Nico y Rufo: Los doce apartamentos

Los negocios iban bien, las relaciones iban bien... pero alguna que otra cosa estaba mejorando.

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NOTA: Lo que vas a leer forma parte de una saga larga. Te aconsejo leer antes Cómplices y los capítulos de Nico y Rufo del primero al once para poder entenderlo todo ¡Disfruta! Gracias.

Nico y Rufo:

Los doce apartamentos

0 – Prólogo

Después de haber cambiado muchas cosas en el pueblo de Pintres, los hermanos Nico y Rufo, «los millones», teníamos nuevos proyectos que, quizá, nos dejasen menos tiempo para disfrutarnos mutuamente como amantes. Pero si los proyectos se llevaban a cabo con meticulosidad y rapidez, pronto volveríamos a disfrutar de la calma de nuestro dormitorio y del placer de nuestros cuerpos sin interrupciones.

Había pasado un poco de tiempo y el cine funcionaba como esperábamos. Todos los días, de martes a sábado, había dos sesiones y casi siempre acudía mucho público; el fin de semana, el sold out (sin entradas), estaba asegurado.

0.1 – Ampliación del cine

Tanto mi hermano como yo, pensamos siempre en mejoras que no destruyesen la paz de Pintres, así que hicimos nuevos planes para el cine.

En la parte exterior de la casa – ya fuera del pueblo -, se haría un aparcamiento para los espectadores que se desplazaban desde El Pueblo y desde otros lugares. Sería un aparcamiento vigilado, pero tendría la entrada por una carretera antes de llegar al pueblo, evitando aglomeraciones y retenciones de tráfico en las calles tan estrechas. Bastantes puestos de trabajo provisionales y otros muchos fijos.

Quitaríamos los aperitivos del bar del cine. Mientras la gente veía la película gay, se dedicaba a comerse cosas más apetitosas que el maní. Por eso, se haría afuera una zona con quioscos divertidos (sin ruidos) con bebidas y comidas (V) . De 15 a 20 puestos de trabajo más.

Para la gente más pudiente, se construiría un Bar-Restaurante grande con forma de cabaña. ¡¡Servicio a todo lujo, con rebajas de hasta 20 euros si se llevaba la entrada del cine!! También quedaría a las afueras del pueblo y cerca del cine, pero se construiría después. Entre 15 y 20 puestos de trabajo más.

0.2 – La Urbanización Gayanet

Asistimos a un pleno del ayuntamiento y se comenzaron las obras de la Urbanización Gayanet, pero de las quince parcelas que yo había previsto, un duplex sería la «casa piloto» y, nuestra oficina, se instalaría en la casita de la plaza hasta la venta total y, las dos parcelas restantes, servirían para construir un Mini-Market: unos mini-almacenes donde comprar de todo: comida, ropa de abrigo, juegos y ¡un sex shop bien surtido! Más de 20 puestos de trabajo.

El ayuntamiento preparó un servicio de solicitudes de trabajo de las gentes de Pintres para los proyectos y dejó bien claro que el pueblo de Pintres, prácticamente, no cambiaría.

Todas estas obras, construidas con obreros de Pintres y de El Pueblo (no había tantos en nuestra aldea), las llevaría a cabo una constructora que nos aseguró tenerlo todo terminado en muy poco tiempo ¡No era aquello mentira! El cine se pintó y se mejoró, se construyó una carretera para llegar a las instalaciones por fuera del pueblo y se instalaron los puestos de bebidas y comidas y el parking vigilado ¡Una pasada que ni nosotros mismos creíamos!

1 – Los dos primeros

Cuando ya se hicieron todas estas obras, se instaló la oficina en nuestra casita de la plaza, se colocó un anuncio grande y con dos rótulos rotatorios. El interior quedó como una oficina de lujo y mi hermano y yo nos vimos obligados a vestir con un poco más de seriedad, pero sin perder nuestro humor (V) .

Esperábamos ya la visita de algún interesado en un apartamento duplex en la Urbanización Gayanet, cuando alguien abrió la puerta sin llamar y oímos risas. Como nos estábamos haciendo una paja detrás de mi mesa, fingimos que Rufo había venido a… ¡hacerme una consulta muy importante!

  • ¡Ainnssss! – oímos - ¡Qué buen gusssto para unas ofisssinasss!

Estaba claro que los que habían entrado como un torrente eran Menchu y Lito, que sabiendo que ya podían visitarse las casitas, venían a verlas.

