Necesitaba mi dosis de ti.
Ya necesitábamos que pasase, y ni siquiera fuimos capaces de esperar a que el autobús nos llevase a nuestro destino sin dejar volar la pasión.
Antes de comenzar he de hacer una breve aclaración: Este texto es antiguo y no he podido editarlo o 'mejorarlo' como otras veces hago, además de que era jóven y tal vez sea algo más light de lo acostumbrado. Estoy en época de exámenes y, en cierto modo, quería dejar constancia de cómo escribía antes para que se notase la evolución. Dicho esto, disfrutadlo. Porque, la verdad, cuando recuerdo la situación, todavía se me mueve algo por dentro y...
Llevabas jugando conmigo varios días. Por desgracia no llegamos a coincidir en un par de días y tú jugabas con ello. Ya que no nos podíamos ver, tú te pasabas los días haciendo que deseara verte más que cualquier otra cosa en el mundo y... me encanta jugar, lo sabes, así que yo te seguía el juego aunque luego me llegase a arrepentir cuando me tenía que quedar solo. Los dos jugábamos, también hay que decirlo, y por fin podíamos vernos aunque fuera un ratito. Esta mañana habías despertado en casa de tus abuelos y habíamos optado por vernos dando una vuelta esa mañana y que luego te acompañara a tu pueblo para conocerlo. Había ido antes pero me hacía ilusión que me contaras como en una visita guiada tu entorno como si fuera un museo. Que me contaras cómo te habías criado para poder conocerte más y mejor. Porque nunca me cansaré de conocerte más y mejor.
Tuve que despertarme por la mañana temprano para poder ponerme guapo, ya que te tenía que encantar. No teníamos ninguno de los dos claro que llegase a pasar algo más de lo que normalmente puede pasar entre amigos pero... no lo descartábamos. Aunque realmente las probabilidades no eran pocas. Así que cuidé estar guapo y oler francamente bien, dejando caer suavemente unas gotitas de aroma sobre mis codos, cuello y el vientre bajo la goma de la ropa interior. Decidí ponerme los vaqueros que me realzaban el trasero y una camiseta ligeramente ceñida, pero sin parecer estrecha. Que simplemente marcara poco los grupos musculares. Bajé para verte en el centro, irte a recoger a la casa de tus abuelos, y así de paso íbamos a comprar lo que necesitabas. Fui con brío pero sin prisa, no quería llegar sudado para verte pero prefería esperarte yo a ti.
Y eso es lo que sucedió, aunque por suerte sólo tuve que esperarte escasos cinco minutos en los que traté de imaginar situaciones donde poder colar alguna frase ingeniosa... pero, como siempre, desistí y me conformé con dejarme llevar por lo que tu cuerpo me inspire. Y bajaste. Viniste disculpándote porque no tenías ropa suficiente en la casa de tus abuelos y decías que no te pudiste poner guapa pero... en fin, por suerte no se te sube a la cabeza. A mí me parecías que ibas deslumbrante. La camiseta clara que llevabas marcaba el ligero moreno que tenías, mientras los vaqueros te estilizaban la pierna y el trasero de una forma increíble. Esta vez no tenías nada de tacón bajo los pies por lo que estabas a la altura perfecta, como me encantas. El pelo estaba ligeramente húmedo de la ducha y sonreías con esos brillantes labios.
Dejaste caer levemente las gafas cuando te paraste a escasos metros de mí, 'anda que dices algo. Yo disculpándome por no poder conseguir más y tú sin decirme que no me preocupara o.. algo'. 'A mí me educaron que... a palabras necias, oídos sordos. Cuesta dejarme sin palabras y, si no pude decir nada, será por algo'. Te devolví la sonrisa y para evitar el momento de tener que darnos dos besos me golpeaste ligeramente el hombro. 'Como se nota cuando pasas un par de días sin verme, te da por decir una de gilipolleces... putas drogas, cómo estropean a la gente'. Reíste suavemente y te diste la vuelta para que empezáramos a caminar. Me puse a tu altura de dos zancadas, 'cierto, tengo que desengancharme, pero no creo que quieras. Ahora mismo eres mi única droga'. Esta vez el golpecito fue en la tripa, y con una sonrisa terminamos el saludo.
