Nerea

Relato basado en la experiencia de un sumiso y retocado por mí. El relato continúa con el perro, si recibo mensajes o comentarios lo ampliaré.

No había sido difícil ganarse la confianza de Nerea, solamente había tenido que actuar como lo que soy, un puto pagafantas dispuesto a cualquier cosa solo por estar cerca de ella, aguantando que me contase todas sus aventuras con otros chicos, sabiendo la frecuencia con la que follaba, sabiendo incluso cuando le bajaba la regla, acompañándola de compras, regalándole cosas... convirtiéndome en su "amiga" rebajado a una posición totalmente beta, tan hundido que no me consideraba ya un hombre.

Solo tenía que comportarme lo que ya era.

La llevaba en coche cuando quedaba con chicos, la iba a buscar de madrugada cuando me llamaba. Iba a su casa a cenar con ella, y acababa cocinando y limpiando sacaba a su perro a pasear. Y ella me trataba como un cero a la izquierda. Soy un cero a la izquierda.

Pero tenía un secreto, cada vez que iba a su casa, cada vez que la recogía de visitar a alguno de sus amantes, entraba a su baño. Su cesto de la ropa sucia era un tesoro para mí, sus bragas sucias me volvían loco, las cogía ara olerlas, para saborearlas, manchadas de los fluidos de su coño, húmedas... me las enrollaba en la polla para masturbarme salvajemente para correrme en segundos llenándolas de semen.

Una de las veces que me corrí, intenté limpiarlas, pero no había papel... no podía dejarlas así, ella estaba impaciente esperándome para irnos a ver a su nuevo novio, así que lamí las manchas, lamí mi propio semen asustado de dejar manchas y que me pillase. Me lo tragué.

A partir de ese momento lo hice siempre.

Un fin de semana, la llevé a la estación después de que pasáramos a recoger a su novio. ellos iban detrás, besándose en anticipación a su fin de semana romántico, yo conducía como un taxista notando las miradas de burla de su chico.

Cuando les dejé fui directo a casa de Nerea, tenía que sacar a pasear al perro, pero aproveché para ir al baño. Entre el pijama de la noche anterior unas sencillas braguitas grises de algodón me esperaban, todavía calientes... Escuchaba al perro quejarse deseando salir, se me ocurrió ponerme las bragas, sentir el calor del cuerpo de Nerea, que m polla rozase la parte manchadita donde había estado su coño. Me las puse debajo de mi ropa, sintiendo la suavidad del tejido, me empalmé en cuanto me las puse.

Salí a pasear al perro con las braguitas puestas, y al caminar mi polla se calmó, pero noté como empezaba a gotear, como las braguitas se humedecían. En mi imaginación todas las miradas se clavaban en mí, de nuevo me empalmé. Llevé al perro a un descampado al que solía ir. no había nadie a esa hora tan temprana, metí la mano en el bolsillo, alcanzando la polla que al ser pequeña quedaba totalmente oculta con las braguitas. Me la meneé solo dos veces y me corrí llenándolas de semen que había estado guardando durante días.

Volví a la casa con las bragas empapadas y sintiéndome femenina y sucia. En cuanto atravesé la puerta me desnudé quedándome solo con las bragas sucias y empalmado otra vez, el perro comenzó a dar vueltas a mi alrededor, curioso, estoy seguro de que al ser un macho sin castrar me identificaba como beta.

Decidí ir un paso más allá. entre en el baño y me depilé completamente con una cuchilla de usar y tirar (Le había llevado un paquete unos días antes para que se preparase para su novio), no dejé ni un solo pelo en mi cuerpo. Me puse su perfume, busqué en el cesto la ropa que se había puesto el día anterior. Un tanga azul, con un poco de encaje que me puse notando como recorría mi piel suave, como no la había sentido nunca. Por suerte al ser delgado me quedaba perfecto, me vi en el espejo disfrutando de mi cuerpo. me gustaba el culo que me hacía.

mi polla no se había bajado en todo el tiempo y ahora goteaba de nuevo.

Me puse el sujetador que estaba ahí también, blanco y liso. Por supuesto no había nada que sujetar. lo rellené usando calcetines y me puse el vestido que le quedaba tan bien, lo había elegido con ella, viendo como salía del probador y se miraba viendo el culo que le hacía, inclinándose a ver si marcaba suficiente escote... Era un vestido a la rodilla, azul celeste y con flores.

Por último, me acerqué al espejo y me pinté los labios. De rosa palo, el color que le había visto usar a ella.

Me pasé la mañana así, hasta que fue hora de sacar al perro de nuevo. Me saqué el vestido y el sujetador y me puse mi ropa. De nuevo sentía todas las miradas en mí. meneaba un poco el culo sintiendo el tanga clavándose, notaba la tela de los vaqueros en contacto con mi piel recién depilada. la sensación me volvía loco, me masturbé de nuevo.

Entré en la casa y me di cuenta del origen de las miradas, no me había borrado los labios. Me dio igual.

Al día siguiente volví con una peluca, unas gafas de sol y la polla durísima.

Me puse de nuevo el tanga lleno de mi semen reseco, una falda vaquera que cogí del armario, y un jersey, me daba vergüenza que se notara que había metido calcetines en el sujetador.

De nuevo me pinté los labios, lo mejor que supe. Me puse mis deportivas porque los zapatos de Nerea no me servían y saqué a pasear al perro con mucho cuidado de no cruzarme a ningún vecino al salir.

Durante todo el paseo mi polla estaba durísima. intentaba moverme de forma femenina, agachándome juntando las piernas. la falda no tenía bolsillos, no me podía masturbar, volví rápidamente a la casa y me tumbé en la cama de Nerea, metí la mano por dentro del a falda y comencé a frotarme la polla solo con dos dedos, como si estuviera acariciando un clítoris. Retorciéndome y gimiendo, sintiendo la tela del tanga entre mis nalgas, el roce de la tela en mi piel sensible.

Apreté las piernas tensando mis músculos, arqueando mi espalda, corriéndome mientras me frotaba como una zorra deseosa de polla.

Cuando abrí los ojos y recuperé la respiración, vi el perro me miraba desde la puerta, como marcando su lugar.

Decidí quedarme así, con esa ropa y ese tanga lleno de mi semen durante todo el día, comportándome como una mujer, pasaron mil ideas por mi cabeza, ¿y si pedía comida y abría así al repartidor?...

Quizá darle otro paseo al perro...