  • ¡Pero no os creáis que venimos a criticarlas! – dijo Lito muy serio - ¡Con el gusto que tenéis para decorar, me parece que apalabraremos ya un apartamento! ¿Se podrán ver, verdad?

  • ¡Por supuesto! – se remetió bien la camisa Rufo -; normalmente, os diría que subieseis por la Calle de la Piña, al fondo a la izquierda, pero os vamos a acompañar personalmente a visitar aquello ¡Sois los primeros y tendréis dónde elegir!

  • ¡Ojjjjjj! – exclamó Menchu - ¡Qué lujasss…ssoooo!

  • ¡No os preocupéis! – les dije -, el clima ha templado mucho y será un paseo agradable ¡Nico! – dije para que me oyesen -; pon el cartel de que estamos en la urbanización. Empezamos hoy mismo las ventas y ya hemos tenido llamadas y visitas.

  • ¡Claro! – dijo Lito - ¡Es que nos hemos dedicado a hacerles publicidad diciéndoselo a nuestros amigos! ¡Si nos gustan, ellos compran! ¡Seguro! ¡Y son varias parejas!

  • ¡Vamos entonces! – les dijo Rufo -, tomaremos antes una copita de añico para hablar un poco antes de verlo todo.

  • ¡Ainssss! – suspiró Menchu - ¡Lo del cine esssss… ¡Genial, chicossss; una passsssadaaaa!

Nos miramos con seriedad y un poco asustados. Mi hermano me hizo un gesto y me di cuenta de que llevaba la bragueta abierta. La subí con disimulo cuando él se puso delante y fuimos a tomar esa copa. El precio del apartamento, que no era una ganga, les pareció… ¡fantástico! Faltaba ver si las casitas y el sitio también les gustaban, pero ya iban un poco preparados con las copitas.

Subimos por la Calle de la Piña y vieron ya al fondo la casita piloto. Les cambió la expresión ¡Quizá pensaron en algo más cutre! (F).

Subimos la cuesta y vimos cómo se agarraban por la cintura y cuchicheaban, así que nosotros nos pusimos muy juntitos. Fue un paseo agradable hasta que llegamos a la esquina desde donde se veía toda la urbanización.

  • ¡Jolines! – exclamó Lito -; pensé que serían casitas pequeñas de un dormitorio y poco más, pero me da la sensación de no son tan pequeñas.

  • ¡No! – les dije indiferente -, a la derecha podéis ver el mini-market y bajando toda la calle Corrales Altos, se han construido hasta ahora 12 casitas de dos plantas. Aquí tengo los planos. Salón, cocina y aseo en la planta baja; tres dormitorios y baño en la planta alta ¡Os gustará! (V)

  • ¿Y se pueden ver, verdad? – preguntó Menchu - ¿Cuáles están libres?

  • Ya os hemos dicho – les aclaró Rufo -, que sois los primeros, así que podéis elegir la que más os guste. Nuestro azafato, Fran, os enseñaría todas, pero vamos a acompañaros a la que nos parece la mejor.

  • ¡Oiiiinssss! – gritó Menchu - ¡Qué detalle!

  • Pues si os gusta – les dije -, ya podéis apalabrarla. El Banco de Pintres ha hecho un concierto con nosotros y se podrá pagar muy cómodamente. Es barato, en definitiva, si sabéis que están hechas con materiales de primera calidad. Están, incluso, insonorizadas y tienen aislamiento térmico. Si cerráis la habitación vuestra y tenéis vecinos, no os oirán en absoluto. Pero aquí, en la calle, hay un silencio tan grande, ¡que se puede oír!

Les mostramos la casa y se volvieron locos. Se abrazaron y se besaron y acabaron besándonos a nosotros. Como los vimos muy acaramelados, pensamos en dejarlos allí un rato.

  • ¡Perdonadme, amigos! – les dije -. Nosotros tenemos que bajar a la oficina; está desatendida. Podéis quedaros aquí el tiempo que queráis. Cuando… acabéis, subís a la casa piloto y le dais a Fran, que lleva un uniforme azul, la llave que os voy dejar ¡Cerrad bien!

Cogieron la llave alucinados y nos fuimos a la oficina a terminar de hacernos la paja; ¡es que nos habían dejado a medias!