Era divertido pasear contigo dándome cuenta que de vez en cuando los chicos llegaban a girarse. Reíamos y bromeábamos a más no poder, e incluso tuvimos un par de minutos donde todavía no se te había pasado el chip de los últimos días; cuando tratabas de jugar conmigo. Me abrazabas, me acariciabas y en algunos momentos bromeabas con situaciones... que me superaban. Yo tenía que disimular con una sonrisa cuando, con un abrazo, me susurrabas al oído 'en ese banco fue donde me imaginaste una vez, ¿no?', y terminabas con un chasquido con la lengua para que rozara mi oreja. El día pintaba divertido, de eso no cabía la menor duda, pero lo que tenía miedo es que la diversión sólo la disfrutases tú. Tras comprar lo que tenías encargado de comprar, fuimos en un paseo hacia la parada de tu bus más cercana mientras me contabas qué tal la última noche.
Sabía que lo hacías por el juego, pero me hacía gracia ver como tratabas de menospreciar al resto de chicos que conociste por la noche al compararlos conmigo. Uno trataba de hacerse el gracioso pero sólo parecía un patán a mi lado; el otro se creía guapo e iba de mayor pero con ese bigotillo de adolescente sólo te hacía reír; el de la gorrita que trataba de hacerse el listo sólo metía la pata una y otra vez... sabía que eran sólo bromas, pero me llegaba a halagar sentirme con un poco de estima. Necesitaba el ego subido para poder jugar también; lo sabías, y eso hacías. Yo trataba de demostrarte que no eran nada que merecieran la pena mis cualidades y tú te reías... 'depende de cómo lo mires. Si hacerme reír durante horas y horas todos los días no es nada... entonces sí estoy equivocada. Si que siempre trates de encontrar la solución a cualquier cosa que me suponga un problema no vale nada.. entonces estoy equivocada'.
Te acercaste más a mi, me miraste a los ojos y cada mano tuya se apoyo en cada uno de mis hombros, bajando poco a poco haciendo una ligera presión en el músculo del brazo. 'Si cada día conseguir que me vuelva loca deseando ese cuerpo como nunca antes había creído posible... es que de verdad estoy equivocada', fue lo que me susurraste mientras tus manos hacían más presión sobre el bíceps y le clavaban ligeramente las uñas. Tras el susurro en mi cuello me besaste con ternura la mejilla por la zona de la mandíbula y te alejaste unos centímetros para mantener una mirada tierna en mis ojos. 'Son estos los momentos en los que algo me pide de mi cuerpo suplica disfrutar del sabor de esos labios...' dijo mi boca aunque no recordaba ni siquiera dar la orden de decir esa frase. 'Entonces no tendremos que dejar con ganas a esa parte de tu cuerpo... ¿no?'. Y tus labios cayeron sobre los míos. Y nada más importó... por lo menos durante esos veinte segundos, ni tampoco en los siguientes treinta mientras que me recuperaba. Tu sonrisa traviesa no se había borrado de tus labios, que al estar ligeramente humedecidos por el beso parecían incluso más irresistibles. Apoyaste tu mano sobre mi vientre; 'Yo me estoy portando bien con tu cuerpo... espero que él también se llegue a portar bien, que el día va a ser muy largo...'. Sí, este día va a ser francamente divertido... no me cabía duda.
