Naufragio en familia
El ron y las fuerzas de la naturaleza hicieron que ocurriera lo que no pensaba que pudiera ocurrir y nos unió mas como familia.
Naufragio en familia.
Sevilla tiene un color especial y en primavera, en mi barrio donde los patios llenos de flores largan su perfume, huele a rosas, claveles y jazmines. La boda tiene algo inusual. El padre del novio es el padrino de la novia y yo, la madre de esta, la madrina. Lo que ocurre es que tanto Andrés, que le gusta que le llamen Andy, como yo somos viudos, así que intercambiamos los roles convencionales. Mi nombre es Belén.
La ceremonia ha terminado, salgo del brazo de Andy, mi consuegro, un cubano guapo, con el pelo negro con alguna pequeña cana que le hace más interesante, tiene una mirada dulce, aunque sé que es un hombre duro. Una mezcla de español y cubano que ha logrado tener una enorme fortuna y eso solo se consigue siendo muy duro cuando se sale de la nada.
Estamos fuera de la iglesia. Mi hija Amanda está preciosa, rubia, con su carita de ángel en la que los ojos azules, brillantes de emoción parecen dos trozos de cielo que han bajado a posarse en la tierra. Tiene los mismos ojos que su difunto padre, mi Alfredo, que Dios tenga en la Gloria. Me da un abrazo y un beso de plena felicidad.
- ¡Cómo te quiero! . Gracias por todo. Por ser como eres, por cuidarme , por …
Se le quiebra la voz y unas lágrimas le empañan la mirada.
¿ Cómo quieres que te llame ahora?. Mamá, suegra...- pregunta su marido.
Llámame como siempre Belén.
Ahora es mi yerno Jon el que me abraza. Nos miramos a los ojos y sabemos que no podremos olvidar lo que pasamos juntos, aunque nos conjuramos a no hablar nunca de ello. Andy me separa de su hijo y me aprieta contra él. Me da un beso en los labios y sonríe alegre.
- No sólo se debe besar a la novia, también a la madrina , sobre todo si es tan guapa como tú.
Me río feliz. Está bien, lo que bien acaba. Aunque la vida es un caminar hacia adelante sin saber lo que nos deparará el destino.
Sabes Belén, que me dejaste impresionado cuando te conocí.
Yo más que impresionada, fui feliz. Me recataste de ser una Robinsona Crusoe. Te vi como al Séptimo de caballería que llega a salvar a los que están en las últimas.
La verdad es que ¡ pasaste una odisea....!
Pero yo no soy Ulises. Fue un día duro aunque tranquilo. Exactamente quince horas. Sabíamos que nos vendrías a buscar.
Me pasa el brazo por el hombro, quizás debíamos ir del brazo camino del salón donde se va a celebrar la fiesta, pero me gusta ir así, junto a ese tipo que me cae fenomenal desde que le conocí. Y eso que le conocí bien jodida......
Me había invitado a pasar unas semanas en su casa en una isla del Caribe. Nuestros hijos estaban saliendo, se habían enamorado como locos, habían decidido que querían casarse y era el momento que los padres se conocieran. Jon había pasado algunos días en mi casa de Sevilla , cuando estudiaba en España y más tarde vino con mi hija desde Estados Unidos en Semana Santa y la Feria, ya como novios. Era un chico que me encantaba.
Mi hija me pidió que fuera a conocer a su padre, según ella un personaje. Amanda estaba acabando el segundo curso de un postgrado en el MIT y decidió pasar las vacaciones en la casa de Jon y que yo fuera a conocer a su futuro suegro. Éste me llamó e insistió a que fuera con ellos. No podía negarme y además me apetecía. Me mandó los billetes en business Sevilla – Madrid- Puerto Rico. Así que acepté, hice una maleta pequeña, como me indicaron, con un par de vestidos, cuatro bikinis y la ropa interior y partí para el Caribe. Me puse un vestido tipo saco, ligero, suelto para aguantar tantas horas de avión, de un beige claro que destacaba el bronceado de mi piel. Unas sandalias de taco acto me hacían parecer más alta de mi 1,68. Y emprendí la travesía.
Dormí casi todo el vuelo, me despertó la azafata con el desayuno. Apenas lo acabé nos dieron las instrucciones para el aterrizaje y ¡zas! en tierra.
