Nelson y yo

Hice realidad mis fantasías con mi negro amado amigo

NELSON Y YO

Había yo llegado al puerto después de un largo y extenuante viaje por una trocha cuyos lodazales atollaban al campero de uso público en el que viajamos ocho personas. El viaje había sido previsto para cinco horas, pero las atolladas lo extendieron a ocho. Nelson, mi amigo desde hacía cuatro años, me esperó pacientemente allí para tomar la lancha que nos llevaría finalmente al pueblo. Me emocioné al verlo con su piel oscura, sus facciones negras, su cuerpo bien formado alto y elegante que acentuaban su graciosa presencia. Tenía puesta una camisa de mangas largas de rayas verticales azules y un pantalón caqui algo flojo que le daban un aire de campesino mas aún por el sombrero de ala ancha que lo protegía del sol inclemente.

El ignoraba que era parte de mis fantasías sexuales. En mis derroches mentales siempre lo imaginaba semidesnudo con calzones rojos o blancos mostrando su envidiable cuerpo y después metido en la ducha de mi casa bañándose sonriente con su animal erecto servido para mí, pero eso eran cosas de la mente porque Nelson era novio de una gran amiga mía. En eso pensaba yo mientras sonriente y después de tres meses de no vernos Nelson se acercaba para ayudarme con las maletas.

-Muy cansado?.- me decía mientras me daba un abrazo.

-y hambriento- le contesté.

-me da gusto verte otra vez!

-el gusto es mío – me respondió

Durante el trayecto de diez minutos en lancha rápida para atravesar el golfo noté que miraba mi rostro con detalle y luego exclamó que me veía simpático y que me sentaba muy bien las patillas largas y el bigote y la barba en forma de candado. Yo me ruboricé un poco y el lo notó. Siempre me dio la impresión de que su presunta heterosexualidad no descansaba sobre bases sólidas pues a menudo hacía comentarios un tanto homo. Finalmente llegamos al puerto del pueblo donde nos esperaban tres hermosos caballos que el previamente había dispuesto. Uno para él, uno para mí y otro para las maletas. Nos montamos cada uno en el suyo no sin antes acomodar bien las maletas y a paso lento nos fuimos por un sendero serpenteante hasta llegar a la finca en la que felizmente permaneceríamos una semana. Durante el trayecto de veinte minutos cruzamos un río empedrado de aguas diáfanas que daban a las bestias por los tobillos. Los animales bebieron agua y Nelson aprovechó para bajarse, refrescarse y orinar. No tuvo ningún recato en sacar su pene de frente hacia mí no se sin con intención o no, pero yo disfruté de reojo mirando su cosa dormida botando ese chorro amarillo que se diluía al caer en las aguas mansas del rió. Continuamos el trayecto y finalmente llegamos a la casa de madera pequeña, acogedora y de dos plantas que bien se emplazaba en un valle de dos colinas verdosas y suaves. Allí empezaría todo.

Llegamos, desensillamos a las bestias en un potrero pequeño contiguo a la casa, bajamos las maletas y en el recibidor nos esperaba la señora Martina, esposa de Valentín quien era el trabajador de la finca y que en ese momento se hallaba en los maizales colina arriba. La señora de un humor suave y de ademanes muy campesinos nos ayudó a organizarnos con las maletas. Ella y su marido vivían en el piso de abajo y Nelson residía en el piso de arriba. Eran dos casas independientes en una sola; cada piso tenía sus espacios de autosuficiencia. La señora Martina nos sirvió comida caliente consistente en plátanos guisados, carne asada y unas rebanadas de queso criollo que yo devoré como perro hambriento puesto que durante el viaje de ocho horas no había probado bocado. Eran las cuatro de la tarde y una vez satisfecho me provocaba un baño y un descanso. Nelson así lo advirtió y me invitó a una quebrada de aguas mansas que pasaba por detrás de la colina norte de la casa y nos descansáramos un poco.

