Nico y Rufo: El sexto mamamiento

El grupo de Nico y Rufo aumenta ¿A dónde llegará la cosa? Tío Manolo disfruta de lo lindo!

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NOTA: Lo que vas a leer forma parte de un relato muy largo (una saga). Te aconsejo que leas ANTES Cómplices y luego los capítulos de Nico y Rufo para poder entenderlo todo. Gracias.

Nico y Rufo:

El sexto mamamiento

1 – Nuevo contacto

Al amanecer, encontré a mi hermano echado muy al filo de la cama por su lado. Su cabeza le colgaba. Cuando me levanté a mirarlo, me di cuenta de que había vomitado. La noche anterior comimos mucho después de beber mucho. Él no estaba acostumbrado. Recogí aquello, le limpié un poco la boca y, sin abrir los ojos, se puso más cómodo. Me quedé levantado y lo dejé dormir.

Me pareció, durante unos momentos, que nos estábamos pasando. Aunque, en realidad, lo del día anterior fue más un show televisivo porno que otra cosa. Me alegraba ver a mi tío tan feliz, pero me daba cuenta de que estaba abandonando la intimidad con mi hermano. Sí, medio metro y Pico eran muy buenos amigos y estaban buenísimos, pero yo sentía otra cosa por Rufo. No quería que aquello se perdiera y me di cuenta de que aquel licor, el añico, era peligroso. No mareaba, no producía ningún efecto aparente, pero te ponía caliente y eras capaz de follar sin parar: un polvo detrás de otro. Pensé que podíamos engancharnos a aquella droga y que habría que dejarla poco a poco.

Bajé cansadísimo y encontré a mi tío Manolo, cosa rara en él, dormido en su sillón. Había preparado café y me puse un desayuno. Me tomé la libertad de robarle una copita de añico para reponerme y me fui a dar un paseo para despejarme.

Bajé muy abrigado hasta la plaza. Era bastante temprano, pero el quiosco ya estaba abierto, así que me acerqué y me pedí otra copa para entrar en calor. Me estaba convirtiendo en un adicto. De pronto, creí que estaba alucinando con la bebida; frente a mí, al otro lado del quiosco, estaba aquel chico tan lindo que me crucé en la plaza el día anterior. Su mirada fue un signo claro de que yo le había gustado. Pero me bebí la copa y pedí otra. Cuando se acercó el camarero a servirme, me señaló con la cabeza a aquel joven y me dijo que me invitaba. Lo miré, le sonreí y le hice un gesto de agradecimiento.

No podía creérmelo, pero aquel tío tan rico empezó a darle la vuelta al mostrador con su copa en la mano y se acercó a mí.

  • ¡Hola! – me dijo -; me llamo Luís, pero todo el mundo me conoce como «el palomo».

  • Yo soy

  • ¡Sí! – me interrumpió - ¡Ya lo sé! Eres Nico, el hermano de Rufo.

  • ¡Exacto! – le dije - ¡Gracias por invitarme!

  • De nada – dijo -; me caes bien, ¿sabes?

  • Tú también me caes bien – le dije -; ayer te vi por la plaza. Me acuerdo de ti.

  • Y yo de ti – pidió otras dos copas -. Voy al trabajo, pero es temprano y, además, no importa que llegue tarde. Soy pintor de casas.

  • ¡Ah, estupendo! – le sonreí -; así podemos hablar un poco.

  • ¿Sólo hablar?

Me quedé de piedra. No sabía si me estaba diciendo que también nos podíamos beber unas copas o que podríamos hacer «otras cosas».

  • ¡No! – le contesté -; me resulta agradable tomar unas copas contigo. Este licor da calor.

  • ¿Sólo calor? – preguntó insinuante - ¡Este licor, además, no emborracha y te pone caliente! La receta es un secreto. Casi no tiene alcohol, pero está hecho con alguna planta que te pone caliente, caliente.

  • ¡Sí, es verdad! – dije cortado - ¡Te pone a tono!

  • Lo decía – continuó – por si nos tomamos otras dos y vienes un poco a casa. Mis padres duermen abajo y yo arriba. Mi casa estará ya vacía.

  • Supongo – le dije cabizbajo – que me estás invitando a

  • ¡Sí! – me dijo -; pero sólo si te apetece. Sé que te gusto. Te vi ayer mirarme el culo.

