de Niña Lucía y se le ofreció una sabrosa granada entre ellas. Acercó su boca y puso todo su empeño en que labios y lengua hicieran derretirse a Niña Lucía, que no tardó en comenzar a gemir.

Durante unos pocos minutos, la yema de los dedos de Ahmed, sus labios y su lengua se aprendieron toda la piel de Niña Lucía, mientras que, de vez en cuando, del fondo de la habitación llegaba un gemido, masculino o femenino, o algún susurro en voz bajísima.

"Follad"- la voz de Sofía no dejaba lugar a réplica. Los gemidos de Niña Lucía se interrumpieron durante el tiempo que tardó Ahmed en cambiar de postura y apuntar su glande entre los carnosos y húmedos labios de la joven.

"¿Cabrá?"- preguntó Ahmed sin atreverse a mover las caderas y empalar a la rubia con su largo instrumento.

Como única respuesta, mientras se colgaba con ambas mano de la nuca del marroquí, la pequeña española movió sus caderas hacia la erecta verga de Ahmed, que dirigió su polla y sintió cómo lentamente se iba hundiendo en el estrecho conducto que formaba el coñito de Niña Lucía.

Siseó la rubia. No había necesitado el lubricante que Gloria le había ofrecido. Los propios labios de Ahmed la habían lubricado de flujo y saliva.

Las pieles, una morena, otra blanca, se juntaron más y más. La polla del marroquí iba llegando más y más lejos, mientras Niña lucía se abandonaba a aquél ariete que la inundaba más adentro que cualquier otro.

Finalmente, el choque de caderas coincidió con un gritito a medio camino entre placer y dolor de Niña Lucía.

El hombre comenzó a moverse. El coñito de Niña Lucía empezaba a amoldarse a aquel vasto invasor y, cada vez más lubricado, empezaba a permitir el deslizamiento de la enorme polla con más facilidad.

Cada vez que la polla de Ahmed se hundía hasta el fondo, Niña Lucía gemía a todo volumen y ya no se llamaba Lucía.

Follando con Ahmed y su enorme polla marroquí, la joven rubia se sentía Soraya. Soraya recibiendo los pollazos de Boabdil, la esposa favorita de todo un rey con un harén a su disposición. Porque era ella especial y, quizá en otra vida, hubiera sido Soraya. O simplemente una mora que follaba con su marido y gozaba con ello.

Lo único que sabía es que la polla de Ahmed le llenaba, de tan grade que era, y se olvidó que la grababan, que Roberto y Sofía, hermanos, matrimonio y amantes, se masturbaban mutuamente.

Cambiaron de postura. Ahmed se tumbó boca arriba. Niña Lucía lo montó como la mejor de las amazonas. La polla del marroquí taladraba sus entrañas mientras ella subía y bajaba, apoyándose con ambas manos sobre el torso moreno, casi negro, de Ahmed.

En esa postura, vio la palabra árabe que él le escribió sobre su brazo. No sabía lo que significaba, pero le resultaba hermosa. Seguramente, su pronunciación también lo fuera, o tal vez sonaba como alguno de esos murmullos en su lengua natal que Ahmed profería mientras se la follaba.

El marroquí se medio incorporó. Besó con lascivia a Niña Lucía mientras ésta abrazaba al moro con las piernas para favorecer la penetración, que ahora llevaba a cabo con un simple y rápido movimiento de caderas. Y aunque ahora la polla no llegaba tan hondo, su clítoris se frotaba con el pubis del marroquí, su clítoris rojizo contra su morena piel.

Gemía Niña Lucía y comenzó a jadear Ahmed. Sofía estaba empezando a gritar y Roberto se había corrido un par de minutos antes.

El marroquí susurró algo en árabe al oído de Niña Lucía que la joven no entendió, aunque no le importase. Luego Ahmed dijo "me voy a correr", en un español con un acento aún más marcado.

Los blancos dedos de Niña Lucía se apretaron en las robustas y cobrizas espaldas de Ahmed mientras sus labios dibujaban en el oído del marroquí un "córrete" que a Ahmed le sonó como la más bella de las aleyas del Corán.

La polla de Ahmed latió y vomitó borbotones de semen en el interior del coño de Lucía, que gritó de placer, tratando de no ocultar con los suyos los chillidos de Sofía, que, en su sillón, se corrió escandalosamente.


"Ha sido una sesión casi perfecta. ¿Cómo te llamas, chiquilla? Tal vez para la próxima quiera que vuelvas."- Dijo Roberto, mientras firmaba el talón que luego le entregó a Ahmed.

"Llámame Niña Lucía."

"Nos volveremos a ver, Niña Lucía"- dijo Sofía, mientras sobaba la polla de Roberto sobre el pantalón.

Tanto Ahmed como la rubia adolescente ya estaban en el rellano de la escalera. Cuando el ascensor llegó, y mientras entraba en él, Niña Lucía tuvo una suerte de revelación. Ahora, Sofía y Roberto follarían salvajemente visualizando el vídeo que habían grabado con ella y Ahmed. Le gustó la idea.


Niña Lucía llegó a la Casa de las Chicas y se tomó la pastilla anticonceptiva de rigor. Encontró a Natalia en el piso superior, en las duchas.

"Natalia, tengo algo que decirte…"

"Dime"

"Tengo un problema… no sé qué me pasa, y tengo miedo…"

"Cuéntamelo"

"Verás…"

CONTINUARÁ

Kalashnikov