Nico y Rufo: El cónclave (Quién es quién)

Un día de 8 pares de cojones.

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Nico y Rufo: 19 – El cónclave (¿Quién es quién?)

1 – Despertar

  • ¡Hermano! – me dijo Rufo al despertarse -. ¿Tiene que ser hoy el almuerzo de trabajo?

  • ¡Sí! – contesté con resignación - ¡No te quejes que ya llevamos varios días sin dar ni golpe! Además, un almuerzo de trabajo puede ser hasta divertido.

  • ¿Divertido? – tosió - ¡Eso quisieras tú! Lo que pasa es que si descansamos demasiado nos vamos a acostumbrar otra vez a no hacer nada.

  • Por eso, Rufo – le aclaré -; nos levantaremos tranquilamente y, a la hora programada, nos iremos todos juntos a almorzar. Le diré a Clara que tome el día de descanso si quiere.

Nos levantamos despacio y cruzamos el pasillo hasta el baño.

  • ¡Buenos días, chicos! – nos dijo Borja desde su puerta - ¿Vais a tardar en ducharos? Hay tiempo de sobra, es por seguir un poco en la cama con Manolo.

  • ¡Os da tiempo a echar tres polvos! – le dijo Rufo sonámbulo -; entre que somos lentos y que estamos más parados de un avión de mármol… tienes un buen rato para esperar.

  • Procuraremos… - bostecé -; ¡ayhhhh!... tardar lo menos posible.

  • ¡Os espero! – dijo -; dadnos un toque en la puerta cuando acabéis.

Entramos al baño y nos despejamos con la ducha. Rufo comenzó a acariciarme y acabamos haciéndonos una paja bajo la lluvia cálida.

  • ¡Oj, Rufo! – lo apreté contra mí - ¡La ducha, tenerte a mi lado y correrme, me han dejado como nuevo!

  • ¡Te quiero, Nico! – me abrazó por la espalda -; vamos a vestirnos en el dormitorio, que tío y Borja ya querrán ducharse.

  • ¡Sí, vamos!

Cruzamos en pelotas hasta el dormitorio y Rufo llamó a la puerta de tío y Borja. Escogimos los trajes que nos íbamos a poner y nos miramos sonriendo.

  • ¡Estás más guapo cada día, Nico! – dijo mi hermano mirándome - ¡Hasta los chavales se enamoran de ti!

  • ¿Tienes celos, corazón? – me acerqué a él -; deberías darte cuenta de que eres un afortunado por tenerme. Nadie me va a separar de tu lado.

  • ¡Lo sé, fíjate! – miró pensativo al suelo -; aunque se enamoren de ti o quieras a alguien más, sé que no voy a perderte. Ya te conozco demasiado bien para verlo en tus ojos.

  • ¡Así es!

Me interrumpieron unos gritos desde el baño:

  • ¡La ostia puta! ¡Han gastado toda el agua caliente! ¡Está helada!

  • Esperemos a que se caliente

Miré a mi hermano aguantando la risa y comenzamos a vestirnos.

  • Ese traje es el que mejor te sienta, hermano – me miró de arriba abajo -; te hace elegante y hasta me pareces más guapo.

  • ¡Eres tan guapo como yo, Rufo! – le dije - ¡O más! Nos parecemos, pero cada uno tiene su estilo. A mí me encanta el que te estás poniendo.

  • ¡Y todo para ir a un almuerzo de trabajo! – protestó -.

  • ¡Te alegrarás! – le dije misteriosamente - ¡Se van a decidir muchas cosas entre todos! Luego, vendrán las copitas y la sobremesa. Será divertido.

  • Eso espero, hermano, porque las reuniones de trabajo me dan sueño.

2 – A trabajar (V)

Cuando pasó un buen rato (una media hora), vimos desde abajo a Borja y tío pasar hacia el baño. Ya se había calentado el agua. Mientras tanto, por no desayunar tan tarde, nos puso Clara algo para llenar un poco el estómago y aguantar hasta el almuerzo.

