Nico y Rufo: 18 - El fantasma de Pintres

Relato-puente entre cómo iba la saga y cómo vendrá. Para los seguidores, imprescindible.

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Nico y Rufo: 18 – El fantasma de Pintres

0 – Esto es una aclaración sobre este relato de la saga. En realidad, este capítulo parece no acabar, pero me era necesario escribir algunas cosas en esta entrega para que se entienda todo lo que viene luego.

1 – Cansancio general

  • ¡Hermano! – me dijo Rufo recién despierto -; me quedaba en la cama todo el día. Este trabajo de las fiestas todavía me tiene agotado

  • Yo estoy igual que tú – le dije -; la verdad es que no hemos parado ni en las estaciones. Ni sábados, ni domingos… ¡Joder!

  • ¡Bueno! – sugirió -, ahora que ya todo funciona y que se ha montado el estreno por todo lo alto, ¿no podríamos tomarnos unos días de descanso?

  • ¿Y por qué me preguntas eso a mí? – le dije - ¡Tú eres tan jefe de esto como yo! Convocaremos a nuestros amigos y les propondremos un descanso ¿Qué te parece?

  • ¡Ay, sí! – me abrazó -; es que hasta se me están quitando las ganas de follar… y eso ya me parece malo.

  • ¡Decidido! – le dije -; a medio día vamos a buscar a las dos parejitas felices y nos tomamos unas copas para concretar los días de descanso.

  • ¡Además…! – lo pensó un poco - ¿No te parece que quinto pino y palomo no deberían seguir de simples acomodadores y medio metro de taquillero y Pico, ¡pobrecillo!, de correveidile…?

  • ¡Tienes razón! – no lo había pensado -; sus trabajos me parecen decentes y están bien remunerados, pero deberíamos darles otro puesto más… ¡no sé! ¡Jefes de algo!

  • ¡Pues, hala! – se incorporó -; vamos a tomar ese descanso y aprovechamos para cubrir sus puestos por otros más… ¡de jefes!

Nos levantamos, nos aseamos y nos pusimos ropa cómoda y estuvimos un rato charlando hasta el medio día. Bajamos nuestra calleja y vimos, como hacía ya tiempo que no los veíamos, a medio metro y a Pico jugando casi en la esquina de la plaza.

  • ¡Eh, toreros! – les gritó Rufo - ¡Que ya hemos tomado la alternativa! ¿Nos dejáis jugar con vosotros?

  • ¡Claro! – nos miró Pico feliz -; ahora no hace tanto frío y no ha vuelto a nevar. Estamos jugando un poco para descansar.

  • ¡Sí, señor! – le dije - ¡Me parece muy bien! A eso veníamos. Queremos reunirnos con vosotros y con palomo y quinto pino.

  • ¡Ah, pues están en su casa! – dijo medio metro -; han pasado hace sólo unos minutos.

  • ¡Qué bien! – exclamé - ¡Vamos a hablar y a que nos inviten a una copita!

Subimos hasta la casa rosa los cuatro y llamamos. Al poco tiempo, nos abrió un palomo con cara de estar muy cansado y nos invitó a pasar.

  • ¡Joder, tíos! – nos dijo -, desde que la gente lo gana bien en este pueblo, a todos les ha dado por pintar sus casas. ¡Estamos agotados!

  • ¡Pues de eso venimos a hablar! – dijo Rufo -; sé que no podéis dejar de pintar porque no hay más pintores aquí, pero es que luego os metéis en el cine hasta las tantas

  • ¡Calla, calla! – se llevó la mano a la frente -; lo pasamos muy bien y, económicamente, nos merece la pena, pero estamos agotados

  • ¡Pues se acabó! – les dije -. Busca a dos gays fuertes que os suplan y meteremos en sus puestos a otros. ¡Desde ahora, los seis vamos a ser jefes!

  • ¿Jefes? – preguntó Pico extrañado - ¿Jefes de qué?

  • Pues… - Rufo no sabía qué decir - ¡Jefes! ¡Ya inventaremos el puesto! Desde ahora, todos a dar órdenes y muy bien trajeados.