Bastante tiempo después, volvieron a entrar. Afortunadamente, ya nos habíamos corrido y lavado con esmero. Los acompañamos al banco (una casa a la izquierda) (F) y nos prometieron que el día siguiente tendríamos, al menos a otras tres parejas interesadas. Rufo y yo nos pusimos tan contentos, que cerramos la oficina cuando se fueron, se lo contamos todo a tío Manolo y nos fuimos a almorzar a casa del palomo (nos invitó para celebrarlo).

  • ¡Uy, Uy! – dijo el quinto pino riéndose -, que estas invitaciones me sé muy bien cómo acaban.

  • ¿Y por qué no les decimos a medio metro y Pico que se vengas después a tomar una copita? – pregunté - ¡Seguro que se apuntan!

  • ¡Pues vamos a dejar a vuestro tío solo un buen rato! – dijo el palomo -.

Rufo y yo nos miramos un tanto tristes. Nuestro tío se iba a perder su show, pero no podíamos hacer otra cosa.

2 – La sobremesa

  • ¡Es fantástico! – nos dijo el quinto pino -; seguro que al comprar estos dos primeros, compran sus otras tres parejas de amigos.

  • ¿Sabes que con esas cuatro ventas – le dije sonriendo – cubriríamos ya los gastos de todas las casitas?

  • ¿Qué me dices? – exclamó el palomo - ¡Como se vendan las otras tres, lo celebraremos por todo lo alto!

  • ¡Eso, Eso! – dijo Rufo inventando cosas -. Vamos a comprar una cama de las más grandes para nuestro dormitorio; para estar más cómodos los seis. Haremos allí un hexágono para celebrarlo; ¡en todo lo alto! La próxima comida, además, será en casa. Tenemos a una chica, Clara, que guisa de puta madre.

  • ¿Clara? – preguntó el palomo - ¿Quién es esa?

  • ¡Ah, pues no sabemos el mote! – dijo Rufo -; se lo preguntaré.

Noté ciertas miradas sensuales del palomo y del quinto pino. Me pareció que los dos estaban deseando de hacerlo conmigo. Seguramente, habían comentado lo de la paja espacial, aunque ellos no sabían lo que era. Palomo se levantó sin dejar de mirarme y nos dijo que iba a por medio metro y Pico. Al poco tiempo, llegaron todos y nos abrazamos riendo y comentando las novedades. Los dos chicos ya sabían a qué estaban invitados; se les notaba en las caras. ¡Sus sonrisas nerviosas tiraban de las comisuras de sus labios hasta las orejas!

  • ¿Por qué no hacemos hoy algo nuevo? – dijo el quinto pino -; podríamos hacernos una paja con los pantalones bajados y junto a la chimenea, pero haciendo un círculo. Así, cada uno le hace una paja al de su derecha sin que sea su pareja ¿Alguno de vosotros es zurdo?

Todos movimos la cabeza negándolo. No era mala idea, pero habría que ponerse bien de añico para seguir una segunda vez en el dormitorio; así que nos tomamos unas cuantas copas charlando de cosas morbosas antes de empezar ¡La digestión del almuerzo estaba hecha y nosotros bien cachondos!

  • ¡Rufo! – miré a mi hermano extrañado - ¿Tú te has dejado el móvil encendido?

  • ¿Yoooooo? – dijo extrañado - ¡Lo he dejado en la oficina!

  • ¡Coño! – corrí a por mi chaqueta - ¡Entonces es el mío!

El número que aparecía en la pantalla me era desconocido (y no estaba en mi agenda), así que pregunté con cortesía.

  • ¡Apartamentos Gayanet! ¿Dígame?

  • ¡Hola! – oí - ¿Es usted Nico?

  • ¡Sí, señor, yo soy! – contesté serio - ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

  • ¡Bueno, señor! – dijo - ¡Usted no me conoce! Soy Marcial Carrasco. Llamo para saber si podríamos ir a ver las casas sobre las 6 de la tarde.

  • ¡Por supuesto! – le dije amablemente - ¡En la plaza del pueblo verán claramente las oficinas!

  • ¡Sí, sí, gracias! – contestó feliz - ¡Ya nos lo han dicho Lito y Menchu!

  • ¡Ahhhh! – exclamé - ¡Será un placer recibirles, aunque a esa hora ya haya poca luz! Pero está todo preparado.

  • ¿A las 6, entonces? – preguntó -.

  • ¡Sí, señor! – terminé -; en la oficina les esperaremos… ¡Adiós, adiós! ¡Gracias!

