Ni una palabra

Temí vivir las peores vacaciones en muchos años, pero a veces el destino...

Lo que os voy a narrar sucedió el verano de 2006 durante los meses de julio y agosto. Mi nombre es Eduardo, en aquella época contaba con 22 años, vivo en Valencia con mi hermano Alberto, dos años menor que yo, mi padre de 48 y mi madre de 43.

Esto es lo que sucedió exactamente:

Puesto que ya podíamos valernos por nosotros mismos, mis padres se marcharon de vacaciones un par de semanas a un tranquilo pueblo de Asturias donde teníamos familiares lejanos que los habían invitado a alojarse en su casa.

Los primeros cinco días transcurrieron con total normalidad; mi hermano y yo abusando de las horas de sueño, engullendo comida “basura”, chateando con los portátiles o viendo la tele hasta altas horas. El caluroso y plácido mes de julio daba ya sus últimos coletazos cuando un imprevisto truncó lo que me quedaba de vacaciones; Alberto y yo salimos de fiesta el primer sábado que pasábamos sin mis padres, ambos bebimos bastante aprovechando que al volver a casa nadie estaría esperándonos para controlar nuestro estado y abroncarnos. El caso es que la bebida me jugó una mala pasada, pues caminando por el parking de la discoteca, los reflejos me fallaron y fui arrollado por un coche que, por suerte, no corría a gran velocidad. El resultado consistió en ambas muñecas fracturadas como consecuencia de un mal apoyo al caer al suelo tras el impacto del coche.

Genial, todavía tenía 10 días más para disfrutar de nuestra libertad y todo se había ido al traste por un estúpido accidente. Ahora debía permanecer un mes con los brazos inmovilizados sin poder valerme por mí mismo. A la mañana siguiente llamamos a mis padres para comunicarles lo sucedido. Mi madre se puso muy nerviosa y como acto reflejo quiso regresar rápidamente a Valencia para cuidar de mí lo antes posible, pero por suerte entre mi hermano y yo logramos calmarla y la convencimos de que le pasara el teléfono a mi padre. En definitiva, mis padres acabarían tranquilamente su periplo por Asturias y mi hermano me ayudaría en todo hasta que regresaran nuestros progenitores.

Y así fue, mi hermano me ayudaba a orinar, a defecar (contra su voluntad tuvo que limpiarme el trasero, obligado por mi padre), a ducharme, etc. No suponía ningún tipo de problema porque dos hermanos del mismo sexo y la misma edad ya se han visto desnudos en multitud de ocasiones y circunstancias. Así que esos días me lo tomé con filosofía y me dediqué a vivir a cuerpo de rey, por cortesía de mi hermano.

Por fin llegó el día en que mis padres volvieron a casa. Mi madre se adelantó apresurada para ver cómo estaba, llenarme de besos y comprobar en primera persona mi estado. No hacía más que preguntar:

  • Pero hombre, ¿en qué estabas pensando?
  • Mira mamá, son cosas que pasan, no lo des más vueltas.
  • Bueno. ¿Te ha cuidado bien tu hermano Alberto?
  • Sí, no me puedo quejar, se ha comportado como una auténtica niñera.
  • Serás payaso – dijo Alberto.
  • Ay hijo mío, mira que me has tenido preocupada.
  • Venga mamá no seas tonta, además por teléfono ya te íbamos informando cada día.

Justo entonces entró mi padre cargado de maletas, por lo que mi hermano Alberto corrió a ayudarle.

Durante la comida estuvimos hablando de cómo se presentaba la segunda quincena de agosto, pues mi hermano debía irse de monitor a un campamento y mi padre volvía al trabajo. Así que ya no sería él quien me cuidase.

  • Bueno Alberto, tu tienes que irte al campamento creo recordar – Dijo mi padre.
  • Sí, me voy dentro de tres días, justo cuando tú empiezas a trabajar. Lo siento hermanito, ya no podré cuidar más de ti, tendremos que contratar a alguien. – Apuntó Alberto.
  • De ninguna manera, qué tontería, no voy a dejar que una extraña se meta en la casa estando yo aquí disponible. A mi chico lo cuido yo y punto. – Sentenció mi madre con gran convicción.

