Niña Lucía
Tenía 18 años en el cuerpo, 19 en los pechos, y dieciocho en el coño. Sus padres la llamaron Lucía, pero para quien en verdad tuvo la suerte de conocerla, jamás fue Lucía. Lucías hay muchas, y ella era única. Ella era Niña Lucía.
Tenía 18 años en el cuerpo, 19 en los pechos, y dieciocho en el coño. Sus padres la llamaron Lucía, pero para quien en verdad tuvo la suerte de conocerla, jamás fue Lucía. Lucías hay muchas, y ella era única. Ella era Niña Lucía...
I. Presentaciones
Nadie en su familia recuerda muy bien quién le puso ése nombre. Unos dicen que fue la abuela, una robusta mujer de campo que, a sus 79 años, aún sale todas las mañanas a cuidar sus huertos. Otros dicen que fue el tío Rodrigo, al que muchos consideran la oveja negra de la familia. Ni unos ni otros saben concretar cuándo. Incluso, hay aún una versión más sombría que se revelará a su debido tiempo. Pero nadie sabe a ciencia cierta quién tiene razón.
Niña Lucía vivía en la ciudad con sus padres, que se habían montado un bar bastante modesto en una buena zona de la urbe. Pero el negocio absorbía muchas horas, y es por eso que Niña Lucía creció prácticamente sola, gozando de una libertad que muchas otras muchachas de su edad querrían, pero que ella maldecía. Su libertad era una libertad amarga, fruto de la soledad y el abandono.
Ella iba cada día al insituto, y es allí donde me gustaría empezar la historia. Por lo menos, por esta vez. Sus compañeras ya habían venido desarrollándose desde pocos años antes, pero Niña Lucía parecía quedarse atrás. Aunque sus caderas si que se feminizaban, y su suculento culo empezaba a marcarse, rabioso, debajo de la falda del uniforme, los pechos de Niña Lucía se negaban a brotar de una vez, haciendo parecer que el destino de Niña Lucía era quedarse, por y para siempre, niña.
"¡Luci!"- la voz de Ángela, su amiga de toda la vida, sorprendió a Niña Lucía en el baño de chicas. Allí Lucía se peleaba con su imagen en el espejo. Odiaba su perfil plano. Odiaba con toda su alma que la camisa de su uniforme no se hinchara brutalmente a la altura de su torso.
"¿Qué quieres, Ángela?"- preguntó nuestra joven protagonista, tras abandonar la infructuosa regañina mental que mantenía con su cuerpo aniñado.
"Esta noche han dejado a Luis hacer una fiesta en su casa, ¿Te apuntas?"
"No sé, Angie... Sabes que siempre me encuentro como... fuera de sitio..."- Sabía cómo eran esas fiestas. Alguno de los amigos de Luis traería bebidas, y los quinceañeros y quinceañeras, desinhibidos, buscarían alguien a quien besar esa noche. Y, normalmente, sus compañeros elegían a las muchachitas más desarrolladas, dejándola a ella en un deprimente segundo plano.
"¡No seas cría, Luci!"
"¡CALLA!"- el grito de Lucía asustó a Ángela.
"¡Pero Luci! ¿Qué te pasa?"
"¡No vuelvas a decirme eso!"
Ángela miraba a Niña Lucía como si fuera la primera vez que la veía. De repente, su mirada bajó hasta su pecho plano, y luego bajó más, mucho más, caminando por el suelo, subiendo por su cuerpo, hasta llegar a sus propios pechos. La diferencia era abrumadora. Ángela tenía una de las mayores delanteras de la clase.
"L...lo siento, Luci... Sabes que no quise decirte eso..."
"Ya. Seguro."
"Venga, Luci..."- Ángela se adelantó y abrazó a su amiga con calidez.- "Por favor, vente..."- le dijo, y su aliento calentó la suave piel del cuello de Niña Lucía.
"Está bien."- contestó la niña, devolviendo el abrazo a Ángela.
II. La Fiesta
Niña Lucía se acicalaba ante el espejo. Buscaba alguna prenda capaz de hacerla parecer atractiva a los ojos de sus compañeros. Pero no podía hacer nada contra las tetas de sus amigas. Niña Lucía se sentó en la cama y comenzó a sollozar. ¿Por qué? Se decía. ¿Por qué estaba obligada a pasar invisible?
Ya era noche cerrada cuando Ángela pasó a por ella. Las calles oscuras desdibujaban el esbelto cuerpo de las dos quinceañeras.
"Va, Luci, date prisa. Estas calles son jodidas."
"¿Tienes miedo?"- respondió Niña Lucía con una sonrisa perversa.
"Luci, no me toques las narices."
"¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que nos violen? ¿De que nos desnuden y empiecen a metérnosla como animales?"- niña Lucía se pegaba al oído de su amiga y hablaba con un tono quebrado.