Subimos al segundo piso y allí dispuse mi ropaje en la el armario de la habitación clara con vista a la colina muy hermosa y hacia el potrero también a través de un par de ventanas. El mobiliario de la habitación era sencillo y práctico: a parte del armario había dos camas anchas cada una con toldos para protegerse de zancudos nocturnos y un escritorio pequeño. Me cambié la ropa sudada del viaje en presencia del Nelson que no dejó de contemplarme y de hacer comentarios algo atrevidos sobre mi cuerpo aunque en tono de broma. Tomé una pantaloneta, mi toalla, unas sandalias una barra de jabón y nos marchamos a la quebrada cercana. El paisaje era hermoso y en el punto donde escogimos bañarnos había árboles frondosos cuyas altas ramas cruzaban como puentes tubulares a la quebrada desplegando como manchas sobre las aguas una sobra fresca y acogedora. Me metí en el agua de corriente suave que me daba hasta el ombligo, sentí un frío refrescante y me agaché sobre la sábana de piedras diminutas para que mi cuerpo se hundiera y mojarme hasta la cabeza. Nelson me observaba afablemente sentado sobre un peñasco con la camisa desabrochada y las botas de sus pantalones flojos dobladas hasta poco debajo de las rodillas.

  • Que envidia, te ves fresco – me dijo

  • porqué no te bañas también? –

  • seguro que sí.

Se puso de pié sobre el peñasco se quitó la camisa de mangas largas aflorando su cuerpo algo musculoso y de piel oscura que tanto recreaba en mis fantasías. Luego con parsimonia ceremonial se bajó los pantalones y junto con la camias los colgó sobre la rama de un árbol que alcanzaba desde el peñasco. Sus piernas gruesas y de músculos amplios aparecieron a mi vista atónita y su calzón azul oscuro ajustado dibujaba las líneas de su ingle, los testículos y el pene. Yo me excite inevitablemente simulando no estarlo. Me hacía el distraído yendo a la orilla a buscar el jabón. El se metió al agua algo distante a mí. Estando dentro nado un poco, pues es un excelente nadador. Yo me divertía viendo el espectáculo de ese negro con cuerpo de Dios olímpico semidesnudo ante mí. Mi erección fue inevitable, aunque no tan fuerte y con un control mental de hindú pude controlarme un poco. Menos mal que todo lo resolvía metiéndome al agua y sentándome sobre las piedras para que el agua cubriera mi parte baja.

Me enjaboné el cuerpo con suavidad cerca de la orilla mientras Nelson nadaba y nadaba como perrito. De pronto vi que su calzón lo sostenía en la mano y lo enjuagaba con el agua me grito para pedirme el jabón. Yo lentamente sin quitar mi mirada de su espalda y de su trasero le anuncié que se lo arrojaría pues el estaba a unos siete metros distante de mí cerca de otro peñasco; el giró su cuerpo presentándose desnudo ante mi. No pude evitar mirarle todo y concentrarme un segundo fugaz sobre su miembro colgante oscuro y largo goteante de agua de río. Se lo miré pleno y fresco. Me avergonzó que él se diera cuenta que yo se lo contemplara y luego sonrió y se giró dejando que yo pudiera contemplar su trasero abultado, de un color mas claro que el resto del cuerpo y de una simetría y belleza única. Atrapó el jabón como jugador de baseball y terminó teatralmente de lavar su calzón. Yo me volví a erectar y resolví el asunto entrando en el agua para retirarme el jabón del cuerpo dando la espalda a Nelson para no mirar su desnudez. Sentí que nadaba hacia mí y me dio temor de que notara el bulto de mi erección sobre la pantaloneta a pesar de que yo estaba agachado y más de la mitad de mi cuerpo estaba bajo el agua. Pasó cerca de mí y finalmente llegó a la orilla. Subió al peñasco desnudo y tomó mi toalla para secarse y rápidamente se vistió nuevamente pero sin colocarse el calzón mojado que había lavado; éste lo conservó en su mano hasta que llegamos a casa. Me dio tiempo de salir del río secarme un poco y nervosamente caminar hasta la casa dándole vuelta a la colina. Nos devolvimos en silencio y yo sentí que el leía mi estado turbado de excitación sexual. Ya eran casi las seis de la tarde y el velo nocturno empezaba a caer a pesar de la claridad de la luna llena que iluminaba con su luz argenta las siluetas de todo cuanto nos rodeaba.

Llegamos a casa nuevamente y Valentín me recibió con cortesía de campesino. Era alto, moreno, delgado y conservaba un bigote espeso. Me puse una camiseta fresca y jugamos un poco a las cartas a la luz de dos candelabros dispuestos en los pilares de madera que soportaban la casa. A eso de las siete yo estaba casi muerto del sueño y Nelson lo advirtió. Nos despedimos de Valentín y de Martina quienes insistieron en que continuáramos el juego y subimos a la intimidad acogedora de la segunda planta de la casa.

