Necesitada pero no tanto

Isabela va a una fiesta. Pero la fiesta se la hicieron a ella.

Isabela es una mujer normal de 45 años, casada y con tres hijos. Una típica madura de clase media, dueña de una tienda.

Su esposo es un industrial de más o menos su misma edad. Sin apuros económicos, pero igual su espíritu independiente la llevó a manejar su propio negocio.

Físicamente es una normal cuarentona, con el desgaste propio de los años pero de imponente cuerpo, avasallador. Redondeadas formas sin ser exuberantes. Erguidos pechos que, al no ser muy grandes se han mantenido firmes a pesar del paso del tiempo. Sin dudas la parte que atraía más miradas era su cola. Grande e imponente, la adornaba por detrás, ejerciendo de imán hacia las miradas masculinas como si estas fueran de metal. Casi una constante era que quien se cruce con ella, girara su cabeza para admirar esa escultura que se alejaba bamboleando acompañado del tac! tac! De los tacos que siempre vestían sus pies. Los cuales lo alzaban aún más y estilizaban sus contundentes piernas.

Su rostro es atractivo, bastante diría, hermosa boca carnosa, casi siempre pintada de rojo. Cabello rubio y corto, y sus ojos castaños y muy bellos con una mirada entre seductora y pícara.

En definitiva es una atractiva mujer madura poseedora de ese aura especial que la hace irresistible  los hombres. Y a ella le encanta, sentirse deseada y admirada levantaba su ego. Cuando notaba que alguno se babeaba mirándola, era un bálsamo para su soledad. Si, es verdad, no estaba sola, pero se sentía así. La rutina feroz y despiadada no había hecho excepciones con su matrimonio.

Raras veces mantenía sexo con su esposo, y cuando ocurría era soso y sin emociones. Definitivamente se sentía abandonada en un mundo cada vez más voraginoso. Añoraba aquellos tiempos que la pasión se apoderaba de su ser haciéndola estallar en mil fuegos artificiales lujuriosos.

Los hechos que desencadenaron el cambio ocurrieron en una ocasión que la mejor amiga de Isabela la invitó a la boda de una sobrina en otra ciudad, algo alejada, de donde era oriunda ella. La invitación se extendía a toda la familia de Isabel, pero uno a uno fueron decantándose, excusándose de ir cada cual con su  pretexto de turno. Su marido con el trabajo, eterno motivo por el cual se alejaba de ella. Sus hijos, finales, reuniones con amigos, compromisos asumidos y bla bla bla… llevaron a Isabela a quedar sola para acompañar a su amiga.

Hacia allá partieron ambas, solas, un jueves tarde, puesto que la boda se celebraba al día siguiente. También pensaban permanecer todo el fin de semana.

El viernes temprano llegaron a destino y su amiga le presentó a su familia. Padres, ya ancianitos, su hermana mayor, cuya hija contraía el matrimonio, primos, tíos y por supuesto los novios.

Mientras se ultimaban los detalles de la ceremonia y posterior fiesta, Isabela y su amiga salieron de compras. Recorrieron tiendas y joyerías para completar el atuendo que lucirían esa noche.

Comida al mediodía en familia, siesta reparadora de las fatigas del viaje, baño y a prepararse para la noche.

La fiesta se llevaría a cabo en el salón principal del mejor hotel de la ciudad. Lugar donde también se alojaron la mayoría de los invitados que habían viajado, incluyendo a Isabela y su amiga, las cuales compartieron habitación. Sin ser una suite, era bastante amplia y lujosa. Las dos se hallaban muy contentas.

Ya enfundadas en sus respectivos vestidos de fiesta, partieron hacia la iglesia. La amiga de Isabela se había vestido con un soberbio vestido color rojo. Escotado a más no poder, haciendo destacar su delantera prominente. Corto, osado quizás, para una mujer que había superado los 40, pero que le quedaba de maravillas, siendo alta y estilizada lucía despampanante. Y ella, que es bastante liberal, no tenía problemas en mostrar sus carnes. Si bien no era muy linda de cara, compensaba esto con el atractivo de su figura.

Isabela, un poco más baja que su amiga y tal vez ligeramente más rellenita, con menos pecho, eso sí, pero de trasero más contundente y bastante más bella de rostro, se había puesto un largo vestido de noche negro. Entallado y de tirantes, con un largo tajo al costado que abarcaba toda la extensión de su pierna.