Volvió a ser un viaje de sólo risas y anécdotas mientras llegábamos a la parada del bus. La parada estaba bastante cerca, por lo que llegamos demasiado pronto y teníamos que esperar media hora hasta que llegase. Por suerte había un banco al lado y decidimos sentarnos para descansar un poco las piernas. El problema es que, cuando me tienes tan cerca durante un poco de tiempo te es imposible contenerte. Reíamos y te apoyabas sobre mi hombro con la escusa de estar más cómoda. A ratos te acariciaba el hombro mientras hablábamos, a ratos eras tú la que acariciaba mis piernas y de vez en cuando me besabas el pecho o la mejilla. Hablábamos a ratos y otros nos manteníamos en silencio, simplemente limitándonos a disfrutar del momento.
'Si es que parece que te apagas cuando no estoy pichándote', susurraste mientras reías y yo te rodeaba con el brazo. 'Es que necesito un descanso entre vez y vez, ¿no crees', te respondí pellizcándote suavemente el hombro. Te alzaste y me miraste fijamente. 'No mientas. Lo más divertido de ti es que no necesitas descansos... siempre puedes estar al cien por cien, ¡así que nada de descansos!'. Te deshiciste de mi brazo rodeándote y de un movimiento ágil te pusiste sobre mí sentada, teniendo tu boca demasiado cerca de la mía. Notaste como, de nuevo, el descanso de mi cuerpo estaba despertándose. 'Cómo te encanta jugar conmigo, pequeña...', te dije mientras mis manos rodeaban tu espalda para acercarte poco a poco a mí con la esperanza que tus labios acabasen cayendo sobre los míos. 'Si fuera de verdad pequeña, no jugaría a estos juegos', contestaste mientras tus manos caían sobre mi pecho acariciándolo poco a poco y tu cadera se balanceaba suavemente despertando mi cuerpo que dejaba de estar dormido y comenzaba a desesperezarse poco a poco.
'Créeme que cuando empecemos a jugar, se notará la diferencia', te susurré mientras te agarraba del omóplato para acercarte más aún a mí, y terminé con 'esto más que juego es... el adelanto, el peloteo de antes'. Volví a disfrutar de tu risa como otras muchas veces. Cuando siento que soy yo el que provoca algo tan increíble... simplemente soy capaz de sentirme lleno. Me acerqué a besarte y sin borrar la sonrisa me besaste tú; apoyando tus manos sobre mis mejillas. Cuando te separaste en un sussurro dijiste, 'espérate que tal vez durante hoy descubras que no eres el único jugador con ases en la manga'. Simplemente me callé. No podía decir nada, nada que mereciera la pena ser dicho después de eso. Me mantuve callado y admirándote... hasta que a los pocos segundos te levantaste rápidamente para ir al bus, que estaba llegando. Nos montamos, me impediste invitarte y como yo te decía que no a cualquier asiento que nos encontráramos porque 'ninguno llega a merecernos', acabamos por ponernos al final del bus.
Me obligaste a cederte la ventanilla mientras que a cambio me ofreciste... nada. Fuiste tan cruel que me la robaste sin ofrecer nada a cambio. Pero no saldrás impune de afrenta. Mientras se acercaba a tu pueblo tú me ibas haciendo ver el paisaje espantoso que se podía ver tratando de hacerlo más atractivo. Yo me reía hasta que te diste cuenta que había utopías más posibles que ver atractivo el paisaje hasta tu casa y, tras unos segundos callada mirando al asiento de delante confesaste: 'esto es algo que nunca me atreví a confesar pero... pensé en ti el otro día mientras lo recordaba'. '¿A qué te refieres?', tenía miedo a lo que decías porque tenías un tono de voz demasiado serio para que fuera parte del juego, por lo que apoyé mi mano sobre tu muslo y al mirarme volvió a poderse ver la sonrisa de diversión. 'Siempre soñé con que pasase algo con alguien en el fondo de este bus... que tenía que coger cada día'. Fue una confesión... impactante. Fue impactante porque en ese momento estábamos tú y yo en ese mismo bus. Fue impactante porque en ese momento mi mano involutariamente subía por tu muslo hacia la ingle. Fue impactante porque al terminar la frase fue tu boca la que se acercó a la mía sin dudarlo un segundo... y tu mano imitó a la mía pero sin miedo de apoyarte varios centímetros más arriba. Fue impactante porque no tardamos ni 10 segundos en empezar a cumplir ese sueño tuyo...
