Nico y Rufo: el quinto participante

Nuestro grupo de sexo era casi perfecto... y apareció una sorpresa.

Regístrate GRATIS en el Club de Fans de Guitarrista:

http://www.lacatarsis.com/guitarrista/index.html

¡A los diez primeros registros de la península le enviaré una camiseta con el LOGO del Club!

Pero sigue leyéndome aquí, en Todorelatos.com

Nico y Rufo:

El quinto participante

1 – La mañana aburrida

Amaneció nublado y me pareció que acabaría nevando otra vez. Rufo, quizá por el efecto del añico, seguía durmiendo. Estuve pensando en todo lo que había ocurrido en los últimos días y, en realidad, cuando tuve el accidente en Villarrecuas, no pensaba que las cosas iban a llegar hasta aquel extremo.

Primero me enamoré de un tío, Rufo, que resultó ser mi hermano. Luego nos enrollamos con su amigo medio metro, Juanjo, y más tarde, entró Pico a formar parte de nuestro grupo y comenzó su relación romántica con medio metro. Para terminar, el día de hoy me guardaba una sorpresa que ni siquiera se me hubiera pasado por la imaginación.

Tío Manolo nos llamó para el desayuno, pero vi a Rufo tan plácidamente dormido, que me levanté despacio y me asomé un poco a la ventana. No cabía la menor duda; iba a nevar otra vez. El día estaba gris y muy oscuro. Ni siquiera abrí los ordenadores. Me duché, me vestí despacio y bajé solo a desayunar.

  • ¿Y Rufo? – preguntó tío - ¿No desayuna?

  • Más tarde, tío – le dije -; está muy dormido y no he querido despertarlo.

  • ¡No me extraña! – me dijo a media voz -; os dais unos lotes que tenéis que estar rendidos.

  • Pues queremos arreglar ya la otra casa – le aclaré -; medio metro dice que casi todo está preparado para instalarlo y su padre nos arreglará la chimenea, pero después, lo vamos a pintar todo de colores entre los cuatro y lo vamos a decorar. Ya sabes que no será sólo una sala de juegos para nosotros; tú también estás invitado ¡Es tu casa!

  • Creo – dijo – que ya te he dicho que yo ya soy demasiado maduro para entrar en vuestros juegos ¡Nunca te estaré bastante agradecido por haberme puesto esta televisión tan buena! Me he empapado el manual y hace muchas cosas. Me entretengo

  • Como quieras, tío – lo besé -, pero ya sabes que estás invitado.

Me puso el desayuno y sentí ganas de dar una vuelta solo antes de que nevase otra vez, así que se lo dije a tío, me abrigué bien y salí calle abajo. Hacía un frío de cojones. Demasiado frío. Iba a nevar, estaba seguro. De todas formas, bajé hasta la plaza y me fui al quiosco a beberme un par de copas de añico para entrar en calor y quitar la resaca. Lo malo es que me volvieron las otras calenturas. Estaba cansado, pero me hubiera puesto a echarle un polvo a Rufo o a cualquiera de nuestros amigos.

Pasó un chico muy lindo y de aspecto rústico por mi lado y miré atrás para verle el culo, pero mi sorpresa fue que él también se había vuelto a mirarme. Nos miramos a los ojos y me sonrió, pero siguió andando y no quise meterme en más líos. Parecía que en Pintres a casi todos los tíos les iba la movida gay; tal vez el añico me estaba haciendo ver cosas que no existían, pero pensé que era más fácil ligar y follar en el pueblo que en la ciudad.

Atravesé la plaza despacio y me pareció que medio metro estaba en la puerta de su taller. Me acerqué y… ¡allí estaba!

  • ¡Hola, guapo! – nos besamos - ¿Qué tal?

  • ¡Hola, Nico! – contestó -; estoy algo agobiado, ¿sabes? Yo creo que el añico da resaca al día siguiente. He salido un poco a respirar, pero hace un frío que pela. Ya me voy para el taller antes de que mi padre se enfade ¡Ah, y que sepas que las ventanas y la puerta de la casa están listas para ponerlas! Nosotros mismos buscaremos a los obreros.

  • ¡Sí, gracias! – me despedí - ¡Hasta luego! Cuando todo esté puesto lo pintaremos.

  • ¡Adiós, guapetón!

