Necesito consejo

En un viaje con mi esposa tengo una aventura con otra mujer y dudo si repetirla

Hola, me llamo Jorge, tengo 55 años y estoy casado, sin hijos.

Trabajo como jefe de ventas en una importante multinacional del bricolaje, gano un buen sueldo y, a pesar de lo que pueda parecer, tengo un problema o más bien situación, por culpa de un despiste, que no sé cómo resolver por mi falta de experiencia. Les cuento lo que me ocurrió y ustedes me dan su opinión.

Mi vida sexual nunca ha sido gran cosa. A principio, cuando despertó mi sexualidad, la dormía a base de masturbaciones a razón de una a la semana más o menos. Más tarde, cuando tuve que ir a terminar mis estudios a la ciudad, un compañero me convenció para irnos de putas, pero esa historia la tendré que contar en alguna página de humor, porque hice el ridículo más espantoso. Después de hacernos un par de pajas, porque dijo mi amigo que así aguantaríamos más, me metí con una de las mujeres, algo gorda y poco agraciada, que cuando se metió la polla en mi boca, la puso dura en un segundo y al siguiente me estaba corriendo. De hecho, cuando salí, mi compañero me preguntó que “si no había hecho nada”.

Luego conocí a María y la frecuencia de pajas aumentó a tres o cuatro semanales.

En el pueblo donde vivíamos no teníamos otras posibilidades de desahogo, las putas me daban vergüenza y María provenía de una familia de profundas raíces católicas, por lo que no pasábamos de castos besos y alguna pasada, como casual, de mi mano sobre sus tetas bien cubiertas. Hasta el matrimonio nada de nada.

Para colmo, al terminar los estudios, encontré un buen trabajo en la ciudad, compré un piso donde vivir y solamente nos veíamos los fines de semana, pero por lo menos perdí la vergüenza y podía irme de putas alguna vez, eligiendo mujeres de mejor calidad, que me enseñaron como tratar a una mujer.

Nos casamos y llegó a la noche de bodas, que pasamos en el hotel donde había sido el banquete.

Fue un desastre. Primero entró ella al baño para cambiarse, pidiendo que le esperase con la luz apagada. Cuando salió, no pude verla porque la puerta del baño no se veía desde la cama y la luz que se filtraba del exterior no me lo permitía, pero me enteré cuando, después de colocar algo, se metió en la cama. Llevaba un camisón hasta la rodilla.

La describo porque creo que no tiene desperdicio.

Intenté encender la luz, pero no lo consintió y quedó apagada. Nos estuvimos besando y diciendo palabras cariñosas largo rato, mejor dicho, era yo el que más le hablaba.

Acaricie sus piernas pegadas, yo diría que con algún cianocrilato, si no fuese porque entonces no existía tal producto.

Subía su camisón poco a poco, pero si cambiaba la mano para acariciar su cuello cuando la besaba, ella se lo volvía a bajar. Si metía la mano por su estrecho escote para alcanzar alguna de sus tetas, me pedía que la sacase porque la ahogaba. Por fin, después de un buen rato de caricias, conseguí subir su camisón hasta por encima de sus tetas, pudiendo entonces besarlas, lamerlas y acariciarlas, al igual que sus pezones.

También pude llegar a su coño que, si bien no estaba seco como un desierto, tenía muy poca humedad.

Caricias sobre la piel, esperando que se abriese excitado, ataque a sus tetas y pezones y todo lo que se me ocurría para excitarla, no dieron ningún resultado.

Dispuesto a humedecerla bien, me coloqué entre sus piernas, ignorando la tensión a la que sometió su cuerpo, bajé hasta su coño, dejando un reguero de besos por su estómago, ombligo y tripa. Escasamente me dio tiempo para dar dos rápidas pasadas de arriba abajo y de abajo arriba, cuando levantó mi cabeza, recogió sus piernas y me puso las rodillas en el pecho.

-Pppero…

¿Qué haces?

Eres un guarro. ¿Cómo se te ocurre pasarme la lengua por ahí? ¿Cómo se te ha ocurrido eso? …

Y un montón de frases de reproche y acusación, que aunque me quitaron las ganas de follar, no fueron suficientes para bajarme la erección. Al principio, intenté convencerla de que no era nada malo, pero me cansé, me separé de ella y me senté al borde de la cama, reflexionando.

Este gesto la hizo quedarse callada y mirarme. Al fin, decidí ir al baño a meneármela y calmar mi calentura.

-¿A dónde vas? –Me preguntó como con miedo.

-Al baño. Estaré un rato, así que tú duérmete.

-¿Qué ocurre? ¿No vamos a hacer el amor? ¿Qué he hecho mal?

-Mira, María, no puedo estar horas y horas intentando excitarte y tú poniéndote cada vez en mayor tensión. ¡Quitas las ganas de follar a cualquiera!

-¿Follar?

