Negocios y Placer 11
Un clavo sacará a otro, tal vez si es lo que necesito. Pero podré conseguirlo esta noche.
Sabía que aquello no tenía pies ni cabeza, pero tras un par de días me di cuenta que estaba muy preocupado por todo lo que aquella impotencia con mi esposa me estaba generando, ese era un síntoma de que algo más grave podía estar ocurriendo conmigo. Un par de días después mi esposa ya se había contactado con una chica que me dijo que estaba de acuerdo en lo que ella había planteado y bueno debía recogerla, después pasaríamos juntos la noche en un motel. Tatiana me decía una y otra vez que hiciera lo que quisiera con ella, que no habría reclamos ni dudas después y que lo único que ella esperaba es que que al siguiente día las cosas volvieran a ser lo que siempre habían sido con mi ella.
Llegado el día de aquel evento, pude ver como el semblante de mi esposa se deterioraba hora tras hora, era una tensa espera hasta la tarde, creo que las cosas cotidianas te hacen sentir como si estuvieras en un planeta distinto, preocupado por encontrar un sentido a seguir adelante y no enfrascarte en angustias inútiles. Almorzamos conversando de cosas que no pensábamos y nos reíamos forzadamente mientras veíamos el tiempo pasar. Cuando llegó la hora, Tatiana me indicó que debía ir a verla en un sitio específico, que ella me esperaba a las 8 de la noche en la dirección pactada.
- Espero todo salga bien... - me dijo mi esposa con voz entrecortada, podía ver como todo aquello le estaba afectando terriblemente, seguro que se sentía como si estuviera yendo al matadero, y lo sé porque yo igual lo sentí. – disfruta de ella, haz lo que quieras, te repito que no te frenes en nada, pero al final vuelve conmigo…
- Ya salgo a buscarla... y espero que todo mejore con esto... - dije con poca convicción ya que los nervios me invadían.
Tatiana me miró a los ojos, ella estaba tan tensa como yo, pero la veía resuelta a pasar ese trago amargo con tal de que las cosas mejoren. De mi parte no estaba confiado, ya hacía algunos años que no estaba con otra chica y bueno aunque las cosas no se olvidan, pues ese toque de confianza y camaradería no puede ganarse por dormir con alguien una noche y ya con el tiempo eso es de las cosas que más me agradan de estar con mi esposa.
Salí dándole un beso tierno en los labios, que a su vez me fue devuelto con un intenso beso de parte de mi esposa; ella me abrazó y me dio uno de los besos más fuertes que me había dado en la vida, creo que intentaba un ataque de último minuto para convencerme de que no vaya, aunque haya sido su idea. Yo de mi parte se lo devolví con la misma intención, pero ni así logre que en mi se despertara ningún arresto de lujuria para con ella.
- Pásalo bien, relájate, déjate llevar y al final... regresa a mí... - me dijo al final, sosteniendo mi mano mientras me alejaba hacia la puerta, una sensación me hizo volver la mirada y pude ver en sus ojos los mismos que seguramente hace más de un mes tendría yo mismo.
- Regresaré...
Mi despedida me supo amarga, por alguna razón inexplicable no podía sentirme tranquilo, menos aún emocionado con el hecho de que aquella noche iba a pasarla con otra mujer y para colmo con el beneplácito e incluso incitación de mi esposa. Creo que el sueño de muchos hombres yo lo estaba viviendo, pero eso no hacía que mi cuerpo se sienta diferente, era una especie de amortiguamiento, adormilamiento talvez de mis piernas y brazos, creo incluso que mi corazón lo sentía y no participaba en aquel momento.
Pronto llegué a mi destino, un café muy conocido era el punto de encuentro, algo discreto como para evitar cualquier inconveniente o inconformidad según estipulaba el contrato con la chica. Con un café en mi mesa y diez minutos de espera llegó una preciosa muchacha de veinte y pocos, bella figura y un rostro precioso que hacían juego con una bella sonrisa. Su nombre era Shandra, y según e indicó se dedicaba a esto para costear sus estudios; algo común me decía yo, pero que al final de cuentas ayudaba a mantener una fachada.
