Navidad, excitante Navidad

Gene y Erik quieren desearos una feliz navidad con un divertido guiño erótico. Dedicado a todos vosotros, lectores de TR.

Navidad, excitante Navidad

Elfa.

Duendecilla

Elfa

Duendecilla

Elfa

Duend... – un cálido y húmedo beso detuvo la discusión, al menos él había aprendido aquella lección, era el único modo de hacerla callar cuando discutían por alguna tontería, ¿a quién demonios le importaba si el disfraz era de una o de otra?.

Cuando sus labios se separaron Gene miró a Erik muy ofendida, los brazos cruzados sobre el pecho y los labios fruncidos en un gesto que a él le volvía loco. Aquella pose no hacía más que resaltar la belleza de sus senos, apenas cubiertos por un ajustado corsé de terciopelo rojo anudado con cordones blancos, fáciles de deshacer para su expertas manos. Una diminuta falda de vuelo a juego cubría la parte inferior de su cuerpo, rematada con un volante de algodón blanco que caía graciosamente sobre unas largas piernas cubiertas con unas medias de rayitas rojas y blancas que le llegaban hasta la mitad del muslo.

Maldita sea Erik, al final llegaremos tarde – dijo la mujer dándose la vuelta y terminando de colocarse un gorro de Papá Noel sobre la cabeza.

El hombre no podía dejar de mirarla, estaba encantadora así disfraza, con los rebeldes bucles cobrizos cayéndole por la espalda y sus brillantes ojos verdes mirándole con fingido enfado.

¿Es que no piensas vestirte nunca?

Ya estoy vestido – indicó él como si fuera algo obvio.

Tenías que disfrazarte de duende, no de hombre medieval – se quejó ella, aunque estaba claro que lo decía con la boca pequeña. Las mayas rojas le daban un aspecto ridículo, sin embargo, las pieles y la camisa semiabierta harían que todas sus amigas de la oficina la envidiaran.

Estás loca si piensas que voy a volver a meterme ahí dentro – dijo señalando las mayas de su disfraz y encaminándose hacia la puerta para recoger los abrigos. – Vámonos, a nadie le va importar que no vayamos a ... ¿cómo se dice?

A juego

Eso es. Vamos.

Gene no tuvo más remedio que ceder, al fin y al cabo ya llegaban tarde. No es que ella tardase mucho en arreglarse, lo cierto es que en pocos minutos se había puesto el traje y elegido los zapatos, unos preciosos tacones rojos, incluso le había dado tiempo a maquillarse y peinarse en tiempo record, para que luego dijeran de las mujeres. El problema de su desfase horario había sido el propio Erik para quien el término "ducha rápida" no existía. Para él, una ducha rápida consistía en bañarse juntos y retozar bajo la cálida lluvia de la alcachofa hasta quedar satisfechos el uno con el otro y, para desgracia de Gene, jamás lograba resistirse al hombre.

Tomaron un taxi y se sentaron en el asiento trasero muy pegaditos para darse calor, la noche se presentaba muy fría y la nieve caía formando una gruesa capa blanca en las aceras y sobre los coches aparcados a ambos lados de la calle. Gene no podía dejar de temblar a pesar del abrigo, así que Erik la rodeó con el brazo y usó el otro para frotarle el cuerpo y ayudarla a entrar en calor. El conductor, que no había podido sustraerse al llamativo traje de la mujer, no les quitaba el ojo de encima por el espejo retrovisor. De esto modo, pudo ver como el hombre deslizaba diestramente la mano derecha bajo el abrigo y la falda de la mujer y le acariciaba los muslos desnudos con suavidad. Tenía las manos grandes y casi cubrían por completo el ancho de la pierna de ella que, contrariada por la situación, trataba de detenerle imprecándole al oído y obligándole a apartar la mano.

Erik sonrió burlón y se limitó a abrazarla hasta que llegaron a su destino, mientras ella respiraba profundamente tratando de calmarse y aliviar el ardor de sus mejillas.

Minutos después, el taxi se detuvo frente a un bloque de apartamentos del centro de Madrid y dejó bajar a la pareja que enseguida se perdió en el iluminado portal, tomando el ascensor para subir a la última planta del edificio. El taxista contempló con cierto fastidio como la hermosa mujer y su acompañante dejaban el vehículo, pensando que aquel tipo si que iba a empezar bien el año nuevo.

Gene, al fin has llegado, querida – la saludó la jefa de su departamento sin quitarle los ojos de encima a Erik – Vaya, así que este es el famoso novio ¿mmm?

Se llama Erick – presentó la joven mientras trataba de abrirse paso hasta el centro de la sala dónde la esperaban sus compañeros. Pero Cecilia no parecía muy dispuesta a separarse de Erik.