Maquilladas y peinadas exquisitamente, formaban una atractiva pareja de MILFs, que no pasó desapercibida para los concurrentes masculinos ni alguna que otra femenina envidiosa de esos cuerpos tan bien formados. Más de una parecían matambres dentro de sus vestidos. Pero también, había mujeres muy bonitas y bien vestidas, las más jóvenes, por supuesto, con ese desparpajo humillante que les da la juventud. Pero en definitiva, las dos amigas, eran las exponentes de las maduras de mejor ver, por lejos. Ningún hombre, joven o viejo dejó de apreciar relamiéndose, el culo de Isabela y las tetas de su amiga.

Se realizó la ceremonia y todos de vuelta al hotel para celebrar con un banquete, baile y todos los pormenores que acarrea una boda. Más de un improvisado galán se ofreció a trasladar a las dos imponentes mujeres, que desde su aparición les revolotearon como abejas a las flores nuevas de primavera.

Aperitivos, vinos, champagne, licores finos y un sin número de bebidas circulaban, por lo que para cuando comenzaron a bailar el vals, Isabela ya estaba bastante embebida en alcohol, desinhibiéndola un tanto. Bailó con el novio, el vals, y continuó en la pista con cuanto caballero se ofrecía para ser su pareja de baile, alternando con minutos de reposo donde continuaba consumiendo tragos.

Dentro de sus ocasionales parejas de baile, había uno que prácticamente copó la mayoría. Era un joven primo del novio, bastante guapo, de alrededor de 25 años que ocupaba una mesa cercana con otros siete u ocho muchachos más o menos de la misma edad, también primos y amigos del novio. Sin dudas la mesa más alegre, y a medida que ingerían alcohol se volvían más alegres y ruidosos.

El muchacho no desaprovechó oportunidad para rozar las carnes de Isabela. No fue descarado ni desubicado, si no sutil y caballeroso, pero la mano en la cintura baja la colocaba, así como acariciaba la espalda y brazos. Esto, lejos de molestarla, lo sentía agradable Isabel. Por supuesto que no iba a permitirle que sus toqueteos avanzaran más que eso, pero su guardia fue en vano puesto que el chico no se desubicó.

-¿Te puedo ofrecer algo para beber? – preguntó el chico, en un momento que acababa un tema. – Hace bastante calor y hay que hidratarse para seguir bailando después… jaja…

-Pues si… fíjate que ya lo estaba pensando. – contestó Isabela.

-Vamos a mi mesa… ahí no faltan tragos. De paso te presento a mi hermano y primos.

Aceptando ella fueron a sentarse a la mesa donde tres muchachos charlaban jocosamente tomando algo.

El pibe la presentó y a su vez le informó que eran su hermano, un primo y un amigo.

-¡Pero mira nada más! Si nuestro don juan atrapó a la más linda de la fiesta!!! jajaja!!! – bromeó el amigo con el asentimiento de todos…

-Y no te la vas a quedar para ti solo, al menos me concederás un baile ¿Verdad Isabela? – preguntó risueño el hermano.

-Por favor chicos… que cosas dicen… que puedo ser su madre jiji… seguro preferirán liarse con alguna de las tantas bellas señoritas que hay… - apuntó la sonrojada Isabela.

-Puedes ser nuestra madre, pero no lo eres, en cuanto a lo de las señoritas, quizás deberíamos llamarlas las tontas huecas de la fiesta… - exclamó el amigo señalando a un grupo de hermosas chicas jóvenes que bailaban entre ellas riéndose a carcajadas y confirmando lo dicho.

-Bueno niños, me siento halagada, pero que soy muy mayor para ustedes, igualmente si de verdad se atreven a que los vean con una vieja, por supuesto que bailaré con el que lo pida como un caballero jajaja…

La charla distendida continuó un rato más. En ese lapsus se sumaron dos jóvenes apuestos más, presentados como dos amigos del novio.

Isabela bailó con algunos de ellos que se lo pidieron elegantemente, siempre todo en un clima de alegría y jolgorio. Alguno más toquetón que otro pero siempre dentro de los límites.

Mientras ella bailaba, los demás en la mesa no le quitaban los ojos de encima y cuchichiaban entre ellos con lujuriosas medias sonrisas.

Luego cuando volvían a la mesa, todos se desvivían para atenderla, con galanterías y frases entre graciosas y elegantes, y también algo de doble sentido, pero con mucho tacto.