Mi padre, algo pensativo, acabó aceptando la propuesta. Yo permanecí callado, no había caído en la cuenta de que mi madre tendría que cuidar de mí. Eso suponía que tendría que ayudarme a todo. En ese momento me sentí algo confuso porque mi madre era una mujer que siempre me había excitado un poco desde pequeño, con una tez bastante morena, unos ojazos negros y penetrantes, unos pómulos muy marcados, la nariz bien situada, casi ni un gramo de grasa gracias a su constitución, unas piernas largas acabadas en un trasero respingón pero bien puesto y sobretodo, lo que más me excitaba, unos pechos siempre bien escotados que me volvían loco cuando se ponía el bikini. Incluso en alguna ocasión, hacía años, había tenido una erección viéndola en la playa mientras yo me ocultaba dentro del agua.

Pasaron los tres días bastante rápido con la inestimable ayuda de mi hermano Alberto, que gritó de alegría tras limpiarme el trasero por última vez antes de irse al campamento.

Así pues empezó la nueva semana. Mi madre tenía por costumbre levantarse pronto para realizar las tareas domésticas e ir a comprar si era necesario. Así que sobre las 11h me despertó.

  • Ey dormilón despierta que ya son más de las 11h. Me incorporé, mi madre llevaba puesto una especie de camisón antiguo y sucio que utilizaba para limpiar y tenía el pelo despeinado, con lo cual no estaba demasiado sexi.  Me puso un pantalón corto y fuimos al cuarto de aseo.

  • Bueno, vamos a lavarte la cara y después supongo que querrás hacer pis.

  • Sí, la verdad es que sí. – Dije todavía adormecido.
  • Vaya, vaya así que voy a verle el pene a mi chico después de tantos años eh.

Apenas hice caso a sus palabras porque aún no estaba del todo despierto. Me lavó la cara y fuimos al wc, levantó la tapadera y sin pensarlo dos veces me bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, se quedó un instante contemplando mi flácido y adormecido pene, lo agarró con su mano derecha y lo enfocó hacia la taza del wc.

  • Muy bien hijo, ya está, el problema será cuando quieras hacer caca. – Dijo jocosamente mientras agitaba un poco el pene para escurrir las últimas gotas.

Ese momento no tardó en llegar, fue justo después de la comida y no supuso muchos problemas, pues mi madre ya estuvo cuidando a su suegra durante un año antes de que ésta muriera. Aquel primer día todo trascurrió sin ningún problema y mi madre y yo conversamos fluidamente como solíamos hacer siempre, con total naturalidad.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano para ir a la revisión médica, la verdad es que estaba más adormecido que nunca porque tuve que levantarme a las 8h de la mañana, así que mi madre me ayudó a orinar y acto seguido me duchó sin mayores consecuencias. El médico confirmó que debía continuar así al menos diez días más, tal y como estaba previsto.

Aquel día, al caer la tarde, todo cambiaría su rumbo. Como estaba cansado del madrugón decidí echarme una buena siesta, de al menos tres horas. Mientras tanto, mi madre salió al jardín a tomar el Sol, cosa que hacía siempre que tenía oportunidad. Sobre las siete de la tarde, cuando el Sol bajaba su intensidad, entró en la habitación a despertarme.

  • Vamos Edu cariño, que ya es hora creo yo eh – Dijo en tono divertido.

Cuando abrí los ojos pude comprobar que lucía un bikini blanco en contraste con su piel tostada que resaltaba sus pechos de forma sugerente. Esto hizo que mi polla se despertase levemente, poniéndose un tanto morcillona tras los pantalones.

  • ¿Tienes ganas de mear hijo?

La verdad es que me estaba meando encima, así que no di importancia a mi leve excitación y accedí.

  • Sí mamá, lo cierto es que me meo mucho.
  • Bueno Edu, pues vamos al baño entonces – Dijo dulcemente.

Me lavó primero la cara y eso hizo que me despertara bastante, notaba la tostada piel de mi madre ardiendo cuando rozaba conmigo, cosa que, añadida a al contoneo de sus pechos y su intensa mirada, mantenían mi pene semi-erecto.

