Ni contigo, ni sin ti (5)

Problemas

Chicos, les dejaré un par de capitulos más debido a que iré a un sitio en el que no hay internet, y sinceramente no se cuando vuelva :P Pásenla muy bien!

saludos.

CAPITULO 5: PROBLEMAS

Al llegar a casa después de la reunión con los chicos, le envié a Jesse un sinfín de mensajes, me había quedado un poco preocupada por la manera en la que se fue. Le llamé un par de veces más sin respuesta alguna hasta que me quedé dormida.

Luego de tres días sin saber de ella, me visto para ir a la universidad.

Miranda: ¿aún no sabes nada de ella?

Yo: no amiga, estoy preocupada ¿y si le pasó algo?

Miranda: no creo, las noticias corren rápido por aquí, ya nos hubiésemos enterado de algo ¿no crees?

Yo: tienes razón.

Marco: hola chicas, dijo la profesora que la práctica de hoy será en equipo de tres personas, ¿me incluyen?

Miranda: claro Marco, solo promete que dejarás la broma para otra ocasión… mira que la vez pasada nos arruinaste ese postre.

Marco: lo prometo, oye pecosita… ¿Por qué tienes esa cara? ¿Estás bien?

Yo: ¿podrías dejar de llamarme así? –me marcho-

No tenía ganas de escuchar esa palabra, a menos que me la dijera Jesse.

Al llegar a casa, me quedo conversando un rato con mi madre, en esos tres días las cosas con ellos habían mejorado muchísimo.

Esa noche mi padre llegó temprano, al ver su cara parecía muy cansado… por lo que decidí retomar mis hábitos de cuando niña. Mientras él se sentaba en el sofá, me incliné hacia él y le quité sus botas y calcetas, le pregunté sobre su día. No sé si esa acción habrá influido en el, pero su expresión cambió.

Cenamos como hacía mucho tiempo no lo hacíamos, la muerte de mi hermano mayor nos desestabilizó un tiempo, ahora estamos un poco recuperados. A la fecha mi padre se hace responsable de su muerte, al igual que él era policía y ambos trabajaban en conjunto en un operativo muy importante dónde desafortunadamente perdió la vida a los 23 años. Yo era muy pequeña y no recuerdo mucho al respecto.

Al terminar, entre mi madre y yo lavamos los platos. Ella exhausta se fue a dormir, no sin antes darme la bendición. Por otra parte yo decidí quedarme un poco más tiempo con mi papá, lo miraba desde la cocina como se concentraba en su trabajo, tratando de enlazar todo. Me acerco a él en silencio para evitar distraerlo y para mi sorpresa veo unas fotos del papá de Jesse y su hermano.

Yo: papá, ¿Quiénes son ellos?

Papá: son delincuentes, hija… están llenando las calles de la ciudad y del mundo de drogas, al parecer toda la familia están aquí en la ciudad.

Luego de su portafolio sacó una foto de Jesse, y la colocó junto con las otras de su familia

Yo: ¿quién es ella? –quería saber que tanto sabía-

Papá: aún no logro averiguarlo, puede ser hija de Antonio Montenegro o solamente su empleada… estoy muy emocionado, estamos a punto de atraparlos, nos avisaron que mañana van a hacer un gran cargamento, ahí los estaremos esperando.

Yo: -preocupada- eso puede ser muy peligroso, pueden tomar represalias contra ti

Papá: tranquila chaparrita, este es mi trabajo y amo hacerlo, no voy a permitir que la muerte de tu hermano quede impune. –dijo tal vez sin pensar-

Yo: ¿de qué hablas papá? ¿Ellos mataron a mi hermano? –nerviosa-

Papá: mira hija, es tiempo de que sepas la verdad, estás en edad de saberlo.. Tu hermano no murió en un operativo como te lo hicimos saber hace años, el murió por una sobredosis, en nombre de él te prometo que acabaré con estas organizaciones que solo destruyen la vida de jóvenes –comenzaba a llorar-

Sin pensarlo dos veces lo abracé con todas mis fuerzas, intentaba calmarlo, hasta que su llanto poco a poco cesaba, hacía mucho tiempo no lo veía tan mal.