Hacía un calor húmedo, el cielo estaba nublado, hice los trámites rápidamente y al no tener que recoger equipaje en pocos minutos estaba fuera. Allí mi primera sorpresa, sólo estaba Jon, que me recibió con un abrazo que casi me rompe. Antes de de que yo dijera nada, me aclaró que Amanda no había podido venir porque estaba descompuesta, y cuando preocupada le pregunté qué le pasaba, se rió y en voz baja me dijo:
- Tiene cagalera, creo que lo decís así. Y para venir en barco es un pequeño lío. Tranquila que en menos de cinco horas estás con tu hijita.
Usó su móvil para que pudiera hablar con ella, me quedé tranquila, no tenía ni fiebre ni problemas, no era más que un frío al vientre. Mientras, Jon había agarrado mi maletín y me llevó hasta un taxi que le esperaba, cargó y fuimos al puerto. No vi nada de la ciudad, Jon tenía razón, ya volveríamos, lo que me apetecía era abrazar a mi hija.
No sé mucho de barcos, pero el de mi futuro consuegro tenía buena pinta, de unos 10 metros, blanco, con una cabina en la que pensé debían estar los camarotes, y con unas cañas enormes atrás.
- A mi padre le encanta pescar. Cuanto antes salgamos antes llegamos. Va a llover, y acá es jodido...No te asustes , no hay problema...sólo un poco molesto.
Puso los motores en marcha y enseguida embocamos hacia la isla. Íbamos en la cabina superior, tranquilos, rápidos , rompiendo las olas. Me dijo donde estaban las bebidas y fui a por unas Cocas que bebimos de las botellas. El cielo estaba cada más negro.
- Creo que está preparándose una buena. Queda lo mismo hasta casa que volver a Puerto Rico. Así que vamos y prepárate a pasar un pequeño temporal. No hay problema pero agárrate bien.
Decir eso y comenzó a caer agua a mares. No me atrevía a moverme, daba gracias a Dios de estar en la zona cubierta, pese a ello, algo me estaba mojando.
Y de pronto a la lluvia se añadieron los rayos. Jon llamó a su padre, le dijo donde estaba. La contestación no fue tranquilizadora. La tormenta iba a aumentar. Le dijo que se dirigiera a Nunca Jamás aunque se tuviera que joder un poco el yate, que lo encallara en la playa. Era un lugar seguro y en el peor de los casos nos iría a buscar en cuanto pasara la tormenta.
Yo estaba cagada de miedo, pero ellos parecían tranquilos.
La nave fue hacia la derecha, desviándose de su rumbo inicial.
Belén. ¡ Estate tranquila! Nunca jamas es un buen sitio para pasar esta tormenta.
Sonrió y su rostro se convirtió en el de un niño
- Es un islote coralino donde he ido con mi padre desde pequeño. Lo llamamos así porque era nuestro paraíso como la isla de Peter Pan. Allí estaremos seguros.
Como si los cielos quisieran llevar la contraria un rayo cayó sobre nosotros, el yate dio un salto y un ruido a roto y olor a quemado salió de la radio.
Me di cuenta que a Jon se le cambió la cara, estaba preocupado. Aceleró la marcha de la embarcación. A través de la cortina de agua pude ver las sombras de un islote. No paró cuando se oyó el rasgar del casco contra las rocas, siguió hasta que el barco chocó contra la arena.
- Salta y sígueme.
Le obedecí metiéndome en el agua que me cubría hasta las pantorrillas. Me había quitado las sandalias de taco. ¡ Lo que me faltaba era quedarme clava en la arena!.
Me cogió de la mano y corrimos por la playa. Sabía a donde iba. Subimos un pequeño montículo y fuimos hacia unas rocas. Había una cueva. Entramos. A obscuras Jon tanteó el suelo. Y de pronto se hizo un poco de luz, había encendido una rama. Pude ver donde me encontraba. Era una gruta, parecía bastante limpia, vi una pila de leña.
- Haz una hoguera con esas ramas mientras voy a la lancha a por tus cosas y de paso traigo algo para beber y pasar el tiempo.
Salió y yo me dediqué a montar una fogata, fue fácil. Cuando Jon volvió, las llamas chisporroteaban dando calor y luz. El agua seguía cayendo a mares. Dejó mi maletín y una bolsa grande de la que sacó dos toallas enormes.
