Nicolasa

Nicolasa era una jovencita demasiado apetecible para rechazarla pero no me gustaba del todo. No sabía si lo mejor sería masturbarme como siempre.

NICOLASA

Ésta historia me pasó hace unos cinco años. Lo que cuento es prácticamente casi real. Y lo que he añadido es para hacerlo más erótico. Os recuerdo que me llamo Juan. Tengo 40 años y estoy bien físicamente. Hago mucho deporte.

Una noche había quedado con dos amigos, un matrimonio, para salir a tomar algunas copas. Me llevaban en su coche. Nos acompañaba una joven rubita de unos 22 años. Al verla se me cayó literalmente la baba. Era un plato muy suculento para un hombre de 35 años. Se llamaba Nicolasa , quizás era demasiado delgadita pero su rostro era muy muy atractivo.

El problema es que me cayó mal. No en el coche puesto que hablamos muy poco sino en el disco pub.

Ella trataba a los hombres como objetos y no me gustaba. De usar y tirar. A mí me tenía en su lista pero Nicolasa oteaba en el horizonte uno más guapo, más joven, o mejor dotado.

Tras varias copas, carcajadas y música muy alta, Nicolasa aparecía y desaparecía en busca de machos. Finalmente parece que se decidió por mí. Había un rubio que no la acababa de convencer del todo. Ella sabía que yo tenía alguna experiencia y era muy atractivo. Pero no me gustaba que me tratase con esa simpatía falsa; sin sentimientos.

Tenía una erección y terminé sucumbiendo. Era una oportunidad.

Un servicio no es el lugar más romántico para hacer el amor y menos sobre un water. Ella cerró el pestillo. Era un servicio para mujeres. Las que esperaban fueran tendrían que hacérselo encima. Nicolasa me bajó los pantalones y se la metió en la boca. Le encantaba y a mí también. Amablemente me agaché, le bajé la falda y las bragas y le lamí el chocho. ¡Cómo gemía la cabrona!.

Se la metí y me la follé con rabia. Podía oír sus suspiros. Tenía miedo de que viniese el vigilante y me echase a la calle. Yo gozaba como un loco con su coño empapado y caliente. Pero en medio del trajín se me iba formando un pensamiento. Después de la gloriosa jodienda ella me diría con su sonrisa forzada que quedaríamos mañana. Me daría su teléfono. La llamaría y alguien me diría que no se podía poner. Y eso. Lo reconozco. Me jodería un montón. Me ha pasado otras veces.

De pronto me detuve. La saqué fuera.

¿Pero qué coño te pasa hombre? – me dijo.

Me subí los pantalones y me abroche el cinturón. Sin decir nada abría la puerta y me baje de nuevo a mi rincón a seguir tomándome el cubata.

Al rato apareció ella. Se sentó a mi lado.

¿Es que he hecho algo malo?- me dijo.

No.

¿Entonces?

Es que no me gusta hacer las cosas de este modo.

¿Pero qué cosas?

La conversación continuó de esta forma sin llegar a ninguna parte.

Estaba decidido a pasarme sin ella esa noche. Ella se apartó un poco de mí pero no dejaba de mirarme y la verdad es que yo no dejaba de mirarla a ella.

Comencé a sufrir al verla de nuevo levantarse e ir de un lugar a otro. Pero al rato se sentó y me sonrió. Tuve entonces otro efecto secundario. Una gran calentura. No me había corrido y estaba como un loco. Necesitaba masturbarme. ¿Y dónde podía hacerlo? Miré de nuevo a Nicolasa y ella sonrió como si supiese lo que me estaba pasando. La muy mala y puta.

No me quedó más remedio que irme fuera. Afortunadamente era una noche de primavera bastante cálida. Y tampoco era la zona centro de la ciudad sino el típico suburbio donde hay un gran silencio y varios coches aparcados frente a jardines. Me puse en medio de dos coches y me la saqué toda. Estaba ardiendo. ¡No podía más! Estuve a punto de sacármela ahí en medio de la gente. Y me habrían llevado a comisaría. Empecé agitarla. Mi polla sonaba porque estaba llena de leche. De pronto me pareció oír unos pasos. Más bien un taconeo. Me pareció que había alguien detrás de mí. Pero creí que eran imaginaciones. Continué meneándomela con ese ruido que hacía hasta que eyaculé soltando un montón de semen ardiente. Mire hacía atrás y descubrí que no estaba solo. Nicolasa me estaba espiando. Había escuchado mis jadeos y todo lo demás. Y ella estaba con la boca abierta, desencajada. Con las piernas apretadas. Y la falda. Estaba jadeando. Me pareció que acababa de tener un orgasmo.

¿Bueno porque hiciste lo que hiciste? – me dijo.

Ya lo sabes.

No. Yo no sé nada.

Volvimos al pub y por unos instantes me pareció que me había olvidado de ella. Mi pareja de amigos se marchaba y me esperaba un sitio en el coche.

¿Dónde está Nicolasa?- me preguntaron.

No tengo ni idea- contesté.

Nos íbamos sin ella. Esta vez el que preguntó fui yo.

Oye, ¿dónde está Nicolasa?.

Nos ha dicho que se quería quedar un rato más.

La verdad es que su actitud me extraño bastante. Mira que quedarse...

Oímos un grito.

Esperadme- gritó ella.

Fue corriendo hasta el coche y entró dentro.

No me habías dicho que te ibas, jodío- me dijo.

Es que no sabía donde estabas.

Es que he enloquecido por ti.

Salí con ella un mes. Recuerdo el fatídico día que llamé por teléfono. Me dijeron que no se podía poner. Y no la volví a ver más. Me quedé destrozado.