¿Desde cuándo te has vuelto tan basto? Nunca te había oído esa palabra.

-Pues sí, María, mucha gente lo llama “follar”, pero si a ti te gusta más, quitas las ganas de hacer el amor al más salido.

-Por favor Jorge, no me hagas esto.

Estoy ya muy excitada. Necesito que me… folles… ya.

Volví a la cama no muy seguro, pero cuando me senté, me abrazó y me colocó sobre ella, separando ligeramente las piernas.

-Follaje ya. –Me dijo.

Separé más sus muslos y me coloqué bien entre ellos, mientras con la mano me ensalivaba bien la polla para colocarla seguidamente en su raja. Estuve un rato recorriéndola en toda su longitud, sobre todo sobre su clítoris, hasta que, viendo que no adelantaba, volví a ensalivarla bien y la coloqué en la entrada. Le estuve dando pequeños empujoncitos para ir abriendo camino, pues, a pesar de sus palabras, la única humedad era la de mi polla. Le dada pequeños empujones, como si la estuviese follando, pero con muy pequeños avances o incluso ninguno.

-Ah, ah, ah… -Decía ella coincidiendo con mis empujones. No era placer, no era excitación, solamente la molestia de la penetración.

Con estos movimientos, conseguí ir abriéndola hasta llegar a su himen, donde me detuve.

-¿Ya he perdido la virginidad?

-No tengo mucha experiencia, pero creo que sí. –Le respondí para tranquilizarla, lo que, efectivamente, hizo que se relajara en parte.

La saqué despacio y completamente, para volverla a ensalivar y meterla de nuevo hasta el límite.

Entonces di un fuerte empujón metiéndola hasta el fondo, dejándola un momento dentro para que se acostumbrara, mientras ella emitía un gemido de molestia.

En ese momento, sentí que venía mi orgasmo sin que pudiese contenerme.

Intenté sacarla para correrme fuera, pero el primer chorro quedó dentro y el segundo en el recorrido de salida, quedando el resto sobre el bello de su pubis. Me dejé caer a su lado para seguir acariciándola y hacerle alcanzar su placer, pero retiró mis manos, me dio un beso y se levantó, recogiendo la prenda que había dejado en la cama y me dijo.

-Cariño, estoy muy feliz de ser tu esposa.

Voy a lavarme. Ahora vuelvo.

Luego, al día siguiente, viaje de novios de noche, llegada de madrugada y cansados, al otro día tengo molestias, etc.

No volvimos

repetir hasta cuatro días después. A pesar de todo, todas las noches acariciaba su cuerpo, consiguiendo que me permitiese besar y acariciar sus pechos y pasar mi mano por su coño con suavidad, hasta conseguir que se mojase.

Por eso, a la cuarta noche, fue ella la que me pidió la repetición.

Luego siguieron años de casi una vez por semana y poco a poco, se fue alargando hasta casi una vez cada quince días o un mes si coincidía con la regla.

No hemos tenido hijos.

Ella nunca ha querido que nos hiciésemos pruebas. Imagino por miedo a que la repudiase si era ella la culpable.

Manías como la de la prenda blanca en la cama para recoger la sangre de su virginidad y así no poder decir que no era virgen o que nuestro matrimonio no se había consumado.

Creo que son historias de mi suegra.

Siempre hemos hecho el amor en la postura del misionero, nunca sexo oral o anal.

Como mucho, hemos llegado a hacer el amor con una lamparita encendida.

Siempre sábado noche. No por la mañana, no por la tarde, no en el sofá, no en la mesa, no de pie, no en la ducha... Pero la quiero y nunca se me ha vuelto a ocurrir el ir de putas, ni siquiera tener una aventura con otra.

Hace poco, vimos una película de la historia de amor de un matrimonio durante toda su vida. Por la noche, en la cama, mi mujer me preguntó si yo estaba feliz con nuestro matrimonio o me hubiese gustado estar casado con otra mujer, a lo que respondí que sí y no. Si porque la convivencia con ella era maravillosa, llenaba mi vida de amor y que creía que no podría encontrar otra mujer mejor.

-¿Entonces, cuál es la parte que no te gusta?

-El sexo.

-¿El sexo? Yo pensaba que disfrutabas.

-Sí, pero el sexo es algo más.

Es imaginación, es variaciones, es experimentar posiciones y nuevas formas de placer.

Lo nuestro es aburrido, es…

como una masturbación.

La conversación duró mucho tiempo. Luego hicimos el amor, pero con una variación: conseguí que ella se colocase encima.

El poder controlar los movimientos y roces con sus puntos de placer, le hizo alcanzar dos orgasmos antes de que yo me derramase junto a ella en un tercero.

Cayó rendida sobre mí, mientras yo acariciaba su espalda y culo.

-¿Crees que aún estamos a tiempo de disfrutar? –Me preguntó cuándo se recuperó.

-Yo cada vez tengo menos potencia, pero creo que todavía nos quedan algunos años para disfrutar, si quieres.