Bastante después, comenzaron a bajar las escaleras tío Manolo y Borja muy bien trajeados.

  • ¡Eh! – exclamó Rufo - ¡Esos son tíos elegantes y lo demás son pamplinas!

  • ¡Vamos a trabajar, chicos! – nos dijo tío - ¡No vamos a una boda! Levantad el culo que se nos hace tarde.

  • ¿Vais a desayunar con el almuerzo? – pregunté -; yo no podría.

  • ¡Ni nosotros – respondió tío -, pero habéis gastado el agua caliente, cojones!

  • ¡Joder, lo siento! – se disculpó Rufo - ¡La culpa ha sido mía! No pienso en los demás.

  • ¡Sí, hijo! – lo acarició tío - ¡Sí piensas en los demás! No tiene importancia lo del agua. Si hubiese estado el termo antiguo, no sé qué hubiéramos hecho. Pero… ¡qué guapos estáis! Vamos a abrigarnos y recogemos a los demás.

  • ¡Sí, tío! – cogí los abrigos -; le he dicho a Clara que puede tomar el día de descanso. Ahí tenemos cena. Está haciendo otra vez mucho frío y creo que volveremos pronto. Si no comemos ahora demasiado, tomamos algo a la noche.

  • ¡Ah, muy bien! – exclamó -; esperemos que al salir del restaurante no pillemos un resfriado. Allí hace una temperatura bastante agradable. ¿Vamos?

  • ¡Vamos!

Bajamos el callejón despacio apretando nuestros abrigos contra el cuerpo. La temperatura había bajado demasiado. Si se nublaba, no llovería; ¡nevaría!

Cuando nos acercamos a la «casa rosa», ya estaba la puerta abierta y la pareja a punto de salir.

  • ¡Eh, pintores! – les dije - ¿Preparados? ¿Dónde están Pico y medio metro?

  • Están ahí adentro – me contestó palomo -; tienen mucho frío. Iremos con rapidez hasta el restaurante. ¡Se nos van a helar los pies! Allí se está muy bien.

Salimos todos muy abrigados, como metidos en una funda de lana, hasta llegar al restaurante. Nos esperaba Dioni en la puerta y entró con nosotros hasta el recibidor para recoger nuestros abrigos.

  • Aquí dentro, señor – me dijo -, no se puede llevar tanta ropa. Hace bastante calor, pero estarán a gusto. Pasen conmigo al reservado. Allí podré ponerles la temperatura a su gusto.

Pasamos a una de las dos salas reservadas y nos sentamos alrededor de una mesa redonda puesta lujosamente. Era evidente que Rufo y yo llevaríamos la voz cantante en la reunión, pero a mi otro lado se sentó Pico con medio metro junto a él. Las cuatro parejas felices sonreímos. El frío se estaba pasando.

  • Comeremos primero – les dije – y mantendremos la reunión al terminar; mientras nos tomamos esas copas de añico.

  • ¡Nos van a salir las conclusiones muy calientes! – dijo medio metro -; entre la temperatura del comedor y el añico, veremos cuáles son las consecuencias.

El menú no se sirvió a la carta. Pedí que se pusieran los mejores platos porno-gay y comimos Polla en su salsa con guarnición de huevos en escroto de nata, Cocktail de Maricones y Entremeses empalmados. Todo gustó mucho, aunque sacó las risas contenidas de Pico al oír a un camarero, muy serio, servirnos los platos diciendo ceremoniosamente su nombre. De postre tomamos un Batido de Leche del Carajo, que casi no pudimos terminar, servido en «copa de pene caliente» con una pajita.

  • ¡Esto harta mucho! – se quejó Pico - ¡En mi casa se comen lentejas y esas cosas y en poca cantidad!

  • ¡Cómete el carajo ese! – le dije -; ¡es digestivo! ¡Cuando pase un rato, querrás comerte… otro carajo! ¡Ya verás!