Al día siguiente le envié un mensaje a Jesse, diciéndole que tenía información muy importante para ella y su familia. Inmediatamente me llamó:

Jesse: ¿hola?

Yo: eso fue rápido, es curioso como pasas días sin hablarme y ahora que te digo que tengo información me llamas.

Jesse: lo siento, han sido tiempos difíciles y no quería involucrarte

Yo: entiendo, ¿supongo que no irás al cargamento de hoy?

Jesse: ¿Cómo sabes de eso? –preguntó intrigada-

Yo: la policía esta de camino, pensé que debías saber…

Jesse: muchas gracias por avisar, le has salvado el pellejo a mi hermano, en un segundo te devuelvo la llamada.

Yo: está bien –colgué-

Luego de dos horas me llama nuevamente sin mucho que decir, estaba un poco cambiada en cuanto a su manera de ser conmigo, fría, por así decirlo. Me invitó a su casa pero decidí no aceptar, seguramente había arruinado el operativo de mi padre, me sentía muy mal por ello.

En realidad no sé por qué lo hice, quizá busqué cualquier pretexto para hablarle. Lo que era un hecho es que posiblemente estaba metida en problemas si mi padre se enteraba de lo que hice. Lo desilusionaría.

Cuando mi padre llegó a casa, su cara reflejaba lo enojado que estaba, comenzó a gritar, no a mi madre ni a mí. Solo gritaba.

Mamá: ¿Qué pasa Javier?

Papá: esas ratas se burlaron de nosotros, ¿sabes que dejaron en las bodegas? ¡Peluches! Y una nota para mi…

Mamá: ¿Qué decía la nota? –preguntó intrigada-

Papá: que alguien muy cercano a mí me estaba traicionando. Que abriera los ojos. Seguramente es el inepto de Gómez.

Mamá: recuerda nuestro acuerdo Javier, al llegar a casa te olvidarías de los problemas del trabajo

Papá: claro cielo, perdóname… es solo que estoy frustrado, encontraré a ese soplón.

Me fui corriendo a mi habitación, lo que había hecho no tenía perdón, le había fallado a mi padre de la peor manera, abusé de la confianza que él me brindó. Cabe mencionar que toda la noche la pasé llorando

Jesse me llamó nuevamente al día siguiente para invitarme a su casa, esta vez acepté.

-subiendo a la camioneta-

Jesse: hola pecosa, hoy simplemente te ves hermosa

Yo: gracias

Trató de darme un beso en los labios, pero alejé mi cabeza hacia otro lado y lo depositó en la mejilla

Jesse: extraño tus besos ¿Qué pasa?

Yo: nada, ¿A dónde iremos?

Jesse: a festejar, los negocios de mi padre salieron muy bien ayer… gracias a ti, dijo que te diera esto –una maleta de mano-

Yo: -incrédula- ¿Qué es esto?

Jesse: un millón de dólares

Yo: -regresándole la bolsa- no necesito esto, no lo quiero.

Jesse: sabía que no lo ibas a aceptar

Yo: ¿quién escribió la nota que le dejaron a mi padre? –molesta-

Jesse: ¿de qué hablas?

Yo: le dieron una nota que decía que alguien cercano a él lo estaba traicionando, ¡estaba hablando de mí!

Jesse: seguramente fue Omar, te pido una disculpa… a veces puede ser tan estúpido…

Yo: si bueno, olvídate que vuelva a decirte algo… quiero que me lleves a casa –molesta-

Jesse: hey tranquila, nadie le va decir a tu padre quién fue la informante –tratando de abrazarme-

Yo: no quiero que me abraces, de verdad, ¡llévame a casa!