  • Bueno pues vamos a bajar esto –  Murmuró mientras agarraba el pantalón y lo deslizaba hacia abajo. – Y ahora esto otro … - Continuó susurrando para sí misma como si se tratara de algo ya habitual.

Pero al bajar mis calzoncillos se percató de que algo había cambiado.

  • Uy Edu hijo, esto ya no es lo de antes eh, esto a crecido un poco … – Dijo divertida.
  • Sí mamá, perdona, ya sabes que a veces los chicos nos levantamos así
  • No pasa nada hijo mío, no me voy a asustar a estas alturas.

Cuando se disponía a agarrar mi engrandecido miembro se escuchó un sonido metálico provinente del suelo.

  • Vaya hombre, justo ahora va y se me cae un pendiente, espera un momento Edu cariño, voy a buscarlo en un momento.
  • Mira mamá creo que es eso de ahí, al lado del wc – Le indiqué.

En ese momento mi madre se agachó a recoger el pendiente, ofreciéndome una perspectiva maravillosa de aquel par de tetas que parecía querer salir como un resorte del bikini que las tenía apresadas.

  • Ya lo tengo cariño, espera que me lo ponga. – Dijo ella, manteniéndose agachada.

Durante esos diez o quince segundos no pude apartar mi vista de aquel bikini blanco y aquellas tetas a punto de reventar, por lo que, sin que mi madre pudiera percatarse y sin que yo pudiese remediarlo, mi pene se puso completamente erecto (medía casi 19 cm) con el glande apuntando a la tapa levantada del wc.

  • Bueno esto ya está – Dijo mi madre mientras se reincorporaba.

Y al girarse de nuevo hacia mí con intención de incorporarse de nuevo, su nariz chocó directamente con mi glande, a lo que mi madre reaccionó rápidamente.

  • ¡Pero Edu hijo! ¡Dios santo! ¿Qué te ha pasado? – Preguntó sorprendida, sin apartar su mirada de mi polla tiesa.
  • Mamá lo siento, no, no sé … - Dije sin apenas poder articular palabara.
  • ¡Ostras nunca había visto nada igual! – Dijo riéndose, cosa que me tranquilizó.
  • Es que, máma, yo… perdona pero es que llevo casi quince días sin
  • Pero Edu cariño, ¿Llevas 15 días sin eyacular?
  • Claro mamá, si no puedo usar los brazos … y no era plan de pedírselo a mi hermano como comprenderás. – Acerté a explicar.

Mi madre, aún sin apartar su mirada de mi miembro erecto, se quedó como absorta durante unos segundos. Hasta que ya logró articular palabra.

  • Ya veo ya, pero hijo, esto es dos veces como la de tu padre

Esas palabras me dejaron atónito y aún me excitaron más si cabe.

  • ¿Por qué se te ha puesto así si ni tan siquiera te la había toado aún?

No supe que contestar, pero dado mi grado de excitación decidí decir la verdad.

  • Buf mamá, uno no es de piedra, tantos días sin poder pelarmela … y bueno te he vsito con ese bikini y encima te has agachado, ya me entiendes.
  • Vaya vaya así que la culpable soy yo eh, madre mía si lo se me pongo una camiseta hijo mío, pero lo hecho, hecho está. Pues nada, esperaremos a que se te baje ese monumento que tienes ahí.

La verdad es que aquello ya no se bajaría por mucho que ambos lo deseáramos con todas nuestras fuerzas. En ese momento sonó el móvil y mi madre salió un momento del baño para atender la llamada. Tras unos tres minutos de conversación regresó.

  • Bueno ¿ya se ha relajado eso o qué? – Dijo mientras atravesaba la puerta.
  • No mamá, esto sigue igual.
  • Uff no debe de ser muy bueno aguantar así tanto tiempo y menos después de quince días.

Lo cierto es que empezaban a dolerme los testículos con tanta retención de líquidos.