Conversamos poco hasta que decidí que deberíamos irnos, en ese punto ya estaba tranquilo y muy confiado, aunque para ser sincero no creo que estando al lado de tremenda mujer algún mortal pudiera sentirse sin algún tipo de nerviosismo. Fuimos a un motel cercano, mientras más avanzaba hasta ese lugar mi nerviosismo aumentaba más y más, pese a que Shandra era una muy buena conversadora y se expresaba muy fácilmente, a pesar de todo me costaba mucho seguir su conversación y sus ideas; estaba preocupado por lo que se supone debería suceder esa noche.
Tan pronto llegamos a nuestro destino, entramos a una habitación muy lujosa aunque impersonal como cualquier lugar de estos. Pronto mi bella acompañante me abrazó colocando su rostro muy cerca del mío, mientras hacía que mis manos se deslizasen por encima de su ropa que en extremo ajustada dejaba sentir todas sus pronunciadas curvas. Sentirla tan cerca y el aroma tan dulce de su perfume creo que a cualquier hombre habría generado una reacción capaz de romper su pantalón, pero yo me encontraba ahí junto a ella sin poder recuperar la fuerza necesaria para seguir, lo que en ese minuto me aterró.
- Lo siento... creo que son los nervios...
- Tranquilo mi amor... - dijo Shandra con un tono de voz cadencioso y sensual, estaba seguro que aquella chica sabía cómo hacer sentir a un hombre en la gloria. - Tu mujer me indicó el problema y te aseguro que yo te voy a curar... Ahora voy a prepararme, date una ducha hasta tanto.
Shandra me envió a la ducha donde aproveché para refrescarme y tranquilizar los nervios, seguramente era eso, solamente nervios de ver a aquella bella chica a mi lado o tal vez la situación ya que nunca había estado en una situación igual. Tras una breve ducha salí puesto únicamente una toalla en mi cintura, pero cuando llegué a la habitación pude ver a mi acompañante luciendo un picardías blanco muy transparente y sensual; un traje así solamente hacía que su figura resalte aún más si cabe, un pelo suelto y ondulado, un rostro precioso y delicadamente maquillado, sus pechos jóvenes y firmes que sobresalían de su cuerpo y unas caderas que mostraban unas curvas casi imposibles de conseguir era un juego explosivo y ahora estaba ahí para mi deleite.
- Ven amor... - me invitaba a acompañarla en la cama de aquel motel que seguramente tantas horas de placer habrá vivido.
Me acerqué lentamente ya que pese a aquella imagen tan provocadora, mi virilidad aún no mantenía la firmeza necesaria para seguir adelante. Shandra abrió mi bata y para su sorpresa y mi humillación mi pene no mantenía ni un poco de la gallardía necesaria para dar inicia a aquella noche, pero mi compañera en ese momento no se inmutó y haciéndome recostar se dedicó a rozar su cuerpo con el mío y a permitirme recorrer sus curvas con mis manos, todo aquello era exquisito, pero nada hacía por recobrar mi firmeza; yo estaba comenzando a exasperarme y a temer lo peor, pero Shandra haciendo gala de mucha cancha intentó nuevamente recuperar mi fuerza con sus labios. El bello rostro de la chica comenzó a bajar por mi pecho directo a mi entrepierna donde al llegar a su objetivo lo besó y acarició como si de un tesoro se trataba, succionó y apretó hasta el límite de lo tolerable, pero nada hacía que me pudiera levantar.
Aquella escena ya estaba resultando patética de mi lado y mi nerviosismo y ansiedad estaban al máximo, estaba convenciéndome que no debí haber aceptado aquello y que lo mejor sería ir a casa, cuando de pronto Shandra en un acto creo de desesperación ante mi nula participación, lubricó con su boca un dedo y lo enlistó directamente a mi parte posterior, lo que hizo que pegue un brinco que me descolocó aún más si cabe.
- Que haces... déjalo.
- Lo siento amor, pensé que tal vez te gustaría probar algo diferente ya que... bueno no reaccionas a mis caricias... pensé que tal vez...
- No no... déjalo así... creo que todo esto ha sido un error de principio a fin... Creo que lo mejor será dejarlo así.
Aproveché todo esto para levantarme e ir por mi ropa, que tirada en un rincón de la habitación era testigo de esa terrible decepción. Vestirme mientras Shandra aún se mantenía recostada en la cama me hacía ver lo comercial y sin sentido que esto había resultado, aún estaba nervioso por el resultado de mi nula participación en aquel momento, pero al mismo tiempo me sentía humillado y avergonzado, ese momento estaba ya entre los peores de mi vida, pero trataba de mantener algo de mi dignidad y prefería salir de ahí a mi manera. Al final me despedí de ella y la dejé en la habitación mientras se arreglaba, por el dinero pactado bien podrá tomar un taxi me dije a mi mismo mientras entraba al auto y regresaba a casa.