Jesse: descuida, tengo unas cosas que hacer antes, después de eso te llevo a casa. –seria-

Vergonzosamente el chofer se había percatado de nuestra discusión.

Llegamos a una zona de la ciudad que parecía abandonada por el gobierno y la misma sociedad, claramente la población se veía con muchas carencias. Es injusto que mientras una parte del país goza de lujos, la otra mitad carezca de los servicios más básicos.

Yo: ¿Qué hacemos aquí?

Jesse: solo espera aquí, no te bajes

Los gorilas y Jesse bajaron de la camioneta, yo solamente observaba. De pronto mucha gente salía de sus humildes casas para acercarse, al parecer los conocían porque los saludaban con tal gusto.

Mi intriga pudo más y me bajé de la camioneta…

Jesse: vuelve adentro, por favor –seguía muy seria conmigo-

Yo: no quiero hacerlo, ¿Por qué me trajiste aquí?

Jesse: pensé que podía compartir esto contigo, pero al parecer no estás de humor…

De las camionetas bajaban muchas cajas, adentro contenían víveres, un enorme camión les suministraba agua potable a sus casas, todos parecían muy contentos.

Un par de niños se acercaban a nosotras:

Niño: tenías mucho sin venir por acá ¿Quién es ella, Jesse?

Jesse: hola amigo, ella se llama Adriana… es –interrumpo-

Yo: una amiga suya, mucho gusto… ¿Cuál es tu nombre?

Niño: Javiercito

-igual que mi padre, pensé- no quería arruinar el momento, así que conversamos con ese simpático amiguito.

Javiercito: tengo mucha hambre

Yo: yo soy chef, puedo cocinarte algo si quieres

Javiercito: si –gritó- ven vamos a mi casa –tomó mi mano e impacientemente me jaló-

Jesse y yo corríamos tras el niño, me sorprendieron las condiciones bajo las que vivían. Cociné para toda su familia, nos invitaron a almorzar con ellos pero no aceptamos, era bastante tarde y yo tenía que regresar a casa. Me hicieron prometer que pronto volvería.

Nos subimos todos a las camionetas y marchamos, en mi rostro se dibujaba una sonrisa enorme. La experiencia de ver a esas familias tan contentas por recibir apoyo, ver a esos niñitos brincar de alegría porque por fin tendrían agua limpia que tomar, alimentos que consumir y como dijo Javiersito, su padre podría estar de buen humor ahora para jugar con él, debido a que ya no tendría de que preocuparse.

Estaba viviendo lo que en un principio comentaba, necesitaba algo como esto para sentirme viva, útil. Sentí que al menos había aportado un granito de arena para ayudar a alguien, juré que a partir de allí… volvería al menos cada mes para visitar a esas personas tan finas. Ellos no necesitaban hablar correctamente, ni tener joyas y ropa de marca para saber que eran personas de bien, y decentes. Eran mejores personas que muchas que conocía, y que se hacían llamar de la clase alta.

Jesse: ¿estas contenta? –Sonriendo- lo veo en tu rostro

Yo: si, me ha encantado venir, gracias –tomando su mano-

Jesse: no tienes nada que agradecer pecosa, sabía que lo disfrutarías tanto como yo.

Yo: ver a esas familias ha sido maravilloso, jamás olvidaré esto… tus acciones hablan muy bien de ti, y lo noble que eres.

Jesse: no lo hago para parecer noble, pude ver en tu cara mucha felicidad, eso mismo siento yo siempre que los ayudo.

Yo: -sonriendo- ¡dios! No puedo dejar de reir

Jesse: ni quiero que lo hagas, preciosa… -tomando mi mentón con sus manos- me encantas mi pecosa, -acercándose más, hasta juntar nuestros labios-

Desde hace tiempo añoraba sentir sus labios junto a los míos, sentir su saliva mezclándose con la mía, respirar el aroma de su piel y su cabello. Deseaba más de lo que podía admitir su presencia a mi lado, no como algo sexual (aunque no me incomodaría) era sentir esa paz que ella me brindaba en cada beso, cada gesto.