Encantada, mi nombre es Cecilia ... vaya músculos, debes ser personal trainer ¿me equivoco? – Erik elevó una ceja sin comprender nada de aquella extraña jerga del siglo veintiuno, se limitó a sonreír y ayudar a Gene a llegar al otro extremo del pasillo de entrada del lujoso piso de Cecilia.

La acogida fue muy calurosa, tal y como Gene se imaginaba, sus compañeras no le quitaban el ojo de encima a Erik que, una vez se desprendió de su abrigo, no pudo evitar mostrar todos sus encantos varoniles encandilándolas al momento. En un momento de descuido el hombre se vio rodeado, su mirada de estupor consiguió hacer reír a Genevieve, sin embargo estaba acostumbrado a lidiar con las damas y pronto se hizo con la situación, mientras tanto Gene aprovechó para saludar a su amiga Sara que la recibió con fingida envidia.

La próxima vez viajaré a Inglaterra contigo, si llego a saber que tienen tan buenos sementales lo habría hecho hace años.

Qué graciosa, recuérdame que busquemos otro retrato encantado en nuestro próximo viaje – Sara sabía tan bien como Gene, que Erik provenía de un viejo retrato de la mansión que la tía de ésta última poseía en Inglaterra, un retrato encantado que guardaba a un corpulento caballero del siglo XVIII.

Ya, y cambiando de tema, ¿cómo habéis llegado tan tarde? Cecilia estaba loca de impaciencia por conocer a tu "prometido", ya sabes lo cotilla que es.

Lo sé. Ufff, digamos que tuvimos un pequeño contratiempo con la ... ducha.

¿Otra vez? – Sara se atragantó de la risa con la copa de sidra que estaba bebiendo y tosió un par de veces para despejarse – Ese hombre es insaciable.

No, lo que ocurre es que tiene mucha práctica. Me temo que tendré que drogarle si quiero conservar las fuerzas – bromeó la mujer.

¿Te he dicho ya que el tipo con el que salgo es médico?

¡Sara! No lo estaba diciendo en serio. – La chica se encogió de hombros y bebió otro sorbo de sidra, divertida por la expresión de susto de su amiga.

Gene nunca había sido precisamente afortunada con los hombres, muchos días Sara había corrido al apartamento de su amiga para consolarla y ayudarla a deshacerse de los malos recuerdos, ahora se alegraba de que por fin estuviera con alguien que la amaba como se merecía, aunque ese alguien tuviera un par de cientos de años más que ella.

¿Y dónde está tu médico?

Allí – Sara señaló un lugar junto a la mesa en la que se servía el catering, un hombre rubio con gafas sin montura y algo delgaducho se las veía y se las deseaba para llenar un pequeño plato con canapés y pastelillos al tiempo que sujetaba una copa de ponche sin derramar una gota. – No es tan apuesto como tu vikingo, pero te aseguro que no tiene nada que envidiarle en la cama.

¿Es mejor que el último? Por que decías que no podías andar en una semana.

Pues con este no podré andar en un mes.

Eres terriblemente exagerada. – le recriminó Gene sin dejar de reír.

¿De qué habláis? – inquirió Erik que había logrado librarse de sus admiradoras

¿Ya te has cansado de que te agasajen? – se interesó la mujer fingiéndose celosa.

Pero Geney, sabes que no hay ninguna mujer que pueda satisfacerme tanto como tú.

Erik la abrazó y ella no se opuso, disfrutaba sintiendo sus fuertes brazos envolviéndola, además, sus palabras eran sinceras, Erik no tenía ojos para ninguna otra mujer que no fuera ella.

El resto de la velada transcurrió deprisa, las conversaciones y la bebida fluyeron a mansalva regadas por una buena comida y una música festiva que animaba a bailar hasta la extenuación. Al llegar las doce, todo el mundo se dispuso a tomar las uvas y brindar por el nuevo año. Erik devoró las suyas antes de la última campanada, a tal velocidad que a Gene le entró el ataque de risa y casi se atraganta con las suyas, Sara y el médico pasaron de las uvas y se dedicaron a comerse a besos durante las doce campanadas. Cecilia se entretuvo con el nuevo directivo de contabilidad que no estaba nada mal y, en definitiva, cada cual recibió al año como quiso. Tras el brindis de rigor Erik comenzó a empujar a Gene hacia la puerta.

¿Qué haces? La fiesta aún no ha acabado. – se quejó ella buscando otro pastelillo de chocolate que llevarse a la boca.

Demonio de mujer, hace horas que no puedo quitarte el ojo de encima, si no vamos a casa enseguida buscaré un dormitorio aquí mismo – amenazó él evidentemente excitado.

