Negocios y Placer 09
De regreso nuevamente, esta serie se ha negado ha finalizar sus días, así como su autor. Espero que la sigan disfrutando.
Habíamos llegado a casa, el contrato estaba firmado y las cosas habían salido como esperábamos, pero para nada estaban tranquilas; durante el trayecto pude ver la distancia que nos separaba, me sentía contento y ansioso por el contrato, estaba feliz por mí y también feliz por haber salvado a nuestra empresa, pero ver a mi esposa que luchaba por aparentar una normalidad que ahora estaba tan distante, era algo que me causaba un terrible desazón ya que hubiera preferido volver a lo éramos ayer y no tener que vivir esta terrible preocupación.
Aquella mañana observaba a mi esposa el deambular por la casa, ella intentaba volver a las cosas comunes, las que se hacen sin pensarlo ni analizarlo, lo común y corriente, pero era obvio que ella buscaba algo en que ocupar su tiempo y su esfuerzo para no tener que pensar en lo nuestro. También pude notar a mi esposa caminar en forma algo extraña y eso me produjo un sentimiento aún peor, cual si fuese un mazazo vino a mi mente la causa para tal malestar, estaba seguro que se debía a la intensidad con la que fue sodomizada la noche anterior y claro su total falta de costumbre, pero llegar a esa conclusión me produjo una incomodidad aún más profunda de la que ya de por si sentía, pensaba en lo que había sucedido con ella y la entrega con la que en la noche anterior disfrutó de aquel encuentro y me producía nausea, recordaba las escenas que había podido ver y me imaginaba muchas otras que seguramente no estaban tan lejos de la verdad. Meditaba que tras tantos años jamás había visto de esa forma a mi esposa, yo jamás había logrado producirle aquel efecto y estaba seguro que la noche anterior había generado una profunda marca en ella, y en mí.
Creo que nosotros los hombres siempre pensamos en que nuestro desempeño sexual es el aspecto más importante en la relación por lo que el saber que ella pudo haber sido sometida a una relación tan intensa con Paul me produjo un terrible sentimiento de frustración e incluso engaño, pensaba que yo nunca había compartido con ella algo que siquiera se pareciera, provocando que el malestar que hasta ese instante sentía no hiciera otra cosa que empeorar.
Pasaron los días y bueno esa tranquilidad y complicidad que teníamos no se parecía en nada de lo que ahora vivíamos. Por su lado Tatiana había intentado abrazarme en algunas ocasiones, así como tomar mi mano durante el trayecto de venida a casa desde donde nos encontráramos, pero de mi parte me las había apañado en deshacerme de ella, lo que claramente la había molestado. No se diga a la hora de dormir, nos acostábamos cada uno a su lado y apenas y nos rozábamos al dormir, no se diga que el sexo hasta ese momento había sido algo completamente ajeno a nuestra alcoba.
Juro que no podía evitarlo, era algo que me impedía estar cerca de ella, llegado ese momento no podía soportar permanecer junto a ella; me estaba esforzando con toda mi voluntad para seguir el curso del día y tratar de no afrontar la realidad, pero me estaba carcomiendo por dentro y no lo toleraba.
Cuando mi esposa me abrazaba o intentaba besarme, podía ver el esfuerzo que ella ponía en romper la barrera que ella misma tenía, no se sentía cómoda y tranquila al estar a mi lado, pero lo intentaba y para mi desgracia tenía mucho más éxito que yo. Porque de mi lado yo no podía vencer aquel rechazo que me generaba, era evidente que algo ya no compaginaba entre los dos y la principal causa creo era que yo no toleraba que ella se estuviera muy cerca de mí. Es extraño tener que decir eso de la persona que uno ama y de la que espera poder disfrutar compartir el tiempo y el espacio, pero así me sentía en esos momentos.