-De veras tienes mucho sueño? - me preguntó Nelson como deseando de que mi respuesta fuera no.

-Mas bien cansancio, quiero estar acostado me entiendes?

-Si, claro has tenido un día pesado.

Y luego me fulminó con una pregunta inesperada carente de forma y de contexto.

-Has tenido alguna vez fantasías con hombres?

Por un momento pensé que la pregunta me la había inventado yo, pero no era así, era el mismo Nelson con su intuición de madre recién parida quien me hacía la pregunta en el silencio oscuro de la habitación cálida, sentado al borde de la cama mientras yo buscaba otra pantaloneta seca para dormir. Le respondí con voz nerviosa otra pregunta

-y a que viene esa pregunta?

-vamos, yo sé que ti te gustan los hombres, no te sientas avergonzado por eso. Lo he advertido desde hace tiempo. Eso no tiene nada de malo por eso te hago la pregunta. Eres mi amigo y quiero serte sincero o dime que estoy equivocado?

Me quedé con un silencio espectral que heló hasta mi tuétano y me aceleró el corazón que se escuchaba latir a distancia con un retumbe de trueno feroz.

-Nelson – empecé mientras me sentaba en la cama frente a él – debo confesarte que sí, que yo siento inclinaciones más hacía los hombres que hacia las mujeres, pero me da miedo reconocerlo abiertamente.

Se me aguaron los ojos inevitablemente me sentí descubierto y tonto.

-tranquilo, yo te comprendo y no te sientas solo, porque yo fantaseo con hombres a pesar de que tengo novia.

Lo que me dijo me volvió a conmover y me atreví a mirarlo de frente con su mirada penetrante que la luz plateada de la luna le iluminaba débilmente. Me sentí feliz y confuso al mismo tiempo. Sentí un alivio y advertí de pronto que no estaba solo, que el amigo entrañable con el que fantaseaba también tenía la misma condición mía. Se levantó se sentó a mi lado y me abrazó cálidamente dándome palabras de ánimo y respeto. Luego de algún momento de silencio compresivo me bromeó medio en serio que mi trasero estaba como para chuparse los dedos y que mi palo se veía rico. Yo me ruboricé y riéndome le dije que a mi me fascinaba su nabo negro y que me divertí mirándolo cuando nos bañamos. El me dijo que se dio cuenta y todo lo había hecho a propósito. El ambiente se tornó cálido, espeso y estimulante.

Me fulminó con otra pregunta que me aceleró nuevamente el corazón y me puso nervioso

-puedo dormir con tigo en la misma cama?

-si, porque no? – le respondí con el alma en la mano.

Hubo un silencio espectral otra vez mientras el ritual de meternos a la cama. Yo estaba confuso, emocionado, nervioso pues por vez primera iba yo a dormir con otro hombre y no cualquiera, era el hombre que me gustaba y lo mas emocionante era que yo pensaba que el gustaba de mí también y eso implicaba que cualquier cosa podría pasar esa noche. El sueño se me había espantado de pronto. Acomodamos el toldo para que nos cubriera de zancudos, él se quitó sus pantalones flojos y la camisa y se fue a la habitación contigua a buscar otro calzón seco para dormir pude advertir que era blanco pues resaltaba con la luz que se filtraba por las ventanas. Era tal como yo me lo imaginaba en mis fantasías. Yo estaba acomodado boca arriba del lado que daba a las pared dejando espacio para que el se acomodara a mi lado. Lo hizo con parsimonia teatral mirando a mis ojos. Me preguntó si yo deseaba que encendiéramos un candelabro, yo le dije que sí que nos iluminara un poco más. Encendió uno distante, en el rincón opuesto a la cama cuya luz amarilla y débil nos alumbraba. La piel de Nelson brillaba y el ambiente se tornó más sensual con esa luz casi rojiza. Se metió a la cama y se acostó de medio lado mirando hacía mí como si deseara conversar.