  • La verdad es que no mamá, porque me duelen bastante los testículos.
  • A ver, déjame ver – Y se agachó de nuevo para palparlos con su mano izquierda.- ¿Te duelen? – Preguntó.
  • Sí mamá me duelen – Dije yo, todavía más excitado que antes pero disimulándolo.

Los masajeó un poco pensando que eso me calmaría algo, pero surtió el efecto contrario.

  • ¿Qué es ese olor? – Preguntó curiosa.
  • ¿Qué olor mamá? – Pregunté yo algo confuso.

En ese momento acercó su nariz hasta mi glande y lo olió durante unos instantes. Yo estaba ya fuera de mí, mi madre estaba agachada delante de mí, con unas tetorras que deseaban salir del bikini y olfateándome el pene como si fuese una perra.

  • Uff menudo olor a polla hijo, déjame ver – En ese momento cogió mi prepucio con la mano izquierda y lo retiró hacia atrás todo lo que pudo.
  • ¿Qué haces mamá? Pregunté yo con un hilo de voz.
  • Pues ver por qué huele tanto a polla hijo mío. – Contestó perdiendo la finura por completo. – Tienes restos de semen por aquí, voy a limpiarlos un poco.

Al parecer alguna gota de líquido preseminal debió escaparse mientras dormía. Quitó lo que pudo con el dedo y la uña, lo olió como un acto reflejo y se limpió con un trozo de papel higiénico.

  • Bueno aquí todavía queda un poco … - Prosiguió mi madre.

Entonces se escupió en la mano y se ayudó de la saliva para terminar de limpiarlo todo.

  • Creo que ya está Edu. Bueno a ver si puedes hacer pis.
  • Bueno… - dije yo sin poder articular palabra apenas.

Me alejó un poco del wc, apuntó mi pene hacia la taza como pudo y esperó casi un minuto. Pero nada, ni una gota, mi miembro estaba demasiado excitado como para miccionar en esas condiciones.

  • Carai hijo, parece que si no bajamos eso no vas a poder.
  • No lo creo mamá, la verdad es que así es imposible.

Se quedó pensando un buen rato mientras contemplaba un rabo de 19 cm apuntando al techo que había sido excitado por ella misma.

  • Creo que no hay otra solución más que
  • ¿Qué mamá?
  • Pues que tendrá que ayudarte yo – Dijo algo dubitativa. – Pero ni una palabra de esto a tu hermano y a tu padre, porque
  • Claro que no mamá- Dije yo, en el séptimo cielo después de escuchar a mi madre.
  • Bueno hijo, pues manos a la obra, no hay otro remedio. Pero recuerda que esto nunca ha sucedido.
  • Claro mamá, traquila.

Se colocó de pie a mi derecha, pasó su brazo izquierdo sobre mi cintura para coger más fácilmente mi polla con su mano derecha. En ese momento se le aceleró la respiración y la mano le temblaba un poco.

  • Joder Edu cariño, no se de quién has sacado tú todo este pedazo de pene. – Dijo mientras la agarraba con toda su mano.

Entonces, más agitada todavía, comenzó un suave movimiento de vaivén que acabó por hacerme perder completamente la cabeza.

  • ¿Te hago daño hijo? – Preguntó entre suspiros
  • No, no, sigue así, está muy bien – Contesté yo totalmente evadido.

En un momento de excitación máxima giré mi cuello levemente para contemplar las tetas de mi madre y, para mi sorpresa, comprobé que tras el bikini blanco, sus pezones estaban completamente erizados. Esa visión me obligó a dejar escapar un suspiro de placer. Mi madre se dio cuenta de la circunstancia, pero ella también estaba algo desbordada por la situación.

  • Edu, veo que te gustan mis tetas ¿verdad? – Preguntó sin dejar de pelármela con suavidad.
  • Sí mamá, lo siento, pero la verdad es que me ponen mucho.
  • Bueno, ya que hago esto voy a hacerlo bien para que lo disfrutes, pero solo lo haré esta vez, nunca más. ¿De acuerdo hijo?
  • Sí mamá sí, estoy de acuerdo – Dije ya sin apenas poder hablar.