En los espacios en que estaba tranquilo y podía meditar de lo sucedido, no dejaba de preguntarme que era lo que había cambiado en mí para que ahora casi no soporte estar de la mano con mi esposa o siquiera estar a su lado, pero con la lógica pura no podía encontrar algo que me haga comprender que sucedía. Tal vez ir a un especialista sería la mejor opción, pero qué le diría, acaso debería pasar la vergüenza de que nos juzguen en mi caso de materialista, vividor o incluso de proxeneta; y bueno a ella... No podría soportar un bochorno así, pero el tema con mi esposa me estaba preocupando cada día más y no encontraba tampoco solución. Al final pasó ya casi una semana en la que el trabajo del nuevo contrato nos había ayudado a seguir adelante teniendo nuestra agenda bastante ocupada y nuestra cabeza igualmente.
La noche del viernes siguiente la pasé fatal, tuve una pesadilla terriblemente real donde mi esposa ya cansada de no conseguir nada conmigo me abandonaba y se iba a vivir con Paul, aquel sueño tan vivo y dramático hizo que tan pronto despertara depositara mi mano en el muslo de mi esposa, que debido a lo exaltado de mi estado ya se había despertado. Nos vimos a los ojos y creo que me entendió, me sentí aliviado de poder conectar con ella nuevamente al menos durante ese instante ya que habíamos pasado muy distanciados durante toda la semana. Al fin el contacto con su piel me parecía mucho más que aceptable en ese minuto de lo que había sido durante todo el tiempo que habíamos convivido tras aquel evento, ella me sonrió y me dio un beso muy tierno en los labios el mismo que esta vez ya no rechacé. Pensé que querría decirme algo o al menos tranquilizarme, pero lo único que hizo fue abrazarme y dejar su cabeza apoyada en mi hombro; por fin la sentí a mi lado nuevamente, al día siguiente algo había mejorado entre nosotros.
Así llegó el sábado y el tema laboral ya no era un impedimento o un pasatiempo; la semana había pasado sumamente mal, la angustia y el rechazo estuvieron marcados durante todo el tiempo que convivimos los dos juntos. Estaba claro que debíamos hablar urgentemente, pero me atemorizaba descubrir algo que pudiera ser mucho más duro de asimilar, por lo que quería evitar aquel mal trago. Pero Tatiana amaneció mucho más animada que los días anteriores, el cambió en su rostro era muy evidente, aunque no se la veía radiante al menos se mostraba mas contenta, por lo que aquel animo llegó incluso a influir con el mío y por tanto pasamos un día por no decir mas, agradable. Recuperé en su mayoría el poder estar a su lado sin sentir aquel rechazo que no entendía, ya podía tomarla de la mano e incluso besarla tiernamente sin que algo inexplicable me hiciera tratar de esquivarla. Llegando la noche me sentí muy aliviado y contento, el día había salido genial y mi esposa lucía fantástica qué más podía pedir.
Pero las cosas no siempre son como uno cree, cuando me metí a la cama; noté algo típico en mi esposa cuando quiere sorprenderme y obviamente casi nunca logra. Ella tomó el segundo turno para ir al baño y se demoró unos minutos más en salir, seguramente pretendía ponerse más cariñosa que lo que es posible durante el día pero en ese momento un algo atravesó mi pecho y me dejó con una sensación de temor que no había sentido jamás en mi vida. Tenía angustia de que ella salga de la habitación, en otras ocasiones podría decir que mi estado se debía a que esperaba poderla ver pronto, pero esta fue todo lo contrario.
Mientras reconocía estos sentimientos en mi mente, mi esposa salió del cuarto de baño puesta tan solo un picardías negro que dejaba mucho a la imaginación por sus detalles, pero lo suficientemente excitante para levantar a un muerto de su tumba. Se veía preciosa, sus labios maquillados levemente y su cabellera al aire en clara muestra de la necesidad de libertad que tenía. Cualquier mortal seguramente estaría ansiando el momento que aquella belleza se acercara, pero en ese instante yo no; tenía miedo de que algo no funcionara, me sentía en pánico de que se aproximara y creo que incluso mi rostro reflejaba la angustia de verla tan dispuesta.