Luego de un par de minutos nos separamos sin decir nada, me bajé de la camioneta un par de cuadras antes de llegar como siempre, para evitar sospechas. Me despedí de Jesse nuevamente con un beso y me marché…

Al llegar a casa mi madre y mi padre estaban sentados en la sala, con la televisión apagada, esto me sonaba mal.

Papá: ¿dónde estabas?

Yo: con los chicos, preparando un banquete para un evento

Mamá: deja de mentir hija, lo sabemos todo.

Yo: ¿de qué hablan? –nerviosa-

Papá: sabemos toda la verdad, solo queremos escucharla de ti, hija

Yo: no sé de qué hablan, explíquense… -totalmente nerviosa-

Papá: sabemos que tienes novio

Yo: ¿Qué? –grité-

Mamá: desde hace tiempo lo sospechaba hija, pero Miranda nos lo aclaró hoy… ¿es que no pensabas decirnos?

Papá: quita esa cara Adriana, por favor… no es nada malo hija, si bien es cierto que nos hubiese encantado que nos lo hubieses dicho tú, pero ya está.

Yo: y según ustedes ¿quién es mi novio? –Pregunté incrédula-

Mamá: Marco Aguilar, tu compañero de universidad.

Yo: a ver y como es que supieron esto, ¿Cómo que Miranda les dijo?

Papá: tu madre estaba preocupada, en tu habitación encontraba flores (que Jesse me había regalado) y esas salidas nocturnas eran demasiado obvias, tu madre le preguntó a Miranda y ella nos lo dijo. No te vayas a enojar con ella cariño, está feliz por ti.

Yo: bueno ahora que ya lo saben, me marcho a mi habitación –caminando con velocidad-

A lo lejos escuche a mi madre decir que no era necesario marcharme, uff si tan solo supieran la verdad, casi hacen que me dé un infarto ¡por dios!

Le llamé inmediatamente a Miranda para que me diera una explicación:

Yo: pero porque les dijiste el nombre de Marcos, ahora van a querer que lo traiga a casa

Miranda: amiga perdón, tu mamá ya sabes lo insistente que es, si no le daba el nombre no me dejaría irme… además no me dijiste que saldrías con Jesse, si lo hubieses hecho no habría ido a tu casa.

Yo: ¿ahora la culpa la tengo yo, cierto? Serás boba Miranda –riendo- en que problemón me has metido-

Miranda: ya supéralo, además es mejor que sepan eso a que les digas que estas saliendo con una chica

Yo: no estoy saliendo con ella, solo somos… amigas

Miranda: Adriana, por dios… nosotras somos amigas y no andamos besándonos, por todos lados.

Yo: -risa- está bien, hablamos luego.

Dos horas después bajé, con la esperanza de que el tema se haya desvanecido. Mi papá estaba nuevamente trabajando en casa, me dijo de algunos movimientos que estaban a punto de hacer y cómo los atraparían, mi instinto me hizo llamar nuevamente a Jesse para informarle, me agradeció y colgamos.

A la mañana siguiente, era sábado… así que seguramente me quedaría en casa todo el día. Sabía perfectamente que cuando tenían un transporte de mercancía toda la familia de Jesse, incluyéndola claro, se desaparecían del mapa por tres días en la mansión a la que me habían llevado.

Mi padre llegó con la cabeza baja, y no contestaba a las preguntas de mi madre. Me partía el corazón verlo así, seguramente el no atraparlos lo frustraba demasiado. Luego de varias horas, pensé que sería prudente hablar con él para que pudiese desahogarse.

Yo: ¿Cómo va todo?

Papá: no muy bien

Yo: ¿no atraparon a los malos? –intentando animarlo-

Papá: me sorprende que lo digas, imagino que esperas que te diga que no

Yo: ¿Por qué dices eso?