-Estoy haciendo el propósito de cambiar y experimentar nuevos placeres.

Desde hoy empezaremos de nuevo, te lo prometo.

Me vino a la mente algo que había oído en el trabajo, y le dije:

-¿Qué te parece si pasamos la noche vieja en un crucero por el Báltico para marcar el cambio y celebrarlo a la vez?

-¡Oh! Me encantaría.

Has tenido una idea magnífica. Yo misma iré a sacar los billetes y organizar el viaje.

Y así lo hicimos. Preparó billetes y escogió destino y el día 28 de diciembre subíamos al barco y un amable marinero nos acompañaba a nuestro camarote, donde nos instalamos cómodamente.

-Me gusta. Me gusta mucho. –Le dije

Era un camarote amplio, con un baño chiquitín y un gran ventanal al costado del barco.

-¿De verdad te gusta?

-Sí, sobre todo el ventanal. Esperaba un oscuro camarote con un ojo de buey por ventana.

Una vez colocadas nuestras cosas, salimos a recorrer el barco, justo a la vez que la pareja del camarote contiguo. Eran aproximadamente de nuestra edad, ella menos agraciada que mi mujer y algo más llenita. Él un poco más alto que yo, cuadrado y muy varonil.

Nos saludamos cortésmente y nos fuimos uno por cada lado.

Un barco enorme, con varios comedores, algunos abiertos 24 horas, tiendas, sala de espectáculos enorme, piscinas climatizadas y no sé cuántas cosas más nos explicaron.

El barco partió y nosotros fuimos de un lado para otro haciéndonos al lugar, pues teníamos que pasar dos días en él, antes de llegar a nuestro primer puerto.

Al anochecer, volvimos al camarote para cambiarnos de ropa, escuchando una discusión apagada en el camarote contiguo. Salimos cuando estuvimos preparados coincidiendo con nuestros vecinos, que también salían. Yo les dije un simple “Hola” pero él enseguida preguntó si íbamos a cenar.

Al responder afirmativamente, comentó de ir juntos y aceptamos. Cuando se presentaron, resultó que éramos de la misma ciudad, aunque vivíamos en extremos opuestos. En el comedor, nos colocaron en una mesa para 6, donde ya había otro matrimonio o pareja sentados.

Nos presentamos nosotros, María y Jorge, los vecinos Sofía y Julián y los nuevos Conchi y Alejandro.

La cena fue agradable, buena conversación salpicada de comentarios muy machistas, sobre todo por parte de Alejandro, del estilo.

-Mira que está buena la de aquella mesa. La tumbaba encima y le reventaba el culo a pollazos.

-Mira que eres bruto, Alejandro, que estas personas no te conocen bien. –Le decía su mujer

-Es igual, ¿a que os parece que está para reventarle el culo?, ja, ja, ja.

-El culo, el coño y la boca, ja, ja, ja.

-Y somos tres, para poder hacerlo por todos los sitios a la vez, ja, ja, ja.

Algunos comentarios eran muy subidos de tono, a pesar de que nuestras mujeres nos estaban reprochando constantemente casi todos, y riendo algunos de ellos.

Cuando dimos por terminada la cena, fuimos a una discoteca a petición de Julián.

Yo no sé bailar, por lo que simplemente los acompañaba. Julián tenía interés en bailar con mi mujer, cosa que no era recíproca, pero consiguió sacarle un par de bailes. Conchi ya dijo desde el principio que a su marido no lo movían ni los terremotos.

Tras un rato y alguna copa, nos salimos a una cubierta acristalada, donde seguirnos la charla de más mujeres, fútbol y política, mientras nos tomábamos más copas. Mi mujer no bebe, y yo poco, así que me dijo que se iba al camarote.

-¿Llevas llave? – Me preguntó.

Tengo que decir que, así como en mi trabajo soy responsable y cuidadoso, cuando salgo de él soy el hombre más torpe y despistado.

Siempre olvido las cosas, me confundo de planta en mi casa, me dejo luces encendidas, olvido dónde aparqué mi vehículo,… y un largo etc.

Por eso, la respuesta lógica fue:

-Ay! No. Se me ha olvidado cogerla.

Quedamos en que no cerraría la puerta, que solo pondría algo para sujetarla y que entrase sin hacer mucho ruido ni encender la luz para no despertarla.

Mientras hablábamos, las otras dos mujeres también se despidieron de sus maridos, pero no oí sus comentarios.

Marcharon todas y nosotros seguimos hablando hasta que terminé mi copa y decidí irme a dormir también, mientras los otros pedían otra más y llevaban intención de seguir, pues algún otro pasajero se había sumado al grupo, salieron las canciones mejor o peor cantadas y la situación se presentaba larga.

Al llegar al camarote, empujé la puerta, que cedió con facilidad, entré y me desnudé a la escasa luz que entraba del exterior y que permitían las cortinas.