Subí la cuesta como pude y entré en casa. Me senté allí con tío y le dije que hacía demasiado frío y que me parecía que iba a nevar otra vez. Él hizo un gesto de duda, pero el día no estaba de sol ni para llover, desde luego.

  • Yo creo que no nevará – dijo -, pero esta tarde no va a estar para salir a la calle ¿No van a venir vuestros amigos?

  • ¡Claro que sí! – le dije -; estamos preparando muchas cosas para el salón de juegos y, si no te importa, también vamos a arreglar el dormitorio de arriba.

  • Ya te he dicho que hagáis lo que mejor creáis – aclaró -; es como si fuese vuestra casa; para que la disfrutéis. Esta tarde, por ejemplo, hará tanto frío, que sería estupendo que eso ya estuviese arreglado. En la calle no se podrá estar.

Al poco tiempo oí ruido arriba y poco después bajó Rufo con un poco de mala cara.

  • ¡Buenos días! – nos besó -; perdonadme, sé que es tarde, pero estaba muy cansado.

  • ¡No importa, hombre! – le dijo tío - ¡Siéntate ahí que te voy a poner tu desayuno!

  • ¡Sí, por favor! – dijo -; me lo pondría yo, pero estoy dormido; como sonámbulo.

  • Descansad hoy toda la mañana – le dijo tío -; esta tarde dormís un poco de siesta y luego hacéis lo que sea cuando vengan los amigos. Si después de desayunar quieres echarte otro poco, nadie te va a decir nada.

  • ¡No, no! – puso cara de asco -; ya he dormido bastante. Prefiero estar aquí con mi hermano y contigo. Podemos ver un poco la tele.

  • Haces bien, Rufo – le dije -; si te echas otra vez, creo que luego estarás más cansado.

  • ¡Tomad! – dijo tío trayendo una sorpresa -; una copita de añico que quita el mal cuerpo. También quita la resaca si lo bebisteis ayer.

Nos miramos intrigados ¿Cómo sabía tío que habíamos bebido añico el día anterior? Para tener la resaca que tenía Rufo tenía que haber bebido bastante aunque a él le hiciera más efecto. Afortunadamente, un buen café caliente y unas galletas, lo pusieron mejor; la copa le quitó por completo el cansancio.

Así estuvimos, junto a la chimenea y frente al televisor, toda la mañana. Hablamos de todo un poco y le dije a Rufo que ya había invitado a tío Manolo a nuestro salón de juegos cuando estuviera terminado. Lo que yo no acababa de encajar era cómo tío sabía ciertas cosas. Sabía que estábamos liados; de eso estaba seguro. Pero es que ese interés en que viniesen nuestros amigos y el hecho de saber que habíamos estado bebiendo… ¡Bueno!, que cuando nos dimos cuenta, llegó doña Rosario con el almuerzo. Comimos bastante, recogimos, fregamos y nos fuimos a descansar un poco.

  • ¡Nico! – me dijo mi hermano ya en el dormitorio -; gracias por dejarme dormir un poco más. Es verdad que el añico da resaca, pero es cansancio. Perdona que no pueda corresponderte en la cama ahora.

  • Nadie te ha dicho que follemos – le acaricié la cara -; vamos a descansar los dos un poco. Luego vendrán estos dos y no sabemos lo que nos espera.

  • ¡Sí, gracias! – comenzó a desnudarse - ¡Vamos a descansar!

2 – El proyecto de la TV privada

Nos echamos a dormir y Rufo se quedó como un tronco en poco tiempo, pero yo no podía dormirme y me puse a mirar las cosas de la habitación. En realidad, nunca me había dado cuenta de la cantidad de muñequitos y cosas tan lindas que tenía mi hermano por allí, pero mirando por la parte de encima de la ventana, me pareció ver algo conocido. Me levanté y me acerqué a mirar. Si mi vista no me fallaba, escondida sobre la ventana había una cámara de TV antigua apuntando a la cama. Disimulé un poco y me fui luego aprisa y en pelotas hacia abajo.

Encontré al pobre tío Manolo dormido en su butaca delante de la tele y con una copa de añico a su lado, pero lo que se veía en la tele me dejó de piedra.

De pronto, tío se despertó, me miró asustado y cambió de canal.

  • ¡Hijo! – dio un salto - ¿Qué haces tú aquí desnudo? ¡Te vas a resfriar!

  • ¡No, tío! – me agaché a hablarle con cariño -. Sé que estabas viendo otra cosa en la tele, pero no me importa. No me importa que me veas desnudo ni que veas lo que estabas viendo en la tele.