Conversamos largamente sobre muchas cosas, sobre lo sexual, lo emotivo, sobre su novia mi amiga Rosa, sobre lo económico etc., y finalmente sin darnos cuenta nos dábamos un beso suave y cálido como la luz que nos bañaba. Los labios carnosos y gruesos de negro africano inundaron los míos delgados. Nelson me besó con pasión, lentamente con ímpetu de experto transmitiendo en ese beso una energía inusitada. La sensación que experimenté fue placentera. Nuestras lenguas se acariciaron mutuamente a medida que el beso tomaba forma. Yo adopté una actitud mas pasiva, pues Nelson tenía mas libertad para moverse al estar boca arriba. Mis manos acariciaban su espalda tersa y musculosa y él ya neceaba mi barriga con caricias débiles que hacía con sus dedos. La excitación en ambos fue subiendo con efervescencia. Nos abrazamos con fuerza y Nelson se subió encima de mi cuerpo. Sentí el peso de su humanidad encima de mí. Era una sensación nueva. Los músculos de su pecho y abdomen contra los míos y sus gruesas piernas enredadas con las mías estimulaban mas el beso eterno que nos dábamos como desquitándonos el tiempo perdido. La cama traqueaba un poco con el movimiento un tanto desordenado de nuestros cuerpos al ritmo del beso. Nelson encima de mí empezó a moverse simulando el coito. Alzaba su vientre, su pelvis y luego se dejaba caer con ritmo de animal en celo, yo sentía su barriga contra la mía, su pecho contra el mío, sus jadeos confundiéndose contra mi aliento en un beso entrecortado y también sentí su pene endurecido tras su calzón blanco chocar contra el mío que estaba duro también. Bajamos el ritmo bajo el toldo y por un momento fui consciente del silencio asombroso que reinaba en esa noche que dejaba filtrar la luz de la luna. Nelson dio el siguiente paso y empezó a deslizar su cuerpo hacía abajo colocando su cabeza sobre mi pecho. Me lo besaba con ternura única y me susurraba que le fascinaba mi pecho velludo. Nuevamente subía hasta para besarme el cuello y luego descendía hasta mi pecho. Luego su lengua resbaló hacía la zona de mi abdomen y barriga. Allí soy muy sensible a las caricias y él al advertirlo se concentró hábilmente en acariciarme la barriga con su lengua espesa, cálida y húmeda. Mis jadeos se hicieron inevitables. A través de la débil luz lunar y de la luz amarilla que derramaba el candelabro podía observar la exquisitez de ese cuerpo hurgando sobre el mío y eso me estimulaba más. Ya no estaba asustado, sino excitado y entregado al máximo.

De manera fugaz, como un rayo pasó por mi mente el recuerdo de Santiago, el primer hombre con quien tuve algunas caricias eróticas. Era lo más que me había permitido. Fue mi profesor de matemáticas y en una sesión en la que quedamos solos en su casa tras una clase particular nos besamos y nos acariciamos los sexos deseosos, pero yo me asusté al ver que Santiago caminaba con rapidez con pretensión de penetrarme. Yo tenía entonces solo quince años mientras él contaba con 39. Eso me asustaba, pero emocionado le chupe su verga hasta que eyaculó sobre mi rostro. Después de eso no nos volvimos a encontrar puesto que él se fue a vivir a una ciudad distante.

Ahora estaba mas seguro de mí, en una cama, relajado, ante un amigo que me inspiraba confianza y que iba lentamente invadiendo de caricias mi cuerpo tal como lo imaginaba en las fantasías, tal como lo imaginaba cuando mi masturbaba mirando fotografías de hombres desnudos o semidesnudos. Nelson me bajó el calzón y con parsimonia me lo quitó. Quedé desnudo para él pude ver como su vista recorría mi cuerpo y se clavó en pene erecto iluminado por el candelabro. Yo distendí mas las piernas mi verga palpitaba. Nelson sentado a mi lado me acarició los muslos con una mano y con la otra la barriga. Fue deslizando lentamente la mano desde la barriga hasta toparse con el monte de pelos púbicos y alcanzar el tronco del nacimiento de mi verga que apuntaba como cohete hacía el techo. La agarró con delicadeza y la acarició con mas tacto de explorador que de amante.