La cara de Rufo y la del resto de nuestros amigos era de sorpresa inesperada. Sabían que vendrían más compradores por la tarde. Nos bebimos un par de copas para celebrarlo y nos fuimos acercando a la chimenea con disimulo y sin decirnos nada. La cosa se estaba preparando

Nos fuimos poniendo en círculo sin decirnos nada al respecto. Ya estaba hecho el acuerdo, pero noté que, tanto el quinto pino como el palomo, querían ponerse a mi derecha. Sólo había esa regla; el que quedase a tu derecha no podía ser tu pareja «oficial». Pero medio metro, sabiendo que me gustaba su nabo curvo y rosado, fue más pícaro y se coló en el sitio poniéndose a mi lado ¡Joooo! Me alegré mucho. No pensaba hacerle una paja espacial delante de todos, claro, pero tendría la suerte de cogerle la polla al que, para mí, la tenía más bonita: medio metro.

Comenzó un besuqueo acompañado de caricias y gemidos. A mi izquierda tenía al quinto pino, que las hacía del carajo. Estaba besando a quinto pino, con su cara de modelo de pasarela, y cogiéndosela a medio metro. Los besos fueron a izquierda y derecha y las caricias se fueron haciendo más placenteras y bajando un poco más las manos. Cuando le cogí los huevos a medio metro, casi me mete la lengua hasta la campanilla.

Comenzó el movimiento de «sube y baja» y comenzaron a oírse respiraciones agitadas, gemidos contenidos y hasta palabrotas susurradas:

  • ¡Hijo de puta! ¡Qué bien la meneas, joder!

  • ¡Cabronazo! ¡Que me das un gustazo que no puedo aguantar casi nada! ¡Me corro ya, vamos!

  • ¡Ay, ay! ¡Así, así, más fuerte! ¡Te comía hasta la médula, mamón!

Pero no; aquello duró bastante. Supimos hacer unos descansos (sin soltarla) para no corrernos en menos de un minuto. El calor de la chimenea acompañaba el juego. Notaba en mi polla la mano caliente de quinto pino acariciándome la polla y moviéndola a intervalos ¡Era todo un gustazo! Sentía el placer de la paja que me estaba haciendo el quinto pino mientras tenía en mi mano la polla maravillosa de medio metro.

Sin ponernos de acuerdo – por transmisión, decía yo -, los movimientos se fueron acelerando. Miraba al capullo de medio metro y le comía el cuello y miraba el del quinto pino y le mordía los labios ¡Joder, qué placer! ¡Hacía tiempo que no hacíamos algo así! Por fin, los cuerpos empezaron a retorcerse, todos nos miramos acelerando el movimiento de nuestras manos y los gemidos deberían oírse en la plaza. ¡La corrida fue de toros! Los chorros de leche, unos tras otros, nos pusieron las camisas empapadas y los pantalones llenos de chorreones. Lo notamos cuando fuimos a vestirnos.

  • ¡Joder! – dijo Rufo mirándose el pecho - ¿Qué hacemos ahora?

  • ¡No pasa nada, tranquilos! – dijo el palomo -. Yo os aconsejaría que os cambiaseis después; antes de recibir a esas visitas… ¡Pero queda tiempo! Y vosotros – se dirigió a Pico y medio metro -, ya os estáis poniendo en pelotas. Voy a lavaros la ropa ¡Tengo secadora! Dentro de una hora estará limpia.

Y claro, ya que desnudaban ellos dos, nos desnudamos todos y, cuando ya estábamos todos hasta sin el reloj, comenzamos a perseguirnos por el salón tocándonos aquí y allá; unos a otros al azar ¡Fue muy divertido! Palomo se fue un momento a poner la lavadora y volvió corriendo para unirse a nuestras carreras. Acabamos todos agotados tirándonos al suelo, que estaba alfombrado, y acariciando al primero que nos encontrábamos. Esta vez – me alegré mucho -, uno de ellos era mi amado Rufo.

3 – Todo corriendo

Nos hizo señas el palomo y bebimos aún más antes de subir, pero se llevó tres botellas. Íbamos en fila por las escaleras con las pollas al aire y empalmadas; muertos de risa.

  • ¡Tenemos que darnos prisas! – dijo Rufo preocupado -; no quiero llegar tarde a la cita ¡Es demasiado importante!

  • ¡Joder, tío! – le dijo Pico - ¡Es que nos vas a cortar el rollo!

