Natalia y yo tomamos una gran decisión (II)

El proceso de fecundación comienza de una forma inesperada

Desde que vinimos de la consulta de reproducción asistida y conocimos a la Dra. Lucía, Natalia y yo no habíamos parado de darle vueltas al asunto y tras conocer que ambas podíamos quedarnos embarazadas sin mayor problema, es un paso que estábamos cada vez más decididas a dar; por lo que hace un par de días, llamamos al teléfono de la Dra. Lucía para confirmarle nuestra decisión y comunicarle que ambas nos encontrábamos en nuestros periodos más fértiles, por lo que apremiaba que nos viésemos… así que nos dijo que fuésemos ayer a la dirección que nos proporcionó en su consulta, que ya estaba avisada su ayudante y lo tendría todo preparado para dar el gran paso.

Esa misma tarde, Natalia y yo nos pusimos bien arregladas (medias, top, faldita corta y lencería especial para el momento) para ir a la dirección que nos había proporcionado y, aunque yo estaba muy nerviosa, Natalia parecía estar muy tranquila. Al llegar a la dirección, entramos en lo que parecía una gran casa a las afueras, con un bonito jardín interior donde en el exterior, flanqueaban amplios muros y sólo rezaba en la entrada una placa con el nombre de la doctora y su especialidad. Aparcamos el coche y al entrar en el vestíbulo nos atendió la que se presentó como la ayudante de la Dra. Lucía, una joven enfermera de 28 años con un precioso cuerpo escultural de 90-60-90, con hermosos pechos contenidos en una corta bata blanca (que inducia a entender que no llevaba nada más debajo de ella), ojos verdes y una preciosa larga melena morena; su nombre, Irene. Nos indicó que la Dra. estaba ultimando la consulta y que hoy seríamos sus únicas pacientes aquella tarde, por lo que nos indicó que nos pusiésemos cómodas en uno de los divanes que tenía en la entrada.

Natalia y yo estábamos encantadas con la recepción de Irene y todo lo que rodeaba la clínica era puro lujo y buen gusto, ambiente que acordaba bastante con nuestros gustos, aunque nos incomodaba un poco que todo estuviera plagado de cámaras.

Entonces, apareció la Dra. Lucía, también con una corta bata blanca que mostraba gran parte de sus enormes senos y unos largos tacones negros que resonaron por toda la estancia. Su mirada era lasciva y deseosa por lo que, la tensión sexual inundó rápidamente el ambiente. Nos indicó que las siguiésemos a la consulta en la que el blanco y la luz, inundaba nuestros ojos en la que el motivo central, eran dos camillas de exploración ginecológica, varios monitores, numerosas cámaras de video y multitud de instrumental clínico.

Fue entonces cuando nos indicó que nos desnudásemos para estar más cómodas y que Irene iría acomodándonos e informándonos de todo a lo largo del proceso. Una vez completamente desnudas, Irene nos tomo a Natalia y a mi lo que parecía una sesión fotográfica, aludiendo que era para el seguimiento ginecológico. Después, nos indicó que nos tumbásemos y al ponernos cómodas y con toda la espalda recostada en la camilla, subimos las piernas dejando nuestros coñitos y culo totalmente expuestos. Fue entonces cuando nos amarró con unas correas de retención para que no nos pudiésemos mover a lo largo del proceso por lo que nos inmovilizaron a ambas. Irene siguió con la tanda fotográfica y nos indicó que ahora nos inyectarían varios compuestos para garantizar el proceso de impregnación. Se fijó en todos mis piercings y me dijo que ella también era una gran amante de los piercings, por lo que se desabrocho la bata y mostró su preciosa vagina depilada y sus grandes senos que estaban perforados por unos aretes como los míos y disponía también de otro en el clítoris, ombligo y varios en los labios exteriores. Natalia y yo nos quedamos fascinadas de verla desnuda, momento en el que entró la Dra. Lucía a la sala de igual forma, indicándonos que así todas nos sentiríamos más cómodas. Entonces, empezaron los pinchazos de estrógenos y progesterona, además de prolactina, antimülleriana y otras cosas que me sonaban completamente desconocidas, pero que Natalia conocía de sobra al ser enfermera. Todos los pinchazos fueron a nuestros pechos, los cuales se pusieron muy sensibles rápidamente y se abultaron enormemente. Terminada la ronda de pinchazos, Irene apareció con un aparato con forma de pene largo que introdujo en mi pequeño coñito y dijo que me relajase pues iba a notar un “ligero” cosquilleo para comenzar con la estimulación ovárica. Relajada, noté como también me introducía como un plug metálico en el ano bien lleno de lubricante para que entrase en mi cerrado ano sin problemas y tras mucho empujar, consiguió que entrase para comenzar la sesión de corrientes estimulativas. Con la primera descarga casi me arqueo del dolor, pero vino una tras otra como me quemaban por dentro atravesando mi vagina hasta recorrer mi ano. Se puso roja toda mi delicada piel blanca y mi pubis comenzó a arderme por las fuertes sacudidas. Así Irene estuvo un rato conmigo mientras que la doctora terminaba con las inyecciones a Natalia. Cuando terminó Irene me sacó de la vagina aquel aparato, pero me dejó el del ano para informarme que tenía que realizar ahora un tacto intravaginal y ver como se encontraba la pared intrauterina, por lo que me introdujo un enorme espéculo (tan grande como el de la anterior consulta, tamaño XXL) el cual, no me dolió tanto como el primer día, y con la ayuda de un colposcopio introdujo unos dilatadores dentro del cérvix, los cuales no me esperaba que fuesen a dilatarlo. Me sentía nuevamente con una sensación como si me fuesen a partir por la mitad desde dentro, a lo que mi mirada fue hacia Natalia y vi como las intensas descargas estaban atravesándola ahora a ella. Irene sacó los dilatadores y me dijo que era momento de ver la elasticidad de mis paredes uterinas, por lo que empezó a ponerse en sus manos abundante gel y sin mayor reparo, metió uno de sus puños dentro de mí, presionando mi pared abdominal viendo como se abultaba desde fuera para proceder a meterme su segundo puño dentro de mí. Casi me desmallo del dolor y del placer porque comenzó a hacer ciertos movimientos en círculos dentro de mi que me estaban dando oleadas de placer. Entonces vino hacia mi la doctora y sacándome de un tirón el plug del culo, metió otro puño en mi culo y empezó a agarrarme bien fuerte mis pezones y a tirar de los piercings para que se fuesen inflamando.