  • ¡Con subida de sueldo, por supuesto! – les dije - ¡Hasta nosotros nos lo vamos a subir…!

  • ¡Ayyyyyy! – exclamó el palomo - ¡A ver si duermo un día entero sin parar! Por la mañana a pintar, por la tarde una siestecita y por la noche el cine… ¡que no para! Para colmo, ya le he cogido la hora al visitante nocturno que tenemos y me despierto siempre a la una

  • ¿El… visitante nocturno? – pregunté - ¿Quién viene a veros a esas horas?

  • ¡Pues el fantasma! – dijo quinto pino como si nada -; ¡yo ya no le hago caso!

  • ¿De qué fantasma habláis? – dijo Pico retrocediendo - ¿Está aquí?

  • ¡Sí, Pico, aquí, pero por la noche! – le dijo el palomo -; yo al principio creí que eran cosas de quinto pino, que tiene el sueño muy ligero, pero en cuanto oigo la gaita

  • ¿Qué gaita? – retrocedió medio metro -; ¿Es una broma, verdad?

  • ¿Broma? ¡Ja! – exclamó el palomo -; una broma es que ahora lo oiga todas las noches a la una y luego tarde una hora en dormirme otra vez.

  • ¡Estáis de coña, tíos! – les dijo Rufo - ¡Nunca he oído nada sobre un fantasma en Pintres!

  • ¿Ah, no? – se extrañó el palomo -; pues estáis todos invitados a verlo esta noche si mañana vamos a descansar. Yo no me lo creía, pero ya ni me importa.

  • ¿Y… eso de invitarnos… - Pico se lo pensaba - … va en serio?

  • ¡Pues claro! – dijo quinto pino -; lo pasaríamos de puta madre. No pasa nada, pero os recomiendo que descanséis una buena siesta y nos vemos aquí sobre las 8 para cenar. Luego, hablaremos un poco y, sobre las doce, nos metemos los seis en la cama para esperarlo.

  • ¡Hala! ¡Qué bruto! – dijo medio metro - ¿Cómo vamos a dormir seis en una cama? ¡Es grande para follar, pero no para dormir!

  • ¡No importa! – les dije -; yo me bajaré al sofá. Es ancho y cómodo.

  • ¡Pues yo me bajo contigo! – se apuntó Pico - ¡Me encanta dormir junto a la chimenea y que el fantasma aparezca todas las veces que quiera!

2 – La noche intrigante

  • Del fantasma no daremos detalles – dijo quinto pino -; casi se podría cobrar la entrada a la gente para verlo… ¡pero es una sorpresa!

  • ¡Espero haber hecho la digestión cuando aparezca – dijo Pico -; dicen que los fantasmas dan frío!

  • ¡Bueno! – lo miró el palomo indiferente - ¡Todos los fantasmas dan frío cuando aparecen, pero estaremos bien tapados con el edredón!

  • ¿Esto va en serio? – pregunté - ¿No nos estaréis preparando alguna broma por lo del descanso y el ascenso?

  • ¡Joder, Nico! – suspiró el quinto pino -; hemos quedado en no dar detalles. Si no aparece, podéis darme de patadas en los huevos, pero si aparece

  • ¡No! – le interrumpió Pico - ¡En los huevos nada, que si aparece ya se me encogerán solos!

  • ¡Venga, hombre! – insistieron - ¡No pasa nada! ¡Sólo es una cosa curiosa! Lo malo es que esa curiosidad nos quita el sueño una hora, pero… ¡nada más!

  • A mí me quitará el sueño para toda la vida – dijo Pico asustado -; como aparezca, no duermo más hasta el descanso eterno… ¡Y mira que me quedarán años!

  • ¡Eres un cagueta, Pico! – le dijo su novio -; verás cómo no llega la sangre al río

  • ¡Claro! – le respondió seguro -, ¡como que por aquí no hay río!

  • ¡Una copita más de añico! – brindó el palomo -; que se acercan las doce. Deberíamos subirnos con tiempo y seguir charlando en la cama para esperar. Lo pasaremos muy bien.

  • ¿Charlando en la cama? – bromeó medio metro -; ¡Me parece a mí que lo queréis no es charlar, precisamente!