No me puse mi pijama por no hacer más ruido y encender luces. Muchas noches duermo desnudo.

Mientras me desnudaba, se oían los gritos apagados de alguna mujer que estaba disfrutando de una buena follada. Cuando me metí en la cama y acerqué mi mano a su cuerpo, excitado de solo pensar que en alguna habitación alrededor, estaban follando como locos.

Me llevé la sorpresa de encontrar a mi mujer con un camisón corto, cuando su costumbre es dormir con pijama también, por lo que las manos se me fueron a recorrer su cuerpo, observando que no llevaba nada debajo. Al parecer, empezaba nuestra nueva época de sexo.

Estuve recorriendo sus muslos con mi mano, pasando por su tripa y subiendo cada vez más su camisón.

Cuando sus pezones estuvieron al descubierto, lancé mi boca sobre ellos para chuparlos y lamerlos.

-Mmmmmmm.

–Exclamó bajito.

Estaban ya duros y grandes. Movió su mano hasta tocar mi polla, que se había puesto dura ya desde el principio.

-Mmmmmmm.

Todo esto es para mí? – dijo entre susurros.

-Todo y más. –Respondí también entre susurros, mientras dejaba sus pechos y bajaba con besos a su coño.

Noté un nuevo cambio cuando al acercarme a su pubis, ella separó las piernas para darme mejor acceso.

No me hice esperar, me puse de rodillas, casi en formato 69 y ataqué su raja que estaba encharcada.

Al poner mis labios sobre su clítoris, estaba hinchado como nunca.

Lo estuve masturbando entre ellos, dando suaves chupadas y leves movimientos de cabeza arriba y abajo, a la vez que le daba pasadas con la lengua, mientras ella acariciaba mi polla con una mano y gemía, eso sí, siempre en susurros.

-Ufffff. Ooooooooh.

Siiiiiii.

Sigueeee. Siiii.

Sigueeee.

Probé a meter un dedo en su coño que se encontraba ya abierto húmedo. Nuevos gemidos acompañaron mi gesto.

-Ooooooh.

Detuve mis movimientos sobre su clítoris para centrarlos en mi dedo.

-No pareees. Por favor, ahora noooo.

Estoy a puntooo.

Continué con mi trabajo sobre su clítoris al tiempo que frotaba mi dedo en su interior, lo que propició su orgasmo.

-Me corrooooo.

Aaaaaaaaaaaaah.

Aaaaaaaaaaaaaah.

Detuve mis movimientos mientras se recuperaba, pero sin sacar mi dedo ni retirar la boca, dispuesto a seguir más tarde. Quedó relajada un momento, pero enseguida me hizo girar para quedar bocarriba y se metió mi polla en la boca.

No me podía creer el cambio que se había producido en ella.

No era muy buena, pero ponía interés.

Me chupaba y lamía el glande, mientras me masturbaba con su mano.

Tuve que poner mis manos sobre su cabeza e ir guiando sus movimientos para que penetrase más en su boca, al tiempo que le pedía que la acariciase y presionase con la lengua. Sólo de pensar en el tiempo que estaba esperando eso multiplicaba mi excitación por mil. La tenía como una piedra y estaba casi apunto, y así se lo dije.

-Si sigues, me correré.

-Todavía no. Necesito sentirla dentro.

Y se subió sobre mí y se empaló ella misma, empezando a moverse en todas las direcciones, buscando de nuevo su placer.

-Me estaba haciendo un dedo cuando has venido.

Has sido de lo más oportuno. Oooooohh.

Pensé “Vaya con la mosquita muerta.

No quiere follar pero se hace pajas”. Pero no dije nada.

Inclinada sobre mí, movía culo atrás y adelante haciendo que el roce de mi polla fuese intenso, parando cuando avisaba de que me iba a correr, aprovechando para

darnos profundos besos. Al principio, se detenía con mi polla dentro, pero al notar que hacía movimientos de entrada y salida, optó por dejar el culo atrás con mi polla solamente con la punta en la entrada.

Jamás había disfrutado tanto.

Ni las mejores putas me habían hecho pasar un rato tan excitante y lujurioso. Decidí preguntarle después dónde había aprendido todo eso.

No tardamos mucho hasta que ella dijo.

-Yo estoy apunto ya.

-Y yo hace rato. Llevas casi desde el principio cortándomelo.

-Pues prepárate.

Y empezó a moverse con rapidez. Yo intentaba aguantar para no correrme antes que ella, pero llegó un momento que no pude más.

-Me corrooo. Aaaaaaaaaaaaaaaa. Aaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Ella se la metió hasta dentro y estuvo moviéndose en círculos. Yo le solté mi carga en su interior, mientras ella alcanzaba también su propio placer.

-Yo también me corrooooo. Siiiiiii.

Aaaaaaaaaaaaaa.

Cayendo sobre mí, que la abracé agradecido, acariciando su cuerpo.

