Nenay (5 y final)

Así termina mi historia... por el momento. Gracias a los que me hanéis leído, escrito y votado.

Nenay (quinta parte y final)

  • Sí me dejáis ir al baño, me la pongo

  • La niña es remilgada,- dijo César.

  • Date prisa.

Fui al baño, me desnudé, me puse la braguita, como ya había hecho tantas veces, intenté que no se notara nada, echando mi pene hacia atrás. Me coloqué el sujetador, el conjunto me quedaba realmente lindo, a continuación me puse el camisón, me encantaba, era tan suave y tan femenino, apenas si tapaba mis braguitas, luego me coloqué la diadema, como tenía el pelo corto, eché mis pelos hacia delante, creando un flequillo de niña; los aretes eran grandes y plateados, demasiado vistosos para llevarlos con un camisón, pero me hizo mucha ilusión ponérmelos.

Cuando salí, cada uno de mis tres compañeros estaban metidos en su cama.

  • Estás muy linda

  • Túmbate así encima de la cama… que te veamos.

Me puse encima de la cama, juntando las piernas, de tal manera que no se vieran mucho las braguitas.

Los chicos, empezaron a masturbarse, mientras no dejaban de mirarme, me estaba excitando, pero no quería que se notara, bajé la mirada, para que no pudieran advertir mi ruborización.

El primero en acabar fue César, le costó unos segundos correrse. El que más duró, fue Nelson, yo pensaba si a él no le excitaba.

Ahora, pasado el tiempo, me imaginó a esos muchachos, viendo una niña, con su camisoncito, enseñando las braguitas, y transparentándose el "suje" a través de las transparencias del camisoncito y además saber que es un niño….

Toda la noche, dormí con la ropita puesta, hasta con la diadema, solo me quité los aretes.

La noche siguiente… cuando volvimos a estar solos en la habitación, me volvieron a ordenar que me pusiera la ropa de chica.

Cuando salí… César, tenía en su mano cerrada, tres palitos, y me dijo que cogiera uno. Así lo hice, el palito tenía escrita una N, en la parte que yo no veía, me dijeron que me metiera en mi cama… Nelson se metió conmigo.

  • Hoy Nelson va a ser tu hombre… tienes que tratarlo como una buena chica,- me dijo César.

Una vez en mi cama… con sus manos me cogió la cara, la acercó hacia él y me dio un beso en los labios, no quise responderle, pero tampoco lo aparté, me gustaba, me estaba besando un chico y me gustaba. Me empezó a tocar, encima del sujetador, y con la otra mano agarró la mía llevándola a su pene. Cuando lo sentí, lo tenía ya paradito, no era muy grande, pero cada vez empezaba a desearlo más, comencé a tocárselo, primero con suavidad, luego ya… se lo agarré y empecé a masturbarlo, él mientras tanto pasaba sus manos por mi culito y por mi suje. mientras no dejaba de besarme, en la boca y en el cuello, me gustaba sentirme mujercita con un chico cuando se corrió, no tardó mucho tiempo en hacerlo, me dio un beso en la mejilla muy tierno. Mientras tanto los otros compañeros, que veían lo que pasaban, bueno algo se lo imaginaban, ya que estábamos tapados con la colcha de la cama, también se estaban masturbando, y como siempre César fue el que acabó antes.

Cada noche, desde entonces, se repitió el mismo juego, yo deseaba siempre que le tocara a Nelson, Carlos y César eran muy bruscos, solo querían que les hiciera su paja, con Nelson era diferente, me hacía sentirme una chica deseada.

Yo me había acostumbrado a masturbarme en el baño, en cuanto me ponía mi ropita de niña, para así no excitarme mucho con ellos, no quería que pensaran, que me daba placer estar con ellos y tocarlos.

Mi trabajo en la lavandería… me permitía, todos los días llevar sábanas limpias.