No pudimos jugar con demasiada libertad porque, a pesar de estar en el fondo del bus, estábamos a pleno día y al estar en la ventanilla te encontrabas francamente a la vista pero... parecía que nada de eso te importaba realmente. Sin ningún tipo de pudor apoyaste tu mano directamente sobre el paquete que se había comenzado a despertar tras el comentario, aunque sentiste como seguía creciendo entre tus dedos mientras lo agarrabas. Tu lengua no podía dejar de luchar contra la mía mientras poco a poco tu mano apretaba mi entrepierna sin llegar a hacerle daño y la movía suavemente. Mi mano ya dejó de lado a tu muslo para tratar de hacerse sentir a pesar de estar sobre unos vaqueros. Hacía presión para que pudieses sentir mi presión sobre la perla que corona tu sexo, mientras trataba de moverlo suavemente en círculos.
Te separaste de mis labios para morderme la mejilla y el cuello mientras jadeabas suavemente a cada círculo que trazaba con mis dedos. Mientras tu mano ya disfrutaba de mi paquete en todo su esplendor recorriéndolo sobre la ropa de arriba a abajo. 'Quiero más. Quiero vivir mis sueños... quiero más, ahora...', me susurrabas entre mordisco y beso. Yo no podía evitar respirar entre jadeos... 'yo aquí no puedo darte más... falta de espacio...', me costó reconocer casi faltándome el habla. 'No te preocupes', me dijiste mientras me mirabas a los ojos. Tu mirada era puro fuego, pura pasión... era la mirada más seductora que recuerdo haber visto nunca. 'No te preocupes', repetiste, 'entonces sólo daré más yo... esto también me encanta'. No podía creer lo que vivía. Mientras tu boca devoraba la mía tu mano siguió jugando un poco sobre mi vaquero; con tu otra mano apartaste la mía de tu pierna y me pusiste mirando al frente, te separaste de mis labios y con la mano que no estaba sobre mi polla te dehiciste del botón.
'Cuida que nadie se de cuenta' susurraste en mi oído mientras tú sólo te centrabas en mí. El botón desapareció rápidamente y yo no podía evitar mirar de reojo poco a poco si llamábamos la atención del resto del bus, mientras tú sólo eras capaz de bajarme la cremallera y jugar sobre la suave tela de los calzoncillos. Con la camiseta, dejándola caer por encima, trataste de tapar el espectáculo; mientras tu boca cayó sobre mi cuello y comenzó con una sesión de besos y mordiscos. Te susurraba 'nos van a ver... cuidado', mientras tú sacaste de la ropa interior el que no pretendías dejar de entretenerte.
Le pusiste ritmo y una ligera presión, pudiéndose ver claramente cómo palpitaba mi camiseta con el baile. 'No te preocupes, si no van a saber que aquí hay nadie... no me verán la cabeza', me dijiste con un tono desafiante. Sonreí sin entender a qué te referías hasta que me clavaste la mirada y con una sonrisa expresabas pura lujuria. Tras ese cruce de pupilas en el que nos desafiábamos a ver quién sería capaz de establecer el límite, te agachaste poco a poco triunfante para colarte bajo mi camiseta... es algo francamente placentero observar como el resto del mundo sigue igual mientras una boca cubre del frío tu polla, ¿sabes?. Mientras con una mano la complacías con bastante ritmo, tu boca se limitaba a bajar y subir rozando el límite del glande provocando esa sensación indescriptible. La lengua jugaba con la punta superior de la cabeza y con la boca te movías con cuidado, precavida de que llegaran a oírlo. Tu mano no tenía ese miedo y era casi una masturbación con la cabeza cubierta del frío... así es como imagino el paraíso, si es que existe tal lugar.