-Ha sido mejor que nunca. –Me dijo. Y continuó -

¿Te has tomado las pastillas?

Tomo unas pastillas de vitaminas desde hace un par de meses.

-No. Se me han acabado y no me he acordado de comprar antes de venir.

-Menos mal que estoy en todo y he comprado yo.

Se separó de mi pecho, al tiempo que noté que mi polla se salía de su coño y mi esperma y su flujo caían sobre mi pelvis.

Me pasó dos pastillas que metió directamente en mi boca, que yo tragué inmediatamente, no sin antes notar que su formato era distinto. Las anteriores eran redondas y estas como romboidales o casi cuadradas.

-Voy a traerte agua. –Me dijo.

-No hace falta, me he acostumbrado y las trago sin agua ni nada. Pero.. ¿Estás segura de que eran mis pastillas?

-Claro que sí. Fui con la receta del médico a buscarlas.

Cariño, si hemos empezado así, va a ser una noche memorable. –Me dijo siempre hablando ambos en susurros.

Seguidamente, se bajó hasta mi polla, machada por mi semen y sus flujos y volvió a chupármela, y no solo no hizo ascos, sino que emitió gemiditos de placer.

-Hummmm.

Conseguí una erección en un tiempo record, volviendo a empalarse nuevamente y follándome con movimientos frenéticos.

Solamente oía su susurro coincidente con cada movimiento.

-Ah! , ah! , ah! , ah! , ah! , ah! La siento como nunca. –Me decía.- No sé qué habrás hecho antes de venir, pero la tienes más grande y dura que las otras veces.

Y era verdad.

Me la sentía dura como el cemento armado y más gruesa que de costumbre.

Su coño aprisionaba mi polla en su trayecto y yo la sentía como si estuviese follándome a una virgen.

Su propio desenfreno la llevó a alcanzar un orgasmo intenso, que le hizo detenerse unos segundos para disfrutarlo.

-Ah! , ah! , ah.

Me corrooooo. Ooooooooooooh qué fuerteee.

A mí me costaba alcanzar mi placer, a pesar de la potente erección que llevaba. Con mi polla dentro todavía, comenzó a moverse de nuevo, acelerando paulatinamente. Yo me agarré a sus tetas, también hinchadas y frotaba sus

pezones, los pellizcaba suavemente y la obligaba a inclinarse para llevarlos a mi boca y chuparlos con fuerza.

Algo después de continuar, empezó a bajar el ritmo, señal de que se cansaba, por lo que la puse a cuatro patas y fui yo el que la folló por el coño, mientras ensalivaba el pulgar y se lo metía en el culo.

Le pasaba la polla por toda su raja una vez y se la clavaba hasta el fondo la siguiente.

Cada vez que me echaba para atrás, escupía en su ano y metía los dedos. Primero uno, luego dos, tres y tres con el pulgar en medio.

-Oooooohh ¡Cómo me gusta!, sigue, sigue, no

pares.

Y seguí dándole fuerte. Después de mi primera corrida, estaba aguantando muy bien, además de tenerla totalmente dura.

En todos mis años de matrimonio y los anteriores con las putas, jamás había disfrutado tanto. Poco a poco sentía que me iba acercando a mí placer. Mis fuertes envestidas me tenían al borde, pero quería esperarla a ella.

Pronto anunció un nuevo orgasmo, lo que también hizo que

me dejase llevar y alcanzase el mío.

-Sigue, sigue, más rápido, que me corro, que me corrooooo,

Aaaaaaaaaaaaah.

-Siiiii.

Yo tambieeeeén.

Y volví a llenar su coño de lefa.

Caí rendido a su lado, pensando que ya no seguiríamos, pero me equivocaba. Volvió a chupármela hasta ponerla dura de nuevo, cosa que me extrañó mucho, pues nunca he sido un hombre potente, pero tampoco había pasado por unas circunstancias como aquellas.

Solamente de sentir a mi mujer haciéndome una mamada me subía la excitación al máximo.

Cuando estuvo dura nuevamente, ella misma se puso a cuatro patas y me dijo:

-Fóllame el culo.

Me coloqué tras ella y me puse a recorrerlo con mi lengua. Se lo estuve ensalivando bien antes de entrar en ella.

Alternaba penetraciones con mi lengua con uno dos y hasta tres dedos, para ir recuperando la dilatación anterior.

Ella gemía despacito.

Le gustaba y me pedía que continuase. Cuando calculé que mi polla entraría bien me coloqué pegado a ella y froté la punta de mi polla por su coño, recogiendo toda la humedad que pude.

Luego la coloqué en su ano y fui presionando ligeramente pero sin parar hasta que pasó toda la punta.

Emitió un suave quejido de dolor y yo detuve mi avance.

Unos segundos después, la saqué, volví a mojarla en su coño y la volví a introducir un poco más rápido.