Sirvieron las copas de Añico-porno tipo Escurriduras de Semental y comenzaron las miradas sonrientes. Comencé a hablar sin levantarme y sacando un papel del bolsillo de la chaqueta, donde llevaba la chuleta para no olvidar ningún punto.

  • Reunida aquí la «crème de la crème» de Cine Pintres, S.A., leeré el Orden del Día. ¡Espera coño, que se ha mojado el papel y no veo un carajo…! ¡Ah, sí! Primero: Aclaración de la conducta de los socios. Segundo: Nombramiento a dedo de los cargos de jefatura en la empresa. Tercero: Turno de ruegos y preguntas. Cuarto: Aprobación del Acta si procede y folleteo a discreción.

Me miró medio metro como extrañado.

  • ¡Oye, Nico! – dijo -. ¿Estás seguro de que el Orden del Día es así? ¡Parece de broma!

  • ¡Pues no lo es, guapo! – le sonreí -. Todos sabemos quiénes somos y con quién estamos; ¡cada oveja con su pareja! La cuestión está en que no todos sabemos nuestros datos, es decir, de una parte, nos conocemos como el perritos y el carrete; el palomo y el quinto pino; medio metro y Pico y… ¡Nosotros, los millones! De eso no tiene duda nadie y sólo constan esos nombres como apodos para hablar entre nosotros, pero eso no es serio en una empresa ni esos son nombres para ser jefes. Los verdaderos nombres son los que aparecen en los Estatutos; nombres y apellidos.

  • ¡Je! – se rió el quito pino - ¿Imaginas que alguien quiere saber quién le pintaría su casa y lo mandan al quinto pino?

Hubo risas, pero cada uno fue diciendo lo que se le ocurría.

  • ¿Y si a alguien le preguntan aquí – dijo medio metro – que si está lejos Gayanet y le dicen: «¡Eso, a medio metro!»?

  • ¿Y si a alguien le preguntan que si aquí se come bien – dijo tío – y le dicen que le pregunten a perritos?

  • ¡Pues la gente se iba a liar! – dijo Borja -, porque si me preguntan a mí, yo me lío más que un carrete!

  • Pues… - pensó el palomo - ¿y si alguien pregunta que si puede poner un mensaje SMS y le dicen que se lo diga al palomo?

  • ¡Seriedad, seriedad! – alcé la voz para calmar los ánimos -; una cosa es que nosotros nos llamemos por el mote cuando estemos a solas y otra es que se guarden las distancias con los clientes y con el resto del personal.

¡Jo! – exclamó Pico -; el caso es que yo me llamo Francisco, pero como soy el más pequeño de los tres hermanos y vine… «por accidente», pues el nombre de Paco se convirtió en «el de Pico».

  • Aclarado este punto – dije majestuosa y cómicamente -, se conviene el aprender bien nuestros nombres de pila y ponerles un «don» delante. Así pues, tío Manolo, el perritos, será don Manuel; Borja el carrete, será don Borja; medio metro, será don Juan José; Pico será don Francisco; el quinto pino será don Andrés; el palomo, don Antonio; y los millones seremos don Rufo y don Nicolás. ¡Con reverencia incluida!, que para eso somos los fundadores y directores

  • ¡Joder! – me miró medio metro confuso - ¡Éramos muchos y parió la abuela! ¿Tú te crees que yo me voy a aprender todos esos nombres?

  • ¡Coño, no es para tanto! – le dijo Rufo -; que los pocos nombres que hay que aprender se aprenden fácilmente ¡Ya nos iremos acostumbrando, don Juan José!

  • ¿Aclarado el tema? – miré a todos -.