El domingo siguiente, volvieron a salir mis compañeros, yo me quedé, nadie vino a recogerme, de la ciudad donde vivía a allí había más de seis horas en autobús, yo entendía que no me vinieran a visitar mi madre y mi hermana, nos habíamos escrito alguna vez e incluso habíamos hablado por teléfono, pero nunca les dije lo que pasaba.

Cuando volvieron los muchachos, me trajeron… una faldita azul plisada, muy linda, una blusa blanca entallada, unas medias con liga color carne y unos zapatos blancos con tres dedos de tacón. Esta vez, cuando me lo dieron, no tuvieron que pedirme que me lo pusiera, directamente me fui al baño y me vestí, lo deseaba tanto, quería saber como me quedaba la falda y la blusa y ver mis piernas con las medias, la camisita era corta y se me veía el ombligo, dejé sin abrochar los cuatro primeros botones, de tal manera que se viera un poquito el sujetador.

Viéndome en el espejo, no pude por menos que hacerme una paja, deseaba tanto, verme así, toda de chica.

Al salir, Carlos y Nelson me lanzaron piropos. Me sentía alagada.

  • Que finos- dijo César y añadió…- No sabéis tratar a las mujeres, no os dais cuenta que no es más que una putita y una calientapollas.

Me agarró del brazo, me acercó hacia él y comenzó a meterme la mano por debajo de la falda, acariciando mis piernas y las medias, yo intenté evitarlo y di un gritito.

  • Cállate zorra, vas a hacer que vengan. ¿Qué quieres que todos te vean así y sepan que eres una mariquita puta?.- Me dijo César mientras continuaba sujetándome.

  • Déjala,- dijo Nelson.

  • ¿Qué crees, que no le gusta ir vestida así y provocarnos?

En esto y en medio de la disputa… entró el padre Antonio.

  • ¿Qué pasa aquí?... ¿ Y, esa niña?... ¿Nenay…? Cuéntame César… ¿Qué pasa?

  • Nada, que en vez de traernos un compañero, nos trajo una compañera, ahora Nelson y yo, intentábamos convencerla de que se quitara esa ropa, que no está bien.

  • Nenay.. ¿Tú qué dices? ¿Qué haces así vestido?

Intenté correr hacia el baño, para quitarme la ropa.

  • ¿Dónde vas?, ahora vienes conmigo.

Me agarró del brazo y me llevó casi arrastrándome hacia su dormitorio.

Intenté zafarme, y le decía que iba a dejar el colegio; pero no podía librarme de él y no me hacía caso.

Cuando llegamos a su dormitorio, de un empujón me arrojó en la cama.

  • ¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho con tus compañeros? ¿Te gusta vestir así?, ¿Qué eres una maricona?

Estaba muy humillada, y me había puesto a llorar.

  • Cállate niña, ponte de pié, quiero verte bien.

Mientras me intentaba limpiar los ojos, con la mano, me puse de pie, comencé a abrocharme al botón de la camisa, para ocultar el sujetador.

  • Te he dicho que te pongas en pie, no que te abroches. ¿qué les hacías a tus compañeros?. Dime.

  • Nada

  • Que crees, que soy idiota. Tres adolescentes, con una zorrita como tú y no hacíais nada… Levántate la falda.

  • Pero

  • ¿No me has oído guarra?,- me dijo atemorizándome.

Me levanté la falda, se podían ver mis braguitas rosas. Al ver mi vientre liso, no se me notaba el pene, que lo llevaba hacia atrás. Me tocó con su mano. El cura empezaba a sudar.

  • Hasta que solucionemos esto, permanecerás en mi habitación, ve a por todas tus cosas, y vuelve rápido.

Cuando salí de su habitación, pensé en escapar, pero sabía que todas las puertas estaban cerradas, lo más que podía hacer era ocultarme. Desistí de mi idea, no deseaba complicar las cosas.

Cuando llegué al dormitorio de los chicos, los tres permanecieron callados, creo que tenían más miedo que yo, por si había contado algo. Me cambié de ropa, me puse mi uniforme escolar de niño, recogí mis cosas y me fui.