Isabela se sentía a gusto con ellos y por qué no orgullosa con ella misma. Rodeada de atentos jóvenes, la volvían un tanto vanidosa. Y excitada, entre el alcohol, los roces, la situación, lo necesitada que estaba y el coctel de pastillas que los muchachos le habían metido en la copa sin que se diera cuenta. Burundanga, éxtasis, yumbina y energizantes. Sus terminales nerviosas se encendían poco a poco humedeciéndola y erizándola.

Esta mezcla de sustancias producía en quien las ingiriera primeramente una excitación que paulatinamente se incrementaba, sobrevenía una sensación de falso bienestar para culminar con una pérdida total de la voluntad.

El alcohol potenciaba algunas sustancias sustancias y el energizante otras, así como cada uno aplacaba otras. Con esto se lograba que la víctima estuviera medianamente lúcida, no totalmente desmayada como si solo hubiese tomado burundanga. Así mismo al tener esto en el torrente sanguíneo, se sentía aplacado y dócil. Sumando la yumbina, se lograba una excitación máxima dilatando los puntos erógenos. Por último el éxtasis en mínimas dosis producía el efecto “no me importa nada”.

Esta ensalada de estupefacientes ya se encontraba dentro del organismo de Isabela. Paso a paso con infinita paciencia los tipos se la fueron suministrando con las bebidas. Un combinado peligrosísimo para la dama.

Los desalmados comenzaron ver los efectos cuando la señora empezó a estar como ida, no seguía la conversación, se movía continuamente en el asiento y empezó a sudar.

-Chicosssss… neeeeecesssito ir al bañoooo… ya vuelvo jiji… -dijo Isabela arrastrando la lengua como borracha.

Se puso de pié y lentamente, no del todo derecho, se encaminó a los toilettes. Cuando se alejó un poco, uno de los jóvenes dijo:

-Ya está servida, a vos te toca llevarla a la habitación. – dirigiéndose al muchacho que había hecho el contacto.

Dándole un tiempo prudencial, el hipócrita chico, fue tras ella. Entró en el baño justo cuando ella se estaba refrescando la cara. Sorprendida exclamó:

-¡Ey! ¿Qué hacessss en el baññño de damasssss?

Medio trastabilló y hubiera caído al piso si el joven no la atajaba abrazándola y riendo.

-Mmmm jijiii… ccreo q-que se me fue…. La mano con lossss tragos jijiji…

-Suele pasar jaja… por suerte pude atajarte a tiempo. ¿Te han dicho que tienes unos ojos preciosos?

-Uhhhh… ¿qué prrrretendeee usteeeddd, jovencitoooo???

-¿Yooo? Nada. Sólo admiro tu belleza, tus ojos, tu piel… tu boca… la cual invita a ser besada…

Acercó su boca a la ida mujer y le dio un profundo beso sin resistencia por parte de ella. Es más colaboró abriendo la boca y enroscando su lengua en la de él, con un intercambio de saliva y apagados jadeos.

Solo cuando el chico bajó las manos a sus nalgas se separó con el último arresto de cordura que le quedaba, aunque notaba su entrepierna como un afluente, intentó protestar.

-No, no… mmm… no, hagas… eso… no está biennnn… soy casadaaaa… soy mayorrrrr… no lo hagas….

Obviamente el muchacho no le hizo caso, dándose cuenta de la poca convicción que ponía ella a su protesta, continuó besándola en el cuello, bajo la oreja, mentón, mejillas. Agarrándola con una mano de la nuca la volvió a besar en la boca y metió la rodilla entre las piernas de Isabela frotándole con la misma su sexo.

La muralla defensiva de ella cayó definitivamente, se dejó besar y manosear colaborando con lo que el poco consciente que le quedaba. Ya sus jadeos eran fuertes gemidos. Sentía sus pechos apretados contra el torso de él y se desesperaba. La rodilla intrusa, con su frote continuo le hacía perder el casi inexistente control. Y la mano que había vuelto a su cola, con suaves caricias, hizo que se abriera como una flor al rocío matinal.

En medio de la vorágine lujuriosa, el tipo con el pene durísimo y casi desmadrándose por meterla, recordó la tarea y casi arrastró a Isabela fuera de los baños rumbo a la habitación, susurrándole palabras cargadas de sexo, acariciándola desmedidamente. Casi sin resistencia, pues ella lo deseaba de buena gana también, llegaron al ascensor que los llevó a habitad del futuro desparpajo sexual.

En todo el recorrido ella le correspondió, a pesar que en su semi despierta mente se le venían imágenes de su familia, su amiga, que vaya a saber donde estaba, de su educación, moralidad, etc… igualmente se dejó arrastrar vaya a saber donde, aunque eso no le importó en el momento, solo quería sentirlo dentro, ya estaba entregada, nublada por el deseo y los barbitúricos, fue dejándose conducir a su propia perdición.