-la tienes linda. Provocas! – me dijo susurrando

Entonces jugó con el prepucio pelando y cubriendo mi verga simulando una lenta masturbación. Con la otra mano acarició mis testículos que ya estaban recogidos de la excitación. Abandonó las caricias peneales me besó nuevamente el pecho y la barriga para ir descendiendo con su boca deseosa hasta abajo. Sus labios se estrellaron con mis pelos púbicos y me dio un sonoro y cálido beso en el tronco de mi falo. Allí fue subiendo dando besos a mi verga hasta llegar a la cima. Parecía una ceremonia de alpinista. Luego por fin y dando gusto a mis ansiedades metió la cabeza de mi pene en su jugosa boca sin dejar de agarrarme el palo con la mano simulando una masturbación. Las sensaciones que me invadieron fueron exquisitas e inusitadas. Mis músculos se tensaron al Nelson comerse mi verga con más ahínco. Sus chupadas pasaron de ser suaves y tiernas a ser fuertes y silvestres. Me encantaba como manejaba el ritmo de la mamada; sin duda ya lo había hecho. Mis jadeos se hicieron sordos y profundos y el subía y bajaba la cabeza tragando mas de la mitad de mi falo en la chupada que me hacía. Su lengua suave y cálida acariciaba la cabeza del palo generando unas sensaciones fuertes en mí al borde de la eyaculación. Descansó diciendo tomando un respiro y dijo que yo estaba rico. Tomó una almohada y me la dispuso debajo de mi espalda baja, justo en mis riñones, así mi pelvis quedaba levantada y le daba más comodidad a él.

Chupó mi verga otra vez, pero esta vez solo con su lengua juguetona. La ponía en la punta de mi palo y la resbalaba por el frenillo hasta tocar mis bolas. En uno de esos circuitos se quedó acariciando mis testículos con su lengua y masturbando mi verga con su mano. El calor de nuestros cuerpos excitados generaba una atmósfera estimulante acentuada por la luz de las llamas del candelabro. El olor a macho reinaba por doquier. Nelson alzó mis huevas con su mano delicada y su lengua lentamente hurgó mi zona perineal. Allí jugó como niño hasta que llegó a la gloria. Inundó mi culo apretado de caricias leves y húmedas. Su lengua juguetona como de serpiente se pasaba calurosamente por el hoyo que poco a poco fui dilatando hasta acostumbrase a las ricas lamidas de Nelson. Era la primera vez que mi besaban el culo, pues solo Santiago había pasado su dedito cerca pero sin llegar a más. La brisa suave penetraba por la ventana y la luz del candelabro vacilaba con apagarse pero sin lograrlo.

-Ponte de espalda, como perrito

La petición de Nelson era magistral y sin aire de mando. Yo me dispuse cual lo pedido, de espaldas hacia él arrodillado sobre el colchón de sábanas blancas que soportaba nuestros cuerpos. Abrí un poco mis piernas y Nelson hurgó su lengua en mi agujerito no sin antes deleitarse acariciando mis nalgas y diciéndome algunas obscenidades. Se concentró en pasar su lengua húmeda por mi ano palpitante que gozaba en carne viva las sensaciones que nunca antes había palpado más que en fantasías. No me di cuenta del momento en que Nelson bajó su calzón hasta las rodillas, pues de repente dejé de sentir su lengua delgada, blanda y húmeda para sentir esa verga dura que había visto dormida un par de veces durante el día. La pasó por mi culito pero sin penetrar. No estaba preparado pese a lo relajado que estaba mi ano. Me estimulaba pasando su palo por mis nalgas, por la raja de mi trasero y hasta me punteaba las huevas desde atrás. Luego ponía la cabeza de la polla justo en mi culito y la meneaba vagamente mientras que sus manos neceas manoseaban mi verga.

No aguanté mas la ansiedad de mirar esa polla en acción así que me escapé de sus manos, giré mi cuerpo y allí pude contemplar es verga bajo la luz amarilla de las velas del candelabro. El al mirar que yo le reparaba su sexo me preguntó si me agradaba, yo le contesté que sí. Era mas hermoso de cómo me lo había imaginado en los juegos mentales; larga, mas que la mía, delgada, negra y con una cabeza de un color indescifrable y de forma cónica y de punta aguda como ojiva nuclear. Era recta como una mazorca. El vello púbico era escaso y de un color azabache que brillaba con la luz. La tomé en mis manos y sentí como palpitaba. La empuñé con mi mano izquierda que apenas cubría la mitad de la longitud. Días después bromeando con una vieja cinta métrica nos medimos las pollas y la mía tenía 15, 5 cm mientras que la de él 19 cm.

