Nerea, la camarera

Se habían ido todos. Nos quedamos la camarera, Nerea, y yo solos en el bar. La tensión sexual acabó provocando un polvazo en ese mismo lugar.

Una noche estaba yo con mis amigos de cervezas en un bar. Aunque la conversación empezó como casi siempre, sobre fútbol, en seguida cambio a términos mujeriegos. La camarera de detrás de la barra que nos servía las bebidas se convirtió en el tema principal de nuestra tertulia.

La camarera era una morenaza jovencita. Largo pelo negro y liso le caía por la espalda. Ojos oscuros penetrantes a juego con su cabello. Todo esto junto a unos labios carnosos y sensuales, pintados de rojo, remataban un rostro precioso. Si mirabas un poco más hacia abajo podías disfrutar de un gran escote producido por dos bonitas tetas apenas escondidas. Usaba una camisa blanca desabrochada pero atada por encima del ombligo con un nudo. Esto dejaba ver el ombligo de esta preciosidad y también ligeramente un sujetador azul. Si continuas bajando la mirada, llegas a unos shorts vaqueros muy cortitos que le hacían un culo espectacular. Finalmente, unos tacones negros realzaban ese pedazo de culo y lucían sus esbeltas piernas.

Mis amigos y yo no hacíamos más que beber y beber para pedirle más bebidas y que aquella camarera se acercara a nuestra mesa y se inclinara a dejar las consumiciones. Supongo que se imaginaba que cada vez la desnudábamos con la mirada. Y cuando se iba, seguíamos discutiendo entre nosotros sobré cómo nos la follaríamos. La conversación llegó a tal límite que acabamos opinando sobre si creíamos que ella tragaba o no el semen. Empujados por todas las cervezas que nos habíamos metido en el cuerpo, un amigo y yo apostamos 50 euros. Yo decía que tenía cara de tragar, y mi colega opinaba que parecía de las pijillas a las que le da asco. Entonces mi amigo la llamó para preguntarle:

-          Hola, perdona, ¿cómo te llamas? – Empezó mi amigo.

-          Nerea. – Contestó un poco a desgana creyendo que intentaba ligar con ella.

-          Oye Nerea, mi amigo y yo – dijo señalándome – hemos hecho una apuesta y necesitamos que nos contestes a una pregunta.

-          A ver, dime.

-          ¿Tragas o escupes? – Preguntó al fin entre las risas de todos.

A Nerea se le dibujó una pequeña sonrisa mezclada con su expresión de incredulidad.

-          Eso no es asunto vuestro. – Contestó riendo.

-          Oh vamos, que hemos apostado 50 euros.

-          ¿50 euros? Contesto si el ganador reparte beneficios conmigo.

Mi amigo y yo nos miramos y ambos asentimos.

-          Al 50 por ciento eh. – Aclaró Nerea.

-          Sí, sí. Dinos.

-          Pues… Si me lo piden, sí.

-          A ver, a ver, dilo todo. – Insistió mi amigo.

-          Sí, me lo trago.

Estallamos todos en aplausos por la respuesta y Nerea comenzó a sonrojarse. Cuando acabamos de aplaudir su atrevimiento, mi amigo sacó la cartera y me aflojó dos billetes de 20 euros y otros dos de 5. Cogí uno de cada y se los di a Nerea, que dio las gracias y se retiró sonrojada.

Seguimos bebiendo un rato más pero mis amigos se iban yendo uno a uno, borrachos. Al final quedamos solo dos. Cuando mi amigo se acabó la cerveza me dijo que no podía ya casi ni moverse, y que se iba a casa. Le dije que se fuera, que yo pagaba esa última ronda. Estaba a punto de acabarme mi cerveza e irme a casa cuando se sentó la camarera a mi lado.

-          Así que tú me habías visto cara de tragar, ¿no? – Dijo con una sonrisita.

-          Yo, bueno… Sí, jeje. – Me sorprendió la pregunta.

-          Jajajaja. – Nerea sólo se rio, y nos pusimos a hablar de otra cosa y conocernos mejor.

Le pregunté si no tenía que trabajar, pero ya sólo quedaba una pareja hablando en otra mesa y yo. Se quedaba ya que a ella le tocaba cerrar ese día. Poco después la pareja también se había ido, y ya sólo estábamos Nerea y yo hablando. Gracias a mi nivel de alcohol en sangre la conversación adquirió un tono caliente en seguida. Acabamos preguntándonos  cosas sucias uno a otro por turnos. La verdad es que estar con una tía buena como ella hablándome de esas cosas me estaba poniendo un poco cachondo.