  • Ya lo sé, Pico – le contestó - ¿Pero no os parece mejor que lo hagamos con tranquilidad? Enseñar esas casas no nos llevará mucho tiempo y tendremos que hacer esto a la ligera… si lo hacemos ahora.

  • ¡Está bien, tíos! – apuntó el palomo - ¡Hay poco tiempo! Es mejor que vayáis a cambiaros y bajéis a la oficina. Seguro que llegan antes de las 6.

  • ¡Eso, es mejor! – les dije -, aunque sé que mientras se lava y se seca la ropa de estos dos, no vais a estar rezando, precisamente

Nos echamos a reír, pero bajamos Rufo y yo corriendo a vestirnos al salón y subimos a casa para cambiarnos. En realidad sólo nos quedaba una hora ¡Podríamos llegar tarde!

Nos quitamos las ropas manchadas rápidamente. Tío no se dio cuenta; le dijimos que íbamos a tener más visitas. Nos duchamos y, cuando pasábamos hacia el dormitorio, nos pareció que llamaban a la puerta. Nos metimos en nuestro dormitorio pero nos quedamos escuchando y oímos esta conversación:

  • ¡Hombre, «carrete»! – saludó tío a alguien - ¿Qué haces tú por aquí y tan… tan elegante?

  • ¿Están aquí Nico y Rufo? – preguntó una voz que nos era conocida - ¡Tengo un mensaje urgente para ellos!

  • ¿Urgente? – se asustó tío - ¿Pasa algo?

  • ¡Sí y no! – contestó el otro -; mi nombre verdadero es Borja. Ahora soy el jefe de personal de todo lo que llevan tus sobrinos ¿No lo sabías?

  • ¡Ah, pues no! – bajó la voz y le hizo pasar con amabilidad

  • ¡Siéntate! ¡Nunca me había fijado en ti! ¡Te sienta muy bien esa ropa!

  • ¡Gracias, «perritos»! – le dijo Borja - ¡Tú siempre estás bien! Lo que nos pasa es que nos vemos poco; ¡no sales!

  • Ahora salgo bastante – contestó tío en voz baja -; le llevo muchos trámites a mis niños.

  • Podríamos salir un día a dar un paseo, ¿no? – preguntó Borja -.

Cerré la puerta asustado y Rufo me miró intrigado. Si no habíamos oído mal, Borja y tío ya se conocían y nos pareció que hacían planes… ¡Planes para salir juntos! En realidad nos alegró aquello, pero teníamos que correr para atender nuestro trabajo, así que hicimos mucho ruido y bajamos corriendo las escaleras.

  • ¡Borja! – dije como extrañado - ¿Qué haces tú aquí? ¿Pasa algo?

  • ¡Sí pasa, Nico! – me dijo -; la gente que iba a llegar a las 6 ya está aquí. Quise que se esperasen un poco en la oficina. Hace fresco y llueve algo. Pero han preferido ir a dar una vuelta para ver cómo va cambiando el cine ¡Daos prisa! Afortunadamente, estaba yo en la oficina ordenando papeles. Volverán para ver las casas.

  • ¡Nos vamos! – dijo Rufo yendo hacia la puerta - ¡Aquí os quedáis un rato charlando… que nos entretendremos bastante!

Supe que decía aquello con intención, pero teníamos que atender a esa pareja que quería una casa. Salimos y bajamos casi corriendo hasta la oficina. Nos calmamos un poco y esperamos allí.

No pasó demasiado tiempo cuando llamaron a la puerta y Rufo abrió para recibirlos ¡Eras 6 tíos! Me levanté inmediatamente y fui a saludarlos, nos presentamos y no me enteré del nombre de ninguno. Poco a poco los fui conociendo. ¡Eran las tres parejas que nos recomendaron Lito y Menchu!

  • Os acompañaremos a la urbanización – les dije amablemente - ¡No creo que venga hoy nadie más por la tarde!

  • ¡Hoy no! – dijo uno de ellos -, pero si es cierto lo que nos ha dicho Lito, tenéis tres casas más vendidas. Y… es posible que os recomiende a otras dos.

  • ¡Tomemos una copa de añico! – les dije -; nos hará entrar en calor y podremos ir hablando detalles sobre los apartamentos, sus ventajas, precio

  • ¡Buena idea! – dijo otro -; nos han aconsejado que no nos vayamos sin probar ese licor.