Le hice una paja suave y me fascinaba la expresión de su rostro vencido de placer. El arrodillado en la cama con su animal despierto me facilitó las cosas. Poco a poco acerqué mi boca a esa picha negra y sentí el olor penetrante de la verga y sus fluidos. El sudor resbalaba por sus piernas y su abdomen. Cerré los ojos para concentrarme en el placentero sabor de la cabeza de la verga mas deseada por mí. Dejé que esos sabores inundaran la punta de mi lengua. Poco a poco la confianza fue creciendo y cada vez me metía más de su trozo en mi boca y me entregué a una chupada plácida. El negro gemía de placer y eso me excitaba más. Su verga era dura y blanda a la vez, muy rica al tacto de mi boca húmeda. Aumenté sin darme cuenta la velocidad de la mamada tal como practicaba en mis masturbaciones metiéndome un plástico o dos de mis dedos. A veces bajaba el ritmo y me concentraba en apretar las nalgas carnosas y las bolas colgantes. Nos acomodamos para cansarnos menos. Nelson se sentó al borde de la cama y yo recogí el toldo que nos cubría y con cuidado de no hacer ruido me senté sobre el piso de madera. Engullí con creciente confianza la verga de mis sueños. Descansaba un poco sin dejar de masturbarlo y luego pasaba mi lengua desde la punta hasta el nacimiento del tronco donde se une con las bolas.

-me enloqueces, ahhh, mmmm, me vas hacer llegar –

Me advirtió, pero yo quise probar el semen y no deje de mamar su verga. Sentí la contracción y el pálpito de la verga inflada a punto de dispara y no la evite. Descargó su crema blanca y espesa en mi boca. Fue una sensación rica, alcancé a tragar un poco de leche y la otra la retuve en mi boca para dejarla salir otra vez sobre la verga que no dejé de mamar hasta que terminó de derramar semen.

-hay agua en la cocina – me advirtió.

Fui lentamente a la cocina y me enjuagué la boca pegajosa de semen con una felicidad que no me cabía en el alma.

-te han penetrado? – preguntó deseoso

-nunca y me da miedo todavía, espero me comprendas

-tranquilo ya habrá tiempo para eso, te gustó la chupada de culo?

-si y mucho. A ti si te han penetrado?- le pregunté con curiosidad

-una vez. Mi primo Javier me cogió antes de irse para el exterior, hace ya más de un año

Era tácito y evidente que el deseaba penetrarme y ser penetrado. Yo nunca había cogido a un hombre y creo que ésta iba a ser la primera vez.

Nelson se acostó boca arriba en la cama con su verga todavía parada a pesar del orgasmo. Se estaba masturbando suavemente y yo lo contemplaba, luego sin mirarme y sin dejar de tocarse su palo me dijo:

-quieres probar?

-que cosa?

-quieres que te penetre?, lo intentamos?

-bueno, pero ten cuidado por favor.

-descuida no forzaré las cosas.

Se incorporó arrodillándose con su animal duro y largo y yo le di la espalda un poco asustado. Se agachó y nuevamente inundó mi culo de caricias cálidas con su lengua juguetona que poco a poco fue relajándome el ano hasta sentir un placer delicioso y fresco. Puso su pene cerca de mi raja. Lo manoseaba como buscando un orificio perdido y luego sentí la cabeza cálida y palpitante justo en mi hoyito. Pero la quitó e inteligentemente acarició mi culo con su dedo meñique. Me lo acarició no sin antes ensalibarlo y humedecerlo con el semen desperdigado en su pelvis. Lubricó el dedo y lentamente y con mucho cuidado lo metió un poco en mi culo cuyas paredes se expandieron. Me sentí extrañó pero plácido. Lo dejó allí para que me acostumbrara a la sensación. Luego lo fue metiendo hasta que sin darme cuenta ya tenía adentro todo su dedo meñique hurgando y puyando adentro dándome un extraño placer. Después de un rato metió su dedo medio o corazón que era más grueso. Hizo la misma operación hasta que lo metió todo. No me dolío pero las sensaciones a pesar de placenteras eran extrañas. Ahora sudaba yo también y el olor de nuestros sudores enrarecía la atmósfera. Luego mi ano estaba relajado y sentí como la cabeza de su polla se posó justo en mi hoyo. Nelson lentamente empujó y mi culo se expandió provocándome una incomodidad que no era dolorosa. Metió la cabeza y la dejó allí para que me acostumbrara al grosor. Luego se atrevió a hundir su palo y lo hizo con mucha consideración. Nelson metió un tercio de su verga en mi culo que vibraba. Experimenté el placer de ser penetrado, pero me sentía extraño. Nelson sacaba su falo hasta su cabeza y luego lo metía hasta un tercio con lentitud. Después fue cogiendo confianza y ritmo y nos fundimos en un coito anal muy sutil y placentero. Su verga palpitaba en mi culo y cada vez que embestía dejaba ir un poco mas de su trozo en mi agujero hasta que pude sentir su pelvis golpear contra mis nalgas. La había metido toda. La dejó allí apretada en mi culo hasta que yo me acostumbré a pesar de un poco de ardor. Entonces la sacó y se fue a la alcoba contigua. Trajo en su mano un frasco con una crema grasosa