  • Y a mí me parece – le dije – que tú también me lo mirabas.

  • Es que… ¡tío, estás buenísimo!

  • ¡Verás, Luís! – lo pensé un poco -; a mí me gustas mucho y con este licor ya estoy a tono, pero querría saber antes algo.

  • ¡Pregunta!

  • Es que – le dije – me da la sensación de que en este pueblo a todos los tíos les va el rollo. ¡Puede que esté alucinando!

  • Pues no – dijo indiferente -; aquí hay más tíos que tías… ¡será por eso! También hay tíos con sus novias. Pero yo sé que tú estás liado con otros tres.

  • ¿Qué? – me asusté - ¿Cómo sabes eso?

  • Soy amigo de medio metro ¿Te dice algo?

  • ¿Medio metro te ha dicho…?

  • ¡Bueno, no creas! – dijo -; es que yo también sé cómo sacarle ciertas cosas. Sé que tu pareja es tu hermano, por ejemplo.

  • ¡Verás, Luís! – me intrigaba aquello -; lo que ocurre es que mi hermano y yo hacía años que no nos veíamos; ni siquiera sabíamos que éramos hermanos, así que primero nos enamoramos y luego supimos que éramos hermanos. Lo de medio metro y Pico ya fue de otra forma.

  • Pues nosotros – dijo – podríamos comenzar de otra forma ¡Sólo por probar!, ¿eh?

  • Te invito a una copa – tenía que pensar – y luego decidimos, ¿vale?

  • No te lo pienses mucho, Nico – me guiñó un ojo -, sé que te gusto y tú me encantas ¡Vamos a casa! Sólo será un rato; tengo que trabajar.

  • ¡De acuerdo!

Nos tomamos otras dos copas y, tanto él como yo, nos dimos cuenta de que ya estábamos empalmados. Me agarró por la cintura y cruzamos la plaza hasta la calleja donde estaba la bodega. Entramos en una casa nueva y muy acogedora. Subimos los escalones y empezamos a besarnos. Casi me caigo porque no veía los peldaños con tanto beso.

Entramos en su dormitorio. Tenía una cama pequeña para lo grande que era. Me abrazó y empezó a tirar de mi chaquetón para que me lo quitara. En poco tiempo estábamos los dos en pelotas y revolcándonos en la estrecha cama.

  • ¡Fóllame! – me susurró - ¡Sé que lo tienes que hacer muy bien!

Se volvió de espaldas, lo abracé empalmado como si mi polla fuese dura como el mármol y empecé a metérsela. Comenzó a gemir, pero no en voz baja sino gritando. Imaginé que nadie nos oía, así que empecé a follármelo. Cuando me corrí no me lo creía. Aquel tío tenía un culo precioso y una polla digna de ser mamada, así que tiré de él y le comí la polla con todas mis ganas. Definitivamente, aquel licor hacía estragos.

Nos vestimos y salimos de su casa. Él se tenía que ir al trabajo, pero me dijo que si bajaba a la plaza sobre las doce, me presentaría a su pareja.

  • ¿A tu pareja? – le pregunté - ¿Hay otro tío más enrollado contigo?

  • ¡Sí! – dijo - ¡Lo quiero mucho!, le dicen «el quinto pino» pero… ¿sabes una cosa? ¡Estamos deseando de hacer una cama redonda con alguien! Yo he pensado en vosotros, pero eso lo decidís vosotros ¿Me explico?

  • ¡Sí, sí, claro! – le dije - ¡Yo no puedo tomar esas decisiones por mí mismo! Lo comentaré a nuestros amigos y a mi hermano Rufo. Si ellos no ponen obstáculos, creo que te lo puedo confirmar hoy mismo a las doce en el quiosco ¿Te parece bien?

  • ¡De puta madre, tío! – se puso muy contento - ¡No sabes cómo os agradeceríamos eso! ¡Te espero en el quiosco a las doce! ¡Por favor, no me falles!

  • ¡Te lo prometo! – terminé -; sea para decirte que sí o que no, estaré en el quiosco a las doce.

  • ¡Adiós, guapísimo! – se despidió - ¡Gracias por todo!

  • ¡Adiós! ¡Gracias a ti!

2 – La consulta

Cuando llegué a casa tío Manolo ya estaba despierto y viendo la tele y Rufo ya se había bajado y desayunado.