Entonces cerro la tapa del wc y se sentó sobre ella. Acto seguido desbrochó su bikini blanco y lo lanzó al suelo. En ese instante sus dos tetas quedaron en libertad mirando fijamente hacia mi glande, con los pezones más duros que había visto en mucho tiempo.

  • Acércate Edu, ven con tu madre. – Me indicó.

Me acerqué tal y como me había indicado, con mi polla apuntando a sus dos melones. Mi madre la cogió con ganas y escupió sobre ella, cubriéndola de saliva. Entonces la colocó entre sus tetas y comenzó a hacerme una excelente paja cubana. Era increible, mi polla subía y bajaba entre aquellas dos delicias de la naturaleza, perfectamente lubricada. Además, dado el tamaña de mi miembro, mi madre aprovechaba el movimiento de subida para dar algún lametazo cuando mi glande asomaba hacia arriba.

  • ¿Te gusta Edu?, ¿Te gustan las tetas de tu mamá?
  • Mamá … sigue por favor.

Mi madre estaba también muy excitada, la situación la había superado hacía ya tiempo.

  • Cariño hacía mucho que disfrutaba de esta manera, ya sé que no está bien pero este pollón que tienes me ha vuelto loca y hoy quiero disfrutarlo por primera y última vez.
  • Mamá, me voy a correr.

Se avecinaba una corrida monumental tras casi quince días sin masturbarme.

  • Uf hijo, tíralo todo mi amor, tíralo todo en las tetas que tanto te gustan.

Mi madre separó mi pene de sus pechos y lo empuñó de nuevo con su mano derecha, lo apuntó hacia sus tetas y aceleró el ritmo de la paja.

  • Vamos hijo, quédate a gusto, córrete en mis tetas, vamos cariño- Mi madre estaba completamente fuera de sí, como jamás la había visto.
  • Ya voy mamá, me corro, me corro mamá.

No pude evitar meterle la lengua en la boca segundos antes de eyacular, pero no opuso ninguna resistencia, es más, pareció disfrutar tanto o más que yo.

  • Sí Edu, sí, vamos, vamos cariño.

En ese momento sonó el móvil que estaba encima de la cisterna del wc.

  • Tranquilo Edu, déjalo que suene, déjalo y correte tranquilo. – Reaccionó mi madre.

Pude acertar a ver la palabra “Héctor” en la pantalla, es decir, mi padre estaba llamando mientras yo estaba apunto de correrme en las tetas de mi madre.

  • Ya mamá, ahora si, ahora sí

Justo tras decir esto chorros de semen salieron disparados de mi pene, principalmente cubriendo de blanco los morenos pechos de mi madre, pero también le llegó algo de semen a la cara y también bañó gran parte de su mano derecha. Aquello no paraba de emanar semen caliente y mi madre miraba extasiada cómo aquellos chorros inundaban su piel ennegrecida. Yo, con los ojos en blanco, pude por fin acabar la corrida.

  • Dios Edu, uf, como me has puesto cariño

Y se introdujo mi glande en la boca, cosa que aún no había hecho, para extraer hasta la última gota de esperma.

  • Ya está mi amor, ya está, mira como me has puesto con semejante corrida – Dijo con una sonrisa pícara.

Yo estaba en la gloria, todavía no había entrado en la realidad nuevamente. Mi madre se levantó me dio un beso en la frente y se limpió con una toalla.

  • Hijo, ¿Ya estás mejor?
  • Dios mamá, es increíble, que sensación tan grata, no puedo ni definirla.
  • Tranquilo hijo, sólo quería ayudarte, me alegro que estés bien ahora.

Entonces por fin pude orinar también con la ayuda de mi madre.

  • Bueno Eduardo, has disfrutado mucho y yo también, pero cariño, por el bien de toda la familia, esto nunca ha sucedido, recuérdalo por favor.
  • Sí mamá, nunca olvidaré esto que has hecho por mí, pero jamás saldrá una sola palabra de mi boca.
  • Eso es hijo, esa boquita cerrada – Dijo mientras me daba un suave pico.

Los días restantes fueron extraños, nos mirábamos de otro modo, nos sonreíamos de forma pícara, pero ambos sabíamos que nunca volvería a suceder.