  • es vaselina, así es mas suave – me dijo

Se untó la verga de vaselina. La crema hacía brillar el pene como si estuviera embetunado. Luego me aplicó un poco en mi ano que me ardía un tanto. Puso su verga en mis nalgas y esta vez la dejó hundir hasta toda con suavidad. Ahora la fricción de la carne de su verga en mi culo era más suave y placentera. Tomó confianza me agarró por las caderas y me culió con ritmo lento pero firme. Sentí un cosquilleo delicioso que me excitaba y me obligaba a masturbar mi verga. Mientras el embestía mi culo y jadeaba yo me hacía una paja. Le dije que ya me iba a llegar, pero concentrado en la cogida no me hizo caso y derrame todo el semen sobre la sábana. El placer era infinito. Apreté mi culo y Nelso se obligó a detener su movimiento con su verga ahorcada por el calor de mi trasero. Después de relajarme el prosiguió cogiendo hasta que eyaculó dentro de mi culo que dejó de ser virgen.

Fue una noche larga y espléndida en la que descubrí el placer de amar a un hombre.

Al día siguiente no tuvimos intimidad, pues siempre estuvimos acompañados de terceras personas y por lo visto tendríamos que esperar hasta la noche para hacernos el amor. Yo deseaba tener sexo en algún paraje natural durante la luz del día para contemplar bien Nelson, pero no era posible. En la tarde tuvimos una oportunidad. Nos fuimos a bañar a la quebrada fresca y advertimos que estábamos solos. Nos metimos al agua un rato y luego nos escondimos tras un peñasco grande. Nelson se desnudó y le mamé la polla que se fue parando en mi boca hasta que se le puso dura. La pude contemplar bien. Era oscura con unas venas bien marcadas y con una cabeza color violeta oscuro. Era muy estética. La chupé.

-intenta penetrarme. Lo deseo, puedes?

-si claro, será un placer mi amor – le contesté

Mi verga ya estaba erecta. El se agachó de espaldas como perrito apoyando sus manos en un peñasco. Sus nalgas brillaban con la luz solar y me ofrecían una visión muy bonita y estética. Eso me excitó más. Nelson, precavido como siempre extrajo del bolsillo del pantalón que colgaba de una rama encima del peñasco en tarro de vaselina. El mismo me la untó en la verga. Se volteó y yo le explayé las nalgas para verle su culo negro. Puse mi verga en la entrada del hoyo y le metí la cabeza. Mi verga era un tanto mas gruesa que la de él, pero de todas maneras el ya había sido penetrado alguna vez. El placer que inundó mi pene al irse hundiendo poco a poco en las profundidades de ese culo fue indescriptible. Metí mi verga casi toda y Nelson jadeaba incitándome a que me lo cogiera con más fuerza. Tímidamente fue tomando confianza hasta meterle toda mi verga. Me lo culié con ricura sobre el peñasco con el sonido de las aguas de la quebrada de fondo y con cantos de pájaros por doquier. Fue una cogida única. El culo estaba tan sabroso que no sé si es mas rico meter verga o que se la metan a uno. El cosquilleo inevitable del orgasmo se acercó y se lo advertí a Nelson que eligió probar mi leche. Saqué mi polla inflada de su culo y casi al tiempo de que el negro acerara su rostro a mi pene, éste disparó chorros de semen espeso que chocaron en sus mejillas y los menos afortunados se estrellaron sobre el peñasco blanco.

Fue una feliz semana en la que hice el amor quince veces en siete días experimentando orgasmos elevados y consolidé mi amor con un hombre bueno. Nelson terminaría su relación con mi amiga Rosa y decidió mas por naturaleza que otra cosa vivir para fortuna mía su condición homosexual con migo.

Dedico éste escrito a Nelson.

Espero escriban sus críticas a favor o a disfavor. Mi correo es sutanitox@latinmail.com