Papá: porque de no ser por ti los hubiésemos atrapado la primera vez, debo reconocer una cosa hija… de no ser por ti, esta vez no los hubiésemos encontrado, sabía que les dirías la información que te dí ayer.

Yo: papá… yo

Papá: descuida, ¿recuerdas la nota que te mencioné, que había encontrado?

Yo: sí, claro

Papá: decía tu nombre, si no la hubiese encontrado yo en este momento estarías presa… ¿puedes imaginarlo? La hija de un estúpido policía ¡presa! –gritó-

Yo: papá lo siento, de verd… -interrumpiendo-

Papá: ¿Cuánto te ofrecieron esos infelices?... ¡contesta Adriana!

Yo: nada papá

Papá: que desilusión, No es esa la forma en la que te educamos. –Se marcha-

Mi madre al igual que él me mira con ojos de decepción, les había fallado nuevamente. Esta vez no había como compensarlos.

Al cabo de varios minutos, me encontraba llorando desolada en mi habitación… en eso me llama Jesse.

Jesse: detuvieron a mi hermano… -silencio-

Yo: Jesse de verdad no es buen momento, mi padre se ha enterado que yo era quién les daba información

Jesse: ¿Cómo se ha enterado? Eso no importa, mi padre está buscándote… piensa que es tu culpa que atraparan a mi hermano, debes salir de allí

Yo: ¿y tú que crees, Jesse? ¿Tú también piensas que es mi culpa?

Jesse: ese no es el punto, ¡escúchame! Sal de tu casa ¡rápido! Roberto está por llegar

Yo: no dejaré aquí a mi familia, si tu padre viene por mí.. Con más razón está detrás de mi padre, conozco a la gente de su clase, lo toman contra la familia.

Jesse: tienes razón, entonces huyan todos de allí, Roberto los llevará a un lugar seguro, solo convence a tus padres…

Colgué la llamada, tomé un par de mis cosas y bajé inmediatamente a informarles a mis padres…

Lo más estresante de todo es que como lo esperaba, mi padre no quería irse de allí, dijo que si lo estaba buscando pues lo encontraría, mi madre… desilusionada de mí, al igual que él no quería seguirme.

Yo: sé que hice todo lo necesario para perder su confianza en mí, pero deben creerme… Antonio Montenegro es un hombre muy peligroso, podemos irnos a un sitio seguro

Papá: parece que lo conoces muy bien, Adriana… márchate tú si es lo que quieres

Yo: no me iré sin ustedes –llorando-

Estuvimos por más de diez minutos en esa misma situación… una camioneta afuera hacía sonar el claxon con insistencia, supongo que es Roberto. Logramos convencer a mi madre de irnos, mi padre se quedaría. Llamó a sus oficiales.

Yo: mamá…

Mamá: no me dirijas la palabra Adriana, todo esto es tu culpa. De verdad que te desconozco

Sus palabras evidentemente dolían, como punzadas al corazón. En ese momento lo mejor que podía hacer era guardar silencio y darle su espacio.

Cuando llegamos a la casa de seguridad estaba Jesse esperándonos

Jesse: buenas noches

Mamá: -silencio-

Yo: hola Jesse, gracias por hacer esto por nosotras

Mamá: ¿es la chica que fue a visitarte el día del accidente?