- Belén, quítate la ropa y sécate. No es cosa que te pongas mala.
Me di cuenta que tenía razón, estaba empapada. Le di la espalda y me desnudé a la carrera, me sequé. Eché una ojeada a mis espaldas, él estaba haciendo lo mismo. Cuando nos volvimos a mirar ambos estábamos envueltos en los toallones. Nos sentamos junto al fuego.
¿ Cuándo vendrán por nosotros? Y ¿ donde estamos?
Este islote es el refugio donde venía con mis padres a jugar a piratas, a robinsones cuando era un niño. No hay nadie, es muy seguro, la barrera de corales que ha roto la nave, hay a su alrededor como una gran y maravillosa piscina...Y cuando vendrán. Cuando pare la tormenta. Mi padre sabe que estamos seguros. Todo consiste en esperar. Lo mismo tienes hambre, he traído unas latas y algo de beber. He puesto tu maleta al lado del fuego para que se vaya secando. Ahora sólo queda esperar y estar tranquilos.
No había nada que hacer y yo no tenía muchas ganas de hablar. Jon abrió una lata de jamón cocido y me ofreció. Me di cuenta que iba a tener que comer con las manos, no había cubiertos ni nada parecido. Lo agarré y le di un bocado, él hizo lo mismo, una ronda más y no quedaba nada. Tenía sed.
Me ofreció una botella semi vacía.
- Es ron, nos viene bien para entrar en calor y cuando la acabemos, podemos llenarla de agua de la lluvia.
La agarré y eché un trago. Me quemó la garganta pero enseguida me entró un calor gratificante. Jon me imitó, repetimos la ronda dos veces.
- ¿ Me crees si te digo que tengo más hambre?- comenté más alegre.
El alcohol me había relajado, se me había pasado el miedo y me sentía viviendo una aventura.
Hay latas de mejillones y sardinas. No las he abierto porque he pensado que te ibas a poner perdida.
Perdida no estoy, que dices que tu padre nos vendrá a buscar. Y con hambre. Me pongo a tu lado, abres las latas y cerquita, seguro que no nos manchamos más que las manos.
Fue lo que hice, me levanté y me senté pegada a él. Abrió los mejillones, eran en escabeche, enseguida tuvimos las manos rojas. Abrió otra botella de ron, le dimos otro trago mientras acabábamos la lata.
Vamos a tener que llenar la otra botella con agua. Como sigamos así agarraremos un pedo como una catedral- me asombré de lo grosera que me había vuelto, liberada por el alcohol.- Aunque ...ahora recuerdo que de pequeña me decían que si bebía agua con las sardinas, te podía dar una cagalera.
¡Joder|! eso le pasó a tu hija. Sigamos con el ron, pero con moderación.
Y abrió la lata de sardinas. Al escabeche se unió el aceite, estaban un poco saladas , así que volvimos a darle al ron.
Estaba un poco borracha, por eso al intentar limpiarme las manos en el toallón, éste se soltó, quedé con las tetas al aire. No hice ademán de cubrirme, nunca supe por qué. Quizás fue el sentirme una niña jugando a piratas, o la aventura en sí, o la proximidad de un cuerpo joven como el del novio de mi hija.
Jon se quedó con la mirada fija en mis senos, los tengo bonitos para mi edad. Una corriente recorrió mi columna y sentí como los pezones se endurecían y se ponían enhiestos.
La luz de un rayo iluminó aún más la cueva, cuando sonó el trueno estábamos abrazados, devorándonos las bocas. Las lenguas, los dientes los labios se unían con lujuria salvaje. Sus manos recorrían mi cuerpo. Me apretó las tetas como un poseso. Yo tiré de su toalla, quería verle y tenerle desnudo. Tenía una polla enorme, larga, gorda, dura. No había visto nada igual en mis relativamente corta colección de amantes. Era una maravilla.
Arrojé las toallas al suelo, me tumbé sobre ellas y abrí mis muslos para recibirle. No se hizo esperar. Me penetró de un golpe, como la estocada mortal de un torero a un mihura. Me llenó, sólo lo empapada que estaba impidió que me doliera semejante árbol en mi coño hambriento.