  • ¡Diría yo, que más liado que antes! – me dijo el palomo -; porque ahora tendremos que aprender a llamarnos de una forma cuando estemos como amigos y de otra cuando estemos trabajando

  • Para ser jefe – le dije – no es demasiado complicado tener que aprenderse unos pocos nombres y tener cuidado de usarlos. ¡No nos vamos a llamar don Nicolás o don Francisco cuando estemos en casa follando, pero tampoco le voy a decir «tío» a tío Manolo delante de los clientes! Sigamos, que no queda mucho. Tengo aquí todos los datos de los socios y… tanto Pico como medio metro, o don Francisco y don Juan José, no tienen la edad legal para ser socios ni para estos trabajos. Afortunadamente, sus padres dieron los permisos pertinentes porque sabían que iban a ganar dinero con ello. Pero no haremos trampas. Los dos se dedicarán, cuando yo lo hable en el Ayuntamiento, a proponer las fiestas más disparatadas que se nos ocurran al Delegado de Festejos; don Federico Rico Lico (hubo carcajadas)… ¿Le vais a llamar Fede?

  • ¡No! – dijo Pico enseguida - ¡Eso se lo dice el alcalde, su novio!

  • ¿Ves? – lo miré de cerca - ¡Pues igual, don Francisco! A nosotros, el personal nos llama don Rufo y don Nicolás, pero vosotros sois muy jóvenes y tendrán que acostumbrarse. Y los nombres del palomo y quinto pino, los aprenderán de oírlos. Ahora vienen los cargos de cada uno

  • ¡Sí, sí! – pensó en alto medio metro -, ¡que seguro que son cargos!

  • ¡Atentos, socios! – les dije -, que no es largo lo que tengo que deciros. Ya hablaré con cada uno por separado. Rufo y yo hemos estructurado cómo llevar la empresa. Don Manuel y don Borja, llevarán las oficinas y papeleos: Los Jefes del Departamento Contable y Financiero. Don Palomo… ¡Perdón!, Don Antonio, llevará el control de Gayanet, siendo Jefe de Personal y Coordinador de Infraestructuras de la Urbanización Gayanet… ¡incluido el Mini-Market y el Metro! (¡La leche!, exclamó). Don Andrés, será el Jefe de Restauración y de Personal del Restaurante La Cabaña.

  • ¡La ostia! – me dijo asustado - ¿Tengo que aprenderme también el nombre de mi cargo?

  • ¡Vamos a ver, tíos! – me sofoqué -; Rufo me ha hecho un listado muy detallado de los nombres y sus cargos. Aquí tengo copias para todos. ¡No es mucho trabajo aprender eso para obtener el puesto de jefe! Comienza el turno de ruegos y preguntas

  • ¡Yo tengo una! – dijo medio metro - ¡Podría organizarse el concurso de Mr. Pintres?

Todos nos miramos en silencio y muy serios. No había dicho una tontería, sino algo muy interesante.

-¡Bien, don medio metro!… - exclamé - ¡esto!.., ¡don Juan José, coño! ¡Es una idea genial! Cuando yo hable con el novio del alcalde, es decir, con don Federico Rico Lico, vosotros le propondréis la fiesta bien detallada. Mi hermano y yo…. Don Rufo y yo, haremos los informes de las fiestas a organizar para ser entregados al Delegado con todo detalle y obtener los permisos.

  • Permisos – dijo tío – que gestionaremos don Vida Mía y yo personalmente.

Hubo risas y puso tío cara de enfado.

  • ¿Hay, pues, quorum? – pregunté -. Si es así, pasamos a la aprobación del Acta.

  • Yo antes del «cuorum» ese me tomaría otra mamada calentita de añico – me dijo Pico en voz baja - ¡No sé si estoy borracho o más liado que el carrete! ¡Y no quiero mezclar bebidas!

  • ¡Bueno! – terminé con santa paciencia - ¿Estamos todos de acuerdo?

  • ¡Sí, sí! – dijo el quinto pino -, aunque me veo buscando a unos buenos pintores en El Pueblo.