-          Me toca. – Dije cuando fue mi turno. - ¿Te gusta por detrás?

-          No. – Contestó rotundamente. – Solo lo he probado una vez y me dolió demasiado como para disfrutarlo. No me entraba más de la mitad. Eso sí, un dedito por ahí mientras follamos me vuelve loca….

Mi polla empezaba a despertar y cierta dureza se notaba ya bajo mi pantalón. Ahora era su turno:

-          ¿Alguna vez has follado en algún lugar público?

-          Sí. En un ascensor, un pequeño almacén de jardinería en un jardín, los baños de un avión, al aire libre al lado de la autopista…

-          Impresionante. Tal vez incluso llegues a mi nivel…

-          Ahora yo: ¿Tus tetas son naturales?

La verdad es que no sé cómo no había preguntado eso antes.

-          ¿Éstas? – Dijo Nerea apretándose una teta con cada mano. Entonces se levantó y se sentó justo a mi lado. – A ver si lo adivinas.

Me pasé unos segundos solo mirándole las tetas hasta que me atreví a ir más allá y poner mis manos sobre ellas. Las estrujé y amasé haciéndome el experto en senos alargando lo máximo la decisión hasta que Nerea se pronunció.

-          ¿Y bien?

-          Parecen bastante naturales. – Respondí sinceramente.

-          Lo son.

Para entonces las manos juguetonas de Nerea me habían desabrochado el cinturón y una de ellas me agarraba la polla por debajo de mis boxers.

-          Mi turno. – Nerea acercó sus labios a mi oreja hasta tenerlos pegados. - ¿Tu polla sabe bien?

-          ¿Ésta? – Agarré mi polla con la mano, donde ya estaba la de Nerea. – A ver si lo adivinas.

Ambos sonreímos y ella ya me la había sacado del pantalón. Bajó su cabeza hasta mi entrepierna y me dio un lametazo por toda ella con la punta de la lengua que provocó que todo mi cuerpo se estremeciera. Después de eso se la metió en la boca y la chupó con ganas. Usaba su lengua con destreza y parecía disfrutar plenamente de su tarea. Sin embargo, no podía ver el placer en su cara ya que todo su pelo oscuro caía en cascada alrededor de su cabeza cubriendo la zona.

Deslicé mi mano hasta el nudo de su camisa y lo deshice con facilidad. Su camisa se abrí de par en par y cayeron sus tetas, aún sujetas por su ropa interior azul. Mientras ella seguía mamándomela, utilicé la mano esta vez por su espalda para desbrochar su sujetador. Tampoco fue un problema. El peso de sus tetas hacía el suelo hizo caer el sujetador ya desabrochado hasta el suelo. Y ahora sí, sus tetas completamente descubiertas colgaban de su pecho. Mis manos no tardaron nada en ejercer de sujetador para esos bonitos y grandes pechos.

Si hace unas horas bromeaba con mis amigos sobre cómo nos gustaría verle las tetas a la camarera, ahora estaba viéndolas y tocándolas, y mientras la propia camarera me hacía una mamada. Increíble. Justo cuando pensaba en eso Nerea levantó la cabeza. Sus labios ya no tenían el rojo intenso de antes. Casi todo su pintalabios estaba ahora en mi polla. Si necesitaba alguna prueba de que se la comía entera, ahí estaba. Había pintalabios en cada centímetro de mi pene.

-          ¡Me has pintado la polla! – Exclamé en broma. – Qué poco resistente es tu pintalabios.

-          No tenía pensado comerme ninguna polla hoy. – Bromeó ella también.

Nerea fue hasta la puerta y bajó la persiana metálica. Cerró con candado y volvió a mí.

-          No quiero que nos interrumpan. Luego cerraré del todo.