Yo trataba de mantener la compostura para no llamar la atención si alguien me mirase el rostro; mientras no pude evitar con mi mano apoyarla sobre tu espalda y subirla lentamente hacia tu cuello. Hacía una ligera presión, lo justo para que sintieras esa súplica de que no pararas y porque tenía que desahogar de alguna forma ese calor que me hervía y siempre me encantó jugar con tu pelo. Apoyé mi mano en tu cogote y con presión marcaba tus movimientos, haciéndote intuir el ritmo de los labios y porque no podía controlar mi mano. Cuando no pude más, mi mano se deslizó por tu costado para poder castigar tu pezón como venganza, sintiendo como su suave piel se amoldaba en mi mano. Parecía que no te importaba. Simplemente estabas concentrada en hacerme disfrutar de cada uno de tus movimientos... y lo estabas consiguiendo.
Ya que no te importaba, colé mi mano en tu escote para poder coger el pecho de verdad bajo el sujetador. Sentía el pezón duro y lo rodeadaba entre los dedos, haciéndolo endurecer más aún y logrando que se oyera un suave suspiro de tus labios. Entonces fue cuando el autobús pasó un ligero bache y te separaste unos centímetros de la parte de mi cuerpo que más te necesitaba. Me miraste a los ojos con deseo, aunque tu mano no llegó a pararse en ningún momento. 'Ya estamos llegando... y esto sólo era el calentamiento, ¿no?', me susurraste, besaste mi mejilla y soltaste tu mano de mi miembro. Volviste a taparlo y abrochar el pantalón mientras yo no pude evitar apoyar mis manos en tu cara y besarte. Besarte deseándote más que nunca, y lo sentiste porque no pudiste separarte de mí. Cuando terminaste de vestirme, rodeaste mi espalda y continuaste besándome. Sí... iba a ser un día francamente largo.
No dejamos de tener presente en todo momento lo que había sucedido desde que bajamos, y me costaba jugar a que fuéramos sólo amigos que hablan y ríen. Incluso continuaba sintiendo ligeramente húmeda la zona donde habías estado jugando. Trataba de mantener el control sobre mí mismo, mientras tú disfrutabas a interpretar que nada había pasado, y me distraías explicándome todos los rincones de tu pueblo. En esa esquina te habías besado con un chico, ahí fue donde fuiste al colegio, ahí soñaste con el hombre de tu vida... era divertido conocer tu vida y así conocerte a ti. Lo poco que recordaba era cómo ir hacia tu casa y, aunque fuera con un rodeo, me dí cuenta que nos dirigíamos hacia allí. Paramos en un parque para matar el tiempo y así desesperarme completamente mientras me comentabas experiencias tuyas en este parque que estaba bastante cerca de tu casa.
Me contabas fragmentos de tu vida que no recordabas haberme contado y yo trataba de bromear para no dejar de arrancarte sonrisas. Yo también disfruto interpretando que no estoy perdidamente loco por ti, y que en ese mismo momento podría hacer cualquier cosa por ti. Entendía que estuviéramos cerca de tu casa y... 'en serio, tienes suerte de que estamos en tu territorio y ninguno de los dos queremos suscitar preguntas y malos rollos con tus padres. ¡Imagínate que nos encontramos con tus padres!', reíste y me miraste, pero no era broma lo que se veía en tus ojos. 'Cierto... ninguno queremos que los vecinos comenten. Así que vente a acompañarme a casa por lo menos, ¿no?'.
Accedí entre bromas, por lo que sólo tuviste que pagar un dulce y rápido beso. Tratando de no parecer nada más, nos acercamos poco a poco a tu calle mientras me susurrabas comentarios sobre varios de los vecinos. Entonces llegamos a la puerta y buscaste las llaves entre risas en tu bolso; tanteaste la puerta, abriste y, tras dedicarme una sonrisa me invitaste a entrar en tu casa. Con mi mano agarré tu muñeca, '¿de verdad no vas tan siquiera ni a despedirte?', te pregunté preocupado. '¿Por qué me iba a despedir?', sonreíste, 'no querías que nos vieran los vecinos y por eso mejor estar en casa, que para algo está sola'. De repente todos los momentos divertidos del día pasaron por mis ojos.