  • ¿En la tele? – dijo como extrañado - ¡Estaba viendo un programa muy aburrido, me he quedado dormido y he cambiado!

  • ¡No, tío! – le acaricié la cabeza -; y no debes avergonzarte de ver ciertas cosas. ¡Pon el programa 0!

  • ¡No, no! – contestó nervioso - ¡Ahí no se ve nada!

  • ¡Sí, tío, sí se ve! – le dije sonriendo -; se ve algo que sé que te gusta y no voy a molestarme por eso ¡Cambia, por favor!

Me costó trabajo, pero conseguí que pusiera el programa 0 de la tele. Se veía perfectamente, en blanco y negro, casi toda nuestra habitación. En el centro estaba la cama y Rufo dormido encima en pelotas.

  • ¡Verás! – dijo nervioso -; esa cámara me la puso un amigo que ya se fue del pueblo. La puso cuando Rufo era pequeño. Yo desde aquí podía ver si dormía. ¡No he querido ver otras cosas, de verdad!

  • Pues si no las has visto, tío… - le dije - ¡No sabes lo que te pierdes! Es verdad que eres maduro para entrar en nuestros juegos, pero imagino que todavía te funcionará… el pito. A mí no me importa que nos veas desnudos y hacer esas cosas. No diré nada, pero los demás no deben saberlo. Será todo más… natural.

  • Me avergüenza hablar de esto contigo, Nico – dijo -, pero miré en el manual del televisor que se podía conectar la cámara y… la conecté.

  • Pues mira lo que quieras – le dije seguro -; aunque seas maduro, puedes ver esas cosas y hacerte unas buenas pajas con tu copita de añico. Pero aún lo vamos a hacer mejor.

  • ¡No, hijo, no! – bajó la vista - ¡Qué vergüenza!

  • ¡Nada de vergüenza, tío Manolo! – lo besé -; con tus años y, si te funciona el pito, lo puedes pasar del carajo ¡Perdón por la palabrota! Te voy a instalar una cámara más moderna, más pequeña y en color y con sonido. Vas a ver unas cosas que te van a gustar muchísimo más. Tú también tienes derecho a correrte y a disfrutar ¡Mira lo que le pasó a Julio! No era un chico muy agradable, pero no disfrutó de su vida nada más que hasta los 17 años ¡Tú sí puedes! ¿Cómo te voy a decir que no lo hagas? Aunque te suene mal, ¡mátate a pajas viéndonos! ¡Pero no digas nada a los otros!

  • Me asombra tu forma de pensar, hijo – me miró casi llorando -. Es mi única distracción, pero con esta cámara me conformo.

  • ¡Ni hablar! – me puse en pie - ¡Tienes que distraer a Rufo! Voy a ir a pedir la cámara nueva. Luego, tendrás que enviarlo a él a algún sitio para que tarde un poco. Yo te la instalaré mientras.

  • Te repito que me avergüenzo de todo esto – me miró de arriba a abajo -, pero lo que me propones… ¡Me gusta!

  • Ahora voy a subir – le dije -; Rufo sigue dormido. Iré a pedir la cámara. Cuando venga con ella, es cuando lo tienes que mandar a por algo y aprovecharé para instalártela.

  • No sé si hago bien – me dijo -, pero te ayudaré. Me entretengo viendo lo que hacéis.

  • ¡Pues claro! – me volví para subir -; y mientras estamos arriba tú estás seguro de que no te vemos, así que te haces todas las pajas que quieras ¡Bebe añico! Y deja el programa 0 para ver cómo me visto.

Subí a nuestro dormitorio y entré con cuidado. Rufo aún estaba profundamente dormido y yo sabía que tío me veía abajo en la tele. Le hice señas a la cámara sonriendo y comencé a vestirme. Cuando bajé, no cambió de programa. Mi hermano seguía durmiendo.

  • ¡Eso es! – le dije mientras me abrigaba - ¡Voy a encargar la cámara! Si ves que Rufo se viste para bajar, cambia de programa y le dices que he ido a comprar unos encargos para ti.

Salí corriendo a la estación. No me encontré a los amigos jugando y atravesé la plaza hasta llegar hasta allí con un papelito donde ponía la marca y el modelo de cámara y un sobre con dinero bastante. El señor que nos atendió la otra vez se puso muy contento al verme aparecer por allí.