  • ¿Quién te ha dado permiso, para cambiarte de ropa?. Me quedé sorprendida, yo pensaba que mi falta era vestir de mujer.- Te he dicho que no vas a volver a salir de aquí, mientras se solucionan las cosas, pero aquí vas a vestir y comportarte como una niña. Tus compañeros, ahora, son los que van a ocuparse de la lavandería, no sé lo que han hecho… pero ese será su castigo, y tú pórtate como una buena chica y… no intentes nada. No saldrás de esta habitación mientras yo no te deje.

Empecé a sacar mi ropa de niña del bolso, el sacerdote miraba fijamente lo que hacía y comenzaba a excitarse, mientras me veía separar la ropa de chica de la de chico.

  • Desnúdate y póntela.- Me ordenó.

Estaba avergonzada y aterrorizada, tenía miedo.

Cuando me hube desnudado, comencé a vestirme… me puse las braguitas, acomodé mi pene para que no se notara, intentaba hacerlo rápido, pero con cuidado y delicadeza, supongo que hacerlo de otra manera, era como traicionar esa ropita que tanto me gustaba. Luego me puse el sujetador, lo abroché delante, como había aprendido de mi hermana, luego le di la vuelta, metiendo mis brazos por los tirantes. A continuación me senté y me coloqué las medias, teniendo mucho cuidado de que el elástico quedara bien liso y no comenzara a enrollarse. Deslicé mis piernas dentro de la falda y comencé a subirla abrochándola en mi cintura. El padre, mientras me contemplaba, cada vez se le veía más excitado. Por último me puse la blusa, esta vez, solo dejé tres botones sin abrochar, de tal manera que tapaba el suje.

  • Nenay… ¿Te gusta estar vestida así?

  • Sí, padre.

El sacerdote había cambiado totalmente su actitud, queriéndose mostrarse ahora paternal. Se acercó a mí y me abrazó. Empezaba a sentirme confíada, pensaba que mi pesadilla, podía tener solución.

Pasados unos segundos, advertí como las manos del sacerdote, comenzaban a acariciar, los tirantes y el cierre del suje, y que se apretaba, cada vez, un poco más, hasta que pude notar perfectamente su poya dura, dentro de su pantalón, por encima de la falda. No me excitaba, empezaba nuevamente a estar aterrorizada.

El sacerdote, mientras seguía con una mano, tocándome el cierre del sujetador, con la otra, empezaba a levantarme la falda por detrás acariciando mis braguitas.

  • Ahora, voy a comprobar si quieres ser un chico o una chica… es por tu bien, me empujó a la cama y empezó a tocarme toda, sin ningún pudor. Después de acariciarme, por todos los sitios, se puso de rodillas, con estas a ambos lados de mi cuerpo y se sacó su pene, acercándolo a mi boca.

  • Acarícialo con la boca y chúpalo, sabes… como lo tenéis que hacer las chicas… ¿No?

Acerqué la boca y me lo metí dentro, empecé a deslizar los labios de arriba abajo. Poco tiempo después, creo que menos de un minuto, el cura se empezó a correr dentro de mi boca, yo intenté apartarlo. Esta vez con ira, me dijo

  • Bébetelo todo. ¿No eres una niña? Compórtate como tal.

Le obedecí, se lo dejé bien limpio. Cuando terminé fui al baño. Vomité. No sé si fue el sabor, el miedo, los nervios.

Cuando salí el cura, se había quedado dormido, exhausto. Me quité la falda, la blusa y el sujetador, me puse el camisón y me dormí encima de dos sillones.

A la mañana siguiente, el padre Antonio no me dijo ni una palabra, se aseo, se vistió y salió dejando la puerta cerrada, llevándose toda mi ropa de chico. A mediodía estuvo unos segundos para traerme algo de comida, simplemente me la dejó, también sin decir nada. Yo pasé todo el día, arreglando la habitación, estudiando por mi cuenta y pensando en lo que había pasado el día anterior.

