Negocios y Placer 07
Una mirada al infierno puede atraer a los demonios a tu puerta...
En la habitación mi esposa estaba en ese preciso segundo gozando de un tremendo orgasmo, sus piernas temblaban sin control y un gemido gutural era emitido desde lo más profundo de su pecho. Lo vi con mis propios ojos, ella lo estaba disfrutando más de lo que se suponía debía hacer, eso no era una actuación, eso estaba sucediendo en verdad y yo me encontraba justo en ese momento observándola sin mover ni una pestaña.
Aquel descubrimiento me llenó de una profunda desilusión, esperaba que mi esposa mantuviera cierta distancia pese a tener que acostarse con Paul, pero me di cuenta en una forma feroz que mi esposa gozaba tanto o incluso más que él este encuentro. Aquello fue devastador y si no fuera porque Karina me sujetaba por la espalda creo que no hubiera podido mantenerme de pie y habría caído de espaldas.
- Tienes razón... - dije finalmente ya habiendo confirmado un temor que había estado oculto hasta para mí mismo. - bajemos antes que nos descubran.
Entre cuidadosos movimientos fuimos bajando de la silla que habíamos utilizado de grada para poder ver una ventana hacia el infierno, cuando ya los dos estuvimos con nuestros pies en el suelo se escuchó como un tremendo gemido era emitido por parte de Paul en clara muestra que se acababa de correr justo en ese mismo instante.
No podía ni con mis pies, casi arrastrándolos fui caminando hacia la habitación mientras Karina acomodaba en algo la silla para evitar que nos descubrieran. Estaba muy dolido por todo lo que estaba sucediendo, por una parte pensaba que ella no tenía la culpa de haber caído en la necesidad de hacerse pasar por una scort y que finalmente fue una decisión de los dos que en ningún momento podía recriminarle; pero por otra parte el que ella estuviera disfrutando tanto de aquello no era para nada parte de los planes que pensaba que teníamos.
- Entra pronto... no sea que nos escuchen... - dijo Karina tras darme alcance en la puerta de la habitación. - No te sientas mal cariño... esas cosas suelen pasar cuando una está en esas circunstancias... no pasa nada y tampoco cambia demasiado las cosas.
Mi cara de cordero degollado debía ser tan patética que Karina tuvo que abrazarme nuevamente hasta llegar al sillón donde se diría que casi desfallecí al sentarme en él.
- Vamos, que a mí también me ha sucedido... las cosas a veces son demasiado intensas y bueno... una no siempre puede controlar lo que el cuerpo pide. No te comas más el coco... aparte tú tuviste la culpa, no debiste espiarlos...
- Necesitaba estar seguro...
- ¿De qué? ¿Acaso querías saber si estaba gozando más que contigo? ... No quieras pasar al papel del macho ofendido cariño, era una posibilidad que ella lo gozara, pero eso no quiere decir nada... No por haberse pegado un delicioso polvo ella va a dejar de amarte y mucho menos dejar de desearte...
- Y si disfrutó más que conmigo... ¿Qué me queda por ofrecerle?
- Eres bobo o el licor te afecta el coco... Mira mi amor, yo trabajo en la industria del sexo, y créeme que se diferenciar muy bien una buena cogida de una mediocre, pero entiendo mucho más la diferencia entre una buena cogida y hacer el amor... Ella te ama y tú a ella, ustedes podrán recomponerse si lo desean, esto no es más que sexo y créeme que debes tener muy claro que nosotras siempre preferimos hacer el amor... aunque no está demás una buena cogida. Creo que ella no te cambiaría por nada en el mundo, no te vuelvas loco con esto...
Me quedé mirando la ventana y la noche de la ciudad... No había forma de conversar con Karina sin que mi mente estalle; comprendía sus razones pero mi mente y mi corazón no podían digerirlo. Solo quería dormir y dejar que todo aquello solamente sea historia, pero aún faltaba mucho para el amanecer y a más de eso no tenía ni una pizca de sueño a pesar que eran más de las 3 de la mañana.