Esta vez aguantó bien, por lo que seguí penetrando hasta que mis muslos chocaron con sus nalgas. Entonces esperé a que se acostumbrase

empecé a moverme lentamente, para ir acelerando poco a poco.

La hice caer de lado para seguir metiéndosela, a la vez que acariciaba con una mano su coño y con la otra sus tetas, con total comodidad.

Pronto se puso a gemir, siempre bajito y a decirme que se iba a correr, pero que no parase.

Al poco se corrió señalando su orgasmo con un largo estertor.

-aaaaaaaaaaagggggggggggggggggggggg.

No pareess.

Cuando su orgasmo termino, se apartó de mí, quedando un rato en silencio, mientras mi polla seguía enhiesta.

De repente, se lanzó sobre ella y me hizo una mamada rodeando el glande con los labios y moviéndose como si su boca fuese un coño al que me follaba con la punta, mientras su mano agarraba mi tronco para masturbarme con rapidez.

Ya no pude aguantar más y solté la poca carga que me quedaba en su boca, que ella tragó sin rechistar, limpiándome la polla después.

Yo quedé rendido en la cama, ella se metió en el minúsculo baño al tiempo que se quitaba el corto camisón que rodeaba su cuello.

No me di cuenta de más.

Me quedé dormido y ni

siquiera supe si se acostó o qué hizo.

No sé el tiempo que llevaría durmiendo, cuando me despertaron unos golpes en la puerta. Prácticamente dormido me levanté y la abrí, encontrándome con Julián. Los dos nos quedamos momentáneamente parados, hasta que dije:

-Hola Julián. ¿Qué ocurre? ¿Pasa algo?

-Maldito cabrón. Hijo de puta. ¿Qué haces con mi mujer?

Mientras decía eso, vi su puño dirigirse hacia mí, y al no poder evitarlo, sentí el impacto en mi mandíbula seguido de otro en mi cara y dejé de sentir y pensar. Caí en un negro pozo y no me enteré de nada más.

Cuando desperté entraba poca luz por el ventanal (Luego resultó que era una lámpara de mirar radiografías que mantenía la habitación en penumbra). Intenté moverme, pero un agudo dolor en mi costado lo impidió al tiempo que unas grandes náuseas atenazaban mi garganta y estómago.

Mover la cabeza también resulto imposible por el dolor.

Solamente pude mirar lateralmente con un solo ojo, pues el otro no lo podía abrir.

En la habitación estaban mi mujer,

nuestros vecinos Sofía y Julián y el oficial médico del barco.

Al principio me encontré desorientado, sin saber que pasaba, ni reconocía el lugar, por lo que pregunté:

-¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

¿Por qué estoy así?

El primero en hablar fue Julián:

-Perdona Jorge, pero fue un gesto impulsivo.

Cuando te vi abriendo la puerta de mi camarote desnudo, pensé que mi mujer y tu estabais follando y poniéndome los cuernos, y mi primer impulso fue partirte la cara, pero con la mala suerte que caíste hacia atrás y te golpeaste en la cabeza con alguna parte de la cama.

-¿Y por qué me duele el costado también?

Mi mujer se puso a llorar desconsolada. Entonces continuó el oficial médico.

-Al parecer, con el alboroto que se armó, se despertó su esposa y se acercó. Cuando le vio en el suelo desnudo, pensó lo mismo que su vecino y le dio algunas fuertes patadas en su costado, dando gritos de hijo de puta Infiel y cabrón, que fue el momento en que llegué yo, que me encontraba haciendo una ronda por el barco.

Y continuó.

Al parecer, se equivocó de habitación y se metió en la de su vecino. Su esposa estaba durmiendo y no se enteró de nada, hasta que llamaron a la puerta, abrió usted y sucedió todo.

Mi mujer se lanzó hacia mí, llorando y me abrazó pidiendo que la perdonase.

Mis gritos debieron sonar en todo el barco.

El dolor en mi cabeza y costado fue terrible. La retiraron mientras seguía pidiendo perdón. No se ya si por las patadas o por el daño actual.

Me informaron de que estaba en la enfermería del barco y que me mantendrían 24 horas en observación y reposo.

La tarde paso entre breves intercambios de frases y largas cabezadas de sueño.

A todo esto, se hizo la hora de cenar y les pedí que se fueran ellos, que yo me quedaba solo, pero mi esposa no quiso y acordaron que Julián se iba a su camarote a descansar un momento, pues no había dormido nada, mi esposa a buscar algo de comida para ella y algo ligero para mí y Sofía insistió para quedarse mientras tanto por si necesitaba algo.

No hicieron nada más que salir, cuando ya estaba metiendo mano bajo la ropa de cama y agarrando mi polla, que increíblemente se encontraba en estado de semierección, y empezó a masturbarme, consiguiendo en segundos una nueva y completa erección.

-Perdona, -le dije- me equivoqué de habitación y como habíamos decidido mejorar nuestra relación sexual, pensaba que mi mujer, en contra de su costumbre habitual de dormir con pijama, se había puesto ese camisón para excitarme.