Comencé a gemir de gusto, hasta que noté como Irene sacó sus brazos para meter dentro de mí otro plug unido a un largo tubo que empezó a presionar contra mi útero para que entrase entero. Era del tamaño de tres dedos de grueso y notaba como Irene empujaba sin piedad para que consiguiese entrar en su totalidad. Fue entonces cuando me susurro al oído: “vamos zorrita, esto solo acaba de comenzar” con lo que dio un fuerte apretón y consiguió meterlo entero. Entonces, vi aparecer a Lucía con un par de bolsas enormes llenas de un liquido blanco espeso y me dijo que, en esta primera fase, iban a introducirme un par de litros de semen de donantes por lo que conectaron las bolsas a una maquina y noté como iba pasando el semen dentro de mí, abultándome el útero por momentos. Cuando tenía dentro medio litro, me sentía que iba a reventar, porque mi abdomen había empezado a abultarse y fue entonces cuando vi a Natalia ahora haciéndole la exploración, más salvajemente (si cabe) que a mí, por parte de la doctora. Cuando ya me quedaba poco, Irene vino hacia a mi y me sacó el tubo del útero, aunque no el plug metálico que seguía dentro de mí, cogiendo un gran trozo de esparadrapo cerrando completamente mi vagina para que no se escapase ni una gota. Entonces, se agacho y empezó a comerme mi culito hundiendo su lengua lo más profundo de mi ano y viendo como iba introduciendo su puño dentro de mi nuevamente. Comenzó a masturbarme de forma salvaje y note como su coño empezó a chorrear de placer ante aquella situación. Fue entonces cuando vi aparecer a la doctora Lucia con un gran arnés conectado a otra bolsa de semen y noté como de un tirón me arrancó el esparadrapo de la vagina (aun no me explico como no me arrancó los piercings de los labios exteriores) para hundirme aquella enorme polla que no paraba de echar un espeso semen. La polla golpeaba contra el que ya tenía dentro del útero y notaba como el semen quería deslizarse hacia el exterior, pero como mi coñito estaba tan apretado que no dejaba salir ni una gota de él. Las embestidas eran brutales, por lo que la doctora cedió paso a Irene a continuar con ello. Me estaba volviendo loca de placer al ver sus delgados y delicados cuerpos como estaban penetrando una y otra vez el mío, como botaban aquellos preciosos y enormes pechos y como sus cuerpos estaban inundado por el sudor de aquella deliciosa y brutal consulta.

Cuando ya iba casi a perder el sentido, paró y sacó la enorme polla dentro de mí, por lo que un gran caño de semen salió despedido de mí, para dejar todo empapado de ese pegajoso liquido blanco. Entonces, y sin mayor dificultad, Irene extrajo el plug de mi cérvix y me dijo que había sido una buena puta y que sonriese a las cámaras. Mis piernas temblaban de placer y de dolor, mis pezones estaban super abultados y mis entrañas me ardían. Con Natalia no habían acabado y seguía Lucía follándosela con aquel enorme pollón que parecía mas de un caballo que de un humano. Irene metió su cabeza entonces entre mis piernas y comenzó a lamerme bien para dejarme limpita. Su lengua era una cálida recompensa ante aquel sexo brutal de más de cuatro horas. Entonces, se subió a la camilla y abriéndose bien de piernas comenzó a restregar su deliciosa vagina depilada por todo mi cuerpo y a juguetear con mis pechos para terminar comiéndome la boca que aun sabia a aquella amalgama de semen, flujos vaginales y demás.

Me desabrocho las correas y apenas conseguí ponerme en pie, pues me sentía rota por dentro por las fuertes contracciones uterinas que tenía (aún seguía cayendo semen de mi coñito entre mis delgadas piernas). Entonces, me dijo que con total seguridad nos abríamos quedado embarazadas, aunque irían teniendo un seguimiento para que todo fuese bien.

Con Natalia se ocupó de su limpieza la doctora, que desde el primer día se había enamorado de ella y Natalia, cómplice, disfrutaba de cada segundo con ella.

Nos dimos una ducha las cuatro juntas para quitarnos los restos que teníamos encima pues el olor a sexo sucio inundaba toda la consulta. En la ducha, nos siguieron comiendo de arriba abajo y cuando terminamos, nos dijeron que las sucesivas revisiones serían periódicas una vez al mes, para ver el correcto desarrollo del embarazo, pero que, estarían encantadas de vernos en su casa la próxima vez.

Natalia y yo salimos de aquella casa abrumadas, excitadas y sucias porque a ambas nos habían penetrado y follado de maneras salvaje, el sexo había sido brutalmente bueno y que, en breve, seríamos madres; aunque esa es otra historia que ya os contaremos.