Karina había dicho algunas frases más, pero ya no las escuché... no podía pensar claramente por lo que me abandoné y me desconecté de todo lo que sucedía. Quedé suspendido del tiempo mirando la ventana de un hotel que me mostraba una ciudad callada y fría, casi tanto como me sentía en ese momento. No supe realmente el tiempo que pasó hasta cuando un sonido en el cuarto vecino me despertó de mi aletargamiento y vi mi reloj, estuve sentado allí viendo el infinito por cuarenta minutos; mi cuerpo estaba entumecido por el cansancio y el frio, que pese a estar en cubierto no dejaba de traspasar las paredes y más el vidrio.
A mi espalda mi compañera en este infortunio había ya caído presa del sueño y seguramente impotente ante mi desdén hacia sus palabras y descansaba sobre la cama cubierta con una fina cobija. Descansaba plácidamente, a mi forma de ver, mientras mi mundo se deslizaba hacia la nada, no entendía cómo podía lograrlo, pero claro el amor de su vida no estaba con otra persona en el cuarto de al lado. Karina en ese momento se mostraba tal y como era, era una chica muy joven y guapa, la mala suerte la había perseguido pero nada tenía que ver con lo que en ese momento me ocurría; pensé durante un segundo que hubiera sido de ella en otras condiciones, tal vez ahora estuviera estudiando alguna carrera o quién sabe si hubiera ya emprendido en algún negocio más redituable y más tranquilo que el que tenía ahora.
De pronto sonó la puerta del cuarto de al lado, en ese momento estaba abriéndose y alguien salía de él. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, seguramente era mi esposa que salía en ese momento del lugar donde seguramente dormía con su amante tras aquel intenso encuentro sexual. De pronto unos golpes en nuestra puerta me hicieron darme cuenta que efectivamente era ella, era su forma de golpear, la reconocí al instante. El sonido hizo que Karina recobre el sentido y me mire somnolienta aunque podría decirse que incluso estaba asustada. Me levanté a abrirle, mi cuerpo entumecido me decía que me moviera más despacio pero mi desesperación me hacía apurar mis pasos.
- Quítate la ropa. - dijo Karina susurrando, mientras se levantaba y se acurrucaba bien en la cama, intentando disimular como si estuviera desnuda. - Puede ser el gringo...
- No, es Tatiana, estoy seguro... - dije igualmente entre susurros, pero con la conciencia de que ella podía tener razón y él podría estar cerca, así que me quité la ropa y quedé en boxer antes de abrir.
Cuando por fin abrí la puerta la vi, era mi esposa, llevaba apenas y su blusa puesta, sus piernas se mostraban esbeltas y sensuales bajo aquella prenda, su cabello lucía desordenado y enredado, su rostro apenas y con un poco de maquillaje en su lugar demostraba que había sufrido más de un beso lujurioso que había hecho correrse, en fin la vi muy bella, sensual... la vi tan lejana...
- Hola... - dijo muy mi esposa con un aire algo enfadado y orgulloso - ¿puedo pasar?
- Claro, pasa... - le dije cediéndole el paso y cerrando la puerta a mi espalda, no sin antes espiar si acaso Paul se encontraba en la otra puerta, pero no había nadie, estaba cerrada.
Pude notar como Tatiana nos miró directamente como queriendo descubrir si algo había sucedido entre nosotros, pero pronto tuvo la respuesta ya que Karina se retiró la sábana y dejó al descubierto que ella aún mantenía la ropa en su lugar y claro la cama ni el ambiente no mostraba ninguna muestra de haber sucedido nada allí. Aquello pareció dejar a mi esposa muy desconcertada, yo diría que incluso algo temerosa.
¿Qué sucedió? - pregunté algo preocupado por lo que pudiera haber pasado y luchando por no salir corriendo de allí para no tener que escuchar nada de lo que mi esposa seguramente querría decir.
- Necesito tu ayuda - le dijo directamente a Karina, casi ignorándome, aunque creo que más por vergüenza que por desprecio. – Creo que solo tú puedes ayudarme...