  • ¡Tenemos que estar callados! – dijo misteriosamente el quinto pino -; cuando va a aparecer, se oye antes… - miró al palomo para no dar pistas - … ¡una musiquilla!

  • ¡Vaya! – exclamó Rufo -; ¡tenemos fantasma con musiquilla en Pintres!

  • ¡Joder, que no es coña! – dijo apurado el palomo -; vamos a pasar la noche juntos tranquilos. Si a la una no aparece el fantasma… ¡pues follamos!

  • ¡Sí, sí! – les dije mirando a Pico -; porque como aparezca, me sé de uno que no empalma hasta que se le quite el susto… ¡No, vida mía! – un lapsus inoportuno de mi subconsciente -; ¡Ay, mi Pico!; aquí, más de uno, no va a cerrar esta noche un ojo… ¡ninguno de los tres!

  • ¡Pues procurad no cagaros en nuestra cama! – dijo el palomo -; ya estoy acostumbrado a recoger montones de leche de corridas y salpicones en el techo. ¡Lo que me faltaba ahora era ponerme a recoger mierda y a limpiaros el culito!

  • ¡Ea, ya va siendo hora, palomo! – le dijo el quinto pino a su novio -; vamos a desnudarnos aquí abajo y dejamos las ropas en esas sillas. Subiremos en calzoncillos; ¡no hace frío!

  • ¡Jo! – pensó medio metro en alto - ¡Vamos a ver un fantasma y ya van empalmados!

Subimos con misterio las escaleras: «¡Shhhhhhhhhhh!». Palomo abrió la puerta y entramos con la luz de la farola de la calle. La cama era de lo más grande que yo había visto, pero seis tíos allí acostados, quedábamos bien pegaditos el uno al otro. Pico, por motivos que yo ya iba descubriendo, no se separó de mí. Yo me quedé en el borde derecho de la cama (el más cercano a la puerta) y él estaba muy pegado a mí. Primero pensé que quería rozarse conmigo, ¡claro!, pero mirando a su otro lado, comprobé que el pobrecillo estaba hecho un emparedado entre Rufo y yo. Luego, estaban medio metro, el palomo y el quinto pino en el otro borde.

  • ¡Eh, tíos! – dijo el quinto pino - ¡No haced movimientos muy bruscos que voy al suelo!

  • ¡Es que el quinto pino está muy lejos! – levanté la voz -, porque si no, ¡le daba una ostia! ¡Que yo tengo un hombro fuera del colchón, tío!

  • Pues no moveros mucho – dijo el palomo -; cabemos bien. Un poco justos, sí; pero cabemos. Tapaos bien con el edredón. A partir de ahora no quiero comentarios ni risas ¡Esto es muy serio!

  • La… musiquilla que se oye… - dijo medio metro - ¿no será la de supercalifragilisticoespialidoso, no?

  • ¡Coño, tíos! – nos rogó el quinto pino -; si vamos a ver esto en serio, vamos a estar serios. Luego no quiero lamentos, ¡que ver a un fantasma no es una cosa del otro mundo!

  • ¿Ah, no? – preguntó Rufo - ¿Entonces de qué mundo es?

  • ¡Shhhhhhhhh! – se oyó en la penumbra -; me parece que ya viene

A partir de aquel momento, sí se notó el acojone. Nadie volvió a decir nada y todos escuchábamos con atención. Pico se fue pegando a mí todavía más hasta agarrarse a mi cuerpo con los brazos y las piernas como una garrapata. Me pareció sentir algo de frío a pesar de estar bien tapado y bien abrazado. Entonces fue cuando comencé a darme cuenta de que estábamos esperando algo muy serio. Nadie volvió a hablar fuerte y las frases sueltas que se oyeron a continuación, estaban tan mezcladas y susurradas, que no recuerdo quién las dijo. El frío aumentó y se movió la cama.

  • ¡Ostias, tío! ¡Encoje las piernas, pero no me claves las rodillas en los huevos!

  • ¡Pues no tires tú del edredón para arriba, imbécil! ¡Que me estás destapando los pies!

  • ¡Shhhhhhhhh! ¡Ya se va oyendo la musiquilla! ¡Oíd!