¿Así que te gusta mi traje? – Gene giró sobre sí y se inclinó hacia el hombre mostrándole lo que tanto le alteraba. Erik trató de tomarla del brazo y llevársela de allí pero ella se zafó haciéndole de rabiar y perdiéndose de vista entre la gente.

El hombre la buscó por todas partes, hasta que por fin, un ligero silbido cerca de la puerta llamó su atención, Gene le esperaba con el abrigo puesto y un burlona sonrisa en el rostro. Sara y el médico estaban saliendo por la puerta, les llevarían a casa.

No contenta con aquella pequeña broma, Gene consiguió que Erik ocupara el asiento del copiloto por lo que no pudo tocarla en todo el viaje hasta el piso de esta en las afueras de la ciudad. Pasó el resto del viaje encerrado en un terco mutismo mientras que Gene y Sara se reían y bromeaban en voz baja.

Cuando finalmente llegaron al apartamento, Gene se colgó del cuello de Erik y le cubrió de besos. Sin embargo, esta vez fue el hombre quien se hizo de rogar y a ella le tocó convencerlo. Las armas de Gene en ese aspecto eran más poderosas que las de su rival, a pesar de que ya no poseía la magia del retrato para obligarle a obedecer sus órdenes.

Reconozco que me he portado mal contigo – le dijo ella melosa mientras dejaba caer el abrigo al suelo y se encaminaba hacia el dormitorio contoneando las caderas – pero si vienes conmigo prometo que no te arrepentirás. Soy toda tuya, mi primer regalo del año.

Dicho lo cual le tiró el gorrito a la cara y se perdió dentro del dormitorio con mirada incitante. Erik se dio cuenta de lo que la mujer iba a hacer y no pudo evitar que un estremecimiento le recorriera de arriba abajo. La siguió y vio como ella acababa de sacarse los zapatos y empezaba a deshacer los nudos del corsé.

¿Totalmente mía? – inquirió él.

Totalmente.

Entonces déjate esto puesto.

Gene se le quedó mirando muy sorprendida mientras Erik volvía a ponerle el gorrito de Papá Noel sobre la cabeza y tomaba asiento en la cama indicándole que prosiguiera. La mujer se encogió de hombros y siguió desnudándose para él, muy despacito, con movimientos sensuales e incitantes. Terminó de desatar el corsé y lo dejó caer al suelo antes de dar media vuelta e inclinarse hacia delante para quitarse las medias. Mientras lo hacía, el hombre podía mirar por debajo de su minúscula faldita como ella llevaba puesta la ropa interior de color rojo, días atrás le había explicado que aquel color daba suerte, pero no logró convencerle de comprarse él también ropa de ese color, a ella le sentaba maravillosamente bien.

Cuando acabó con las medias volvió a erguirse y se dio la vuelta, su respiración se aceleró al encontrarse con la mirada de él, tan fija en ella y llena de pasión y lujuria. Se sentía deseada y eso la excitaba, también le deseaba a él. Erik la tomó por la cintura atrayéndola hacia sí. Tenía su rostro a la altura de las caderas de ella y había empezado a darle pequeños besitos cerca del ombligo. Usó la lengua para recorrer el perímetro marcado por la falda mientras ella le acariciaba el cabello y tiraba de su camisa para sacársela.

Lentamente, Erik metió las manos bajo la falda y tiró de la ropa interior hacia abajo, deslizándola por las suaves piernas de ella, hasta deshacerse de la prenda. Volvió a atraerla hacia sí y ambos se recostaron en la cama. Gene no tardó mucho en librarse del pantalón de piel y colocarse de rodillas sobre él, aún con la falda y el sostén puestos. Erik sonrió al mirarla, estaba realmente graciosa con aquel gorrito puesto y la falda. Gene hizo un mohín de disgusto y se inclinó a besarle, momento que él aprovechó para bajarle el sujetador y saciar parte de su sed con los senos de ella. Gene tuvo que sujetarse al cabecero de la cama para no caer sobre él. El hombre disfrutaba abarcando cada seno con su boca, llenándola del dulce manjar que se presentaba cálido y blando a su paladar. Gene gemía muy suave y se balanceaba sobre el hombre con los ojos cerrados disfrutando del placer que él le daba. Una vez saciado la soltó, recostándola bajo su cuerpo y situándose él entre sus piernas. Levantó la falda con gesto travieso, como el de un niño que mira a escondidas un regalo oculto, se relamió los labios y se inclinó para saborear nuevos placeres. Al principio le hizo cosquillas y la joven no pudo parar de reír, no sólo por la sensación, sino porque era dichosa a su lado. Cuando por fin decidió dedicarse al centro de placer de ella, las risas dieron paso a grititos y suspiros amortiguados, de vez en cuando el hombre levantaba la mirada para contemplarla. Tenía las mejillas totalmente encendidas, los ojos cerrados y los puños aferrados a la almohada, se mordía el labio inferior para no gritar. Él aún se sorprendía de la sensibilidad de ella, siempre que la tocaba parecía la primera vez, y lo mejor – pensó para sus adentros – es que luego le compensaba con creces.