- ¿Que sucede? - pregunté a Tatiana ante la inquietud que mostraba en su rostro.
- Nada... no pasa nada, pero necesito... - decía mi esposa, pero claramente podía reconocer que estaba angustiada por algo.- solo necesito la ayuda de Karina, no te preocupes.
- Ven salgamos... - dijo Karina al reconocer que algo había impactado a mi esposa al borde de tener que ir a nuestra habitación, la bella chica comenzó a quitarse la ropa y se ponía mi camisa, para estar a la par de mi esposa y seguramente no levantar sospechas en caso de que Paul apareciera.
Así vestidas o digamos desvestidas las dos salieron de la habitación dejándome allí de pie tan solo puesto mi ropa interior, me sentía extremadamente estúpido mirándolas desde la puerta. Decidí al fin ponerme mi pantalón al menos para recuperar algo mi dignidad y sentarme nuevamente en mi sillón. Hace algún tiempo había dejado de fumar, pero en ese momento hubiera dado lo que fuera para poder contar con un cigarro para poder matar algunas de mis neuronas que lo único que hacían era hacerme sufrir y matarme de la preocupación.
Aquellas chicas estaban cuchicheando en el centro del salón donde ocurrió la fiesta, yo no podía escuchar que era lo que estaban diciéndose, Tatiana se mostraba preocupada y al menos unas dos ocasiones regreso a ver hacia donde yo estaba, haciéndome entender que algo tenía que ver conmigo. Karina en cambio se mostró algo divertida al inicio, pero al final ya tuvo la misma cara de preocupación que mi esposa.
El no saber que sucedía ahora me estaba haciendo hervir la sangre, me imaginé al inicio que Paul había sufrido algún paro cardiaco o que se cayó de la cama y se rompió la cabeza; pero al parecer el inconveniente tenía que ver conmigo en algún sentido, de manera que me resultaba aún más y más extraño ya que no entendía el motivo del alboroto. Creo que al final ellas llegaron a un acuerdo y volvían donde yo me encontraba, la cara de perro apaleado que tenía mi esposa era tremenda, Karina en cambio mantenía su actitud amigable, pero seria.
- Voy a pegarme una ducha rápida. - dijo Karina mientras tomaba su bolso y se metía en el baño. - Díselo pronto, salgo en dos minutos.
- ¿Qué está pasando me están matando con la preocupación? - reclamé a mi esposa ya exasperado por no saber que sucedía. - Tatiana por favor dime ¿Qué sucede? ¿Cuál es el problema?
Cuando Karina ya cerró la puerta del baño, Tatiana vino y me abrazó. De inmediato sentí algo extraño en mi cuerpo, no sé si debía ser así, pero por un lado quería abrazarla y tranquilizarla por todo lo que habíamos vivido durante esta noche, pero por otra parte algo dentro de mí no toleraba su presencia y hubiera preferido que no lo hiciera, me contuve tremendamente para no rechazar aquel abrazo, pero al final la estreché entre mis brazos, sintiendo su cuerpo que me apretaba tan fuerte como si hace un año no nos hubiéramos visto.
- Perdóname por no decirte nada desde un inicio mi amor... Pero es que... no sé cómo decirte...
- Dime por favor... no me tengas en ascuas... - ya estaba comenzando a irritarme ante tanta estupidez y secretismo.
- Ya... ya... - mi esposa tomó aire y fuerza para poder contarme el problema. - Seguro te diste cuenta que Paul y yo estuvimos follando, eso creo que ha sido lo que al final sabíamos que podría llegar a suceder casi de seguro, lo hemos hecho dos veces ya, por lo que yo pensé que con eso sería suficiente y ya terminaría la noche, pero hace unos minutos Paul se despertó y ha querido... bueno... tomarme nuevamente...
- Yaaa... ¿Pero...? - dije con mi voz en un hilo sin saber hacia dónde me llevaba aquella conversación tan irreal.