  • ¿Te has levantado temprano, eh, Nico? – dijo tío -; ¡madrugar es bueno!

  • Sí tío – le dije besando en los labios a mi hermano -; tenemos mucho que preparar hoy. Van a venir a poner las ventanas y las puertas nuevas de el otro lado de la casa. En cuanto esté todo listo, lo pintaremos de colores y lo pondremos a funcionar ¡Hay mucho que hacer!

  • ¡Sí, hermano! – me dijo Rufo -; hay mucho que hacer y espero que se me pase el chungo que me dio anoche. Gracias por preocuparte por mí.

  • ¡Bah, no es nada! – le dije -; aunque no me parece muy bien, deberías tomarte un añico antes de comenzar las tareas.

  • ¡Ya le he dado uno! – dijo tío - ¡No me lo emborraches que tiene muy mal beber!

Esperamos un buen rato contándonos cosas muy divertidas con tío y, antes de las 10 de la mañana, llegaron los obreros con medio metro para colocar las puertas. Entramos con ellos en la casa y pusieron primero las de arriba. Cuando bajaron al salón, les dije a mi hermano y a medio metro lo que me había pasado con el Palomo.

  • Sé que lo conocéis – les dije -; a mí me ha parecido buena persona ¿Qué pensáis de él?

  • Pues es muy buena persona – dijo medio metro – y además es guapísimo.

  • ¡Sí, medio metro! – dije -; pero el pobre chaval y su pareja, un tal «quinto pino» me han dicho algo que me gustaría comentar con vosotros. Lo que pasa es que no está Pico y me gustaría que votáramos para hacer una cosa.

  • ¡No importa que no esté Pico! – dijo medio metro -; la decisión que yo tome le gustará.

  • Pues veréis… - me daba vergüenza de decir lo que pensaba -; resulta que me lo he encontrado esta mañana cuando salí un poco a tomar el fresco. Lo encontré en el quiosco y me pareció un tío de puta madre, la verdad. Pero él y su pareja… ¡bueno, son muy felices!, pero me han dicho que les gustaría

  • ¡Vamos, habla! – dijo Rufo - ¿Qué les gustaría?

  • ¡Follar con nosotros, seguro! – dijo medio metro riéndose -; deben sentirse muy aislados y os prometo que son dos tíos muy formales.

  • Pues que levanten la mano – dije – los que quieran que nos acostemos todos juntos.

Todos levantamos la mano. Faltaba Pico, pero su voto lo dio medio metro.

  • ¡Estupendo! – les dije -; bajaré a las doce al quiosco a decirles que sí. Se pondrán muy contentos. Luego habrá que averiguar si cabemos seis personas en nuestra cama.

  • ¡Yo creo que sí! – dijo Rufo - ¡La cuestión es ponerse en orden!

  • ¡Sí, hermano! – le contesté -, pero me gustaría muchísimo que nosotros pudiéramos vivir nuestra vida de pareja y Pico y medio metro deberían hacer lo mismo. Así lo están haciendo el Palomo y el quinto pino. He pensado que podríamos reunirnos para esas orgías un día a la semana o cada 15 días. El resto de los días de la semana, deberíamos dedicarnos a nuestros novios.

  • A mí me parece bien – dijo medio metro -; sobre todo ahora que Pico y yo vamos a tener un sitio para estar.

  • Yo necesito disfrutar a solas de Rufo – lo miré -; es mi hermano y mi novio. Lo quiero. Además, he pensado que nos estamos pasando con el añico y el palomo me ha dicho que la fórmula de ese licor es un secreto, pero que debe tener alguna planta que te pone más caliente que el escape de una moto.

  • ¡Es verdad, Nico! – me dijo Rufo acariciándome - ¡No debemos beber tanto! La bebida debería quedarse sólo para cuando estemos todos juntos.

  • ¡Pues así lo haremos!

3 – Los planes para la tarde

Terminado aquel extraño cónclave, estuvimos hasta más de las 11 barriendo el salón. Las puertas y las ventanas, sin estar aquello pintado, ya le daban otro aspecto a la casa. Echamos agua en el suelo para que no se levantase polvo y lo barrimos todo muy bien.

  • ¡Ea! – dijo Rufo - ¡Esto está de caramelo! Lo que le falta son los colores.