Se recostó a su lado y ella le abrazó. La mano del hombre se dedicó a acariciar la tersa piel femenina con ternura, ella temblaba bajo sus hábiles dedos que, poco a poco, habían regresado a su entrepierna y se entretenían explorando nuevos territorios. Gene no pudo aguantar más y se incorporó. Levantando la falda con ambas manos se arrodilló sobre él y tomó asiento sobre el miembro erecto. Erik pudo contemplar como iba desapareciendo centímetro a centímetro en el interior cálido y reconfortante de ella. Cuando al fin estuvo toda dentro, Gene soltó la falda y comenzó a moverse lentamente arriba y abajo. Estaba totalmente ardiendo, igual que él que llevaba soñando con aquello desde que Gene se había puesto el extraño disfraz, que le resultó terriblemente erótico. Ambos estaban cada vez más excitados, Gene aceleró el ritmo y Erik la ayudó situando sus manos en las caderas de ella impulsándola, o pellizcando los pezones erectos y sonrosados que aún sobresalían por encima de la tela del sujetador. El borlón blanco del gorro saltaba arriba y abajo siguiendo el ritmo de la joven, cuyos verdes ojos no podían apartarse de los oscuros del hombre.

Poco después comenzaron a sentir que el final estaba cerca, Erik se irguió para abrazarla y besar sus labios, Gene gemía y se aferraba al hombre como a una tabla de salvación. En seguida, ella le sintió derramarse en su interior, cálido y abundante y él se estremeció al sentir las contracciones de ella que aferraban su miembro como si no deseara separarse de él.

Pasaron varios minutos abrazados el uno al otro, sintiendo aún los efectos del intenso orgasmo, la respiración agitada, el temblor de sus cuerpos. Luego se separaron para mirarse a los ojos, Erik sonrió y tiró del borlón que le caía a ella sobre la frente, Gene rió y movió la cabeza para sacudirlo graciosamente.

Mi deliciosa elfita.

Duendecilla.

Criatura, ¿vamos a empezar otra vez? – inquirió él poniendo los ojos en blanco y acariciándole la espalda.

Gene levantó la faldita, inclinó la mirada y frunció los labios.

No, me parece que su excelencia va a necesitar unos minutos más para poder empezar algo de nuevo. – Erik abrió desmesuradamente los ojos ante el descaro de la mujer y se lanzó a por ella haciéndole cosquillas y derribándola sobre la cama.

Eres un demonio – le dijo sin soltarla.

Espera – trató ella de detenerlo entre risas – un momento, no puedo respirar.

Erik se apartó, ella tomó aliento, le miró y dijo:

Ahm! Ahora si que podemos volver a empezar.

Horas después, el sol del amanecer se colaba perezoso por la ventana iluminando a la pareja que yacía entre un mar revuelto de sábanas blancas. La cabellera cobriza de la mujer cubría el pecho desnudo de él y sus fuertes brazos la rodeaban con ternura. Posó sus labios sobre la frente femenina y ella sonrió estrechándose aún más contra él.

Erik

¿Si?

Feliz Navidad – él sonrió.

Feliz Navidad, Geney.

Notas de la autora:

Este relato está basado en los personajes de "El Retrato" que, tras mucho darme la lata, consiguieron convencerme de que les escribiera unas líneas para felicitaros las fiestas a todos vosotros, fieles y queridos lectores de esta humilde aprendiz de escritora. El relato, a pesar de todo, no tiene nada que ver con "El Retrato", tan sólo sus protagonistas que, repito, se empecinaron en darse un festín navideño.

Dicho esto, quiero desearos una Feliz Navidad y un Año nuevo lleno de agradables sorpresas, nuevas pasiones y amores de película.

Un especial agradecimiento a los seguidores de "El Retrato", si ya sé que aún os debo muchos capítulos, mi promesa sigue en pie, lo terminaré de escribir. Y también para Marthyn que me animó a escribir un pequeño guiño Navideño.

Reconozco que quizá no sea gran cosa, pero al menos espero que os haya divertido y haya logrado iluminar vuestros rostros con una sonrisilla picarona.

Mis mejores deseos para TR

¡¡Felices Fiestas!!!

Nocturna.