Felinamente y marcando los pasos uno detrás de otro mi esposa se fue acercando a mí, mientras yo casi acurrucado entre las cobijas esperaba que aquella leona me devorase. Lo malo era que no sentía excitación sino miedo, un miedo terrible y que obviamente se veía reflejado en mi polla que acobardada se mostraba tan indispuesta que daba lástima. Traté de tomar fuerza y limpiar de mi mente cualquier cosa, tomé valor y confianza de que todo salga bien al sentir el cálido cuerpo de mi esposa, que hasta hace pocos días atrás con un solo roce me ponía listo para cualquier batalla. Tatiana subió a la cama de a gatas y cual cazadora me asechó hasta tenerme bajo sus garras, que me apretaron y amordazaron con besos.
- Ven mi amor… hazme tuya. – dijo mi esposa entre susurros de unos labios carnosos y deseosos.
Yo traté de corresponderle, traté de liberar mi mente de mi estado de temor y que se dejara llevar por la marea que generaba mi esposa; respondí a sus besos y a sus caricias, sentí su cuerpo y su calidez, me convencí de que tal vez solamente había sido una estupidez mía el pensar que no podría responder a mi esposa por lo que al final nos enlazamos en un abrazo que más que eso era una batalla de caricias. Pero pese a todo mi hasta hace no mucho fiel compañero me estaba traicionando, apenas y podía sentir un pequeño hormigueo que nada tenía que ver con una polla de verdad.
Estando así de sombrío mi futuro decidí por cambiar de estrategia y tumbando a mi esposa de espaldas me dirigí con mi boca a recorrer su cuerpo y besar cada rincón de sus curvas. Sus rotundas caderas se meneaban al son de que mis manos descubrían bajo aquel picardías su más grandes tesoro, un beso en el ombligo y otro más y más abajo me dirigían al sitio donde pretendía llegar. Mis manos y acariciaron sus pliegues y mi boca llenó de besos sus muslos hasta llegar a aquella gruta que tanta pasión me había causado en todas las ocasiones anteriores. Posé mis labios y hundí mi lengua cuan profundo podía llegar, un gemido de mi esposa me hizo partícipe del placer que ella sentía; me dediqué en cuerpo y alma a dar todo el placer que mi esposa podía recibir; pero más que nada intentaba ganar tiempo para confirmar si mi cuerpo podría o no recuperar la firmeza que antaño tenía.
Pronto aquel trabajo me permitió recuperar en algo la firmeza de mi polla, que estando ya más animada me hacía sentir cada vez más confiado. Por otro lado Tatiana emitía gemidos y gritos ahogados cada vez que mi lengua penetraba su cuerpo y mis labios besaban su tierno botón. Pero de pronto algo sucedió, mi esposa estaba entrando en el punto de no retorno para llegar a un delicioso orgasmo pero uno de sus gritos me hizo recordar aquellos que una semana atrás había escuchado cuando otro hombre había estado con ella, aquel fue un bombazo en mi memoria que me hizo perder la fuerza que hasta ese momento tanto esfuerzo me había costado, de pronto la concentración y coordinación que había mantenido se fueron al traste y todos los besos y caricias se esfumaban en una sensación de extrañeza, incluso Tatiana tratando de volverme al paso me miraba algo molesta al no haber llegado al orgasmo.
- Ven aquí... - me dijo una vez que mirándonos a los ojos podía ver mi cara de estupefacción hacia lo que me había sucedido.
Mi esposa tomó mi rostro y lo jaló hacia el suyo, intentando que nuestros cuerpos se acomoden a la nueva posición, ella intentaba apresar mi cadera entre sus piernas pero yo quería evitar mostrar que mi virilidad se mantenía indiferente a aquella atención, pero era obvio no lo logré; Tatiana intentó tomar mi polla pero la encontró totalmente flácida y desanimada, yo estaba completamente desconsolado por aquel fallo y hubiera querido evitar la humillación de sentirme así, pero mi esposa no lo iba a permitir.