  • ¡Firmemos el Acta! – les pasé el libro - ¡Desde ahora tenemos esos cargos que serán reflejados en los contratos y en los sueldos!

3 – A descansar

Salimos del restaurante casi de noche y no nevaba, pero caía un extraño rocío que parecía agua-nieve. Propuse tomar el metro y bajar a casa desde Gayanet y todos dijeron que sí. La gente empezaba ya a llegar al restaurante para cenar; ¡había mucha gente que cenaba muy temprano por no haber sitio para más reservas! Tomamos el metro (gratis, por supuesto) y nos vimos solos en el vagón. No es que estuviese oscuro, pero eso del paseo por los túneles junto al añico, comenzó a hacer efecto.

Cuando nos dimos cuenta, estábamos todos besándonos con pasión ante la mirada de asombro de los que esperaban el metro en la Estación de Autobuses para ir hacia el restaurante. Nos sentamos correctamente y continuamos el paseo a Gayanet.

Al llegar a la estación, salimos intercambiando opiniones y bajamos por la primera calle, muertos de frío, para ir a la casa rosa a tomar unos añicos.

  • ¡Coño, señores jefes! – dijo don Andrés -; me parece que tendréis que quedaros por huevos un buen rato en casa antes de salir. ¡Esperemos que no nieve!

Entramos todos en la casa de prisa y nos pegamos a la chimenea. «¡Cuidado con los sabañones!». Pero la ropa fue sobrando poco a poco y conforme íbamos bebiendo.

  • ¡Ah, no, no! – se negó Borja en rotundo - ¡A mí no me metéis en una de vuestras orgías, don Andrés y don Antonio!

Tío parecía intentar convencerlo, pero viendo que no podía, nos dijo que subirían ellos a casa y que nosotros hiciésemos lo que mejor nos pareciese.

En cuanto cerraron la puerta, ya en la calle, comenzó una maratón para quitarse las ropas. En poco más de un minuto, estábamos todos en cueros, como ya era corriente entre nosotros, y saltando por todo el salón persiguiéndonos: «¡Que te cojo!».

  • ¿Don Andrés? – le hizo Rufo una reverencia - ¿Le importaría que el consejo directivo de la empresa usase su dormitorio para una reunión… formal?

  • Si ello es necesario, señor director – hizo una reverencia -, pondría yo de «mis partes» para que fuese más placentera.

Nos miramos en silencio moviendo sólo los ojos y salimos corriendo escaleras arriba, ya empalmados, y nos fuimos tirando sobre la cama conforme llegábamos.

  • ¡Un hexágono, señor director! – dijo el palomo -.

  • Si hay acuerdo – contesté -, ¡hágase!

Y sentados en corros sobre el enorme colchón, nos pasamos la botella de añico mientras íbamos poniendo a tono «las herramientas».

  • ¡Jo, tíos! – dijo Pico con los ojos bien abiertos - ¡O yo estoy muy mamado o me parece que todos la tenemos más grande!

  • ¡Será cosa de la jefatura! – le dijo medio metro -, que te hace ver las pollas desde otro punto de vista.

  • ¡Eh, mi vida! – le contestó con cariño - ¡Ponte tú aquí junto a don Nicolás, que sé que te gusta! ¡No me importa!

  • ¡Se lo agradezco, don Francisco! – le contestó cómicamente cortés -, porque hace tiempo que no se la cato y usted la tiene siempre como un Vademécum: «¡a mano!».

Se cambiaron de sitio y me encontré entre medio metro y el quinto pino ¡Joder! ¡No estaba mal para empezar la empresa en serio!

Cuando llegó el momento de la primera ronda, hacia la derecha, mi cabeza cayó entre las hermosas y velludas piernas del quito pino y me quedé embobado mirando su enorme envergadura. Pero la mente juega malas pasadas. Deseaba meterme aquella polla enorme en la boca, disfrutar de ella y hacer disfrutar a «su dueño», pero ya estaba deseando de que llegase la segunda ronda para contemplar aquella polla rosadita y curvada de medio metro; la que más me gustaba, sin duda. Eché en falta tener a mi lado a Pico; lo amaba. No podía compartir aquellos juegos con el ser más querido para mí: Rufo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué me pasaba aquello?