  • ¡Mire, señor! – le dije -; necesito esto urgente. Aquí está el dinero y lo que ustedes cobran; por adelantado. Avíseme a casa de Manolo lo antes posible.

  • Si no ha salido aún de la ciudad – me dijo -, puedo llamarlo y que lo traiga en el siguiente. Creo que dará tiempo.

  • Se lo agradeceré, señor – le di la coba -, si todo va bien, le haré un buen regalo.

Los ojos se le pusieron como platos. Salí de allí y me fui al callejón donde estaba la bodega y le compré a tío 5 botellas de añico ¡También tenía el bueno de tío Manolo derecho a hacerse sus pajas!

Cuando entré en la casa, tenía tío la cámara puesta. Rufo se estaba haciendo una paja solo; me dio un poco de lástima… Le entregué a tío su regalo de la bodega y se puso muy contento y le dije que muy pronto estaría la cámara puesta.

En ese momento, sonó el teléfono y tío me lo pasó a mí. Era el señor de la estación. Me dijo que mi pedido venía en camino y que podría recogerlo a las 5 de la tarde. Me puse muy contento. El siguiente plan era recogerla y que tío quitase a Rufo de en medio un rato. Me quedé allí sentado con tío mirando a mi hermano por la tele.

  • No seas tonto, tío - le dije - ¡Disfruta de la vida! ¡No sabemos cuánto tiempo nos queda para disfrutar!

  • ¡Tienes razón! – dijo -; me da mucha vergüenza, pero es mi único disfrute ¡Gracias por estas botellas! ¡Me vendrán muy bien!

  • ¡Eh, tío! – le susurré -, que Rufo se está vistiendo y seguro que baja. Un poco antes de las cinco mándame a recoger algo y, luego, al rato, manda a Rufo a algo que le tenga en la calle… una media hora ¡Esta tarde puedes ver cosas que te van a gustar mucho!

  • ¡Ay, hijo! – suspiró - ¡Qué gusto y qué vergüenza!

3 – El plan TV en marcha

Bajó Rufo mucho más contento (¡se había hecho una paja, el tío!) y nos sentamos a ver un documental muy bonito. Hablamos algo y besé a mi hermano en los labios sin miedo a que nos viera tío Manolo. Rufo se extrañó un poco, pero tío estaba mirando a la tele y no nos vio.

Cuando eran las 5 menos cuarto, me miró tío dudoso:

  • ¡Oye, Nico!; tú que sabes muy bien esas cosas de los paquetes de los autobuses… ¿te importaría ir a recogerme uno? ¡Llega a las cinco!

  • ¡Pues claro, tío! – me levanté -; Rufo se quedará aquí contigo. No hace falta que bajemos los dos. Yo solo iré más rápido. Dentro de unos minutos estaré aquí.

Me fui dando un paseo. Era temprano para recoger el paquete, así que me paré en el quiosco y me bebí dos copas de añico. Me puse muy contento.

A las 5, vi llegar el autobús y me acerqué a ver a aquel señor. Otra vez me miró el conductor con malos ojos. Aquel señor, le dijo algo al conductor y éste, le entregó el paquete que yo había pedido.

  • ¡Espera, chico! – me gritó el señor - ¡Te sobra mucho dinero!

  • ¡No, señor! – le grité - ¡Ese es el regalo que le dije! ¡Es para usted!

Me volví a casa deprisa y llegué casi ahogado. Llamé a la puerta y abrí. Rufo no estaba allí.

  • ¡Tío Manolo! – le dije - ¿Dónde está mi hermano?

  • ¡Pues verás! – me sonrió abiertamente -; calculando el tiempo que ibas a tardar, lo he enviado a la carnicería de Ambrosio. Tiene unas carnes riquísimas, pero tarda mucho en cortarlas y prepararlas. Ya he avisado a doña Rosario para que esta noche sólo traiga patatas fritas y verduras de guarnición ¡Os prepararé unos filetes con una receta mía que os vais a chupar los dedos!

  • ¡Perfecto! – me quité la ropa de abrigo - ¡Voy a instalarte esto rápidamente! ¡Ahora bajo!

Subí al dormitorio y me subí en una silla. Desconecté la cámara antigua y la quité del soporte. Luego, puse la cámara nueva, que debería verse de maravilla y eché los cables por el agujero por el que iban los viejos, dejándolos caer al salón. Bajé y vi a tío pendiente de lo que hacía. Quité los cables de la cámara antigua y escondí los de la nueva. La conecté a la corriente y a la tele.