"Luci, coño no juegues. Vamos a llegar tarde a la fiesta"- La voz de Ángela temblaba.
"¿Y si no quisiera llegar? ¿Y si lo que quiero es perderme por estas callejuelas y llevarte conmigo?"- Y dicho esto, Niña Lucía salió corriendo y dobló la primera esquina que encontró.
"¡Luci! ¡Va, coño! ¡No tiene ni puta gracia!"- nadie contestaba.- "¿Luci? ¡LUCÍA! Joder, Luci, sal ya."
Ángela se asomó a la calle por la que se había metido Lucía, pero allí no había nadie. La penumbra solitaria era lo único que veía. Ángela empezó a preocuparse. Se sintió vulnerable. Sola.
"¿Qué haces tan sola, niñita?"- sonó una voz ronca a su espalda, y Ángela rompió el aliento de la madrugada con un grito ensordecedor.
"¡Lucía!"
"¡Jajajajaja! ¡Qué susto te has llevado! ¿No quieres que te viole entonces?"- rió Niña Lucía.
"¡Vete a la mierda!"- Ángela salió hacia la casa de su compañero, enfadada.
"¡Va, Angie! ¡No te cabrees! ¡Era sólo una broma! ¡Angie, coño!"
Ángela se alejaba cada vez más, y Niña Lucía no tuvo más que seguirla.
"Lo siento, Angie. Perdóname"
"¡No!"- contestó su amiga.
"¡Joder, Ángela!"
"Ni joder ni hostias... ¡Vete a la Puta MIERDA!"- dijo, como paladeando las palabras.
Sin una palabra más, llegaron a casa de Luis.
"¡Vaya! ¡Por fin llegó la reina!"- comentó Luis cuando, tras abrirse paso por entre los cuerpos de sus compañeros, abrió la puerta a Ángela.
"Luisito... no me empieces a tocar los ovarios."-respondió Ángela con una sonrisa forzada y yendo directamente a beber algo.
"¡Hombre, Lucía! ¡Creí que no vendrías!"- exclamó Luis tras observar cómo Ángela pasaba de él.
"Ya ves... y ahora que he venido... ¿Me vas a decir dónde están las bebidas?"
"¡Coño, no me digas que tú bebes!"
La carcajada histriónica de Lucía sonó por encima de la música.
"Nene... te apuesto diez euros a que no me aguantas bebiendo".- contestó Niña Lucía mientras observaba cómo Ángela se alejaba de ella y empezaba a charlar con un par de compañeros.
"Tranquila, fiera. Allí tienes las bebidas, y pásatelo bien, ¡Alegra esa cara!"
Niña Lucía le hizo caso. Estaba enfadada. Y decidida. Decidida a superar esa noche a Ángela. No había sido capaz de aguantar una broma, muy bien, pues había otra cosa que iba a aguantar aún menos. Quedar en poderes de seducción por detrás de la Niña de la clase... Niña Lucía.
La cadena de música se encendió de ritmo. El pop acaramelado de los triunfitos dio pasa a un rock suave de manos de Fito Cabrales y sus Fitipaldis.
Niña Lucía agotó el vaso que se había preparado y escrutó el panorama a ver quién podía servirle. "Perfecto" se dijo. Ángela, arisca, se desembarazaba con facilidad de Joan, uno de los compañeros más guapos de la joven. "esta es la mía"
"Olvídate de ella."·- le dijo Niña Lucía cuando Ángela se alejó de su compañero.- "Toma... está bueno, lo he preparado yo misma..."- añadió, extendiéndole a Joan un vaso idéntico al que ella portaba en la otra mano.
"¿Qué le pasa hoy a tu amiga?"- dijo, pegando un trago
"¿No lo sabes?"- le dijo, Niña Lucía, mirándolo sorprendida, como si fuera algo de conocimiento general.
"¿El qué?"
Sonriendo, Niña Lucía contestó: "Que es gilipollas, Joan". Y comenzó a reír. Con ella, Joan también rió.
"No sabía yo que eras tan bromista..."- Joan le pegó otro traguito al vaso.
"Hay tantas cosas que no sabes de mí"- añadió, acariciando con discreción la mejilla del joven. Joan cerró los ojos por lo suave del contacto. Cuando los volvió abrir, Niña Lucía se había alejado de él entre el mar de adolescentes que habitaban el gigantesco salón de la no menos gigantesca casa de Luis.
El ritmo de la música cambió violentamente. La "Samba da Bahía" de Carlinhos Brown animó a todos los presentes. Niña Lucía apareció entre el gentío de parejas que se buscaban y agarró de la mano a Joan. "Ven", fue lo único que le dijo, y Joan obedeció inmediatamente, dejando el vaso sobre una mesita.