  • Yo ya los tengo elegidos – les dije -; los he creado en el ordenador. Luego subiremos a verlos. Pediremos los tonos pasteles; los que más nos gusten a todos y también voy a pedir ya una encimera larga para toda esa pared y, encima de ella, irán cinco ordenadores con sus cinco sillas.

  • ¿Cinco ordenadores? – se asustó medio metro - ¿Para qué queremos tantos? ¡Vas a llenar la casa de cables para conectarte a Internet allí arriba!

  • ¡No, medio metro! – expliqué por encima -; todos los ordenadores, los siete, tienen una antenita y por ahí se conectan entre ellos y a Internet. Pondré también una buena impresora, un escáner, cámaras… ¡Ufff! ¡Ya verás la de cosas que podremos hacer!

  • Pues… de momento, Nico – me dijo Rufo -, se acercan las doce. Sé que eres muy puntual, así que baja a la plaza y les dices a esa parejita tan guapetona, que se suban esta tarde con medio metro y pico. Así llegarán todos juntos.

  • ¡Sí, es verdad! – le dije -; a tío le va a gustar que vengan nuevos amigos.

Me fui al salón a abrigarme para salir y le dije a tío que volvería pronto. Salí de la casa y bajé la calle a paso ligero; es verdad que siempre me gusta llegar a punto o antes. En cuanto llegué a la esquina de la plaza, me pareció ver a los dos chicos con un mono blanco ¡Eran ellos, seguro! El Palomo me había dicho que era pintor. Nos podían echar una mano en nuestra nueva casa. Pensé en proponérselo.

Cuando llegué al quiosco, el palomo me presentó a su novio, el quinto pino, que no voy a negar que estaba buenísimo, pero voy a asegurar que su cara era para acariciarla durante un mes sin parar ¡Qué tío más guapo! Me invitaron a la ya inevitable copita de añico y charlamos bastante; lo malo es que no nos bebimos una copa, sino ¡hasta seis! Cada uno de nosotros invitó dos veces.

  • Pues tíos – les dije – podéis alegraros, porque todos han dicho que sí. Vamos a reunirnos esta tarde. Os subís con medio metro y Pico, así que seremos ¡seis tíos follando! ¡Una pasada! Creo que os va a gustar.

El quinto pino era más bien tímido y bajó la vista. Me di cuenta que se pensaba que íbamos a ser sólo dos parejas, pero lo convencí.

  • Mira, tío – le dije -, no debes asustarte. Lo primero que haremos es ponernos bien de añico; eso hace mucho. Luego hablaremos bastante para conocernos bien mientras empieza a funcionar el licor, pero a los demás ya los conocéis. Son gente muy formal y muy educada ¡No hay por qué preocuparse!

  • ¡Sí, sí! – contestó -, voy a subir y probamos; me gustaría probarlo.

  • Hemos pensado – añadí – que para no cansarnos, lo haremos una vez a la semana o cada 15 días. Cada oveja con su pareja; y un día de «jugueteo» no nos vendrá mal.

  • ¡Buena idea! – exclamó el palomo -; yo pensaba que sólo lo íbamos a poder probar un día. Me gusta así, como lo dices; cada 15 días, cama redonda ¡Joder, quinto pino, lo vamos a pasar de puta madre! ¡Ya verás!

  • Pues os subís los cuatro juntos ¡Tenemos un sitio perfecto para hacerlo!

Me volví a casa y se lo comenté a mi hermano y a medio metro, que se pusieron locos de contentos.

Llegó la hora del almuerzo y ya habíamos pensado muchas cosas para nuestro nuevo sitio. Luego almorzamos, fregamos y nos echamos un poco a la siesta abrazados y mirándonos.

  • ¡Nico! – me dijo Rufo -; me encanta ser el primero para ti. Estos juegos son muy divertidos y dan un gusto… pero, es verdad: tú, además, has dado la clave para todos. Necesitamos vivir nuestra vida de pareja; ¡todos! Estoy muy contento de que medio metro se haya echado como novio a Pico. Yo sabía que se llevaban muy bien. Ahora son amantes. Estos dos nuevos, el palomo y el quinto pino, deben ser una pareja ejemplar, pero ya ves cómo también quieren probar estos «jueguecitos». Te quiero, Nico; como hermano y como pareja.