Llegaron a la habitación y en menos de que canta un gallo, Isabela se encontraba en la cama abierta de piernas mientras el chico hurgaba su intimidad arrancándole la sexi braga que había estrenado ese día.

Sin sacarle el vestido, acelerado y apremiado, le devoró literalmente la casi lampiña vagina. Inundada de flujo, chorreante de esencia femenina, como nunca la había tenido en su vida, a grandes lengüetazos se fue tragando todo lo que salía de la concha inflamada de Isabela. Solo unos segundos duró. El tampoco daba más de calentura, y la penetró. Un respetable miembro poseía el vago. Aún con tanta lubricación y estímulo, Isabela la sintió de verdad mientras toda la extensión la abría en su abandonado y mal atendido interior.

Ella seguía en una nube, presa de sopor y excitación. Obnubilada y entregada. En el fondo sabía que esto estaba mal. Pero no era dueña de su razón. Y él se la cogió con ganas, con esas ganas eufóricas propias de los jóvenes, le bombeo como conejo en su cavidad amatoria hasta que explotó en eyaculación copiosa y precoz.

Ella intentó con trabadas palabras y gestos de desagrado que él no acabara adentro. Pero, ¿quién sujeta un macho joven cuando se desata su lívido?

-No, no nooo… no deberías ha-haber acabado dentroooo, pendejoooo… y no m-me espe…rasteeee… -lagrimeaba la señora desencantada de su amante aunque la niebla la cubría.

-No te preocupes Isa, ya tendrás revancha… y mientras, te dejo en buenas manos jajaja. – se mofaba el pendejo con la pija aún dentro de ella.

Acto seguido se abrió la puerta dejando entrar al resto de los jóvenes, que, pacientes, esperaban afuera su turno.

Uno, dos, tres, varios hombres entraron a la pieza mientras el precoz jovencito se retiraba de ella y la dejaba a merced de la jauría.

-Por fin! – exclamó uno. –No daba más… que ganas de coger a esta puta teníaaa!!!!

Ella se negaba en medio del espanto de la intrusión intentando cubrirse. Pero fue rápidamente rodeada de jóvenes hambrientos de sus carnes que la sujetaron y desnudaron en un santiamén. El vestido negro tan bonito y sexy, fue rajado aprovechando su tajo, hasta el fondo retirándoselo de un arrancón. El sostén sin breteles, desenganchado y retirado, dejando a la vista sus medianas erguidas tetas, de areolas rosadas y pequeñas, igual que sus pezoncitos que aunque pequeñitos, estaban tremendamente erguidos y sensibles.

-Esta es una verdadera hembra hambrienta de verga. – decía uno pasando la mano por el empapado y escaso vello púbico, incluso rozando un inflamado clítoris.

-Ahora tendrás lo que buscabas, ramera. – exclamaba otro mientras le sujetaba los brazos sobre su cabeza.

-Te vamos a rellenar como un pavo. – acotó otro y procedió a prenderse a succionar los paraditos pezones, chupando uno y pinzando el otro.

-Me encantan las conchas de las maduras. – comentó otro, separándole los labios vaginales con las dos manos. – Tienen los labios gordos y jugosos.

Una mezcla de sentires confundía aún más a Isabela. Se sentía muy cachonda, pero este atropello rayaba la violación. Prácticamente la estaban violando, pero esa sensación también la excitaba y la repelía. Una sensación dicotómica, no la dejaban ni gozar ni resistirse. Aparte, dopada, poca voluntad ponía oponer a los avances de esos malditos.

Y la comenzaron a coger. Su vagina repleta del semen del primer joven, sonó como una pisada en un charco cuando el primer violador la penetró bastante bruscamente. Este, sujetaba una de sus pierna sobre su hombro, mientras un compañero le mantenía la otra inmovilizada, pero manoseando sus contundentes muslos de ida y vuelta.

-¿Le gusta señora? Apuesto que lo estaba necesitando… - se mofaba el tipo mientras la embestía, con paciencia, lento, pero profundo.

- Vaya si lo necesitaba . -Pensaba Isabela - pero no así, no no no quiero que me violen.

El vejador debía cargar una buena herramienta, porque en cada embestida le tocaba la cérvix, cosa que ella sentía como descargas eléctricas en su interior.

