Necesito decírtelo

Todavía no me lo creo, pero esto me ha ocurrido esta misma tarde.

Necesito decírtelo

Sí. Necesito decírtelo. Nunca he sentido tan fuerte como hace un par de horas, cuando mi mano ha resbalado por la tela de tus jeans y, muslo arriba, ha recalado en tu bragueta y ha palpado, a través del pantalón, la dureza de tu verga enhiesta.

Has cerrado los ojos. Parecías ausente, aunque tu tremenda erección lo desmentía. Bajaba con dedos impacientes la cremallera, introducía las yemas del índice y del medio en la oscura abertura recién conseguida y he notado, por sobre el slip, tu masculinidad caliente y próxima. Ni respirar podía. Un fuego de deseo me abrasaba los pulmones. Separabas los muslos al descuido, todavía jugando a que no estabas. Fuera, en la calle, tal vez era un día como otro. En tu casa no. Estábamos descubriendo la verdad. Buscaba la goma de la cintura del slip y, una vez hallada, he conseguido introducir la mano entera bajo la prenda para, por fin, llegar al roce soñado de las pieles. Latías. Tu verga ha latido y pulsado contra mi palma. La he recorrido lentamente, he acariciado su lisa cabeza, he deslizado los dedos a su largo hasta llegar al pubis y la he extraído de su estuche de tela. ¡Qué gozada ha sido verla! Hasta entonces había estado sentado a tu lado, en el sofá. Habíamos fingido ver no sé qué programa de televisión y hablado de naderías de la Facultad, pendientes del roce aparentemente fortuito de nuestras piernas –me presionabas, te presionaba, nos presionábamos, rodilla con rodilla, muslo con muslo en conversación auténtica, al margen de la otra que solo estaba hecha de palabras- y mi mano derecha ha quedado sobre tu muslo. No te dabas por enterado. Seguías hablando aunque con voz menos segura. En ese momento mi mano ha resbalado por la tela de tus jeans y tú has callado y has cerrado los ojos, Carlos. En ese momento hemos roto ataduras y soltado lastres.

Me he escurrido del sofá y he quedado arrodillado frente a ti. Has abierto más las piernas. He tomado tu verga entre las manos y la he acercado a mi boca. La he tocado suavemente con la punta de la lengua en caricia dulce, casi tímida. No podía creer que estuviera ocurriendo aquello. Saboreaba el estar arrodillado, el postrarme para tu regalo. Disfrutaba al tomar la punta de tu verga entre los labios y al notar como entraba más y más en mi boca al inclinar yo la cabeza. Nunca había sentido tanto. No hay sensación comparable a la de tener tu miembro contra el paladar, Carlos. Lo he ensalivado, tanteando con mi lengua cada porción de su carne, y he comulgado con su dureza y su calor. Has reaccionado entonces. Me has puesto una mano en el cabello. Me acariciabas la nuca, mientras yo redoblaba el ir y venir mojado por tu verga. Luego has buscado a tientas mi bragueta.

"Gabi"- has susurrado.

Mi nombre no ha sonado a mi nombre, sino a felicidad, a sol, mar, a fuego.

La puerta de la casa. Alguien la estaba abriendo. Solo en unos segundos, hemos procurado recuperar la compostura. Me he sentado en el sofá –ahora al otro extremo de dónde estabas-, he cruzado las piernas y tapado con las manos el regazo para disimular mi erección, mientras tú embutías de nuevo la verga en la bragueta y te subías la cremallera. Ha entrado tu madre. Llevaba unas bolsas.

"Hola, pareja".

¿Pareja? Pareja…Ojalá pareja.

Me he ido en cuanto he podido. Necesitaba estar solo y reflexionar. O mejor escribir lo que ha ocurrido hace un par de horas. Podía mandarte un e-mail. No. Prefiero que leas esto mañana, sentado a mi lado. Ahora es preciso que me masturbe. No me he lavado los dientes. Conservo en la boca el sabor de tu verga. Y tú tienes novia, y yo tengo novia, y ahora todo ha estallado. Es un lío, pero eso queda para más adelante. Ahora solo importa recordar esta tarde y hacer planes para mañana. Mis padres pasan el día fuera y tengo la casa para mí solo. Mañana estudiaremos en mi casa ¿no te parece, Carlos? Me apetece besarte la boca y la verga. Y abrazarte. Me apetece todo. Ser tuyo, que seas mío, ¡qué sé yo! Le diré a la novia que no puedo salir con ella porque tengo un parcial.

Todo eso estoy pensando, Carlos. Y necesito decírtelo.