  • Yo también te quiero, Rufo – lo besé -; y no sólo eres para mí el primero, sino que te considero el único. Los otros son buenos amigos y no pasa nada por darnos gusto todos juntos de vez en cuando. Pero tenemos que tener cuidado con el añico. Me da la sensación de que es una droga. La tomaremos con cuidado.

  • ¡Sí, hermano! – contestó medio dormido - ¿Ves lo que pasa? Ahora tenemos que descansar para rendir luego, pero a mí me gustaría estar contigo.

  • Todo eso ya se ha aclarado – le dije -; duerme y no te preocupes. Me tienes para siempre a tu lado.

4 – El hexágono

Esperábamos a nuestros amigos con tío Manolo, viendo un poco la tele, cuando llamaron a la puerta. Me levanté a abrir y, cuando Rufo vio que venían los cuatro, se levantó a saludarlos y me miró con disimulo mordiéndose el labio; los dos nuevos amigos estaban de dulce.

Se los presentamos a tío y le vi una sonrisa especial en la cara.

  • ¡Verás tío! – le dije -; el palomo y el quinto pino son pintores de casas, no de cuadros. Nos ayudarán a pintar la otra casa entera. Se la vamos a enseñar ahora y, luego, subiremos un rato al dormitorio ¿Comprendes?

  • ¡Sí, sí, hijo! – me dijo pícaramente -; haced lo que queráis ¡Vais haciendo un grupo muy bonito de amigos!

La casa la vimos ya casi a oscuras, pero nos dijeron que ellos la pintaban en poco tiempo; en menos de una mañana. Alguna mano empezó a juguetear por allí y se fueron poniendo las pollas duras.

  • ¡Vamos para el dormitorio! – les susurré -; allí estaremos más seguros y más cómodos.

Subimos al dormitorio y a nuestros dos nuevos amigos les gustó mucho, aunque dijeron que necesitaba una mano de pintura, pero yo no quería que pintasen sin quitar antes la cámara ¡Podían verla!

  • ¡Ya hablaremos otro día de pintura! – les dije -; ahora estamos aquí para lo que estamos.

Rufo, el más atrevido quizá, empezó a quitarse ropa. Todos fuimos desnudándonos despacio para disfrutar de ese momento también. Cuando los dos nuevos se bajaron los calzoncillos, todas las miradas se posaron en sus nabos; eran perfectos y muy grandes. A medio metro se le caía la baba; seguro que estaba pensando en tener esos dos carajos dentro dándole gusto. Pensé en la forma de que los probase.

  • ¡Bueno! – dije - ¡Ya nos conocemos en pelotas! La verdad es que tenemos dos nuevos amigos muy guapos y con un cuerpo perfecto. No os cortéis, amigos. Estáis en vuestra casa ¡Rufo, saca el añico para ponernos a tono!

La botella empezó a pasar de uno a otro y nos subimos a la cama. Sí que estábamos un poco apretados, pero eso nos daba más morbo. Yo no sé cómo me las apañé, pero tenía a medio metro con su polla rosita a mi derecha y al palomo a mi izquierda. Pensé que iba a hacer dos mamadas fuera de lo corriente.

Cuando hablamos un poco, el «termómetro» de estar a tono nos avisó, es decir, a mi hermano empezó a trabársele la lengua. Ya era el momento de comenzar. Rufo explicó muy bien cómo funcionaba el cuadrángulo y dijo que el hexágono sería igual, pero con seis pollas. La nueva pareja se miró ilusionada y sonriente y se mordieron los labios sólo de pensarlo.

  • No olvidéis, amigos – les dije – que hay que beber un poco más y reponerse. Hay una tercera parte que luego os explicaremos.

Nos echamos todos hacia la derecha y me vi la polla de medio metro ya preparada para darle gusto y saborearla, pero también sentí en mi pierna la cara del palomo que empezaba a acariciarme los huevos. Mi hermano contó hasta tres y comenzó el «juego». La cama se movía mucho. Pensé que íbamos a caernos todos al suelo, pero no pasó nada. Tardamos bastante en corrernos, pero fue algo apoteósico. Estuvimos bastantes segundos temblando todos hasta que nos fuimos corriendo uno detrás de otro. Luego, todos escupimos la leche al suelo.

  • ¡Joder! – exclamó medio metro - ¡Vais a tener que limpiar el suelo de alguna forma especial! Esto parece una planta embotelladora de leche.