Empezamos a movernos muy rápido como dos animales que follan cegados por sus instintos. Yo había levantado las piernas para que pudiera entrar entero. Me lamía el cuello, me mordía los lóbulos de las orejas.
Yo le agarré la cara y le besé en los labios. Abrió los ojos, salió de su ciclón y me miró, sonrió tierno, me volvió a besar. Su ritmo cambió, se hizo lento, sabio, me llevó al orgasmo. Uní mi boca a la suya para que sintiera mis olas.
Él siguió, y volvimos a entrar en una nube de sexo y dulzura. Fue un polvo muy largo, cuando yo volvía a naufragar por tercera vez él aceleró para llenarme con su leche.
Nos quedamos abrazados. Todo el mundo éramos nosotros dos. No hablábamos, sólo nos sentíamos unidos. Me separé de él, salí de la cueva, dejé que el agua me empapara. Jon vino a mi lado. Me cogió la mano. Cuando entramos, nos miramos, no sabíamos qué decir.
Esto ha ocurrido aquí, en la isla de Nunca Jamás...Nunca diremos nada a nadie, será nuestro secreto. Cuando vengan a buscarnos esto no habrá ocurrido.- me dijo muy serio.
Pero nos queda tiempo hasta que vengan- le contesté con una sonrisa en la que brillaba la lujuria.
Y nos besamos. Volvimos a hacer el amor. Una y otra vez. Nuestros cuerpos se fundían uno en el otro como las llamas que brillaban en la hoguera. No sé cuantos orgasmos tuve, estábamos cegados por una pasión incansable. Yo le buscaba y él me encontraba y me tomaba en todas las posturas.
La tormenta paró.
- Mi padre ya ha salido a buscarnos.
Le di un beso, sonreí tierna, le agarré por última vez su verga poderosa , me agaché y la lamí mimosa hasta que volvió a estar dura y le ordeñé con la boca. Le besé para que mis labios le dejaran el sabor de su semen.
- Por los piratas y los niños perdidos.-
Brindó echando un trago de ron. Le imité.
El sol lucía en el amanecer, nos dimos un baño desnudos, después me puse el bikini , él el bañador. Nos sentamos en la arena a esperar el rescate.
Vimos el velero, apenas ancló en la parte exterior de la corona de corales, bajaron un gomón y en apenas unos minutos mi hija corría a abrazarme. Andando, tras echar una ojeada al yate encallado, el padre de Jon hizo lo mismo con su hijo.
Mientras Amanda besaba a su novio, Andy me daba la mano, saludándome de forma educada.
Belén, siento lo que ha pasado. Espero que ….
No te preocupes, consuegro, creo que ha sido una aventura digna de recordar. Al principio sí estuve asustada, pero en cuanto llegamos a la isla y supe que ibas a venir por nosotros, me quedé tranquila.
Ya hemos cenado. Los recién casados bailan el valsa nupcial. Luego yo bailo con mi yerno el otro vals y mi hija con su suegro, después somos los mayores los que lo hacemos a la par que los jóvenes casados. Me gusta sentirme abrazada por Andy, me gusta su virilidad tranquila y posesiva.
¿De verdad que no te importa quedarte unos días en mi casa?
Belén, primero pasar la Semana Santa en Sevilla y luego la Feria . ¡ Cómo me va a importar! Y además estás tú.
Bobo- le suelto mimosa mientras me apoyo más en él para que siente mi cuerpo pegado al suyo.
Lo que no estoy seguro es que pueda estarme quieto y no verte como una presa a pescar. Estás muy sabrosa, consuegra.
Le doy un beso pícaro en la mejilla, me esponjo, me dejó llevar por él y sonrío recordando lo que me dijo su hijo cuando le pregunté cómo tenía la polla tan grande y me contestó que era de familia, no por la parte española, sino cubana, y que, según decían, su padre la tenía más enorme. Me aprieto para notar como se pone dura. Es un pedazo de tranca enorme. Le vuelvo a besar, esta vez casi en la boca.
- ¿ Seguro que no te vas a aburrir en Sevilla?
Me aprieta para que note que está tomando posesión de mí. Y me dice con voz ronca.
A tu lado seguro es imposible aburrirse y más con lo que tenemos que hacer para conocer a fondo.
Hoy podemos comenzar.
Una buena idea...reina.
Y siento su verga pegada a mi vientre en el paso de baile.