Neon Genesis Evangelion. El Ángel del Abismo.

...Shinji pudo sentir como una fuerza incomprensible se introducía dentro de él... ...sus amigas y su tutora también tendrían ese enigmático aroma...

Neon Genesis Evangelion. El Ángel del Abismo.

y tenían por rey al Ángel del Abismo, cuyo nombre en hebreo es Abaddón, que significa El Exterminador .

Shinji había estado caminando sin rumbo por casi una hora. Sus piernas estaban cansadas por lo que decidió sentarle en una de las bancas del mirador y contemplar el atardecer sobre la ciudad. La confianza que tenían en ellos se había perdido o mejor dicho se había trasladado a las nuevas unidades automatizadas que salían de las fabricas una detrás de otra si los recursos existente lo permitían. Ahora eran el apoyo si todo fallaba y eran un apoyo que ni siquiera estaba sentado en la banca esperando que algo imprevisto pasase. Sacó un caramelo acido de su bolsillo y se lo comió. Ya no lo necesitaban, las idas y venidas se habían terminado, sería mejor que se fuera algún otro lugar a hacer una nueva vida tranquila y sin sobresaltos.

– El atardecer es hermoso no. – Dijo alguien a su espalda . Shinji giró su cabeza lentamente, sin preocuparse y le dijo al hombre que estaba detrás de él . – Supongo señor. – El amanecer también es hermoso pero su resplandor impide a los hombres verlo con facilidad. Nunca lo ven como es realmente. – Supongo. Creo que es así. – Señor me llamó Abaddón,…. – Dijo el hombre extendiendo su mano hasta donde estaba el joven lo mejor que podía . Shinji no quería ser descortés por lo que se levantó de donde estaba, le agarró la mano y le respondió con simpleza . – Soy Shinji. – Que significa El Exterminador.

El hombre en ese instante se desvaneció y Shinji pudo sentir como una fuerza incomprensible se introducía dentro de él. Su cuerpo no estaba siendo poseído sino que su alma se llenaba con una furia infinita. Todo era tan claro. La naturaleza del universo se había revelado ante él, victimar o ser victimado, no había otra ley. El hombre había sido creado para tomar lo que quisiera y cuando lo quisiera sin que nada se interpusiera en su camino. El pecado simplemente no existía. Tan solo era una ilusión creada por los débiles. Con la guerra desaparecerían, la humanidad sería purificada y los fuertes se sentarían en el trono de la Tierra. Pero ese era un trono para uno solo. Todos tenían que ser exterminados.

Shinji se disponía a ir a la base para tomar su unidad de combate y así acabar con todos. Al fin y al cabo seguía siendo solo un hombre de carne y hueso. En la guerra todo se vale pensaba. Cuando un auto se detuvo en el mirador y se bajaron dos mujeres para contemplar el ocaso. Había varios años de edad entre ellas tal vez eran madre e hija. Él las miró un instante con detenimiento y se aproximó a ellas.

Shinji. – Ustedes son agentes vestidos de civil. – No se de que esta hablando. – Dijo la mayor de las mujeres . Shinji. – Ahora mi mente y cuerpo ven todo con claridad. Ningún detalle se me escapa.

Con gran velocidad golpeó a la mujer que le había hablado en el cuello haciéndola caer. La otra al ver lo sucedido trató de sacar su arma pero antes que pudiera apuntar él ya le había retorcido la muñeca para luego estrellar su cabeza en medio de la de ella. Varias patadas en sus vientres las dejaron semiinconscientes. Shinji buscó la llave del auto, arrastró a las mujeres de los cabellos a la parte posterior del vehiculo y las metió dentro del portaequipaje. Una vez dentro tomó la llave ele de acero y las golpeó varias veces más. Luego cerró la cajuela, camino unos pasos y volvió sobre ellos. Abrió de nuevo el portaequipaje, revisó a las mujeres de pies a cabeza sin olvidar meter sus manos dentro del pantalón de la más joven y debajo de la falda de la mayor. Volvió a agarrar la llave ele y las golpeó nuevamente. En el asiento del acompañante tiró los celulares y las armas que había encontrado y en el de atrás una caja de herramientas y un estuche metálico muy posiblemente con más armas.

Decidió deshacerse de las mujeres antes de volver a la base. Tal vez se había apresurado al confrontarlas ya que nada indicaba que estuvieran siguiéndolo pero siempre había querido borrar a alguno de esos agentes. Por el camino a la antigua ciudad capital, que ahora solo era un montón de ruinas, nadie iba. Ese sería un buen lugar donde tirar los cuerpos. Mientras se dirigía hacia allí se dio cuenta que podía manejar el auto con facilidad como si fuera un piloto de carreras. En el trayecto a uno de los lados aparecieron muchos árboles formando un pequeño bosque. Desminuyó la velocidad, se introdujo en ellos y se detuvo a la mitad de la vegetación. Tomó una de las pistolas, revisó el cargador, sacó el seguro y fue hasta la cajuela. Ni siquiera iba a abrir el compartimiento tan solo descargar todas las municiones sobre el pero en el último instante se detuvo. Abrió el portaequipaje y vio a las dos mujeres. Todavía respiraban aunque estaban inconscientes por los golpes recibidos.

Sacó a la mayor, lo tiró sobre el suelo y cerró la cajuela. Luego la llevó hasta el asiento trasero en donde comenzó a contemplarla. Era una mujer adulta pero aun conservaba cierta belleza de su juventud. Se distinguía un gran moretón en su cuello y otros en las piernas pero no se veían los producidos por los otros golpes ya que estaban debajo de la ropa. Shinji tomó la solapa con sus manos y abrió el saco que llevaba de un solo tirón. Debajo había una blusa de un impecable color blanco por la cual se lograba distinguir el sostén de la mujer. Volvió a repetir el violento movimiento y después de distraerse con los varios botones que saltaron por el aire pudo ver los senos de la mujer envueltos por una fina tela de algodón además que se podía observar sin problemas las marcas que habían producido sus golpes desde el cuello hasta el abdomen.

Le bajo las copas del sujetador y los dos pechos, blancos y con grandes aureolas rosadas, quedaron a su vista. Se notaban algo caídos pero para él que nunca había estado con una mujer le parecían asombrosos. En ese momento antes de siquiera apretarlos, morderlos o golpearlos recordó que las mujeres guardaban su sexo mucho más que sus pechos. Se retrajo un poco y le subió la falda para así poder ver como unas negras bragas se encontraban detrás de unas pantimedias casi transparentes. Le separó las piernas y apoyó su rostro sobre el centro de la entrepierna la mujer. Por su nariz fluía un olor débil pero influyente, era el aroma de la lujuria. De seguro sus amigas y su tutora también tendrían ese enigmático aroma. Deseaba poseerlas lo antes posible. Con esas dos mujeres no se contentaría.

Súbitamente mientras en su cabeza solo fluían pensamientos carnales su mente se despejó y miles de ideas brotaron de su interior. El celular, la ambulancia, la policía, la cárcel no importaban en lo absoluto. Abaddón lo había abandonado, seguramente para buscar otro que no perdiera su tiempo con mujeres, o quizá estaba latente en su interior dormido por alguna razón que desconocía. La primera suposición le pareció más acertada por lo que ahora había que desconfiar de todo el mundo y estar listo para su ataque inminente.

Continuara...