  • ¡Coño! ¡Eso es una gaita!

  • ¡Qué frío, joder! ¡Eso será que no habéis atizado bien el fuego de la chimenea!

  • ¡Se ve una luz azulada por la puerta!

  • ¡Eso es una polla fluorescente!

  • ¡Shhhhhh! ¡No es una polla, idiota! ¡Es el pito de una gaita!

  • ¡Coño, que se ve aparecer a alguien!

  • ¡Pues no lleva pantalones! ¡Es un fantasma travestido!

  • ¡Es un escocés, estúpido! ¿No ves la falda?

  • ¡Ostias! ¡Pues el escocés me parece que viene empalmado!

  • ¡Es como Johnny Walker, pero translúcido!

  • ¡Alguien nos ha echado un «tripy» en la copa! ¡Yo veo a un escocés tocando la gaita y con la falda abultada por delante!

  • ¿Y tú qué te crees que estoy viendo yo? ¿A mi abuela haciendo calceta?

  • ¡Coño! ¡Que se acerca a los pies de la cama!

  • ¡Sí! ¡Pero no encojas más las piernas, que me estás metiendo los huevos para adentro!

  • ¡Jo! ¡Pues yo tengo la polla tan chica y tan arrugada que parece una pasa!

  • ¿Qué hace ese tío ahora? ¡Nos mira y se levanta la falda!

  • ¡Shhhhhh! ¡Lo hace siempre! ¡Silencio!

  • ¿Siempre? ¡Pues viene a hacerse una paja ahí delante! ¡Espero que si se corre la leche sea también intangible!

  • ¡Ooooooooossstiasss! ¡Vaya nabo que gasta el escocés!

  • ¡Se la está meneando!

  • ¡Ya se encoje! ¡Va a correrse!

  • ¡Sí, pero no tires más del edredón que si no te moja la cara, te va a mojar los pies!

  • ¿Habéis visto eso? ¡Los chorros de leche han pasado por encima nuestra como disparos de láser!

  • ¡Es que eso no es una polla; es la espada de «Obi-Wan Kenobi»!

  • ¡Hijoputa! ¡Ya se ha corrido y se va el cabrón! ¿No va a terminar la canción?

  • ¡Mira y cállate, que eres más seguido que el gaitero!

  • ¿El gay hetero? ¿Cómo puede ser eso?

  • ¡Porque se mete el pito en la boca!

  • ¡Coño! ¡Que se va!

  • ¡Joder! ¡Qué bestia! ¡Ya podría haber abierto la puerta antes! (V)

El sonido de la gaita del fantasma «gay hetero» de Pintres, fue perdiéndose en la lejanía y, atravesando la puerta, desapareció su aura medio blanquecina y medio celeste. Nadie se movió y nadie dijo nada. Ni Pico ni yo habíamos abierto la boca, pero me tenía los huevos aplastados con una de sus piernas.

  • ¿Enciendo la luz? – preguntó el quinto pino -.

No hubo respuestas, sino que noté cómo temblaba Pico.

  • ¡Es igual! – le dije -; yo voy a calcular que está ya bien lejos y me voy abajo al sofá.

  • ¡Y yo contigo! – me susurró Pico al oído -.

3 – La noche en calma

Fuimos entrando en calor y pensé que el fantasma (que era tan verdadero como que Pico me había hincado las uñas en el pecho) ya estaría muy lejos. No se le oía. Como pude, tirando de Pico, me incorporé y le dije a Rufo que si se venía abajo.

  • ¡No, hermano! – me dijo moviéndose un poco -; en el sofá más de dos no estaremos bien. Vete tú. Yo ya quepo cómodamente.

  • ¡Vale, corazón! – lo besé - ¡Hasta mañana! ¡Descansa, que después de esto no me la encuentro!

Bajé las escaleras con Pico casi a cuestas y nos acercamos al fuego.

  • ¿Has visto eso? – me dijo - ¡Creí que iba a ser una broma! La cosa es que eso no se puede hacer con proyectores ni con láser.