  • ¡Pues, mira! – le dijo Pico -; no sería mala idea que cuando se fuesen gastando las botellas de añico, todos echáramos ahí la leche ¡Íbamos a llenar bastantes botellas!

  • ¡Joder, qué rico! – dijo al fin el quinto pino -; nunca había probado algo tan especial ¡Me ha encantado! ¿A que a ti también, palomo?

  • ¡Ostias, quinto pino! – dijo -; esto no nos lo imaginábamos nosotros ni de coña ¡Qué gustazo y qué morbo!

  • ¡Eh, Rufo! – le dijo Pico -; pasa más añico que hay que reponerse para la segunda parte.

Seguimos bebiendo y charlando. Nuestros amigos estaban alucinados de verse incluidos en un círculo de pollas donde todo el mundo se comportaba con naturalidad; ¡como si tal cosa! Poco después, empezamos a notar que nuestras pollas se iban preparando para la segunda parte y me puse nervioso sólo de pensar en mamársela otra vez al palomo. Tenía una polla fuera de lo normal. Se hizo la segunda parte y todavía estábamos más a gusto. Nuestros amigos ya habían aprendido aquello de ir acariciando los huevos, mamando y metiendo el dedo por el culo.

Terminamos todos un poco cansados. Se notaba que, la segunda vez, todos echábamos menos leche, pero aquello seguía funcionando. Entonces, le preguntó mi hermano a medio metro que si quería la tercera parte y medio metro abrió tanto los ojos mirando la colección de nabos, que no podía hablar.

  • ¡Sí, sí, por favor! – dijo -; y poned los tamaños por el orden que os diga Nico, que de eso sabe mucho.

Así, a simple vista, ya no quedaba yo el último. Detrás de mí se lo follaría el palomo y la guinda final sería el pollón del quinto pino. Poco tiempo tardó medio metro en ponerse en postura y poco tiempo tardó mi hermano en untarle el culo de vaselina y aprovecharse para untársela y acariciársela a todo el mundo. Medio metro iba a ser follado continuamente por ¡cinco! pollas a cuál mejor. No podía disimular su alegría.

Por fin, nos pusimos en orden: Pico (su novio), Rufo, Nico (yo), el palomo y el quinto pino. Todos teníamos ya las pollas embadurnadas hasta los huevos cuando comenzó Pico a metérsela. No duró demasiado, pero medio metro, pensando lo que venía, jadeaba y se reía de gusto. Pico se corrió, la sacó y se echó al lado. Era el turno de Rufo, pero cuando llegó el turno del quinto pino, daba medio metro unos gritos de placer tan altos, que me pareció oír el eco entrar por la puerta. El sonido de la tele de tío Manolo llegaba arriba. Nadie se dio cuenta.

Tuvimos que secarnos compartiendo toallas. Algunas estaban sucias, así que le dije a Rufo que compraría otras cuatro más.

  • ¡Doña Rosario se va a dar cuenta! – dijo - ¿Qué hacemos dos con tantas toallas de baño?

  • Le diré que yo soy muy especial para eso.

No podía disimular tío su sonrisa de placer cuando bajamos. Nos miró embobado y se despidió de nuestros amigos. Nosotros nos quedamos en casa. Los cuatro bajarían seguros.

Hablé con tío aparte y me dijo que nunca lo había pasado tan bien en su vida ¡Se había hecho hasta seis pajas!

En el cubo de la basura tuve que disimular los pañuelos de papel que había tirado al limpiarse.

  • ¡Tío! – le susurré - ¡Cuidado con el volumen de la tele, que se oye arriba! ¡Y quema las servilletas de limpiarte en la chimenea! Además, no te hagas ilusiones mañana por la mañana, porque vendrán estos dos nuevos amigos a ayudarnos a pintar. Ellos traerán los colores y todo.

  • Pero… - se quedó pensativo -, si vais a «jugar» en la nueva casa, ya no podré veros

  • ¡No, no, no será así! – le expliqué –; la nueva casa será para otros juegos ¿A ti te gustan las cartas y el billar, no? Pues esos serán. Los otros «juegos» que a ti te gustan, seguirán siendo arriba.

¡Casi le da algo! Se sentó en la butaca a ver la tele hasta la cena y no podía borrar la sonrisa de su cara.

  • ¡Nico! – se extrañó Rufo - ¿Por qué está tío tan feliz?

  • ¡Habrá bebido demasiado añico!