Comencé a besar desesperadamente los huevos de quinto pino, que encogía sus piernas por el placer y sin poder decir nada por tener también su boca ocupada. Puse todo mi empeño en ir lamiendo suavemente primero y en ir avanzando paso a paso luego para que el placer fuese duradero. Apenas podía metérmela entera en la boca, pero degusté su brillante y rojo capullo sabroso.

Comenzó a moverse el colchón y era la señal de que más de uno estaba ya en su punto. Comenzaron a oírse gemidos y exclamaciones: «¡No te pares, joder!». Quinto pino aguantaba y aguantó mucho; fue el último en correrse disfrutando como nadie, pero ninguno se movió de su sitio hasta que mi boca se llenó de repente con chorros y chorros de denso y sabroso semen. Aunque pensé en tragarme aquel manjar, tuve que escupirlo. Ya estaba pensando en medio metro y no podía apartar de mi mente ni a Pico ni a Rufo. Comencé a notar un sinvivir que me apretaba por el cuello. Disimulé cuando nos sentamos.

  • ¡Jo, tío! – dijo Pico - ¡Este invento hay que patentarlo!

Pasamos la botella de añico y, no bebí porque tuviese ganas, sino porque me ayudaría a responder en la próxima ronda. Me hubiese levantado en aquel momento, me hubiese bajado al salón a vestirme y hubiese subido la calleja solo hasta encontrarme en la cama. Necesitaba aclarar mis ideas.

Llegó el momento de contemplar muy de cerca la polla de medio metro. Sólo me conformaba con mirarla, pero quinto pino ya estaba tocándome y besando mis huevos y mi impuso fue acariciar la polla rosadita de medio metro, comerle los huevos desesperadamente y empezar a lamer con cuidado. Los organismos se habían repuesto; sin duda. Todos nos movíamos de gusto. Y cuanto más gusto sentía uno entre sus entrepiernas, mas gusto le daba al que tenía en su boca. Todo un círculo por el que se transmitían los deseos como en un círculo vicioso. Bastaba que uno metiese el dedo en el culo que le tocaba, para que, al poco tiempo, te lo estuviesen metiendo a ti.

Se corrió medio metro con más fuerzas de la que yo esperaba; escupí. Al levantarme, no pude evitar mirar a mi querido Rufo. Me sonrió suavemente. Miré a Pico y agachó la vista sensualmente. Medio metro me miraba de cerca ensimismado. ¡Esto no puede ser! ¡Yo no puedo llevar esto adelante!

Medio metro quería su ración de polvos continuos, pero tuve que decir que no me encontraba bien. Rufo se levantó de la cama y, dándole la vuelta, se vino hasta mí.

  • ¡Mi vida! – me dijo al oído -, sé que algo te pasa; te conozco demasiado bien.

  • ¡Llévame a casa, corazón! – le dije - ¡Necesito descansar!

A todos les pareció que pasaba algo y tuve que disculparme. No quería que pensasen que era culpa de ellos o de aquella situación.

Rufo y yo bajamos las escaleras y fui abrazado a él. Nos vestimos cerca de la chimenea y mi amor se encargó de ponerme bien el abrigo, la bufanda, los guantes

  • ¡Vamos a descansar, hermano! – me dijo Rufo - ¡Nunca te he visto así y no quiero verte con esa cara! ¡Vamos! ¡Vamos a dormir! La reunión de trabajo se ha terminado; todo está aclarado.

Subíamos la calleja y mi hermano se detuvo y gritó con todas sus fuerzas:

  • ¡La ostia puta!

Las montañas cercanas, le respondieron con su eco:

-

Puta

puta

puta

puta