Tú sonreías, mientras yo recordaba cada uno de los detalles, cada uno de los sueños, cada una de nuestras confesiones hasta acabar pensando en la última vez que cogimos el bus... no pude quitármelo de la cabeza, y supe que la cara que ponías se debía a que estabas pensando exactamente en lo mismo. Callado dejé que tu muñeca tirara de mi mano, te dejé terminar de abrir la puerta y, al cerrar la puerta tras nosotros, dejé fuera cualquier cosa que supusiera contenerme o controlarme. Simplemente con una mano te rodeé la cintura y con la otra te levanté por las piernas. En brazos te sentía más cerca.
'¿Tenemos tiempo?', dije mientras en brazos te llevaba a tu cama. El juego había durado demasiado, por lo menos el peloteo. Era el momento de establecer las normas de la partida y jugar... jugar hasta que nos lo permitieran. 'Por eso no te preocupes', respondiste entre gritos agarrándote a mí para no caerte. 'En teoría creen que sigo en tu pueblo, y cuando vuelvan de comprar y la cena, me avisarán para pasar a recogerme. Y suéltame, así no me gusta'. La última frase la dijiste con un tono más serio, y con un ligero golpe en el hombro. A regañadientes te dejé en el suelo, cerca de la puerta de tu habitación. 'Así es mucho mejor', dijiste tras recolocarte la camiseta, mirarme fijamente y saltar sobre mí, rodeándome con tus piernas.
Tuve que agarrarte rápidamente para que no te cayeses, disfrutando de tener que hacerlo desde tu trasero. 'Pero esto es mucho más divertido si no tuvieras los pantalones', respondí mientras me mordías en el cuello. 'Sin que ninguno tenga pantalones te refieres, ¿no?', fue lo último que oí antes de lanzarte a tu enorme cama, yendo yo inmediatamente después. Comencé besándote el cuello y el escote mientras tú jadeabas, te reías y me incitabas a que dejara de jugar. '¿No te has cansado ya del calentamiento? Déjate de tonterías. Me tienes debajo tuya', decías mientras me arañabas la espalda y paraste para morderme el hombro, 'pórtame como un hombre y empieza devolviéndome el favor'. Me alejé unos centímetros para poder ver mejor tu cara y memorizarla el resto de los días de mi vida... me deseabas, se te leía en los ojos, y estabas disfrutando este momento como nunca.
Mientras te miraba te quitaste rápidamente la camiseta y dejaste que disfrutara de tu sujetador. Era divertido pero... lo que escondía me divertía más. Aproveché para seguir devorando tu escote, esta vez mordiendo el sujetador para levantarlo, mientras mis manos las masajeaban con fuerza y rudeza. 'Vale, me dejo de tonterías', dije mientras bajé rápidamente a tu cintura para quitar el botón del pantalón y lo bajé sin ningún tipo de espera. Me gustaba recorrer tu pierna con la mirada mientras iba descubriéndose, aunque al bajar me dí que la tela de la ropa interior era menos de la que me tenías acostumbrado. No era un cullot, sino bastante más escueto y ligeramente bajo. Empezaba realmente abajo, casi al límite del ligero vello púbico. Dejaba ver una ingle demasiado sugerente y me hacía soñar con lo que podría encontrar si te daba la vuelta pero... ya tendría momento para disfrutarlo.