  • ¡No, chaval, no! – le dije mirando a las llamas -; eso que hemos visto es un fantasma de verdad. La cuestión es que es impactante, pero no hay por qué asustarse. No se han oído lamentos ni voces de ultratumba ni cadenas arrastrando. ¡Hasta me ha gustado lo que tocaba con la gaita!

Pico me miró sonriendo y me cogió por la cintura.

  • ¡Es verdad! – dijo -; yo pensé que iba a darme más miedo ver a un fantasma, pero uno como ese… ¡En realidad, ver a un fantasma aparecer para hacerse una paja…!

  • ¡Cierto! – pegué su cabeza a mi hombro -, pero tiene mucho que ver con Pintres, ¿no crees? Este sitio nació con los ingleses y por razones que desconocemos, aquí hay mucho gay

Me miró sonriente y se sintió más tranquilo. Le eché el flequillo para atrás y lo besé en la frente.

  • ¡Vamos al sofá! – le dije -; tal vez no durmamos, pero habrá que descansar, ¿no?

  • ¡Sí, Nico! – me dijo ya echándonos -, pero estar contigo a solas es lo que me va a tener toda la noche despierto.

  • ¡Ehhhh, churrita! – le mordí la oreja -; ¡Estás empalmado! Tú no has sentido tanto miedo al final

  • ¡No! – me dijo -; casi todo el tiempo estuve mirándote a ti. Si pasaba algo… ¡por lo menos estaba contigo!

  • ¡En serio, Pico! – lo miré fijamente - ¿Qué te está pasando conmigo?

Tragó saliva y se miró el pecho. No quería contestar, lo cual era señal de que le estaba pasando algo. Y ese algo debería ser alguna cosa que yo me estaba imaginando.

  • ¿No me lo vas a decir? – le levanté la cara - ¿Me vas a dejar con la intriga?

  • ¡Me da vergüenza!

  • ¿Es por la paja «espacial» que te hice el otro día? – le pregunté dudoso -.

  • ¡No! – contestó lacónico -.

  • ¡Pues me lo tienes que decir, chiquitín! – le acaricié el cuello - ¡No quiero que se te queden las ideas en el tintero ni yo quiero quedarme sin saber lo que te pasa!

  • ¿Te vas a enfadar si te lo digo? – me miró tímidamente -.

  • ¡Me voy a enfadar si no me lo dices! – le contesté - ¡Sé de qué va la cosa más o menos, pero quiero que tú me la digas!

Me callé y lo dejé pensar. Estuvimos mucho tiempo en silencio y lo estuve acariciando. Él no se movió ni dijo nada en un buen rato, pero empezó a acariciarme sin atreverse a mirarme a los ojos.

En cierto momento, a la luz del hogar, le vi mirarme emocionado y me besó en la mejilla.

  • ¡Sé que lo sabes! – me dijo -; no es que seas mucho mayor que yo, pero intuyes las cosas

  • ¡No sólo las intuyo, Pico! – le contesté -; tu comportamiento me lo dice claramente. ¿Por qué no me lo dices tú? ¡Vamos! ¿A qué tienes miedo?

  • ¡Verás!... – dudó -, no entiendo bien lo que me pasa y no sé si es normal o estoy cometiendo un error. Amo a medio metro; es mi novio y no quiero perderlo. Imagino que tú tampoco quieres perder a Rufo. Mi dilema es que… es que… ¡Me he enamorado de ti, Nico!

Pensé bien en lo que debería decirle. Yo sabía que algo así le estaba pasando, pero su poca experiencia lo tenía atemorizado.

  • ¡Tienes miedo a que me enfade! – le dije sonriente -, pero… ¿sabes por qué tienes miedo?

  • ¡No!

  • Tienes miedo por lo que acabas de decir – le expliqué -; estás enamorado también de medio metro y sabes que yo estoy enamorado de Rufo. Si de pronto me dices que estás enamorado de mí, piensas que voy a decirte que me olvides o que estás engañando a tu novio… ¡Y no es así, Pico! ¡Ni yo lo entiendo!, pero es posible estar enamorado de más de una persona al mismo tiempo. El problema es que tu novio puede pensar que lo vas a dejar por mí; o Rufo puede pensar que voy a dejarlo por ti

  • ¡Por eso no quería decir nada! ¿Ves? – se entristeció -; es mejor dejar las cosas como están.