Yo: si mamá… quiero ser sincera contigo, no estudia conmigo… -silencio- es la hija de Antonio Montenegro

Mamá: ¿y qué hacemos con ella? Acaso… ¿vendiste a tu propia madre? –nerviosa-

Yo: claro que no mamá, ¡por dios! No puedo creer que tan siquiera lo pienses

Mamá: lo hiciste con tu padre, ¿Qué más puedo esperar?.. Necesito irme a descansar, no me siento muy bien

Jesse: claro señora, Roberto la llevara a su habitación –se marcha-

Yo: he metido la pata, pero completita…. –llevando mi mano a la cabeza- No sé si quiera si me volverá a hablar

Jesse: tranquila, dale un poco de tiempo ¿Por qué no vino tu padre? –preocupada-

Yo: quiere hacerle frente al problema… más vale que el loco de tu padre no le haga nada al mío

Jesse: -abrazándome- perdóname, siento mucho que estés pasando esta situación…  de verdad lamento haber acabado con la tranquilidad de tu vida, y la de tu familia

Yo: exactamente… es tu culpa, me arrepiento tanto de haberte conocido –marchándome-

Estaba tan dolida, que la única solución en ese momento era tratar de herirla también. Injustamente la culpaba por lo que había pasado, trataba de hacerme creer a mí misma que era una víctima más, pero no era así. Era yo la única culpable, solamente yo había puesto en riesgo la vida de mis padres.

A la mañana siguiente desperté temprano, mi madre había limpiado un poco el desorden, salí al patio, observé a Jesse con la mirada perdida y me acerqué a ella.

Yo: ¿ha dicho algo tu padre?

Jesse: -dio un pequeño salto- me asustaste, llamó ayer para decir que por el momento no haría nada. Dijo que le daría una última oportunidad, si retira los cargos en contra de mi hermano los dejará en paz.

Yo: ¿y esperas que crea eso? Cuando lo deje libre, eso si es que mi padre acepta, se vendrá en contra de nosotros

Jesse: le dije que estoy enamorada de ti –seria-

Yo: ¿Por qué hiciste eso?

Jesse: porque es verdad, Adriana. Le pedí que no les hiciera nada… aunque no lo creas en el fondo es bueno, conmigo siempre lo ha sido

Yo: no sé qué decir

Jesse: no quiero que digas nada, pueden marcharse cuando gusten… estaba esperando a que despertaran, es hora de irme –se marcha-

Roberto nos llevó a casa, al parecer todo estaba en orden, mi padre estaba cocinándose un par de huevos, al ver a mi madre corre a abrazarla. A mí ni siquiera me volteó a ver.

Yo: entiendo tu enojo papá, pero ¿podrías al menos no ser tan frío conmigo?

Papá: es lo que te mereces por tus actos, Adriana… no vengas a querer dar lástima ahora después de lo que hiciste

Yo: entiendo, Antonio dijo que si retirabas los cargos nos dejaría en paz –subí a mi habitación-

Papá: eso no es una opción.

No había razón para seguir en casa de mis padres, sutilmente me pedían que me marchara. Tomé mis cosas y bajé a despedirme de ellos. A pesar de todo quería hacerlo

Yo: siento mucho lo sucedido, ya no les causaré más molestias

Mamá: no es necesario que te marches

Papá: déjala, mujer. Seguramente le pedirá refugio a Antonio Montenegro –su tono de voz era el de un hombre molesto-

Yo: te equivocas papá, les amo –salí de casa-

Como no tenía a donde ir, le llamé a Marco, era el único que rentaba un pequeño departamento de dos habitaciones cerca de la universidad, seguramente el me daría apoyo.

Marco: Pasa Adriana… ¿Qué paso?

Yo: no deseo hablar por el momento, lo siento

Marco: descuida linda, ven te llevaré a tu nueva habitación

Lo sigo, y veo un pequeño cuarto muy limpio con una cama inflable, seguramente lo hizo para mi… conociéndolo como es de desorganizado, dudo que lo haya tenido así antes.

Yo: gracias Marco, de verdad… trabajaremos duro con nuestro pequeño negocio de banquetes para ayudarte a pagar

Marco: no te preocupes, para mí es un gusto tenerte aquí.

Yo: escucha, que esté aquí no significa que vaya a pasar algo entre nosotros ¿entiendes?

Marco: eso lo sé perfectamente, -sonríe- prometo no pasarme de listo