- Bueno... quiere probarme... por detrás - dijo con una voz casi irreconocible mientras agachaba su cabeza abandonando la idea de mirarme a los ojos. - He intentado que cambie de parecer, incluso... bueno... le he ofrecido hacer otras cosas, pero al final no lo he convencido y quiere sodomizarme.
- Pero si... ni nosotros...
Desde que me casé con Tatiana nosotros jamás habíamos probado esa variante ya que ella tras una experiencia antigua con un novio no le había quedado ni la más remota intención de intentarlo nuevamente y se negaba en redondo ha hacerlo. Alguna vez mientras estuvimos de novios yo quise experimentar algo así, pero una intensa negativa de su parte me hizo desechar la idea en ese momento e incluso después ya de casados al conocer lo sucedido con su ex novio di por perdida aquella posibilidad.
- Yo sé... Por eso he pedido ayuda a Karina... No sé qué hacer.... Aparte Paul bueno... ya sabes... él es muy grandey… - Tatiana calló lo que intentaba decirme, pero obviamente lo había entendido claramente.
- Lo que me quieres decir que a más de todo el gringo la tiene muy grande... - dije entendiendo lo que ella había querido indicar, creo que se lo dije incluso como un reclamo, aquello era de esperarse, el muy cabrón había salido a más de todo beneficiado con una buena herramienta.
- Bueno… si, pero le he dicho que debo pedir algo a Karina y he ganado tiempo, pero pronto él saldrá y seguro vendrá a ver qué sucede.
- ¿Y… qué van a hacer? - pregunté ante la certeza de que tenían un plan para ver cómo salir de aquella situación tan particular.
- Pues... Vamos a entrar las dos con Paul, inventaremos que has quedado dormido y borracho; de manera que entre las dos podamos convencerlo de hacer algo diferente... O de ser el caso... bueno que Karina se entregue en mi lugar o al menos me ayude para que no me destroce.
La mirada de Tatiana en ese momento era de total desolación, podía ver como la desesperación se planteaba en su cuerpo e incluso podía sentir como temblaba ligeramente por los nervios y la angustia. En ese instante el sonido de la ducha cesó y entendimos que Karina estaba pronta a salir y nuestra conversación terminaría para que ellas vayan donde el gringo.
- ¿Qué puedo decir? - dije resignado a que mi opinión en ese asunto ya no tenía relevancia, ni yo me iba a tener que meter en la cama con mi esposa ni mucho menos entregar mi culo al gringo, por tanto lo que yo podría decir no tenía el menor sentido.
Mi esposa vio mi desconsuelo y trató de abrazarme de nuevo, pero ya mis brazos no podían responderle. Al menos en ese instante ya Karina salía del baño y mi esposa tuvo que separarse de mi, sin que de mi parte haya habido una muestra de querer tenerla cerca de mi en ese momento.
- Vamos chica... - dijo Karina saliendo del baño usando solo mi camisa, Karina tiró su bolso sobre la cama donde se suponía que yo dormía, dejando caer un paquete de cigarrillos de él - Tu gringo seguro ya estará ansioso...
- Vayanse ya... - dije resignado y muy dolido por todo lo que sucedía, mi esposa hizo un amague de beso que yo rechacé ya sin fuerzas para más, mi esposa se resignó y salió del cuarto con la mirada dirigiéndose al suelo.
- No hagas ninguna locura cariño, yo saldré pronto... - comentó Karina mientras se marchaba detrás de Tatiana, pero al final se detuvo y regresó a mi lado y me susurró al oido. - No vayas a mirar que yo no estaré ahí para ayudarte.
Karina se fue dando saltitos de apuro mientras en sus manos llevaba una botellita de lubricante íntimo, estaba claro que ella sabía que lo iba a necesitar pronto, lo que no me quedaba claro era si estaba destinado a ella, a mi esposa o a las dos. Me quedé de pie durante un minuto tras su partida, tenía mi mente llena de tribulaciones y angustias, pero lo que más me inquietaba era existía la posibilidad de caer en la tentación de subir nuevamente a aquella silla y echar un ojo al infierno.