Ni las sobras quedan

De lo que fuí cuando estabas a mi lado.

Besé infinidad de labios,

Delgados, gruesos, rojos y sin color,

Traté encontrar en cada uno de ellos tu sabor,

Olvidarme de tu boca,

Sacarte de mi corazón,

Pero entre más lenguas probaba,

Al enredarse éstas con la mía,

Más te recordaba,

Más dentro de mí te clavabas.

Hundí entre mil piernas,

Mi miembro y con él mi ser,

Intentando la humedad de tu sexo borrar de mi mente,

Buscando un reemplazo para éste,

Un lugar donde verter mi semen,

Pero entre más profundo era el camino,

Más te sentía aquí conmigo,

Entre más veces dentro de alguien me derramaba,

Más me convencía de que tu amor,

Era el que el placer me proporcionaba.

Interminables noches de lujuria,

Agotadoras tardes de sexo y deseo,

Largos desfiles de piernas, nalgas y senos,

No han borrado tu rostro de mi mente,

Por el contrario,

Le dan finos y bellos retoques,

Aclarándolo,

Volviéndolo el aire de mi vida, mi espacio,

Quitándome las fuerzas,

Para poder si quiera levantarlo.

Hoy aquí,

En la enormidad de mi habitación,

Sólo, con el vacío ocupando el otro lado de la cama,

Me doy cuenta de cuanto me haces falta.

Mi mano se pierde debajo de mi ropa,

Toca cada centímetro de piel buscando sobras,

Algo que el huracán que desató tu pelo,

Cuando diste media vuelta y te marchaste,

Haya dejado en los rincones,

Pero todo está muerto,

No hay reacciones o emociones,

Todo permanece en su sitio,

Pero todo con tigo se ha marchado,

Ya ni las intenciones de luchar quedan.

El fuego que me llenaba en tu presencia se ha apagado,

Mi alma en el mar de tu adiós,

En la oscuridad de mi cuarto sin tus ojos iluminándolo,

Se ha ahogado.