En un momento aceleró un tanto su vaivén, gruñendo y gimiendo, para de un sacudón, retirársela toda exclamando:

-Que pase el siguiente… quiero que se trague mi leche.

Rápido, tomó a Isabela de la nuca, elevándole un poco la cabeza mientras con la otra mano se sacudía el miembro como poseído. Lo colocó a milímetros de la boca de ella y le descerrajó lechazo tras lechazo. Alguno impactó en la cara, parte fue adentro de la boca y otro poco al cabello, ojos y nariz.

Ella ya no emitía palabras, no podía coordinar dos letras juntas para expresar algo. Sólo desde su interior salía un continuo gemido que alteraba la graduación sonora dependiendo de lo que hacían sus violadores.

Así soportaba toda la descarga seminal en su rostro cuando sintió que otro malnacido la penetraba. Sentir que expresó con un quejido más audible que el resto.

Así continuaron turnándose. Disputándose cada parte de su apetecible cuerpo. Magreando, chupando, mordiendo, penetrando, sobando… un sinfín de acciones sexuales que la llevaron obviamente a varios orgasmos. No porque su obnubilada razón lo deseara, pero repleta de fármacos afrodisíacos y estimulada continuamente, su cuerpo reaccionaba orgasmeando devastadoramente. Además los chicos no la maltrataron con golpes ni agresivamente. Algún pellizco o mordiscón un tanto doloroso, pero en general se comportaron delicados y suaves.

No por eso dejaba de ser una violación. Pero sin sadismo ni ensañamiento.

Uno tras otro se fue vaciando en distintas partes de su cuerpo, incluso la pusieron boca abajo para penetrarla desde atrás, admirando el rotundo culo que cargaba. Blanco, grande y ancho, pero firme, con pequeños dejos de celulitis que se hacían visibles cuando contraía los músculos.

Y por supuesto, llegó el momento que uno quiso meter su cosa en su ano protegido por esas tremendas nalgas. Ahí despertó un tanto su espíritu de supervivencia, reaccionando con temblores y agitación cuando sentía que le punteaban su puerta trasera. El pequeño asterisco de color un poco más oscuro que su piel, comprimía sus pliegues con cada intento, pues nunca había conocido huésped.

-Este culo está sin estrenar! – exclamó quien intentaba infructuosamente vencerlo.

Aún impregnado de flujo, semen y transpiración, lubricado y algo dilatado por la yumbina, ofrecía una resistencia titánica.

Isa se negaba con las pocas fuerzas que le quedaban a que la sodomizaran. Bañada en sudor, protestaba con gemidos, mientras sus ojos lagrimeaban de impotencia.

Pero nada detiene a una turba de jóvenes calientes. Le separaron los glúteos todo lo que daban y embadurnaron su esfínter con cremas y geles, mientras con los dedos los frotaban y forzaban el agujerito para plastificarlo de lubricante por dentro. Empezando con los dedos más chicos y alternando los más gordos, después dos, moviéndolos y profanando fueron abriéndole el culito ala pobre Isabela que lloraba y se agitaba.

Seguramente alguno de los productos que utilizaron era crema íntima, porque al calorcito propiciado por los afrodisíacos, una nueva sensación de deseo le empezó a crecer desde su virgen ano, que se dilataba cada vez más.

El pibe notó la dilatación y a pesar de las continuas negativas de Isabela, puso su glande apoyado en el esfínter y presionó. Isa se tensionó a más no poder. Un estertor recorrió su cuerpo a medida que el falo avanzaba. Entraba lentamente bajo la fuerte presión que le imprimía él. Centímetro a centímetro fue alojándose en los intestinos de la dama entre pucheros que emitía ella.

Se sentía rota, invadida y vejada, pero la sensación también traía cierto placer. Nunca había sentido algo así. Nunca hubiera creído que su culo podría darle tanto gozo.

El chico se movía lento, suavemente la profanaba. Sentía tan apretado que muy pronto comenzó a embestir con ganas. A ella la seguían sujetando de los brazos, pero tarea inútil pues casi no se movía, solo un continuo: “mmm ah ah ah mmmm” indicaba que sentía.

Cuando ya el sodomizador notó que le llegaba el orgasmo, se tiró sobre ella y metiendo sus manos bajo su cuerpo se apoderó de los pechos de Isabela, los cuales apretó con fuerza mientras un ronco gemir acompañaba la faena de inundar el recto de la señora de esperma.

Cuando se retiró de la cavidad recién inaugurada vino el desastre. Una invasión nauseabunda de un líquido mezcla de varias sustancias, desbordó el ano de Isabela, ahora si abierto y al rojo.