Por la noche volvió el cura, trayéndome la cena.

  • Estás muy bonita, -me dijo y añadió, - lo que pasó ayer es importante para que sepamos realmente si eres un chico o una chica. ¿Disfrutaste?

Estaba perpleja, no entendía la manera de actuar del cura. Permanecí callada.

  • Hoy vas a dormir conmigo, ponte guapa, quiero que te sientas como una mujercita. Creo que en un par de semanas, estando juntos, podremos saber que es lo que eres y que te conviene. Pórtate bien conmigo y yo lo haré contigo.

Seguía sin entender nada, solo comprendía que el sacerdote, quería disfrutar conmigo, y pensaba si las otras chicas, las normales, tenían que pasar por situaciones como la mía. Primero con Andy y luego con Nelson, había empezado a disfrutar del sexo, pero… ¿Por qué tenía soportar a alguien, que no me gustaba ni deseaba? Supongo que mi poca experiencia de la vida, solo me permitía seguir la corriente y espera que acabara todo.

Durante toda la semana, todas las noches, debía de tocarlo, mientras él me tocaba, y luego chupársela, hasta que acababa en mi boca. El viernes, cuando llegó por la noche, me trajo un conjunto de sujetador y braguitas negro, precioso y un estuche de maquillaje.

  • Te estás portando muy bien, este es un regalo de tu "papi" para que estés muy linda.

Lo cogí y me fui al baño, me puse las braguitas, eran muy delicadas, con trasparencias en los lados y muy suaves, me gustaba sentirlas, el suje. me quedaba muy lindo. Me maquillé un poco, solo una sombrita suave blanca encima del párpado y rubor en las mejillas, en los labios me puse un color rosita.

  • Estás muy bonita… ¿Te gusta ser mi chica?

No le contesté, como iba a decirle que me gustaba mucho ser chica, pero que no me gustaba él, que lo odiaba con todas mis ansias.

Esa noche me hizo acostarme solo con la braguita y el sujetador, que no dejó de tocar. De nuevo lo tuve que volver a acariciar hasta que se corrió en mi boca.

El sábado…. pasó toda la tarde conmigo en la habitación, haciéndome fotos, me obligó a posar, desnuda, solo con las braguitas, luego también en bragas y sujetador, luego con la faldita, otras enseñando las bragas debajo de la falda, no sé… creo que de todas las maneras posibles.

Por dos veces y mientras me iba fotografiando me hizo masturbarlo, cuando se excitaba.

En la noche, me hizo meterme en la cama, solo con el camisoncito y bien maquillada. Esta vez empezó a acariciar mi culito y a meterme los dedos, cuando me la intento meter por mi agujerito, no fue posible, al final tuve que chupársela.

Al día siguiente, como a media mañana, entró el cura en el cuarto, se le notaba muy turbado.

  • Ni se te ocurra decir nada,- me dijo intentando atemorizarme.- Ha venido tu medre y quiere verte… no se te ocurra decirle nada, no me vas a joder… todo lo que he hecho, lo he hecho por ti, además tengo las fotos… aunque no va a hacer falta que se les enseñe, ¿No? ¿Verdad que me he portado muy bien contigo y no te he hecho nada malo…?

  • No se preocupe,- le dije, solo quería salir de allí y ver a Lucy.

  • Ponte tu uniforme y de verdad niña… no me jodas, no sabes de lo que soy capaz.

Cuando bajé al patio, allí estaban mi madre y mi hermana. ¡Que alegría!. Corrí hacia ellas, las abracé y nos besamos.

  • Estás muy guapo. - Me dijo mi madre.

  • No mamá… Estoy muy fea, con esta ropa.

No quería preocuparla, pero la situación que estaba viviendo, era tan horrible.

Salimos del colegio y nos dirigimos a un centro comercial, allí nos sentamos en una cafetería.

  • ¿Qué te pasa cariño?