  • ¡Bueno, tío! – le dije con misterio - ¡Esperemos que funcione! ¡Vamos a probarla!

Puse el programa 0 y se veían la habitación y la cama con una nitidez que asustaba. Tío miraba embobado.

  • Ahora subiré – le dije – y haré unas pruebas moviéndome y hablándote. Luego me dices cómo se ve y cómo se oye, ¿vale?

Asintió sin dejar de mirar a la pantalla y subí al dormitorio. Me eché en la cama, di algunas vueltas y le fui diciendo cosas. Luego, bajé la voz bastante y seguí hablándole. Cuando terminé, bajé corriendo al salón y lo encontré asustado mirando la pantalla muy de cerca.

  • ¡No puedo creerlo! – dijo - ¡Te he visto como si estuvieras aquí! ¡Se te oye perfectamente lo que dices aunque bajes la voz!

  • ¡Misión cumplida, tío! – le dije - ¡Dame un beso y disfruta de esto a partir de ahora! ¡Toma! Esconde o tira esta bolsa y las cajas. Cambia de programa ahora y disfruta luego.

Cuando volvió mi hermano, desesperado de esperar al carnicero, nosotros seguíamos viendo un documental.

4 – Un cuadrángulo televisado

Cuando llegaron nuestros amigos medio metro y Pico, le dije a tío que nos íbamos arriba a limpiar los cacharros y a «jugar» un poco.

  • ¡Bueno, tío! – le dije -; cuando esté la cena casi lista nos avisas. Mientras tanto ¡Disfruta!

Me miró sonriendo y haciendo un gesto de aprobación. Mi tío Manolo no era tan mayor. Yo no quería que perdiese su juventud ni que se le atrofiasen los mecanismos de sus huevos y su polla. Aquella cámara en directo y el añico, lo iban a mantener joven a base de pajas. Me sentí muy contento.

Entramos en el dormitorio y comenzamos a desnudarnos todos, unos a otros, hasta quedarnos en pelotas. Nos echamos en la cama y comenzamos a revolcarnos, a cogernos las pollas aleatoriamente y a disfrutar como micos. Poco a poco, nos fuimos tranquilizando y acabamos los cuatro echados en la cama haciéndonos unas pajas suaves para no corrernos. Bebimos bastante añico y la cosa se fue calentando.

Rufo se echó sobre mí como loco y medio metro se comía a Pico a bocados.

  • ¡Eh, eh, chicos! – dijo mi hermano -; no correos tan pronto que tenemos que hacer hoy dos cuadrángulos.

  • ¿Dos? – se ilusionó medio metro - ¿De verdad vamos a hacer dos?

  • ¡Sí! – les dije -; ya nos hemos repuesto y haremos uno primero despacio. Cuando nos repongamos otra vez, nos echamos hacia el lado contrario y hacemos el otro ¿Qué os parece?

  • ¡Pues que me quedo sin que me folléis! – dijo medio metro - ¡Os vais a quedar secos!

  • ¡No creo! – le dije -; intentaremos reponernos otra vez y te follaremos los tres uno detrás de otro. Sé que te gusta. Haremos un esfuerzo ¿verdad, chicos?

  • ¡Sí! – dijo Pico -; mi amor está loco porque nos lo follemos los tres. El otro día le gustó mucho.

  • ¡Joder, tíos! – dijo Rufo - ¡Hoy va a haber sesión continua! ¡Tres polvos de una vez!

  • Yo creo que podremos, Rufo – le dije -; si no se puede, pues seguimos mañana, ¿no?

  • ¡Venga!

Nos sentamos sobre la cama en nuestro círculo ya conocido (yo procuré que nadie tapase la visión de la cámara) y comenzamos a acariciarnos las pollas. Ya estaban más que duras y todas ellas mojadas. Estaba deseando de comerle la polla a medio metro y ya ni me acordaba de que todo se estaba trasmitiendo, pero tío debería estar ya preparado también ¡Seguro que se haría más de tres pajas!

  • ¡Venga! – dijo Rufo -; ya podemos inclinarnos. Primero es hacia la derecha.