No sé qué pasa...
No te preocupes… no pienses en nada y déjame a mí corazón... - dijo Tatiana ahora tumbándome boca arriba y siendo ella quien con sus besos recorría directo a mi entrepierna.
Sentía el calor del cuerpo de mi esposa, su firmeza y sus curvas, sus manos y al final su boca, todo fue directamente enfocado en hacerme recuperar la firmeza que no me visitaba; besó mi polla sujetándola con sus dedos, intentó succionar con su boca para darle fuerza y vida, llegó incluso a sujetar con sus labios cada uno de mis testículos, pero ni eso que tanto me fascinaba podía levantarme el ánimo.
Al final mi esposa se dio por vencida pese a que utilizó todas sus artes que no eran para nada pocas, no hubo forma de lograr que mi firmeza sea lo suficiente para siquiera empezar.
No te preocupes mi amor... debe ser el cansancio por el proyecto... - dijo mi esposa mintiendo claramente sobre el motivo que seguramente causaba todo esto, los dos lo sabíamos pero ninguno quería aceptarlo.
Seguro... hay mucho trabajo... - acompañé aquella mentira, ninguno de los dos estábamos listos para intentar continuar, por lo que aquello era lo mejor para ambos.
No dijimos ni una palabra más, nos abrazamos y nos reconfortamos uno al otro; seguramente esa fue la segunda peor noche que había tenido en la vida, miles de imágenes se me paseaban por la mente, imágenes de terrible inquietud y temor sobre el futuro de nuestro matrimonio, estábamos en un punto de quiebre que nos haría salir fortalecidos o rotos, y eso era algo que seguramente me causaba pánico.
En la madrugada de aquella noche pude sentir como mi esposa al igual que yo daba vueltas y vueltas sin poder conciliar el sueño, pero ninguno dijo nada hasta que el puro cansancio hizo que el sueño nos derrotara. Al día siguiente esperaba ver a Tatiana taciturna o al menos molesta debido a tremendo fiasco que había sido nuestro primer acercamiento, pero al contrario de mi expectativa ella se mostró más amorosa quizá que los días anteriores, incluso no hizo ningún comentario de lo sucedido.
No sabía si aquella forma de pretender no aceptar el problema y dejar que el tiempo lo cure o nos de resignación era lo correcto, pero en su lugar me daba el tiempo para poder seguir machacando mi cerebro intentando descubrir que sucedía conmigo. Anteriormente jamás me había pasado tremendo desazón con ninguna de las chicas con las que había estado, tal vez alguna vez que al estar borracho no había respondido como se debía, pero nada como eso. Las preguntas de que había sucedido me estaban machacando cada vez más fuerte y lograban impedirme el poder ver las cosas con objetividad y algo de ecuanimidad.
El inicio del día nos permitió concentrar nuestro tiempo en cosas rutinarias nuevamente, que nos alejaban en algo del aspecto fundamental que estaba sucediendo en nuestro matrimonio; mientras estábamos comprando algo de comida, pude ver a mi esposa charlando con una dependiente y una aguda certeza me vino a la mente, la vi siguiendo adelante, la vi superándolo y me vi atrás, quedándome tan afectado que ni siquiera podía entender lo que me estaba sucediendo y me dejaba incompetente en mis deberes como esposo. Entendí en ese momento que si no superaba aquel impase nuestro matrimonio se vendría abajo, e incluso mi vida entera como hombre podría destruirse completamente; pero como lograr superar algo que en mi conciencia me decía que no fue más que culpa de las circunstancias.