Empecé a acariciarte y como respondiste rápidamente, ya no se me ocurrió pensar que eras otra, además, al hablar bajito, tampoco pensé que la voz pudiera ser extraña.

-Tú también deberías perdonarme a mí.

Mi marido tiene problemas de erección.

Tiene que tomarse dos viagras para que se le ponga casi dura y podamos follar. Anoche me calentaron las conversaciones que tuvisteis vosotros y los gemidos de los que estaban follando cerca.

Me puse el camisón “de guerra”, porque yo también duermo con pijama. Cuando entraste me estaba haciendo un dedo, y cuando noté tu polla más dura que nunca, tenía que aprovechar la ocasión. Luego, cuando me dijiste que no te habías tomado las pastillas, pensé en que tenía otra oportunidad, por eso te las di. ¿No te extrañó?

-Sí, porque su formato era distinto, pero como tomo unas vitaminas y dijiste que las habías comprado tú, pensé que serían de otro laboratorio, como me pasa a veces. Ahora tengo claro por qué se me ponía dura tan pronto y tantas veces. Todavía no se me han pasado los efectos, por lo que veo.

-Eso te lo voy a arreglar en un momento.

Apartó la ropa de cama y empezó a lamer mi polla con placer pero no con técnica.

Cuando llegó al capullo se lo metió en la boca, mientras cogía el tronco con una mano, se metía y sacaba el glande de la boca como si estuviese follándosela con él, al tiempo que su mano subía y bajaba pajeándome.

Intenté tomar la cabeza con mis manos para guiarla, pero el dolor al moverme me hizo desistir, por lo que tuve que darle alguna indicación.

-Ooooooh.

Métetela entera, chúpamela bien.

Ella lo intentaba, pero escasamente se metía algún centímetro más.

-Mmmmmmmm.

Los huevos, chupa y acaricia mis huevos…

Con buena voluntad, acarició mis huevos, pero ni la postura ni mi situación eran propicias para colocarse bien.

La mujer hizo lo que pudo, que para mí, comparado con lo que tenía de antes que era nada, fue muchísimo, por lo que no tardé mucho en correrme.

En ningún momento retiró el glande de su boca, y se tragó todo lo que salió.

Cuando ya no quedaba nada y la había dejado limpia, fue al baño a lavarse y yo me quedé dormido.

Me despertó mi mujer suavemente, avisando de que ya estaba la cena, que debía tomarla ahora que estaba caliente y que debería tomar un calmante para pasar la noche tranquilo.

Así lo hice. Cenamos cada uno lo de su bandeja.

Ella me ayudó a tomar un poco de caldo y la pastilla, dejándome una tortilla y un yogurt sin tocar, y luego cenó mientras la miraba, después de insistir mucho en que fuese al restaurante con los vecinos.

Luego puso un silloncito junto a mi cama, se sentó, apoyó su cabeza y sus brazos sobre la cama y se quedó mirándome en silencio.

-Duérmete. –Me dijo.

-Llevo durmiendo toda la tarde. ¿Por qué no me la chupas un poco para relajarme y dormir mejor?

-No cambiarás nunca. Eres un cerdo y lo seguirás siendo.

Yo no tenía ganas, pero quería tantearla, así que lo dejé y me dediqué a dormir.

Al día siguiente lo pasé en la cama acompañado alternativamente por mi mujer, Sofía y Julián, que me hacían compañía a ratos.

No ocurrió nada en especial.

Con Sofía aclaramos más puntos sobre lo que había pasado, Julián, lo mismo. Me pidió nuevamente perdón, y tuve que decirle que yo habría hecho lo mismo si me encuentro a un hombre desnudo que abre la puerta de nuestra habitación, estando mi mujer dentro.

Mi mujer también me pedía perdón. Que no había pensado en lo despistado que soy y que me iba a compensar. Etc. Etc.

A media tarde pude levantarme un rato y aprovecharon para llevarme a nuestro camarote, donde descansaría mejor. Ya a última hora de la tarde conseguí levantarme nuevamente y sentarme para cenar algo y tomar los calmantes. Lo que fue celebrado por mis vecinos, que pasaron a verme antes de ir a cenar.

La noche igual, pero sin intento de mamada ni meter mano.

Al día siguiente, al despertar, estábamos ya atracados en el primer puerto de destino.

Mi mujer y Julián cogieron la documentación del viaje y del seguro y fueron a preparar nuestro regreso a España. Sofía se quedó para cuidarme.

No deberían haber salido todavía del barco cuando ya estaba totalmente desnuda abriendo la cama y sacando el pantalón de mi pijama, que era la única prenda que llevaba. Se colocó entre mis piernas, tomó mi polla y se puso a hacerme una de sus particulares mamadas, consiguiendo que se me pusiese lo suficientemente dura en poco tiempo.