Eché mi cara en el muslo calentito de medio metro y su polla me llegaba a la frente cuando le comía los huevos. Rufo se preparó para la cuenta atrás y, a la de tres, empezaríamos. Se incorporó un poco y contó:

  • A la una… a las dos… y a las tressmmmmm

¡Jo! La polla de medio metro cada vez me parecía más apetitosa. Se la fui abriendo con los labios mientras que con una mano le acariciaba los huevos y con la otra le metía el dedo en el culo. Su líquido espesito estaba de puta madre. Todos estábamos haciendo lo mismo y nos movíamos como un saco lleno de pulgas. ¡El placer nos estaba volviendo locos!

Miré un poco a los demás como pude, sin dejar mi tarea, y todos estaban haciendo lo mismo. Me concentré en mi polla rosadita, larga y curvada y le fui sacando todo el jugo que pude.

Aquel cuadrángulo duró bastante hasta que se notó que empezábamos a movernos frenéticamente. Yo creo que eché más leche de la que tenía y mi boca se llenó de la leche caliente de medio metro y rebosaba por todos lados. Escupimos al suelo y volví a chuparle la polla a medio metro hasta no dejar ni una gota.

  • ¡Joder, tíos! – exclamó Pico - ¡Este ha sido el mejor de los que hemos hecho! ¡Vaya gustazo!

  • ¡Pues no eres el único que piensas eso! – dijo Rufo - ¡Esto ha sido el no va más!

  • Pues ahora repongamos fuerzas así, sentados – les dije -, y luego hacemos la segunda parte. Mientras tanto podríamos tomar un trago, darnos unos besitos y acariciarnos para calentarnos más ¡Sigamos sentados!

No hubo que esperar demasiado. Las pollas volvían a ponerse duras y todos comenzamos a besarnos desesperadamente.

  • ¡Eh, eh, tíos! – dijo Rufo -, que la cosa empieza a ponerse otra vez a tono. Vamos a prepararnos para el segundo cuadrángulo.

Todos nos echamos esta vez hacia la izquierda y me vi la linda, pequeña, morena y tiesa polla de Pico cerca de mis ojos. Me la restregué por la cara y estaba ya deseando de empezar la siguiente mamada. Pico me miró y me sonrió. Me pareció que le gustaba que rozase su polla con mi cara. Rufo, se incorporó un poco para la cuenta:

  • ¡A la una… a las dos… y a las tresmmmmmmm….!

¡Joder! Cuando me metí la polla de Pico en mi boca, me parecía estar comiéndome el manjar más exquisito que hubiera probado nunca. No se la toqué con las manos, sino que fui empujándola y abriéndola con los labios y acariciándosela con la lengua. El pobre Pico, debería sentir tanto placer, que me apretó la cabeza con sus piernas encogidas. Entonces comencé a acariciarle los huevos (que eran pequeños pero daba gusto tocarlos) y le metí el dedo en el culo despacio para darle más gusto. El pobrecito mío no pudo aguantar casi nada. En muy poco tiempo se corrió, pero noté que echaba menos leche; me la tragué. Estaba muy dulce ¡Qué rica!

Pasaron bastantes segundos (diría yo que más de un minuto) cuando empezó el movimiento de los demás, pero yo seguía con la polla de Pico dentro de mi boca como mandaban las normas. Cuando noté que todos se relajaban, los oí también escupir al suelo, pero cuando nos sentamos sonrientes y llenos de placer, todos dijimos que habíamos soltado menos leche. A mí me pareció normal, pero el gustazo que me dio medio metro fue buenísimo.

  • ¿Y ahora qué? – preguntó medio metro - ¿Hay que esperar mucho para la tercera parte?

  • ¡No! – le dije -, pero si esperamos un poco más, te gustará más y durará más tiempo ¡Tú decides!

  • ¡Ah! – me respondió feliz -, pues esperamos un poco más. No me importa, pero podríamos beber otro poco de añico.

  • Sí – dijo Pico -, pero sin pasarnos, que mañana se nota uno hecho polvo. Hoy, con esto de tanto corrernos y bebiendo más de la cuenta, nos hará mañana despertar un poco malos.

  • Yo creo – dije – que Rufo no debería beber más. Le hace mucho efecto. A vosotros dos os daré un tarrito con añico. Si estáis muy cansados por la mañana, os lo tomáis a escondidas antes de lavaros la boca; para que vuestros padres no os huelan.

  • ¡Sí! – dijo medio metro -, eso sería buenísimo. Esta mañana no podía moverme y sé que la resaca se quita bebiendo otro poco.

