Ni como ni porqué

Todavía no sabía ni cómo ni porqué, pero allí estaba. Bueno, en realidad si que lo sabía, pero no era capaz de terminar de creérselo

Todavía no sabía ni cómo ni porqué, pero allí estaba. Bueno, en realidad si que lo sabía, pero no era capaz de terminar de creérselo. En realidad, era más complejo que eso, ya que llevaba años soñando con verse así, años de fantasías solitarias, de navegaciones anónimas y de lectura de mil un relatos, repetidos, iguales entre si, que no se acercaban a lo que ella quería.

Llevaba con esa fantasía desde los 20 años, mas o menos, y nunca, nunca se había atrevido a contársela a nadie. Ni a sus amigas, ni a sus parejas, ni a su marido. Apenas la había esbozado, colorada y muerta de vergüenza, en la consulta del terapeuta que la ayudaba a superar su temprana separación, mezclada con la crisis de los 30.

Sin embargo, y aunque aún no se podía explicar como había pasado, decidió confesarlo todo a un extraño. Pero no a un extraño cualquiera. Los resortes mentales que le llevaron a poner por escrito sus fantasías y hacérselas llegar a un autor de relatos se le escapaban.

Quizás fue el hecho de que algunos componentes de lo que leyó se parecía a sus fantasías. Quizás el hecho de que esa noche se cumplieran 6 meses desde su último polvo. Quizás... bueno, en realidad había dejado de intentar explicárselo.

No le pareció del todo extraño es que ese correo tuviese una respuesta (aunque no se la esperaba) pero si que ella respondiese. Y que se iniciase una conversación amparada en el anonimato del correo electrónico ya le descolocaba. Sin embargo, no podía cortala, no era capaz de cerrar la caja que ella misma había abierto y, consciente o inconscientemente, no hacía más que seguir la dirección que le marcaba su interlocutor, ir en la dirección que él quería.

Así, apenas se dio cuenta de que respondía que si cuando leyó su propuesta y que seguía sus instrucciones.

Como una autómata, fue cumpliendo las sencillas instrucciones que recibía por correo. Con cuestiones muy sencillas, paso a paso, fue cayendo, sin percatarse de ello, en las redes que, alguien a quién no conocía, estaba tejiendo para ella.

Así, sin pensar en lo que hacía, llegó el día en que su interlocutor le pidió ir un pasito más allá y abandonar los juegos a distancia. Unas sencillas instrucciones, que cumplió como un robot, la llevaron a la parte de atrás de una furgoneta, en la que se tomó la pastilla que estaba esperándola.

Su despertar fue un tanto traumático, con una sensación de ahogo que la puso muy nerviosa. Durante un par de segundos no tuvo consciencia ni de su cuerpo, ya que no notaba ni sensación de estar sentada ni tumbada. Además, no podía abrir los ojos y notaba una extraña resistencia a los movimientos.

Se retorció un poco, incluso intentó hablar, pero no podía cerrar la boca. Asustaba, comenzó a imaginarse donde estaba, lo que le llevó a paralizarse del susto que se llevó.

En realidad, donde estaba era lo menos, lo importante era como estaba. Poco a poco, fue comprobando que la imagen que tenía en la cabeza era real, que era ella la mujer que siempre veía en sus fantasías.

Fantasías en las cuales una mujer, joven, desnuda e inconsciente era colgada con correas del techo, con las manos y los pies en alto y las piernas muy abiertas, de tal manera que su sexo quedaba accesible, a la altura de la cintura de cualquiera. SU cabeza colgaría hacia atrás, sin apoyo y con una venda sobre los ojos y instrumento de apertura forzada de la boca, situado en su máxima apertura.

Su fantasía se completaba con unos cuantos hombres, de toda clase y condición y algunas mujeres, rodeando el cuerpo de esa mujer, usando y abusando de su sexo, de su ano, de su boca, manoseando sus pechos, su clítoris...

La sensación de ahogo la hizo volver de sus pensamientos. Ahora ya sabía lo que era, porque no podía moverse ni abrir los ojos ni cerrar la boca. También se fijó en que notó, por primera vez en mucho tiempo, un sexo varón taladrandola, entrando y saliendo de ella deprisa.

  • Vaya, parece que la "cosa" se ha despertado – Oyó entre los restos de la droga que la había tenido dormida hasta entonces. - Fantástico, porque acabamos de empezar, y aún quedan 24 horas hasta que pueda bajarse de ahí-

Recordó entonces el acuerdo: durante 24 horas ella sería el cuerpo de sus fantasías, la mujer colgante. Durante ese tiempo sería usada por mucha gente que no sabría su identidad (ni ella la de ellos) y que, durante el descanso que se pudiesen tomar sus "captores", sería enchufada a una máquina que mantendría un consolador entrando y saliendo de ella sin parar.

Recordar el acuerdo, ver que era realidad y probar, por primera vez en su vida, el sabor del semen en su garganta la llevaron al primero de muchos, muchísimos orgasmos.