Mientras seguía a Lucía, Joan se fijó en algo. Algo que jamás le había llamado la atención. El culo. El culo de Lucía era espectacular. Cada día, bajo el uniforme, pasaba desapercibido. Pero en la fiesta, con esa mini vaquera, el culo de Lucía se veía abrumadoramente atractivo.
La sorpresa se cebó nuevamente en Joan. Niña Lucía sambeaba mejor que nadie. Su magnífico pandero era una batidora que se pegaba a la entrepierna del chaval. Sin poder evitarlo, su verga creció dentro de los pantalones con el roce del culo de Niña Lucía.
Como pudo, Joan respondió al baile intentando mantener el ritmo de Lucía. Pero el culo de su compañera se pegaba a su entrepierna y avivaba, aún más, si cabe, la erección. De pronto, Lucía se giró y acercó su boca al oído de Joan...
"¡Qué dura!"- susurró, y Joan, incrédulo, sólo pudo mirarla a los ojos. Ojos que se acercaban cada vez más. Y, de repente, un beso. Un beso que fue luz y fue silencio y fue un reducto en que los dos amantes estuvieron solos entre la multitud.
Nunca soñó Joan que Niña Lucía besara tan bien. Nunca soñó que esa lengua supiera bucear en su boca con tanta travesura. Las manos del joven se hundieron bajo la camiseta de la niña para posarse sobre el torso escasísimamente abultado de Lucía. Sus pezones endurecidos le dijeron todo lo que quería saber.
"¿Nos vamos a una de las habitaciones?"- preguntó el chaval.
"Vamos"
Mientras Lucía y Joan salían del salón, Ángela buscaba a su amiga en el mar de gentes.
"Oye, Claudia... ¿Dónde está Lucía?"
"¿No la has visto? Hace un momento estaba bailando con Joan. ¿Tú sabías lo bien que baila Lucía? Joder, creo que se la ha levantado a todos, no te digo ya al Joan... creo que acaban de salir".
Enfurruñada, Ángela optó por servirse otro vaso de lo que fuera mientras, por lo bajo, susurraba "Puta".
III. Habitaciones. PX.
Lucía y Joan avanzaron por el largo pasillo de la inmensa casa de Luis. Abrieron la primera puerta y se encontraron de frente con otra pareja que se les había adelantado y ya comenzaban a desnudarse.
"¡Joan, coño! ¿No ves que está ocupado?"
"Nano, Luis... pon el pestillo"
"Un momento..."- dijo el hijo de los dueños de la casa tratando de ver al contraluz a la pareja de su amigo.- "¿Esa es...?"
"Pon el pestillo".- le cortó Joan, cerrando la puerta.
"Hijo de puta... y parecía santa..."- reía Luis mientras se acercaba a la puerta para hacerle caso a Joan.
Lucía y Joan encontraron una habitación abierta y entraron besándose. Cayeron sobre la cama, envueltos en caricias torpes, entorpecidas por el alcohol y la inexperiencia. No... Bien sabía Niña Lucía que ella no era virgen. Bien sabía Joan que era el que más experiencia tenía de los dos.
Joan arrebató la camiseta del torso de Lucía. Sus pechos, pequeños pechos que no precisaban de sujetador, quedaron a la vista. Lucía gimió cuando uno de sus pezones desapareción entre los labios de su compañero y amante.
"Joan. No. Espera."
Joan se detuvo. Maldecía esas palabras. Seguramente la niña despertaba de las brumas del alcohol y, reconsiderando la escena, decidió que habían llegado muy lejos.
"¿Qué pasa?"- murmuró resignado.
"El pestillo. Visto lo visto..."- sonrió Niña Lucía mientras le regalaba un beso tranquilizador.
"Claro... el pestillo"- susurró Joan, y Lucía le respondió con un guiño.
Tras asegurarse de dejar la puerta bien cerrada, Joan se volvió y la polla se le encabritó al ver a Niña Lucía ya desnuda. Un escalofrío le embriagó tras ver la sombra de cuidados vellos de su sexo. Tragó saliva y se dispuso a equipararse con Niña Lucía. Se desnudó rápidamente, deshaciéndose de vaqueros, ropa interior, zapatillas y camiseta y se lanzó al ataque de los labios de su nínfula compañera.
La verga chocaba contra el vientre de Lucía mientras los adolescentes se besaban. La piel le ardía a la joven. Ése calor que tan bien conocía la empezó a envolver. Los dos adolescentes se devoraban los labios, llevados por una pasión desorbitada fruto de la edad. Se recostaron sobre la cama, Joan hundió un dedo en el coñito de Niña Lucía, y su partenaire respondió a la caricia con un sonoro gemido.
"Estás muy mojada, Luci..."
El pecho de Niña Lucía era un constante vaivén. Tenía las mejillas sonrosadas de excitación, la sonrisa convertida en una mueca de satisfacción.