Tatiana no me presionó, aquella noche yo suplicaba que mi esposa no intentara nuevamente un acercamiento y volver a quedar en ridículo nuevamente; la imagen de otro fracaso me llenó de pánico y ese temor hizo que me encuentre aún peor de lo que ya estaba antes. Pero para colmo de toda aquella desazón mi esposa se comportaba muy atenta y encantadora conmigo, de manera que ni siquiera podía intentar sabotear en algo algún acercamiento, menos mal que mi bella esposa no puso empeño aquella noche y alejando cualquier fantasma se recostó a mi lado y conversó conmigo de todo y de nada, la conocía tan bien que incluso llegué a suponer que sabía de mi miedo y no quería comprometerme más.
Tres semanas pasaron sin que ninguna de las situaciones establecidas cambiaran: el proyecto seguía marchando muy bien e incluso parte de los adelantos ya nos lo habían entregado de manera que nos daba mucho aire para soportar los siguientes meses, por otro lado la situación con mi esposa y al menos tres intentos fallidos de mantener relaciones sexuales habían terminado en un total fracaso. Pero no todo resultaba malo, identifiqué en mí una cierta culpa por no poder mantener relaciones sexuales con mi esposa y eso produjo que en parte mi comportamiento hacia ella cambie, trataba de ser más comprensivo e incluso cariñoso con ella, el rechazo inicial fue sustituido al primeramente por tolerancia y bueno luego ya por empatía.
Aunque me cuesta negarlo encontré una reconexión con mi esposa, con sus sentimientos y su preocupación; charlamos como hacía tanto tiempo no lo habíamos hecho, ya sea por el trabajo o la rutina, pero las cosas cambiaron. Pero esa reconexión que habíamos tenido, solamente era en parte, ya que aún persistíamos en mantener aquello que había sucedido en un rincón oculto de nuestra mente con la esperanza de que las cosas pasen al olvido. Durante ese tiempo mi esposa intentó al menos tres veces más una aproximación sexual conmigo y he de decir que pese a todo mi esfuerzo, los resultados fueron casi iguales que la primera vez después de la noche de la fiesta, un fracaso total y para mi completa humillación y desesperación.
No entendía como estaba sucediendo eso ya que como pareja nos estábamos acomodando e incluso mejorando en nuestra relación, en cambio en el plano sexual las cosas estaban resultando un desastre tras otro, aumentando mi desesperación y angustia. Creo que incluso había generado un temor a intentar tener una relación sexual con mi esposa, lo que hacía que en esos ámbitos nuestra frustración llegara a extremos insoportables.
Tatiana de igual forma intentaba con más y más ahínco en su intención de arreglar las cosas en ese tema, pero podía notar su frustración cada día que estaba pasando y no conseguíamos nada, sentía como su frustración y enojo incluso llegaban a superarla, pero tras un respiro profundo lograba recuperar su compostura y seguir adelante. Notaba como su desesperación en ciertos momentos la llevaba a punto de explotar, pero trataba de recomponerse y seguir haciendo como si nada sucediese. La idea de que debíamos olvidarlo cada vez resultaba más y más torpe de nuestro lado, yo incluso llegué a proponerme en hablar con ella, pero no sabía que era lo que quería escuchar y me acobardaba por temor a que llegado el momento mi esposa me revelara algún secreto o tema que yo hubiera preferido jamás saber. Pero fue ella quien tras un último intento me abordó al siguiente día.
Julián... tenemos que hablar... Necesitamos hablar... - dijo mi esposa ya en la noche del sábado, yo me lo esperaba, pero claro que me sobresalté cuando me lo dijo, por alguna razón un miedo inexplicable que me generó un escalofrío en mi cuerpo al escucharla.
Claro... vamos al salón – dije queriendo escapar de allí, dejar todo atrás y rogar por olvidar todo lo sucedido, pero sabía que no ocurriría, pero el miedo a lo que sentía me hacía sentirme apabullado, por lo que al final me las apañé para seguir adelante y acompañar a mi esposa hacia el momento que debimos haber hecho desde el día siguiente.