Después de varias copas en el quiosco, subimos dando un paseo por la Calle de la Piña. Comenzaron a comentar cosas, pero cuando llegamos arriba y vieron las casitas, se nos acercó Fran, el azafato, y nos acompañó a ver varias de ellas.

  • Nos gustaría – dijeron – que estuviesen junto a la de Lito ¿Podrá ser?

  • ¡Sin duda! – les dijo Rufo -; ayer comenzó la venta y no paramos de recibir llamadas y visitas. Es un buen momento para aprovechar la ocasión, pero si os decidís, tendréis que volver por la mañana. El banco no abre por las tardes. Os darán muchas facilidades.

  • ¡Quiero ver una de ellas por dentro! – dijo uno - ¿Cuál es la de Lito y Menchu?

  • Es de las más cercanas al MiniMarket – les dije - ¡Os gustarán!

¡Y ya lo creo que les gustaron! Quedaron en volver al día siguiente por la mañana para cerrar la operación. ¡Casi me da algo! Teníamos vendidas cuatro y con posibilidades de vender más. La urbanización se nos iba a quedar pequeña. Si se vendían bastantes de la primera fase, haríamos otra segunda fase de más casas. Rufo no cabía en su camisa cuando subíamos hacia la casa del palomo.

  • ¡Esto hay que celebrarlo, de verdad, hermano! – le dije -; y tenemos que contar con la compañía de tío Manolo. Nos ha ayudado mucho. Le daremos una cena en su honor… y si congenia con Borja… ¿Quién sabe?

Cuando abrió la puerta Pico, todos corrían desnudos de un lado para otro ¡Nos esperaban!

  • ¡Se venderán mañana! – dijo Rufo - ¡Ahora ya no tenemos prisas!

Se acercaron despacio todos a nosotros y comenzaron a quitarnos ropa. No sabíamos qué decirles; los dejamos actuar, pero nos dejaron en pelotas y ya estábamos empalmados.

  • ¿Alguna idea nueva? – les dije - ¡Hay que celebrarlo ahora y sin mirar el reloj!

4 – Sin prisas

A medio metro se le había ocurrido que, si a él le habíamos dado por culo los cinco, uno detrás de otro, que hiciésemos lo mismo con todos los demás.

  • ¡Eh, eh, espera! – le dije - ¿Has calculado cuántos polvos seguidos son?

  • Pues… - lo pensó - ¡Seis cada uno! Y el que recibe, recibe cinco seguidos.

  • ¡Eso es una burrada! – dijo el palomo - ¿Cuánto añico vamos a tener que beber para reponernos?

  • ¡No hay prisas! – insistió medio metro -; descansaremos lo que haga falta entre uno y otro polvo. Comeremos algo a la hora de cenar… ¡y seguiremos!

  • ¡De acuerdo! – les dije -; tío Manolo está… bastante ocupado y Clara, la «morena», llevará la casa.

  • ¡Anda, la morena! – exclamó el quinto pino -. Es una buena chica y cocina muy bien y es muy limpia, sí, pero acabará tirándoos los tejos.

  • ¡Bueno! – contestó Rufo indiferente - ¡Le diremos que somos gays y pareja!

Así que nos pusimos a lo nuestro. Echamos a suertes el orden de las penetraciones y subimos al dormitorio. El primero que caería sería Pico (pobrecillo), así que empezamos a untarnos crema en las pollas y nos pusimos todos en fila, pero cuando casi íbamos a empezar, se acercó mi hermano a mí y me dijo que le había oído a uno decir que la urbanización estaba lejos del cine y del restaurante y que no le gustaría que lo viesen pasar por la plaza todos los días.

  • ¡Me cortas el rollo, hermano! – le dije - ¡Folla ahora y deja esos comentarios para luego, que el segundo vas tú!

  • ¡Jo! ¡Pues sí me cortas tú el rollo!

  • ¡Mira, hermano! – le dije - ¡Ahora estamos ¡follando! ¿Do you undrestand?

  • ¡Sí, claro! – me dijo -, me olvido ahora de eso, pero tengo un proyecto

Cuando llegamos a casa, ya muy de noche, no encontramos a tío y su tele, su inseparable tele, ¡estaba apagada! Nos asustamos un poco, pero subimos a descansar.

Antes de entrar en el dormitorio, vimos que salía luz por debajo de su puerta.

¡Jo, hermano! – me dijo Rufo sonriente - ¿Piensas lo mismo que yo?

  • ¡Sí! – le contesté -, pero más vale ir sin prisas.