  • Mamá… las cosas me están yendo muy mal

Al principio no sabía como, pero poco a poco me fui soltando y le conté casi todo lo que me había pasado en estas tres semanas. Evité decirle lo que había pasado con los muchachos, solo le dije que me habían tratado de chica y que me habían comprado ropa de niña para burlarse. Lo del padre Antonio se lo conté lo mejor que supe.

  • Ese cerdo, - dijo mi hermana.

  • No lo voy a permitir, - Me dijo mi madre, - cariño, si no hemos venido antes, ha sido porque antes, quería asegurarme de unas cosas

Me contó… como en este tiempo, se había dedicado a informarse más sobre mi situación, como había hablado con psicólogos, con médicos y como le habían dicho, que por una parte era bueno, que yo tuviera la oportunidad de compartir con otros chicos, una vida de chico, pero que si, yo, no estaba de acuerdo con esa situación, que debía dejarme seguir mi naturaleza, que había medios para que pudiera ser lo que yo quisiera. Le habían hablado de las hormonas y de que era posible operarme, cuando cumpla los dieciocho, incluso se prestaron a ayudarnos, si yo deseaba ser una chica completa.

  • Hija mía… creo que está decidido, a partir de ahora ya solo vas ser una niña, mi princesa, y no voy a permitir, que te vuelvan a hacer daño. No vas a volver a ese colegio.

  • Gracias mamá… ¿Y mis cosas?

  • Ven hermanita,- me dijo mi hermana.

Fuimos a una tienda de ropa de chicas. En el camino me contó que Andy, con su familia se habían ido a vivir a estados unidos, pensé que tal vez así sería mejor.

  • Cómprate lo que quieras, las cosas me van bien y aún serán mejor cuando me vuelvas a ayudar en el salón. Toda tu ropita la tienes bien colgadas en tu armario, sabía que volvería mi hermanita querida. Pero ahora te tendrás que poner algo para el viaje.

  • Elegí una faldita vaquera, no demasiado corta y una camisetita negra… que decía en letras rosas "chica mala"; unas sandalias, con unas tiritas negras y un poquito de tacón; escogí un conjunto de braguita y suje blancos.

Cuando me dirigí al probador

  • No pueden entrar los dos en el probador, dijo la dependienta dirigiéndose a mi hermana, mientras contaba las piezas, llevaba dos de cada para asegurarme de la talla.

  • Te espero aquí,- me dijo mi hermana.

La dependienta se quedó totalmente cortada… un chico iba a entrar a probarse toda esa ropa de chica.

Salí ya, vestida de niña, la dependienta había avisado a otras chicas que estaban trabajando allí y todas estaban esperando para verme.

Pasé entre ellas, muy erguida, dándole a mi hermana las etiquetas de la ropa que llevaba puesta y dejando en el mostrador, la ropa que no me quedaba y la de chico. Cuando la vio la dependienta me dijo

  • Y con esto que hacemos

  • Se pueden disfrazar, como hacía ella, si quieren.- dijo mi hermana.

Ya en nuestra casa ví, que toda mi ropa y otra que me había regalado mi hermana, estaba en mi armario, bien planchada y ordenada. Estaba feliz.

Al día siguiente fui con mi madre a ver al doctor. Según me vio

  • Es una chica y va a ser una mujer muy hermosa, nos dijo.

Mi madre envío notas de prensa a los periódicos, sobre los abusos que había sufrido por parte del sacerdote, nunca las publicaron.

Comencé a estudiar en la casa, mi hermana y mi madre me ayudaban. A final de curso me iban a examinar "por libre", no tenía que ir a ningún colegio.

En la peluquería cada vez nos iba mejor, se había corrido la voz que yo en el fondo era un niño, y unas por morbo, otras por solidaridad y creo que las más por nuestro excelente trabajo, llenaban el negocio.

Era una niña muy feliz… de cómo llegué a ser una mujer exitosa… es otra historia.