  • ¡No, verás! – exclamó Rufo - ¡A que acabamos todos alcohólicos perdidos!

  • Es mejor no abusar – les dije -; hoy es… una excepción ¡Lo estamos pasando de puta madre y todavía nos queda un polvo! Vamos a echarnos un poco para reponernos, pero yo creo que no tardaré mucho en estar listo.

  • ¡Ni yo! – dijo Pico - ¡Estoy deseando de follarme a mi amor!

  • ¡Pues yo no he perdido las ganas! – dijo Rufo medio borracho - ¡Este licor es una droga! A vosotros no os marea, pero calienta por fuera y por dentro. Me follaba a una vaca, ¡vamos! ¡Joder, qué caliente estoy!

  • ¡Tranquilos! – dije -; yo sé que unos nos repondremos antes que otros, pero lo mejor es esperar un poco más; medio metro se lo merece.

  • ¡Gracias, tío! – me besó - ¡No sabes cuánto te lo agradezco!

Descansamos un rato, pero nos costó trabajo estar sin tocarnos. Hubo unos roces y unas caricias, pero nada más. El que yo sabía que podría tardar más en recuperarse, era Pico, pero estaba ya deseando de metérsela a su medio metro, así que propuse que nos fuésemos preparando.

  • Esta vez – les dije – tenemos que hacerlo mejor. Primero se colocará medio metro con el culo en pompa y le pondremos la vaselina. Luego, nos ponemos en el orden en que se la vamos a meter y nos untamos ya la polla también. Así, en cuanto la saque uno, se la mete el siguiente ¿Lo quieres así, medio metro?

  • ¡Jo, sí! – dijo mordiéndose el labio - ¡Os daré las gracias como queráis!

  • ¡No hace falta, hombre! – dijo mi hermano medio tambaleándose -; lo hacemos por gusto.

Aquella frase nos hizo gracia y no podíamos parar de reírnos, pero medio metro se fue poniendo ya en postura.

Cuando nos calmamos, le untó Rufo el culo con la vaselina y ya estaba gimiendo de gusto. Luego me untó la polla a mí y a Pico y, al final, se untó él.

  • Ya sabéis el orden – dije -; primero Pico, luego Rufo y luego yo. Vamos a colocarnos juntos. En cuanto la saque uno, la mete el siguiente.

Empezó el movimiento. Pico estaba deseando de coger a su amado por el culo y clavársela; como no la tenía muy grande, serviría para prepararlo. Lo cogió por las caderas y empezó a empujar. Se la metió fácilmente y medio metro ya estaba sonriendo y diciendo frases de placer: «¡Ojjj, ajjj, qué gustazo!» Vimos que Pico se corría y besaba a su pareja. Se la sacó y se echó para un lado. Mi hermano siguió metiéndosela también sin problemas, pero medio metro aún gozaba más. Cuando mi hermano se corrió (tambaleándose), se echó a un lado y se la metí yo. Sabía que no iba a hacerle daño, así que se la metí casi del tirón hasta el fondo ¡Qué gustazo! Medio metro ya no sabía qué decir ni qué hablar. Estaba gozando como nunca. Comenzaron a temblarme las piernas y apreté hasta el fondo. Yo creo que no eché mucha leche, pero el gustazo fue olímpico; ¡de medalla de oro! Se la saqué despacio y seguimos todos besándonos.

Entonces fue cuando oímos la voz de tío Manolo que nos avisaba de que iba a preparar la cena. Pasamos a la ducha uno a uno para lavarnos bien y volvimos cada uno liado en una toalla. Nos sentamos un poco a descansar, les llené dos tarritos de añico para llevar y nos vestimos para bajar. Teníamos que acompañar a nuestros amigos a su casa. Ya era de noche.

Bajamos todos muy contentos, pero encontramos a un tío Manolo feliz y sonriente preparando unos filetes que olían de puta madre.

  • ¡Adiós, chicos! – nos saludó -; espero que vengáis mañana. Aquí tenéis vuestra casa.

  • ¡Sí, señor! – dijo medio metro -; mañana por la mañana subirán los obreros a poner las ventanas y las puertas nuevas de la otra casa. Por la tarde subiremos a limpiar un poco y a jugar otro poco ¡Gracias por todo!

  • ¡Gracias a vosotros, muchachos! – dijo tío emocionado -.

Cuando pudo, me dijo tío Manolo a solas que… ¡se había hecho hasta cinco pajas!