Me deshice totalmente de tus pantalones y los dejé caer al suelo. Cuando volví a alzar la cabeza una de tus manos estaba jugando con tu pubis sobre la tela, tus piernas estaban ligeramente abiertas y la otra acariciaba tu vientre bordeando el inicio de la ropa interior. Demasiado para poder contenerme. Te debía una y era incapaz de pensar en otra cosa, así que eso hice. Me acerqué directamente hacia tu pubis mientras mis manos mantenían abierta tus piernas y se deslizaban desde la cara interna de tu muslo para poder sujetarme de tu trasero. Tú, mirándome con casi necesidad, apartaste la ligera ropa interior y me dejaste disfrutar de la dulce vista de... ti. Con dos dedos, apoyándolos ligeramente en el exterior de tus labios mayores, hiciste una suave presión para que se pudiera observar mejor y me dejaron ver que estabas, digamos, dispuesta. Estabas muy dispuesta. Tu clítoris se podía llegar a ver, y se notaba el suave brillo del flujo sobre tu sexo, así que sin poder contenerme me incliné y comencé a saborearlo.
Cuando sentiste el contacto de mi lengua sobre tus labios soltaste un leve gemido. Con la mano libre, la que no me ayudaba abriendo ligeramente las paredes, la apoyaste sobre mi nuca para atraerme más a ti y que no llegase ni a plantear separarme. Recorrí los labios y traté de imitar lo que haría mi polla si estuviera en ese lugar, pero con la lengua. La introducía en ti y sentía como me quemaba el calor... y seguía introduciéndola. Entraba y salía ayudándome en el apoyo con mi mano en tu trasero, pudiendo así influirle más ritmo. Entraba, jugaba con ella dentro y volvía a salir poco a poco, dando suaves círculos con la punta de mi lengua. Una de mis manos se había deslizado desde tu trasero hacia tu vagina, haciendo especial presión sobre el peritoneo. Entonces descansé unos segundos de introducir mi lengua en ti y la saqué para volver a recorrer los labios desde abajo hacia arriba; aprovechando para que uno de mis dedos la sustituyese, haciéndote seguir con el suave jadeo. En seguida noté que un dedo no era suficiente y lo siguió otro, mientras mi lengua trataba de excitar tu clítoris. Primero me limitaba a mover el cuerpo de la lengua, y luego haciendo mover con rapidez la punta de la lengua, mientras los dedos entraban con más ritmo y con más fuerza tratando de llegar a más. Aguanté unos momentos entregándome con toda mi pasión hasta que noté como empezaban a temblar tus piernas y los jadeos paraban porque no eras capaz de respirar tan siquiera... entonces continué unos momentos más.
Aminoré el ritmo de los dedos y, al rodear con mis labios tu clítoris, lo succioné como si fuera un pezón. Al volverlo más sensible moví suavemente la punta de la lengua sobre él y sentí como se te empezaban a escapar los gemidos, mientras tus piernas no dejaban de temblar. Entonces volví a darle ritmo otro rato hasta que sentía como todo tu cuerpo se estremecía y... continué, continué, continué hasta sentir como llegaba tu éxtasis y todo tu cuerpo me lo agradecía, e incluso entonces continué unos segundos más. Bajé el ritmo progresivamente, mientras poco a poco relajabas todos los músculos que tenías en tensión. Separé mi boca unos centímetros y empecé a subir a besos por el vientre, mientras mi mano salía de dentro de ti para acariciar suavemente con la yema de los dedos tu clítoris ya excitado, con suaves círculos. Mi boca llegó a tu sujetador y me separé para mirarte a los ojos. Me clavabas la mirada sin esquivarla en ningún momento. 'Hazme tuya'. Fue lo único que dijiste. No necesitaba nada más. Yo estaba preparado, tú estabas preparada... y sólo necesitábamos algo más. Lo saqué del bolsillo y...
El resto de palabras que compartimos eran derivadas de una parte de nosotros incapaz de pensar en lo que decía. Tú te quitaste el sujetador mientras yo me ponía el preservativo. Acto seguido, cogiéndote de las piernas por los muslos para atraerte a mí, puse mi polla sobre ti a unos escasos centímetros de tu entrada. Comenzaste a quitarme la camiseta y yo terminé el trabajo, mientras tú cogiendo mi miembro rodeado de plástico lo fuiste metiendo poco a poco en ti. Cogiéndome por la cadera me atrajiste más, hasta que estuvo la mayor parte dentro. Me fui moviendo con cuidado para que se vaya adaptando tu cuerpo a mí. Después de unos suaves movimientos me agarraste del costado, un palmo por debajo de mi axila, y mirándome casi con odio me gritaste, 'te dije que me hicieras tuya, fóllame de verdad'. Palabras mágicas dichas. Adiós dulzura. Adiós romanticismo.