El viaje con la música a todo volumen y las ventanas abiertas me habían hecho recuperar un poco la compostura, aquel mal trago me dejaba muy descolocado y me dejaba a su vez un sabor amargo en la boca. Cuanto daría por haber seguido con nuestros problemas económicos y no tener que sufrir esta disfunción que tan mal me hacía sentir. Aparqué el auto y me dirigí a mi puerta, las manos y mi cuerpo delataban que pese a estar más tranquilo, aún no me recuperaba del todo. Cuando entré pude ver en el salón a mi esposa con una botella de licor a medio terminar, sus ojos denotaban lo mal que lo estaba pasando, así como me contaba la cantidad de lágrimas había derramado mientras la consumía.
- ¿Qué sucedió? - preguntó ella creyendo saber la respuesta a aquella pregunta, pero ignorando la realidad de lo sucedido - Has venido muy pronto... ¿Acaso ella no asistió?
- Ha sido un error… todo resultó terrible... - le dije mientras iba a tomar una copa y servirme de aquel vino - Si de algo sirve te cuento que no ha sucedido nada... Nuevamente he fallado...
Mi esposa se me quedó mirando con rostro incrédulo, seguramente no esperaba tener que escuchar algo así, pero no había porque engañarnos; esa aventura que pretendía llevarnos nuevamente a la normalidad generó en nosotros una tensión aún mayor a la que antes sentíamos. De repente Tatiana se puso de pie como un resorte y se lanzó directo a mis brazos buscando un abrazo que le alivie de todo lo que sentía y la acogí, la tomé en mis brazos con tanta fuerza como para incluso querer ingresarla a mi pecho.
Me sentía abrumado por todo lo sucedido, pero por un segundo pude ver a mi esposa con un halo de alivio llegó a su rostro, seguramente ella estaba suponiendo mil cosas sobre mi noche con aquella chica, imaginando locuras y seguramente conjeturas que ni pasaron por la mente de ninguno de nosotros. Pero aquel alivio le duró poco ya que cayó nuevamente en cuenta que pese a la buena intensión que tuvo, no habíamos logrado superar nada.
En esa noche terminamos dos botellas más de vino y conté a mi esposa con lujo de detalle lo sucedido mientras sentados como dos adolescentes en nuestro sillón nos contábamos alguna confidencia propia de las primeras experiencias. Miraba como ella entre preocupada y aliviada daba muestras de comprenderme e incluso de empatizar con mi sentimiento de humillación que había vivido junto a aquella mujer con la que nada tenía que hacer, estoy seguro que se sentía muy contenta que nada hubiera pasado, pero pese a todo esto aún quedaba mi problema, que en nada había cambiado y que era mi principal preocupación. Unos días más tarde Tatiana me abordó durante la última hora de la noche, mientras estábamos charlando de algo sin motivo, creo que ella tomó valor y se decidió.
- Creo que es hora de buscar ayuda profesional... dijo mi esposa mientras me miraba directamente, a la vez que medía mi respuesta. - Ya no es algo que podremos solventarlo nosotros solos, es mejor buscar ayuda.
- Tal vez tengas razón... – dije al final, aceptando que esto no es algo común y que necesitábamos ayuda. – He de confesar que yo he buscado algún especialista, pero ninguno me ha convencido.
- Pues yo he estado averiguando y me han recomendado una sexóloga muy buena aunque algo heterodoxa según me lo recomiendan... Su nombre es Susana, Creo que podremos pedir una cita para la próxima semana, ¿Estás de acuerdo?
Tras un pequeño debate en el que me explicó sus motivaciones para que sea con ella, acepté con la única intención de que las cosas con mi esposa puedan seguir adelante, aquello necesitaba más que una aventura o la ayuda de alguna profesional del sexo. En ese momento me di cuenta que debía sincerarme en todo e incluso llegar a confesar todo lo que yo vi durante esa noche si realmente quería mejorar... Tal vez esa era la única forma de curarme o finalmente de terminar con mi matrimonio.