  • ¿Mejor? – lo apreté contra mí - ¿Te parece mejor seguir sufriendo en silencio lo que sientes? ¡Te equivocas, Pico! Yo también te quiero mucho; más que a los demás o tanto como a Rufo. Para mí también es un dilema, pero no me martirizo por eso. Dejo pasar el tiempo porque sé que te tengo a mi lado. Tú me tienes a tu lado; no voy a dejarte. No seremos novios…. ¡al menos de momento!, pero ¿quién nos va a prohibir querernos? Estoy seguro de que si le digo esto sinceramente a Rufo lo entendería perfectamente.

  • ¿Tú crees? – se abrieron sus ojazos -.

  • ¡Claro que sí! – besé su mejilla cálida - ¿Ves cómo no pasa nada? Si crees que medio metro puede enfadarse por esto, espera un poco. No le digas nada; ¡lo quieres! Ahora sí ha quedado claro algo para nosotros dos: tú estás enamorado de mí y yo de ti. Vamos a dejar pasar el tiempo juntos. ¡Nadie nos va a separar! Los sentimientos cambian; no son fijos para toda la vida. Esperemos los cambios.

  • ¡Te tengo como a mi padre! – dijo emocionado -; no quiero ponerte de maduro, porque no lo eres, pero necesito estar a tu lado y que seas el que me mime y me digas… «esto se hace, esto no se hace». Mi padre pasa de mí. Es como si no lo tuviese. ¡Tú no pasas de mí!

  • ¡Claro que no, mi vida! – acaricié su cabeza -; incluso podría decirte que Rufo es tan listo como yo y ya sabe lo que está pasando. ¡Lo conozco muy bien! Cuando bajábamos al sofá, me lo dijo en clave y lo vi en sus ojos.

  • ¿De verdad?

4 – Planes para la mañana

Estábamos Pico y yo ya despiertos. Hicimos algo de sexo antes de dormir y pasamos la noche abrazados. Seguíamos mirándonos sin parpadear cuando oímos a alguien bajar las escaleras. Era Rufo. Pico vio que no disimulé y lo aparté de mí, sino que seguí abrazado a él. Cuando Rufo se acercó a nosotros, nos sonrió y le revolvió los cabellos a Pico.

  • ¿Qué pasa, hijo? – lo besó - ¡Buenos días a los dos!; al padre y al hijo. ¿Todo aclarado? ¡Pues yo quiero ser algo y de mamá no me veo!

Nos reímos y le dije a Rufo que se sentase a nuestro lado.

  • ¡Buenos días, corazón! – lo besé - ¡Aquí tienes a tu hijo, sí! ¿Qué más da que tenga dos padres o que folle con uno de ellos, verdad?

  • ¡Claro! – se rió -; no os digo que me hagáis sitio porque no cabríamos, pero acepto lo que estoy notando. ¡Me hace feliz!

  • ¿De verdad? – se asombró Pico - ¿Y cómo lo sabías?

  • ¡Pues porque no soy tonto! – dijo -; además, mi hermano me lo diría antes o después, aunque no hiciera falta. Yo seguiría así y esperaría a ver qué pasa con el tiempo

  • ¡Eso me ha dicho Nico! – se incorporó Pico -.

  • Sentaos – nos hizo un gesto -; Pico que se siente en medio. Esta gente se está levantando y ya baja. El palomo dice que nos va a poner un buen desayuno. Vamos a descansar unos días y volveremos al trabajo como jefes. ¡No sé de qué!, pero se acabaron las palizas. Lo único nuevo será que, al ser jefes, tendremos responsabilidades.

  • ¡Me gusta ser jefe tan joven! – dijo el más pequeño -; yo creía que los jefes eran todos más bien mayorcitos.

  • Luego – continuó Rufo -, propongo subir a Gayanet, tomar el metro sin el alcalde y compañía y darnos un paseo hasta La Cabaña. Allí almorzaremos y hablaremos de qué vamos a ser jefes cada uno. ¡Nada de trabajar! ¡Os quiero!