No fue muy agradable para nadie, son los riesgos que se corren cuando se practica este tipo de sexo sin tomar los recaudos higiénicos correspondientes. Así fue que medio en volantas arrastraron a la desmadejada y desecha mujer al baño depositándola en la bañera.

Las piernas no la sostenían, por lo que la acuclillaron en la tina, llenándola, primero, y bañándola luego. Aunque como ida, Isabela tenía bastante consciencia de lo que ocurría y se sentía muy avergonzada que unos jovencitos no mucho más mayores que sus hijos la higienizaran.

Entre bromas tallaron su cuerpo con jabón corporal dejándola impecable. Sobre todo su culito fue tratado con especial atención, aprovechando lo dilatado que estaba. Ella con cara de borracha y murmurando alguna que otra palabra sin sentido no tuvo más alternativa que dejarse hacer.

Ya bañada y secada fue llevada de nuevo a la cama donde la depositaron desnuda con visibles marcas rojas donde habían fregado de más. Por supuesto antes sacaron toda la ropa de cama que estaba perdida, y así fue el nuevo empezar.

Entre los seis jóvenes continuaron sometiendo a una entregada mujer madura que experimentaba por primera vez sensaciones encontradas.

Con sus bocas recorrieron cada parte del cuerpo de Isa, produciéndole a esta un extremo estado de placer. Todas esas lenguas y labios babeando y acariciándola la llevaron a nuevos orgasmos. Sus pequeños pezones estaban ultra sensibles y su clítoris hinchado y erguido bañado por torrentes de flujo que segregaba a mares.

En resumen, durante toda esa madrugada y aún parte de la mañana continuaron fornicándola y sodomizándola, incluso con alguna doble penetración, hasta que perdió el conocimiento.

De a ratos volvía en sí, y cada una de esas veces tenía un chico alojado en su vagina o ano, incluso ambos a la vez. Toda pegoteada de semen, recobraba el conocimiento para volver a tener un clímax y desmayarse otra vez.

En un momento despertó y estaba sola, enchastrada y sensible. Desnuda y espatarrada. Sin fuerzas, solo abría los ojos y trataba de acomodar sus pensamientos.

No estuvo mucho sola. Alguien entró a la pieza y se aproximó. Era un hombre adulto, quizás de su misma edad o más. El sujeto venía excitadísimo y solo liberó su verga para abusarla él también.

Se corrió y se fue, dejándole en la matriz una nueva carga de espermatozoides.

Y enseguida entró otro. Y luego otro. Y así siguieron desfilando de uno en uno, hombres de todas las edades, desconocidos para ella. Con el solo objetivo de penetrarla por donde sea.

Eyaculaban y se marchaban, venía otro desalmado sin piedad, la ponía culo para arriba y la sodomizaba, acababa y salía, el siguiente la volvía a dar vuelta y la clavaba por la concha.

Así una sucesión que le pareció eterna fue pasando lentamente.

No quería más, ya estaba saciada hasta el hartazgo. Habría tenido un innumerable número de orgasmos, haciendo que al final se insensibilizara. Ya no era su cuerpo el que mancillaban, era otra persona, y ella era una mera espectadora.

Para aclarar los hechos, pasó que los jóvenes pervertidos una vez vaciados varias veces perdieron interés, pero eso no impidió que pasaran la voz a algunos otros invitados de la fiesta y pronto fue un comentario que se viralizó entre el público masculino. A casi nadie le había pasado inadvertido el cuerpo de Isabela enfundado en ese sexy vestido negro, ni su culazo redondo y carnoso que hacía transpirar a los espectadores mientras ella bailaba. Fue así que al enterarse que estaba receptiva y dada para fantasías sexuales, no dudaron muchos de ellos en pasar por la habitación donde la voluptuosa mujer se dejaba coger.

Ya sobre mediodía, nuestra atractiva protagonista se quedó sin clientes. Para ese entonces algo de los efectos alucinógenos se le había evaporado. Lentamente recuperaba la conciencia y los últimos violadores ya pudieron notar como empezaba a resistirse, incluso gritar, por lo que la dejaron en paz.

Era tanto el cansancio que no tardó nada en quedar profundamente dormida, un sueño largo esta vez sin interrupciones de calientes sujetos. Y soñó. Soñó mucho con escenas sexuales, a veces placenteras, a veces no.

Su mente se acomodaba mientras dormía y se excitaba y lubricaba nuevamente creyendo en sus sueños que todo había sido eso. Un sueño.