Mientras se acercaba a donde yo estaba se fue desabrochando el pantaloncito vaquero y lo dejó caer, quedando Nerea solo con unas eróticas bragas azules y la camisa blanca abierta con las tetas al aire. Cuando llegó a mi sitio, yo ya me había quitado los pantalones y los boxers. Se sentó en mis piernas y me besó efusivamente. Después me quitó la camisa y se levantó ligeramente. Apartó las bragas hacia un lado y se sentó sobre mi polla, que por fin entró dentro de ella. Su coñito era precioso. Húmedo, calentito y bien depilado. Nerea saltaba rítmicamente encima de mí mientras sus tetas botaban consecuentemente delante de mi cara. Estuve ensimismado mirando cómo se movían sus senos, lamiéndolos y mordiendo esos pezones de camarera. Movida por la adrenalina del momento, Nerea, que me cogía del pelo, aprisionó mi cara contra su pecho, dejando mi rostro enterrado entre sus dos maravillas. Ahora sí que estaba en el cielo. Me dejaba hacer totalmente. Me limitaba a quedarme sentado mientras ella se movía, y yo solo posaba mi cabeza entre sus tetas y mis manos en sus nalgas, propiciando en ocasiones algún azote. Si pensaba decir a alguien que me había follado a la camarera, la verdad es que me estaba follando ella a mí.

La cosa siguió así hasta que en uno de sus saltitos Nerea se desplomó sudando sobre mí. Se le notaba cansada, tocaba que pusiera yo algo de mi parte. Ambos nos levantamos y la conduje hasta la barra. Más bien la empujé hacia ella, haciendo que apoyara su torso en ella. La fatiga hizo que dejara caer incluso la cabeza sobre la barra aún sucia. Separé sus piernas, aparté sus bragas hacia un lado, agarré su pelo con una mano, le azoté el culo con la otra, y la penetré sin avisar. Nerea soltó un gritito y tensó su cuerpo, pero en seguida se relajó de nuevo y comencé a embestirla con ganas. Se la metía y sacaba a una velocidad endiablada. Las tetas de Nerea se restregaban contra la barra con restos de cerveza. Ahora sí que me la estaba follando yo a ella. El polvo fue a mejor cuando me acordé de lo hablado y metí uno de los dedos de mi mano libre en su culo. Gracias a un espejo situado detrás de la barra pude ver en sus ojos que estaba en éxtasis. Y ese placer quedó demostrado minutos después con un fuerte orgasmo durante el cual no paré de azotarla y llegué a meter hasta 3 dedos en su culo. Cuando su cuerpo dejó de tener contracciones solté su pelo y me preparé para mi momento.

Saqué mi polla de su coñito y me acerqué a su oreja para susurrarle:

-          Demuéstrame que me he merecido mis 25 euros.

Nerea me entendió a la perfección. Se giró y se arrodilló delante de mí. Metió la punta de mi polla en su boca calentita y me pajeó con ambas manos. En seguida me llegó el momento y empecé a correrme en su boca. Cuando acabé de echarlo todo, Nerea se sacó la polla de su boca y la abrió para enseñarme que ahí estaba mi semen. Luego lo hizo desaparecer de un trago, haciéndome valedor de la apuesta que había ganado aquella noche.

Mientras nos vestíamos  y ayudaba a Nerea a cerrar surgieron algunos comentarios.

-          Creo que ha sido uno de los mejores orgasmos de mi vida. – Comentó ella.

-          Eso es que te gusta que te azoten bien, jaja.

-          Sí, jeje. Y lo de los dedos, ¿cuántos has llegado a meter en mi culo?

-          Tres.

-          Joder, pues me ha hecho correrme mucho.

-          Pues el anal te encantaría.

-          Tendré que planteármelo, jaja.

Cuando hubimos recogido todo salimos por la puerta de atrás.

-          Joder, mis tetas huelen a cerveza…

-          Y a mí me has llenado la polla de pintalabios.

-          Soy muy buena pintora, jajaja.

Nos despedimos y no volvimos a vernos hasta un par de días después, cuando volví a ese bar con mis amigos. No les había contado nada, ya que no me creerían, y si soltaban algo delante de ella podía provocar que no se repitiera. Cuando Nerea nos atendió saludó a todos pero en especial a mí. No era raro ya que sí que les había contado que me había quedado hablando con ella. En uno de sus viajes a nuestra mesa me dijo:

-          Juan, ¿quieres venir ahí detrás un momento para enseñarte como pinto?

-          En seguida capté la indirecta.

-          ¿Cómo que cómo pinta? – Se extrañaron mis amigos.

-          Sí, es que estudia arte. – Inventé yo.

Me levanté y fui con ella al almacén del bar.

Pero esa es una historia que ya contaré en otro momento.

JUAN

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