-¡Qué maravilla, hace años que no conseguía tener a mi disposición erecciones así!

Y al tiempo que lo decía, se colocaba de rodillas sobre mí y, tras decirle “con cuidado, por favor”, se la fue metiendo poco a poco hasta que nuestras pelvis chocaron, entonces comenzó a moverse atrás y adelante, haciéndola resbalar por toda su raja y llenándola de flujo.

Yo no podía moverme, pues cada intento me producía dolores, por lo que mi excitación mental subía por momentos, mientras que los pausados movimientos sobre mi polla me hacían desear mayor acción sobre ella.

-Me gustaría acariciarte, pero no puedo.

Ella se inclinó sobre mí, sin apoyarse, y comenzó a frotar sus tetas por mi pecho, sin dejar de mover su culo.

-Ya venía caliente pensando en lo que te iba a hacer, pero esto me está llevando al límite.

No sé si podré esperarte. –Me dijo.

-Córrete cuando estés lista, no te preocupes por mí.

-Ooooooh.

Me estoy aguantando.

Yo sentía la fuerte presión de su coño y el roce sobre mi polla, pero la lentitud de los movimientos me impedía alcanzar mi propio orgasmo.

De repente, se la sacó, se dio la vuelta y volvió a metérsela de nuevo. En esa posición yo sentía menos roce, pero para ella debía ser más intenso.

  • Oooooops. Oooooops. Oooooops. Oooooops. ¡No puedo más!

Me corrooooo.

  • Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.

Su orgasmo tuvo que ser intenso. Se dejó caer sobre mis piernas y estuvo un rato quieta, moviendo muy despacio su culo, dejando salir algún centímetro mi polla para volver a meterlo seguidamente de nuevo.

Poco a poco fue acelerando de mientras volvía a gemir de placer. Su coño volvía a soltar gran cantidad de flujo, que caía sobre mis huevos. Estaba a punto de correrme, cuando se la sacó, volvió a darse la vuelta y siguió follándome nuevamente sobre mí,

rozando mi pecho con sus pezones una y otra vez, además de mover su culo atrás y adelante.

Ver mi polla cómo iba entrando y saliendo en su coño, sentir el roce de todo mi tronco contra su raja y su clítoris me acercaba al climax, pero cuando intentaba moverme para acelerarlo, el dolor en mi cabeza, costado o ambos a la vez me bajaban varios puntos la libido. La beneficiada era Sofía pues se corrió dos veces más, antes de sentirse cansada y decirle “termíname con la boca”, cosa que consiguió rápidamente, a pesar de su pésima técnica, gracias a la excitación que ya tenía.

Fue un orgasmo memorable.

Mientras me corría le cogí la cabeza con ambas manos para clavársela hasta lo más profundo y soltar allí todo lo que llevaba, en una corrida larga e intensa.

Cuando terminé, no había ninguna parte de mi cuerpo que no me doliese.

Ella tosió, soltó algunas babas mezcladas con esperma, pero se limpió la boca con la mano y, sonriendo, se fue a lavar al baño.

Cuando salió me dijo:

-Esto hay que repetirlo más a menudo.

Y cogiendo mi teléfono se puso a introducir su número en la agenda, mientras decía:

-Este es el número de mi casa.

Puedes llamarme sin problemas entre las 8 y las 14 horas, pero ¡no te equivoques! Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Solo en ese horario. El resto puede estar mi marido en casa.

-Pon como nombre TRABJO DEPTO. PUBLICIDAD. Así podré decir que es el teléfono del departamento de publicidad del trabajo.

No existe y siempre puedo decir que es una empresa externa.

Con lo despistado que soy, mi mujer puede enterarse antes de que empecemos.

Un rato después, vinieron nuestros cónyuges con todo preparado. Una camilla y una ambulancia me trasladaron hasta el aeropuerto y un avión Jet, preparado para ello, nos trasladó a España, donde me hicieron una nueva revisión médica y me enviaron a casa con reposo absoluto.

Ayer salí solo un momento y pude comprarme un teléfono de prepago.

En la prensa localicé un apartamento barato, cerca de mi trabajo y bien comunicado con la vivienda de ella, que puedo mantener, pues mis ingresos no son fijos todos los meses por las comisiones añadidas, pero todavía no sé qué hacer.

Me afligen innumerables dudas.

¿Y si se entera mi mujer? La quiero y no querría separarme de ella, pero anoche le dije de hacer algo, aunque solamente fuera tocarnos y me contestó que esperase un poco, que todavía no estaba preparada.

¿Y si no estoy a la altura de lo que ella espera?

Durante aquellos días follamos varias veces, pero… ¿Podré repetirlo?

¿Y si nos pilla el marido? Tiene la fuerza de un caballo. Si me pilla, seguro que me mata.

Usted que me está leyendo, ¿Qué opina? ¿Qué haría en mi lugar?

Espero y agradezco sus comentarios.