Bienvenido seas... fuego. Eso hice. Poco a poco los movimientos ganaron vigor y fuerza. Empecé con embestidas fuertes, a lo que les dí bastante ritmo y terminé con unas embestidas simplemente guiadas por mi testosterona, dignas de un animal. Pero tus gemidos delataban que era lo que buscabas. Me destrozabas la espalda con tus uñas, jugabas con tu pecho y con tus dedos y los labios; mientras yo enganchaba tus piernas para tomarte con más fuerza, cogía tu espalda e incluso me llegué a engancharte de tu pelo para que me sintieras por todos lados. Cuando necesitábamos un cambio optamos por jugar con el espejo, dejando que te observaras como una gatita a cuatro patas mientras yo te hacía gritar desde atrás tuya. Veías como se me marcaba el abdomen en cada embestida y tú sólo podías concentrarte en tus brazos para no caer desplomada.
Te llenaba, llegaba a cada rincón de tu cuerpo y usaba tu cintura como asa para moverte a mi voluntad. Cuando disminuía un poco el ritmo podía notar como era tu cadera la que lo contrarrestaba moviéndose como si lo estuvieras necesitando. 'Como me pone verte desde todos los ángulos', te jadeaba mientras usaba tus pechos como asa para dejar descansar tu cintura. Tú te mirabas desde el espejo y disfrutabas de la escena como si al estuvieras viendo en la tele... pero en esta ocasión podías sentir mientras cómo me clavaba en ti. Gemías como una puta... y eso me ponía más. 'Como grites tanto nos vas a oír, tranquilízate', amenacé aminorando el ritmo. Usaste el espejo para mirarme con odio, 'déjate de juego y dame lo que necesito, cabrón. Fóllame y rómpeme, o sino no haber empezado'. A sus órdenes, mylady.
Jugamos en tu cama usando varias posturas más con el espejo, luego disfrutamos apoyándote en el lavamanos del baño. Yo ya sentía como mi cuerpo pedía estallar, y tú ya habías disfrutado de un par de ellos mientras te follaba... por lo que lo entendiste. Estabas apoyada en el borde de la encimera, con las piernas subidas y pudiendo observar como un palo de mí entraba dentro de ti cada vez con más fuerza, me oíste susurrarte 'el primero se va a acabar, pero en un instante de descanso llega el siguiente'. Te mordí la oreja y tú me golpeaste con una palmada la espalda y luego rajaste la carne enrojecida con las uñas. 'No lo quiero dentro...' decías entre jadeos. 'Sácatela ya'. 'Pero...' contesté, y me empujaste para que saliera.
No sabía porqué lo decías. Cuando choqué contra la pared del empujón, simplemente te deslizaste y te de dejaste caer de rodillas. Quitaste el preservativo de un movimiento rápido y sin que te lo pensases dos veces la metiste en la boca y seguiste con un buen ritmo. Una mano te ayudaba y la otra jugaba en tu ingle. 'Va a terminar, cuidado...'. Mientras tu mano seguía me mirabas a los ojos. 'Quiero que termines sobre mí... quiero acabar pringada de ti, y terminar en la ducha para que me limpies todas las veces que me has manchado. Espero tener que pasarme horas en la ducha mientras me limpias... porque hoy te voy a dejar seco'. A sus órdenes. Simplemente te incoportaste un poco y, mientras besabas mi ombligo, sentiste como algo caliente rociaba tu pecho. Sentías mi calor y... te volvía loca. Esa noche sentiste mi calor en casi todo tu cuerpo... menos dentro de tu sexo, como me pediste.