"¿A qué esperas?"- susurró la joven.
Joan no necesitó más directriz que la del instinto. Se colocó ante el desnudo e infantil cuerpo de Lucía, arrodillado ante ella. Abrió las piernas a Niña Lucía, y entró en su cuerpo. Gimió Lucía, al sentir por fin el calor de su compañero entrar en ella. Gimió Joan, al sentir por fin la humedad del coño de Niña Lucía abrazarlo. Con lentitud, empezó el movimiento de vaivén sobre el cuerpo de la joven.
Lucía gemía y Joan, ensimismado, no podía apartar los ojos de ella. Parecía tan niña, tan frágil...Joan la penetraba, pero se había olvidado de él mismo, perdido en la contemplación del cuerpecillo delgado de Niña Lucía. Joan la penetraba buscando el placer de ella, no el suyo. No la penetraba egoístamente y eso se notaba en el cuerpo de Lucía. Gemía la joven. Sentía el placer, la dedicación que Joan ponía en atravesarle el coño con dulzura y suavidad.
"¡Sí!"- ronqueaba la adolescente de pechos niños, la respiración convertida en un vaivén sibilante, un jadeo constante que le secaba la boca. Buscó los labios compañeros. Besó a Joan mientras él la follaba, la hacía el amor, que era eso lo que sentía el adolescente. La pasión, la lujuria que desató el baile de Lucía no eran nada comprados con ese sentimiento que había empezado a sentir al verla desnuda, al besarle los pezones duros, al resbalarse por sus pechos inexistentes y mirarla a los ojos al penetrarla. La empezaba a amar. Amaba sus gemidos, deseó que nunca se acabaran, aunque eso significase que él no tocaría lo divino otra vez. Deseó no parar nunca, mantenerse siempre duro para poder follar eternamente con Lucía, y regalarle orgasmo tras orgasmo y que le diera las gracias gritando de placer.
Niña Lucía se sentía pletórica, llena cada vez que Joan se hincaba hasta lo más profundo de su sexo. La sangre, calentada tras hinchar los labios de su sexo, recorría todo el cuerpo compartiendo el calor con cada centímetro de piel. Los jadeos de la joven subían de volumen.
"Mmmmm... sigue, por dios, Joan... sigue por lo que más quieras."
Lucía lo notaba. En sus entrañas se gestaba la enésima revolución. Su clítoris se frotaba contra el pubis de Joan. Enloquecía. Se le subieron los calores a la cabeza, a los pulmones, a los pezones.
"Me voy... córrete conmigo."- susurró Niña Lucía, pegados sus labios a la oreja de Joan, y abrazándolo como si le fuera la visda en ello, como si quisiera hundirlo todo él en su cuerpo, fundirlo con ella en su calor, en su éxtasis de locura.
Joan se había olvidado de su placer. Volvió a su cuerpo, volvió a sentir su polla hundiéndose en las profundidades de Lucía. Y las sintió a punto de explotar, tanto una como otra.
"Me voy..."- repitió Lucía entre jadeos.
"Sí"- fue lo único que pudo articular Joan, sintiendo las explosiones.
"Me voy."- repetía la joven, grabada a fuego esa frase en su cerebro.- "Me voy, me voy, me voy, me voy ¡Me vooooooooy!"
Estalló Lucía. Estalló Joan. El orgasmo fue único y total. No tuvo cada uno el suyo, su orgasmo egoísta, no. Los dos compartieron la misma explosión, el mismo grito, el mismo placer que los recorrió palmo a palmo, fotografiándolos en un éxtasis completo, con todos los músculos hechos piedra que temblaba.
Se corrieron los dos juntos, y luego se besaron. Se besaron y luego se acariciaron, disfrutando entonces de lo que no podían antes. Reconocieron, se aprendieron el cuerpo compañero con la punta del dedo, creando caminos que se abrían paso entre el sudor que inundaba la piel.
"¿Te gustó?"- se atrevió a preguntar Joan, semi-incorporado sobre la cama, pasando el dedo sobre el pecho plano de Niña Lucía, que yacía acostada, mirándolo a los ojos.
Como única respuesta, Niña Lucía se levantó y lo besó en los labios.
"Demasiado"- susurró, tras despegarse de su boca.- "Ahora tengo que vestirme. Saldré ahora. Espérate cinco minutos aquí dentro y sal tú."
"¿Vas a estar en la fiesta?"- preguntó Joan
"No. Me voy a casa. Tienes mi teléfono en el bolsillo de los vaqueros"- Niña Lucía sonrió y guiñó un ojo pícaramente.- "Si no me llamas esta noche me olvidaré de ti."- concluyó, aún a sabiendas de que era mentira. No podría olvidar esa noche nunca. Y algo le parecía insinuar que tampoco las siguientes.
Continuará.
Kalashnikov.